Confiar en Dios en momentos difíciles

04/04/2024

9 min de lectura

Confiar en Dios implica saber que las respuestas respecto a por qué las cosas son difíciles están allí, incluso si no son obvias en este momento.

La crisis actual de Israel nos obliga a cada uno a desarrollar más bitajón, ‘confianza en Dios’.

Para entender lo que es bitajón, primero vamos a definir lo que no es.

Bitajón no significa creer ingenuamente que todo va a salir bien. No significa confiar en que puedo caminar de noche por un barrio peligroso y que no me van a asaltar. No significa confiar en que sin importar cuán rápido conduzca para llegar a una cita, no tendré un accidente. Esto no es confianza en Dios, es un pensamiento ilusorio. Esto tiene que ver con nuestro deseo de que las cosas sean fáciles y cómodas y no tiene nada que ver con la confianza en Dios.

Bitajón implica confiar que: 1) Dios crea la realidad momento a momento, en una manera que refleja Su absoluta conciencia, participación y compasión; y 2) si supiéramos a dónde nos llevarán en última instancia los eventos del presente, nosotros desearíamos que fueran exactamente como son.

La participación de Dios

Dios tiene conciencia de todo lo que ocurre, incluyendo cada pensamiento que tiene cada ser humano. Nada puede existir sin que Dios le dé continuamente existencia. El hecho de que algo exista, ya sea una roca en la calle o la hormiga número 8162 en un hormiguero determinado, es una revelación de la voluntad constante de Dios y de Su conciencia. Nada ocurre sin la voluntad de Dios.

Nada ocurre sin la voluntad de Dios.

Pero hay una inmensa diferencia entre voluntad y participación.

Aunque Dios desea que la hormiga número 8162 exista, Él no está íntimamente involucrado en la vida de esa hormiga. Una hormiga es creada para ser parte de algo más grande que ella misma: el ecosistema del universo. Su vida debe ser vivida de acuerdo con las leyes de lo que por el momento llamaremos "naturaleza".

Dios creó las leyes de la naturaleza, y Él continuamente mantiene lo que se conoce como el "orden natural", de acuerdo con esos principios. Hablando en forma general, Dios no alterará esos principios, no revertirá la gravedad, ni alterará la atracción electromagnética. (Aunque sí lo hizo cuando ocurrieron las Diez Plagas). Sin embargo, incluso actuando dentro de las leyes de la naturaleza, la oportuna intervención de Dios sólo puede calificarse como milagrosa. Y los milagros son algo que Dios sólo hace en beneficio de los seres humanos, que fuimos creados a Su imagen.

Para dar un ejemplo de algo que podría llegar a ocurrir en Israel: si un terrorista dispara a un objetivo que se mueve lentamente, como un israelí que vuelve a casa del trabajo, las leyes de balística pueden dictar que la bala dará en el blanco. Pero Dios (por las razones que sean) puede decidir que haya un bache en la carretera que altere la trayectoria del auto lo suficiente como para que la bala falle y se salve la vida de la posible víctima.

Dios también puede decidir que allí no haya ningún bache y que la bala llegue a su blanco.

Para entender que la forma en que Dios crea la realidad también es siempre compasiva, ya sea que la bala llegue a la persona o pase de largo, tenemos que analizar un incidente en la vida de Moshé.

Dios le instruyó a Moshé que fuera a decirle al faraón que dejara salir a los esclavos israelitas. La respuesta del faraón fue castigar a los esclavos israelitas. Él decretó que no sólo deberían fabricar los ladrillos sino que también tendrían que recolectar los materiales para hacerlo. Moshé, sorprendido de que como resultado de que él siguiera las órdenes de Dios, la vida ahora fuera mucho más difícil para el pueblo, le preguntó a Dios: "¿Por qué haces mal a este pueblo?".

En esta pregunta, Moshé estaba admitiendo que él no podía comprender la voluntad de Dios. De todos modos, la vez siguiente que Dios le ordenó hacer algo, Moshé obedeció con todo su corazón.

El verdadero bitajón no implica no tener preguntas. El verdadero bitajón implica decidir en nuestra mente que las respuestas existen y son buenas, pero que es posible que en ese momento no podamos conocerlas.

Cuando alguien enfrenta una tragedia, pregunta: "¿Por qué Dios hace algo así?". A menudo, la pregunta no es en absoluto una pregunta, sino simplemente una declaración: "Dios no debería haber hecho algo así". Las preguntas verdaderas son una admisión de nuestra pequeñez, de nuestras limitaciones para comprender. Tener preguntas no significa que uno no tenga fe. Pero pensar que la pregunta es la respuesta es carecer d efe.

La diferencia es si dudamos de nosotros mismos (es decir, de nuestra capacidad de comprender algo) o si dudamos de Dios.

El final de la historia

Nadie que se encuentre en medio de una historia es capaz de ver el fin de la historia. Bitajón implica creer que hay un fin para la historia, y que si pudiéramos saber el final no tendríamos ahora ninguna duda.

Aquí es donde este concepto se complica: Hay dos mundos, el mundo físico que experimentamos y el mundo espiritual que está más allá de nuestra percepción. A menudo puede parecer que una persona fracasa en el mundo físico, pero tiene una gran victoria en el mundo espiritual. El "fin de la historia" en verdad tiene lugar sólo en el mundo espiritual.

Imagina una escena de la inquisición española: Juan Mendoza es un converso de segunda generación que trabaja como comerciante de telas. Él sabe que es judío, pero no sabe qué es lo que eso significa, más allá de no comer pan durante una semana en la primavera y ayunar un día en otoño. De alguna manera, la inquisición lo descubre y le dan a elegir entre jurar lealtad eterna a la cruz o ser quemado en la hoguera.

Juan, como muchos conversos, elige el martirio y la muerte. Mirando esta historia 450 años más tarde, cuando estamos suficientemente lejos como para romantizarla, podemos aplaudir el final. Un hombre aparentemente común y corriente toma la heroica elección de morir por sus ideales y de esta forma llega a la grandeza. El alma de Juan está disfrutando de un estado de iluminación y cercanía a Dios en el mundo espiritual al que, de haber muerto de gota a los 47 años, como muchos de sus contemporáneos, nunca hubiera tenido acceso.

Sin embargo, de haber estado en Madrid en esa época y ver a Juan morir esa terrible muerte, a su viuda y a sus hijos llorando angustiados, lo más probable es que hubieras lamentado el triste final de la historia. Esto es verdad prácticamente en todos los capítulos de la historia judía.

El Maharal de Praga, el gran místico del siglo XVI, dice que el problema es que en este mundo físico no tenemos distancia; estamos tan cerca de los eventos cuando ocurren a nuestro alrededor, que es virtualmente imposible que podamos verlos con perspectiva. El fin de cualquier historia que tiene lugar durante nuestra vida, necesariamente está oculto a nuestros ojos. Esta es la principal prueba del bitajón.

El final de cualquier historia que tiene lugar durante nuestra vida necesariamente está oculto a nuestros ojos.

El "Sfat Emet", el Rebe de la jasidut Gur del siglo XIX, dice que somos como personas sordas en un concierto. Podemos ver al conductor gesticular salvajemente, pero no tenemos idea de lo que significan sus movimientos. Tal como los sordos carecen de la facultad que les permitiría oír la música, lo que daría sentido a toda la escena, así también nosotros carecemos de la facultad de percibir la dimensión espiritual, la infinita interacción de almas y el desarrollo del plan Divino por detrás de los eventos actuales.

La alegría en medio de la crisis

Cuando era pequeña, vivía cerca de cierto grupo jasídico. En la tarde de Rosh Hashaná, existe la costumbre de ir a un cuerpo de agua y simbólicamente arrojar nuestros pecados al agua, y este grupo jasídico siempre iba a un estanque con peces en el Jardín Botánico de Brooklyn. De antemano, arreglaban con las autoridades para que la puerta quedara abierta ese día para la ceremonia.

Un Rosh Hashaná, alguien tuvo un desliz. A pesar de haber recibido autorización, el grupo, con su estimado Rebe a la cabeza, llegó al Jardín Botánico y encontró la puerta cerrada, y el portero no estaba a la vista. Los jasidim se arremolinaban sin saber qué hacer. De repente, el Rebe saltó la valla. En un primer momento, los jasidim se asustaron, pero luego fueron siguiéndolo, uno a uno. Cuando lo alcanzaron, el Rebe les dijo: "Tienen que saber que encontrarán obstáculos para que puedan escalarlos".

De esta forma, el bitajón nos confiere una alegría profunda y duradera. Bitajón no es decir: "No quiero obstáculos". Bitajón es decir: "Los obstáculos, las dificultades, las pruebas están para que podamos superarlas, y en el proceso convertirnos en personas más profundas y más refinadas de lo que hubiéramos sido sin ellos". La alegría es el resultado de esta conciencia.

El bitajón no se mide por tu éxito al escalar por encima de la puerta de entrada. El bitajón se mide por tu respuesta al ver la puerta… si haces una mueca y te rindes, o si entiendes que Dios ha puesto allí la puerta para tu beneficio.

El bitajón se mide por tu respuesta al ver un obstáculo… ¿Trepas por encima o te rindes?

La verdadera alegría no tiene nada que ver con una vida fácil, o con que las cosas marchen bien. Más bien, nuestra alegría debe surgir de quienes podemos llegar a ser en vistas de nuestras difíciles circunstancias. La verdadera alegría viene de una resolución dentro de uno mismo. El Talmud dice: "No hay alegría como la resolución de la duda". La alegría viene al aceptar la vida en sus propios términos, porque tienes la creencia básica de que la vida es buena y exactamente como debe ser, y que los retos son parte integral de la vida.

Apliquemos el concepto de bitajón a la crisis actual en Israel.

Sin exonerar a los terroristas, porque cada ser humano es responsable por el mal que provoca, debemos tomar conciencia de que en definitiva Dios tiene el control. Dios no sólo tiene conciencia y está involucrado en los eventos que ocurren cada día en Israel, sino que Él mismo orquesta los eventos con tanta compasión como podemos medirnos.

Aunque es extremadamente difícil ver esta compasión en el momento presente, bitajón implica saber que de todos modos allí está. Cada uno debe esforzarse por tener conciencia de que Dios está en control en todo momento.

Una cosa es cierta: la Tierra de Israel es el lugar donde, incluso a pesar de nosotros mismos, tenemos conciencia de la participación de Dios en los asuntos humanos. Viviendo en Israel, es muy difícil ignorar la mano de Dios en nuestro destino.

Tres cosas se adquieren con sufrimiento

El Talmud dice que hay tres cosas que sólo pueden adquirirse con sufrimiento: Torá, la tierra de Israel y el Mundo Venidero. El sufrimiento nos despierta y nos obliga a enfrentar la realidad. Quiebra el "piloto automático" con el que vivimos la mayor parte de nuestras vidas y nos obliga a reexaminar nuestros valores y a ajustar nuestros actos.

Dependiendo de nuestra respuesta, el sufrimiento puede ser el más poderoso catalizador para el crecimiento espiritual, empujándonos para llegar más rápido y más lejos que con el ritmo cómodo que todos habríamos elegido. Dado que todos debemos estar en un elevado nivel espiritual para tener el mérito de heredar la Tierra de Israel, podemos entender por qué la tierra sólo puede adquirirse a través de sufrimiento y con el crecimiento que genera el sufrimiento.

Las profecías

Los profetas nos dicen que la lucha por la Tierra de Israel anunciará la llegada del Mashíaj y será muy difícil. El Talmud llama a este período "los dolores de parto del Mashíaj".

Las mujeres embarazadas hacen cursos de Lamaze no porque lo que aprendan vaya a calmar sus dolores de parto, sino porque saber qué esperar las ayuda a manejar el dolor. Así también saber qué esperar durante el período de los "dolores de parto del Mashíaj" no cambia la prueba, pero la hace menos aterradora. El hecho de que ciertos acontecimientos hayan sido profetizados debería facilitarnos ver la mano de Dios en esos eventos.

Sabemos a partir de los profetas que la era mesiánica avanzará en dos etapas: la primera será dirigida por el Mashíaj hijo de Iosef, y la segunda por el Mashíaj hijo de David.

El Gaón de Vilna, el gran sabio del siglo XVIII, escribió en su libro "Even shlemá", que la era del Mashíaj hijo de Iosef, es la era del retorno físico a la Tierra de Israel. Esta era precede el arrepentimiento espiritual de la era mesiánica del Mashíaj hijo de David.

Existe un hiato entre el período del Mashíaj hijo de Iosef y la revelación del Mashíaj hijo de David. Este es el período en que estamos ahora, que es el más difícil de todos los períodos.

Los profetas describen un período espantoso, cuando todas las naciones vendrán contra Jerusalem.

Las profecías bíblicas de los últimos profetas describen un período espantoso, cuando todas las naciones vendrán contra Jerusalem. Esto puede interpretarse en varios niveles. Por ejemplo, las naciones que salen contra Jerusalem pueden ser las condenas de las Naciones Unidas, y no una guerra literal. Lo único que está claro de los profetas bíblicos es que este período será muy difícil, y que la forma en que resulte dependerá de nosotros y de nuestra teshuvá, de nuestro arrepentimiento.

¿Qué deberíamos hacer durante este período particular? El Talmud en el Tratado de Sanedrín (98b) dice que durante "los dolores de parto del Mashíaj" hay dos cosas que pueden salvarnos: los actos de bondad y el estudio de la Torá.

Un antídoto para la crueldad

Al leer los periódicos, encontramos reportes llenos de crueldad; y encontramos también manipulaciones políticas y luchas de poder

Los actos de bondad son el antídoto para la crueldad. La Torá es el antídoto para el laberinto político que nos deja desesperados y descorazonados. Estudiar Torá, en esencia, implica poner a nuestra mente en segundo lugar tras la mente de Dios, sin ego ni juegos de poder.

El Talmud nos dice que llegaremos a reconocer que no tenemos a nadie en quien confiar, excepto a Dios. Por lo que cualquiera que piense que nuestra salvación vendrá del gobierno israelí, o de la administración norteamericana, o del ejército de Israel, tendrá que convencerse de lo contrario por el trágico giro de los eventos. Nuestra salvación llegará cuando esperemos sólo la salvación de Dios.

No podemos decir que nos gusta que así sean las cosas: israelíes secuestrados, ataques con misiles y muchos judíos asesinados y mutilados.

Pero el bitajón requiere que respondamos: "Aunque no me gusta lo que está sucediendo, no me rendiré a una sensación de calamidad. En cambio, voy a dejar que la crisis me impulse hacia adelante. Voy a ser una persona que hace más actos de bondad. Voy a estudiar más Tora. Voy a ver la mano de Dios en los eventos de cada día. La puerta cerrada está allí para que yo la trepe".

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.