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Las redes sociales causan estragos sobre nuestra capacidad de concentración y pensamiento.
Las redes sociales son un blanco fácil. Hay demasiadas razones para definirlas como "problemáticas", sin embargo son sumamente seductoras. He escrito en el pasado sobre la falta de privacidad personal y de recato, sobre el daño que pueden causar y la falta de sensibilidad que engendran. Todos conocemos las ilusiones que crean respecto a que los demás son "más felices", "más exitosos", "más populares", y la confusión que resulta cuando parece que no podemos disfrutar de ninguna experiencia a menos que nuestros amigos puedan verla y darle un “like”.
Incluso la muerte parece ser un fenómeno de Facebook, ya que la noticia del fallecimiento de un ser querido se publica de inmediato en línea y las condolencias se transmiten de la misma forma.
Sin embargo, al reflexionar sobre la generación de las redes sociales, me parece que hay todavía una causa mayor de preocupación: el deterioro de nuestra capacidad de concentración, la falta de control sobre nuestro tiempo y nuestra atención.
Veamos estos problemas en orden.
1. Pérdida de la concentración: Nos convertimos en una sociedad de frases breves. Si es más larga que el límite original de 140 palabras de un Tweet, nadie le presta atención. ¿Cómo podemos aprender algo importante de esta forma? Imposible.
Pero es incluso peor. En muchas situaciones nos llega toda clase de información a la vez o caemos en la trampa de cambiar rápidamente entre sitios y aplicaciones. Bajo estas circunstancias, no puede tener lugar ningún aprendizaje serio. Esto se opone a los lineamientos de la Torá de dedicar largos y sólidos bloques de tiempo a leer detenidamente las páginas del Talmud y estudiar Torá.
La sabiduría de la Torá se adquiere con gran esfuerzo y concentración. Al pasar de un sitio a otro podemos tener un atisbo de ciertas citas o de las celebraciones de los cumpleaños de las celebridades. Pero para lograr un entendimiento profundo sobre el matrimonio, recibir consejos para padres o entender la sabiduría de la vida, es necesario tiempo, pensamiento y concentración. Esto es algo demasiado valioso como para ser sacrificado en el altar de las redes sociales.
2. Controlar nuestro tiempo: Sí, por supuesto que en definitiva somos los responsables, pero tal como los publicistas utilizan en sus anuncios herramientas de manipulación psicológica para lograr vender sus productos, así también el equipo de estos sitios web aplica estrategias para mantenernos en su página la mayor cantidad de tiempo posible, para llevarnos de un amigo a otro en Facebook y de tema en tema cuando navegamos por la web.
Alguien me confesó que puede sentarse en su computadora a las 11 de la noche para explorar una idea/cosa/categoría y que una cosa lleva a la otra, y a la otra… ¡Y cuándo vuelve a levantar la cabeza ya son las dos de la madrugada! Y no es la única.
3. Controlar nuestra atención: Esto tiene varios componentes. La mayoría notamos que si visitamos un sitio web de ventas y miramos sus ofertas, esas páginas aparecerán en todos los otros sitios que visitemos. Incluso los artículos son sugeridos por fuerzas externas, por algoritmos que los sitios web utilizan para mantenernos interesados y conectados y por el servicio de noticias de Apple. Con frecuencia me encuentro leyendo una historia que aparece en ese servicio de noticias. Lamentablemente, ese ítem puede luego llevar a toda clase de historias espantosas e inapropiadas que preferiría no leer e incluso no saber de ellas. Pero una vez que está frente a mis ojos, así como cuando hay un choque, es difícil mirar hacia otro lado.
Por supuesto, yo soy responsable. También soy responsable si las grandes tiendas me seducen a comprar productos que no necesito. Pero en ambos casos, también soy la víctima de un esfuerzo gigante que es difícil de combatir.
Dado que en Internet existe tanta competencia por los ojos de los usuarios, cada sitio y oferta debe ser más extravagante, más llamativa, más ruidosa y colorida y más entretenida que la anterior. En esta era frenética de Internet tenemos menos posibilidades de concentrarnos para pensar y aprender.
No sugiero que "volvamos a encerrar al genio en su botella". No podríamos, aunque quisiéramos hacerlo. Sólo sugiero que mantengamos la perspectiva, que reconozcamos el costo, que trabajemos duro para no perder nuestras valiosas oportunidades de aprendizaje, que nos esforcemos para recuperar nuestro tiempo, nuestra concentración y nuestra atención.
Quizás una buena forma de comenzar es vivenciar esa desconexión total una vez a la semana llamada Shabat…
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