Reparar lo quebrado

Hace más de medio año que Israel está en guerra. Muy pronto celebraremos Pésaj, la fiesta de la libertad, mientras nuestros queridos hermanos y hermanas siguen secuestrados en Gaza. Muchos soldados que protegen a nuestra nación no estarán en sus hogares para celebrar Pésaj con sus familias.

Este año, el Séder adquiere un cariz único. Hay algunos momentos a lo largo del Séder en los que se puede hablar directamente de la difícil situación actual. Al principio del Séder se parte la matzá en dos partes.

Una bella explicación del pensamiento jasídico sugiere que la ruptura de la matzá representa la ruptura del mundo. La matzá quebrada simboliza los inumerables corazones quebrados, las vidas rotas, las lágrimas interminables. Esto significa que el mundo está muy fracturado. Saber esto es un requisito previo para poder repararlo.

Después de partir la matzá, el trozo más grande se guarda y se lo esconde con mucho cuidado. Esto es lo que se conoce como el Afikomán. Este trozo de matzá quebrado se llevará a la mesa al final del Séder, y todos los presentes comerán una porción de ella.

¿Quién lleva el trozo de matzá de regreso a la mesa? La costumbre más extendida es que los niños la busquen y se la entreguen a los presentes. Aquí hay un simbolismo de gran alcance. ¿Quién reparará la ruptura? Si nosotros, en nuestros días, no logramos reparar la profudna fragmentación, confiamos que lo harán nuestros hijos. Durante el Sëder, nuestros hijos traen de vuelta la matzá rota y hacen que el mundo vuelva a estar entero. ("The Night that Unites Haggadah", pág. 66).

Un mensaje para compartir

El Séder es famoso por ser una noche de preguntas y respuestas. Sin embargo, quizás la lección más importante que debemos transmitir a nuestros hijos en la noche del Séder no es que tenemos todas las respuestas. Más bien debemos compartir con ellos que en la vida enfrentamos muchas preguntas y habrá algunas que simplemente no podremos responder. Pero hay una cosa de la que estamos seguros: que tenemos a Dios en nuestras vidas. Y que Dios es bueno y está repletod e compasión.

Al llegar al final del Séder bebemos una cuarta copa de vino y levantamos esa copa de vino para reconocer, con gran expectativa, la redención futura. Cuando el Séder llega a su fin, hacemos a nuestros hijos (y a nosotros mismos y a todos los que estén en la mesa) la siguiente declaración: "No sé cuándo tendrá lugar la redención. No sé cómo sucederá. Pero, queridos hijos, hay una cosa que sé sin ninguna sombra de duda, y eso es que la redención llegará". En una palabra, la noche del Sëder es una noche de fe. (Ibid., pág. 252).

La forma de la matzá

El Rebe de Lubavitch citó la conocida explicación de que las tres matzot que se colocan en la mesa del Séder corresponden a los tres segmentos diferentes que conforman el pueblo judío: cohen, levi e israel. El Rebe agregó que la sigla compuesta por las primeras letras de cada una de estas palabras forman la palabra CLI, que en hebreo significa un recipiente. Esto enseña que cada judío debe esforzarse por ser un recipiente, un depósito repleto de santidad y bondad.

El Rebe compartió su práctica singular de elegir para el Séder matzot que no sean completamente planas, sino que en cierta medida tengan una forma de cuenco, para que se asemejen a un recipiente. La matzá alude a que debemos moldear nuestras vidas de modo tal que rebosen benevolencia y generosidad. Debemos ser generosos ("Hagadá shel Pésaj del Rebe de Lubavitch", pág. 32).

Los tiempos difíciles abundan. Nos sentimos asediados por hordas que propugnan el odio. Como pueblo sabemos cómo responder. Cada uno debe buscar dentro de sus reservas de fe. Cada judío, cohen, leví o israel, debe seguir contributendo, cada uno a su manera, para traer luz a esta oscuridad. Debemos seguir elevándonos mutuamente y ensanchando el camino hacia un futuro mejor. Seguimos pidiéndole a Dios consuelo y salvación.