Todo es para bien

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24/03/2024

6 min de lectura

Aceptar el sufrimiento significa que hemos logrado asimilar finalmente la idea de que Dios maneja el mundo y que todo lo que llega a nuestras vidas tiene un propósito.

Cuenta el Talmud que en cierta ocasión Rabí Akiva estaba viajando. Llegó a un pueblo y buscó una posada donde quedarse, pero no halló ninguna. Él dijo “Todo lo que Dios hace es para bien”. Se fue a dormir al aire libre, acompañado por su gallo, su burro, y una vela. El viento sopló y extinguió la vela, vino un gato y se comió al gallo, y un león devoró al burro. Y aún así, él volvió a decir: “Todo lo que Dios hace es para bien”.

Durante la noche un grupo de bandidos atacó el pueblo y tomaron cautivos a todos sus habitantes. A la mañana siguiente, Rabí Akiva le dijo a sus discípulos: “¿Acaso no les dije que todo lo que Dios hace es para bien?”.

Conociendo el final de la historia, es fácil reconocer que las aparentes desgracias que le ocurrieron a Rabí Akiva eran en realidad bendiciones ocultas, bendiciones disfrazadas. Si la vela hubiera estado encendida, o el gallo y el burro hubieran estado vivos, Rabí Akiva hubiera sido descubierto y tomado prisionero.

Es fácil verlo en un sencillo relato, sin embargo, no siempre podemos ver la bondad de Dios mientras estamos atravesando la historia. Muchas veces se presenta tan camuflada que es indistinguible a la razón humana. Entonces, cuando no encontramos dónde dormir, cuando nos quedamos a oscuras, cuando perdemos el sustento, entre miles de otras posibilidades, nos desesperamos. Sufrimos, nos enojamos. Le reclamamos a Dios habernos quitado lo nuestro.

Si entrásemos por primera vez a un quirófano sin saber que existe la medicina, posiblemente pensaríamos que lo que allí ocurre es una masacre. Vemos sangre, vemos cuchillos, vemos a una persona herida, abierta… Pero, con el justo conocimiento, comprenderíamos que lo que está pasando es un bien para quien pareciera ser la víctima. ¡La están curando! ¡Al finalizar la operación, estará mejor! Y lo mismo ocurrirá cuando adquiramos la comprensión del por qué de las cosas que nos han sucedido.

Aceptar el sufrimiento con amor significa que hemos logrado asimilar finalmente la idea de que Dios maneja el mundo con bondad y que todo lo que llega a nuestras vidas tiene un propósito. Es reconocer que todo lo que nos ocurre, en definitiva, es lo mejor que nos podría estar pasando.

La historia del mundo

En este contexto, la historia del mundo podría percibirse en ocasiones como una “broma”. ¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Por qué tanta destrucción?. Pareciera ser una broma enorme y prolongada, una broma pesada y aterradora. La primera mitad de la broma está llena de sufrimiento y desconcierto. Pero, siempre, al revelarse la segunda mitad, es decir, el final, no solamente se genera alivio, sino que además, se produce alegría y risa. El grado de sufrimiento que tendremos ante cierta experiencia dependerá de la comprensión que podamos lograr sobre la misma. A mayor nivel espiritual, a mayor conciencia y confianza en Dios, menos dolor agregaremos a nuestra vida. Cuanta mayor sea nuestra capacidad para contemplar el mundo bajo la certeza de la conducción de Dios, más libres podremos ir en el camino. Esta conducción se trata de aceptar justamente que todo lo que nos sucede está determinado por Él, y que todo es para nuestro propio y máximo bien.

Si le damos el poder a nuestro ego, si creemos que lo controlamos todo, si creemos que la totalidad depende de nosotros mismos, entonces, sufriremos mucho. Si no podemos soltar nuestras expectativas, nuestra visión limitada y nuestros propios deseos egoistas, no hallaremos consuelo. En cambio, si confiamos que todo lo que llega a nuestra vida es para nuestro propio crecimiento, dejándole el control a la sabiduría divina, entonces, el sufrimiento no tendrá tanto lugar.

Debemos afirmar la unicidad de Dios, con esperanza de que todo lo aparentemente malo que nos ocurre es parte de Su plan, con esperanza de que pronto se revertirá, mostrando la verdadera bondad detrás de la máscara. Cuando la broma se complete, cuando la semilla brote después de pudrirse, cuando toda la historia llegue al final, allí explotaremos de risa y alegría y, entonces, todo adquirirá verdadero sentido. Como quien despierta de un sueño… Debemos confiar en que el final siempre será bueno, recordando que si aún no es bueno, entonces, todavía no ha llegado el final…

La historia de Purim

También el pueblo de Israel fue condenado a su destrucción. Estaba todo decretado para el genocidio y exterminio total. A último momento, la historia dio un giro brusco e inesperado, revirtiéndose por completo. Todos los años recordamos aquella “broma” inmensa, y reímos. Recordamos cómo lo malo se volvió bueno.

La historia de Purim se remonta al siglo 4 a.e.c., durante el dominio del poderoso imperio persa. El primer ministro Hamán había elegido a su enemigo; un hombre judío llamado Mordejai, el líder del pueblo de Israel.

Hamán exigía que todos debían inclinarse ante él. Todos cumplían su capricho. Todos menos uno: Mordejai, quien se mantenía firme en sus ideales. Hamán estaba furioso ante semejante desprecio por lo que decidió que exterminaría al pueblo entero de Mordejai. Había preparado una horca bien alta para colgar a Mordejai, y ya había designado el día del exterminio colectivo de todo el pueblo.

Es justamente en este momento de mayor oscuridad en el que la historia dio un vuelco, un giro brusco y sorpresivo. En un desenlace inesperado de acontecimientos, Hamán termina colgado en la horca que él mismo había construido, y Mordejai ascendido a primer ministro. Todo se invierte de forma inimaginable para sus protagonistas. El pueblo agradeció a Dios por la salvación y festejaron con alegría.

De esto se trata Purim. Purim es la festividad en la que aprendemos el concepto del giro, de la inversión total. Purim nos revela que lo que al principio parecía malo, era tan solo una ilusión, era en realidad un bien oculto.

Purim es un pequeño ejemplo de lo que ocurrirá con toda la historia de la humanidad, de modo general. Es tan solo un adelanto, una pequeña degustación de lo que viviremos a gran escala con la historia universal. Y, también, es un destello que ilumina lo que ocurrirá con todo el sufrimiento particular de nuestras vidas.

Purim es quitar la máscara para ver la realidad. Purim es desmantelar la ilusión. Es ver que lo aparentemente malo era realmente bueno, y era lo mejor que podía suceder. Debemos tener esperanza de que el dolor se revertirá en alegría.

Leemos la historia de Purim desde la Meguilat Ester (el Rollo de Ester). Como es un pergamino enrollado, no podemos ver el final desde el principio, debemos atravesar pacientemente la historia completa. Y, es curioso que, de todas las escrituras sagradas, sea justamente la Meguilat Ester el único texto de todo el Tanaj en el que no aparece el nombre de Dios. Sin embargo, explican nuestros sabios que, en realidad, Dios estaba oculto por así decir en el rey Ajashverosh. Se escondió detrás de ese disfraz. Se nos explica que cada vez que la Meguilat Ester dice “el rey”, sin especificar el nombre de Ajashverosh, en realidad, se trata de Dios. Se trata del bien disfrazado de mal.

En Purim Dios se esconde detrás de los malvados. Está ahí, dirigiendo todo, aunque no podamos verlo. Está oculto a nuestros ojos.

En Purim también nos disfrazamos. Nos disfrazamos para recordar que nada es lo que parece. Nos disfrazamos para recordar que es Dios el que nos guía de forma oculta. Nos disfrazamos para recordar que no debemos confiar en lo que se muestra a simple vista, en lo que captan nuestros ojos fìsicos.

Debemos aprender a ver por debajo del disfraz para poder descubrir la esencia. Debemos esforzarnos por descubrir a Dios detrás de toda la escenografía montada.

El Talmud declara que en el día de Purim hay que tomar vino hasta “no reconocer entre Hamán el malvado y Mordejai el bendito”. El desafío espiritual de este día es poder trascender nuestro convencional estado de conciencia dual, en donde el mal es mal y el bien es bien, para poder ingresar a un estado de conciencia superior de unicidad. Purim es una invitación a entrar en un nivel espiritual de unicidad, donde no existe nada fuera de Dios, y en donde el mal nunca se trata de otra cosa, sino de un bien oculto y disfrazado. Se termina la dualidad del conflicto entre el bien y el mal, y comienza la unicidad donde solo existe el bien absoluto de Dios. Allí se revela que el mal era tan solo una ilusión, un bien oculto.

No es casual que la protagonista de la historia, la reina, se llama Ester, palabra en hebreo que significa ‘oculto’. En Purim, Dios elige ocultarse, elige disfrazarse de aquello que no es. Y en la historia de nuestra vida, es justamente éste nuestro verdadero desafío: descubrir a Dios que se esconde detrás de cada prueba.

Si lo logramos, si logramos finalmente trascender nuestra visión limitada, el sufrimiento se revertirá en alegría. Lo que al principio parecía malo, se revertirá en el máximo bien. Lo que al principio parecía malo, al final nos generará risa y alegría. Porque al fin y al cabo, el que rie último, rie mejor.

Este es el arte de revertir con esperanza nuestro sufrimiento en alegría.


Extraído de: Reflexiones para Purim: Del sufrimiento a la alegría, del Rabino Axel Wahnish. Para descargar el documento completo en formato PDF haz clic aquí.

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Jaim
Jaim
1 mes hace

Cuanta Luz sale de este Bendito Pueblo, Israel, luz para guiar a las naciones,!!!!

Soni Conde
Soni Conde
1 mes hace

Maravilloso desafío el descubrir a Dios detrás de los días sin sol.

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