Un camino de esperanza y fuerza en tiempos de guerra

27/06/2024

2 min de lectura

Nuestros hermanos están en guerra, y por lo tanto, nosotros también lo estamos.

Desde hace tiempo, he reflexionado profundamente sobre la tefilá (plegaria) de Moshé, donde aprendemos que Dios le pidió que dejara de rezar. Si Moshé continuaba rezando, Dios tendría que cambiar el veredicto y permitirle entrar a la Tierra de Israel. Esta situación me generaba conflicto, ya que siempre entendí que la tefilá no es un medio para manipular a Dios como si fuera un títere. Si Dios decide que algo no es lo mejor para nosotros, entonces, por más que recemos millones de veces, su respuesta seguirá siendo no.

Sin embargo, esta semana mi hija compartió conmigo una interpretación asombrosa: si Moshé continuaba rezando, se transformaría tanto que se convertiría en un nuevo Moshé. En consecuencia, el decreto se aplicaría a una persona diferente. Esta perspectiva resonó profundamente en mí y me ayudó a comprender mejor el propósito de la tefilá. No solo rezamos para pedir por otros o para conectarnos con Dios, sino también para transformarnos a nosotros mismos.

La tefilá es un vehículo de transformación personal. Al rezar con el corazón, comprendiendo cada palabra, nos convertimos en seres humanos más conectados con los demás, con nosotros mismos y con Dios. Cuando logramos esta transformación interna, los resultados externos también pueden cambiar. Quizás, el propósito de ciertos decretos Divinos es motivarnos a todos a transformarnos a nosotros mismos, y la tefilá es el medio para alcanzar esa transformación.

En estos tiempos de conflicto, especialmente tras los dolorosos eventos del 7 de octubre, todos los judíos del mundo nos sentimos vulnerables y frágiles. El aumento del antisemitismo en todo el mundo, no solo en Israel, nos recuerda dolorosamente que, aunque después del Holocausto dijimos "nunca más", el peligro sigue acechando. El 7 de octubre nos demostró que el odio hacia nuestro pueblo persiste, y debemos estar unidos para enfrentar esta amenaza. No podemos permitir que aquellos que desean aniquilarnos tengan éxito.

Nos preguntamos qué podemos hacer desde fuera de Israel. Llevar la bandera, usar el listón amarillo, o colgar un collar con símbolos judíos son gestos que nos conectan, pero no son suficientes. Necesitamos una transformación más profunda. "Nunca más" no puede ser solo una frase; debe ser una realidad vivida. No podemos permitirnos estar divididos ni ser indiferentes ante el dolor de nuestros hermanos. Si no estamos en el frente como soldados, debemos estar en el frente con nuestras acciones, palabras, y rezos, incrementando el amor y la solidaridad con nuestro prójimo.

Llevar la pulsera que simboliza a los secuestrados o un collar que nos recuerda que estamos en constante lucha, crea una conexión automática con nuestros hermanos y con nuestro propósito. Estos símbolos, que llevamos con orgullo, no solo nos identifican como judíos, sino que también nos permiten conectar con los demás. Cuando alguien me pregunta por qué llevo estos símbolos, mi respuesta es para no olvidar. No olvidar que nuestros hermanos están en guerra, y por lo tanto, nosotros también lo estamos. Caminar por la calle con estos símbolos me permite portar un orgullo judío más allá de mí, me siento más conectada con mis hermanos, lo cual es fundamental para también estar conectada con Dios.

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