Sociedad
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A los ojos de nuestros enemigos, y a los ojos de Dios, somos todos iguales.
Solía ver sólo nuestras diferencias.
Tú con tu sombrero negro. Yo con mi sombrero de sol.
Tú con tus vestido largo. Yo con mis pantalones.
Tú con tu peluca. Yo con mis reflejos.
Tú con tu libro de plegarias. Yo con mi novela.
Tú sin beber ni un sorbo en Iom Kipur. Yo intentándolo, pero a menudo cayendo a mitad del día.
Tú con tu talit. Yo con mi pashmina cubriendo mis hombros.
Tú cantando la Torá. Yo a tientas con mi hebreo quebrado.
Tú viviendo en nuestra patria ancestral. Yo anhelando visitarla por primera vez.
Tú con la seguridad de saber que perteneces. Yo a menudo sintiéndome una extraña.
Tantas diferencias y, sin embargo, lo mismo.
El mismo dolor y los mismos miedos.
El mismo enemigo.
El mismo trauma generacional.
La misma historia.
La misma patria ancestral.
Las mismas bellas y antiguas plegarias.
Las mismas esperanzas y sueños para nuestro pueblo.
La misma alegría.
El mismo Dios.
La misma alma judía.
Supongo que tengo que agradecerle a nuestro enemigo por abrirme los ojos a nuestra semejanza. Qué irónico.
A los ojos de nuestro enemigo, y a los ojos de Dios, somos iguales.
Diferentes, pero iguales. Iguales.
Heather Kafetz
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Muy bueno!!