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Una guía resumida para los padres preocupados.
El abuso sexual infantil es una enfermedad. El abusador de niños es una persona enferma con una enfermedad que no puede controlar ni detener por sí mismo. Tiene un interés y siente un deseo sexual por los niños pequeños. Y para dejar de hacerlo, necesita ayuda a través de tratamiento profesional, supervisión o encarcelamiento.
En nuestra experiencia colectiva trabajando con estas personas dentro de la comunidad judía, aproximadamente un tercio de los pedófilos tienen preferencia por los niños, un tercio prefieren niñas y un tercio no tiene ninguna preferencia. Algunos pedófilos también tienen una preferencia distintiva por un grupo de edad determinado. Un predador puede abusar de decenas o centenas de niños.
¿Qué podemos hacer como padres, educadores y como comunidad, para proteger a los niños y prevenir el abuso sexual?
Los niños son victimizados sexualmente porque pueden serlo. Ellos confían, son vulnerables, curiosos por naturaleza y, por lo general, no sospechan de los adultos, especialmente no de un padre, maestro, consejero u otra persona que ocupe un rol importante en sus vidas. Esto también ocurre con los adolescentes, que pueden ser víctimas del abuso sexual incluso a mediados de la adolescencia.
Los niños pueden ser victimizados repetidamente porque se sienten demasiado avergonzados o asustados como para divulgar la información a otras personas, tienen miedo porque el abusador los amenazó con herirlos a ellos o a los miembros de su familia, o temen que sus padres no vayan a creerles y los culpen a ellos.
Si bien no contamos con estadísticas confiables respecto a la prevalencia de este problema en la comunidad judía, hay un número de factores de protección que pueden llevar a una baja incidencia. Esto incluye el fuerte énfasis de nuestra comunidad en la cercanía de la familia, y programas de apoyo comunitario que brindan ayuda a los padres estresados.
De todos modos, lamentablemente, también hay fuertes factores de riesgo. Las investigaciones revelaron que quienes tienen más probabilidades de reconocer y denunciar el abuso son los policías y los médicos de las salas de primeros auxilios, mientras que los que menos reconocen y denuncian el abuso son personas de la misma comunidad o con los mismos antecedentes religiosos que el niño abusado. Por lo tanto, no es sorprendente que cuando se sospecha de un caso de abuso dentro de la comunidad, la primera respuesta sea la negación o la tendencia a ignorar una realidad tan antitética con nuestros valores y nuestra forma de vida.
Desafortunadamente, este círculo vicioso puede incluso, sin intención, dar más fuerza a los abusadores de niños.
En la última década, un número de adolescentes y personas jóvenes casadas se identificaron a sí mismas y buscaron tratamiento para sus graves problemas con el juego, las drogas y el alcohol. Es justo decir que a pesar de lo graves que son estos problemas, ya no conllevan el estigma social y el aislamiento social que tenían hace unos pocos años atrás.
Pero no ha ocurrido lo mismo con el abuso sexual. No con la víctima ni con el perpetrador.
Él (el 95% de los perpetradores son varones) casi nunca buscará tratamiento de forma voluntaria. El miedo a la represalia, el aislamiento social, el daño físico, perder a su familia y perder su trabajo, junto con sus inclinaciones sexuales, le impiden revelarse.
Asimismo, las víctimas de abuso sexual, a diferencia de otras víctimas, casi nunca se exponen a sí mismas. Los abusadores se ganan la lealtad y la confianza del niño y luego lo convencen de que cualquier "mal sentimiento" es "tu culpa".
La víctima de un crimen puede denunciarlo a la policía. La víctima de violencia doméstica puede buscar ayuda con un pariente, un rabino o un profesional de salud mental. Un alcohólico o drogadicto, a menudo puede ser reconocido por su cónyuge o su empleador. No ocurre lo mismo con una víctima de abuso sexual, quien está avergonzada, se reprime y, años más tarde, sigue cargando con las cicatrices del trauma no resuelto del abuso.
El abuso sexual infantil es una invasión del cuerpo y del cerebro. El daño es pasmoso y llega prácticamente a todas las áreas de la vida del niño:
A menudo, un niño puede mantener el abuso en secreto durante 10 o 20 años. Sólo cuando el niño se vuelve adulto tiene la confianza para poder compartir su historia. Mientras tanto, lleva solo una carga muy pesada.
Además de esto, muchos niños abusados se convierten en abusadores.
¿Qué podemos hacer?
Se les debe enseñar a los niños con honestidad respecto a este problema.
Se les debe enseñar a los niños con honestidad respecto a este problema. Deben estar preparados para defenderse y responder a las insinuaciones sexuales, matizadas y abiertas, de personas que conocen y en las que a menudo confían. Los padres deben saber que no es suficiente con enseñarles a los niños a desconfiar de los extraños. Se han desarrollado técnicas de prevención de abuso sexual que enmarcan el problema dentro del contexto de la seguridad en general, sin ninguna diferencia con la seguridad contra incendios o en el agua, ayudando a los niños a desarrollar la cautela sin tener miedo.
Lo más importante que podemos hacer para proteger a nuestros hijos, es asegurarnos que sepan que siempre pueden venir a contarles a sus padres de inmediato si les ocurre algo inusual. Cada niño debe saber que sus padres quieren que hable con ellos. Desde que son muy pequeños deben abrirse las líneas de comunicación.
La Dra. Susan Schulman, una pediatra judía de Brooklyn, recomienda que los padres hablen con sus hijos (de una forma adecuada a la edad del niño) respecto a:
Los niños mayores y los adolescentes necesitan la misma seguridad. Dile al niño que estás disponible para él y que siempre quieres escuchar sus experiencias, buenas y malas. Dile a tu hijo que siempre lo amarás.
Mientras más grande es la familia, más importante es que dediques unos minutos cada día para establecer contacto visual y mantener abiertos los canales de comunicación. Pregúntale: "¿Cómo fue tu día?". Incluso si no cuenta demasiado, esto le comunica que estás interesado y disponible cuando se presente la necesidad.
Esta línea de conversación debe reforzarse periódicamente con el niño. Hay muchos momentos claves en los cuales estas conversaciones pueden ocurrir de forma natural, por ejemplo al entrar al preescolar, a una nueva escuela, al partir cada año para el campamento de verano, al viajar a pasar un fin de semana en otro lado.
Dado que la mayoría de los niños son abusados por personas que conocen (un pariente, vecino, entrenador deportivo, maestro, conductor de autobús escolar), es necesario hablar sobre la confianza en los adultos y las personas significativas que los rodean. Esta persona hizo algo malo. Hay que enfatizar todas las otras personas que son buenas, afectuosas y bondadosas.
Habla con tu hijo respecto a tener cuidado de no llegar a estar en una situación en la que se quede solo. Los niños deben caminar en grupos, particularmente de noche.
La naturaleza humana es avergonzarse de discutir con nuestros hijos sobre temas sexuales cuando son adultos jóvenes, mucho más cuando tienen 10 o 15 años. Sin embargo, esto es de lo que debemos hablar.
Hay varias señales de advertencia y banderas rojas a las que se debe prestar atención y que pueden indicar que un niño fue victimizado.
La Dra. Schulman enumera cinco cambios de comportamiento que pueden indicar que el niño es sometido a abuso.
Si tu hijo manifiesta un problema grave que parece ser nuevo, puedes considerar que el abuso sexual es un factor posible sin alarmarte ni reaccionar de forma exagerada. Al buscar ayuda profesional para recibir tratamiento, ve a un profesional de salud mental y pregúntale si se ha especializado en esta área.
La investigación sobre el papel que tienen las creencias religiosas para ayudar a las víctimas a enfrentar el impacto del abuso demuestra que la religión puede desempeñar un papel protector crucial para ayudar a las víctimas a encontrar significado y apoyo, incluso frente al cinismo y la traición. Por otro lado, muchas personas religiosas que son victimizadas por un miembro de su comunidad experimentan el trauma adicional de sentirse abandonados por una religión que les enseñaron que se opone al abuso. Por lo tanto, no es sorprendente que un porcentaje de los adolescentes rebeldes y alienados que "abandonan" la observancia religiosa tengan un historial de abuso sexual.
Loa identificación y el tratamiento pueden ser muy exitosos, porque los niños y adolescentes tienen mucha resiliencia. La mayoría de las víctimas, con el apoyo adecuado, pueden emerger de la experiencia sanos y fuertes.
Si crees que tu hijo fue víctima de abuso sexual, el primer paso es hablar con él. ¿De qué debes hablar? Debes enfatizar los siguientes puntos:
¿Y qué ocurre con el perpetrador? Los pedófilos deben ser obligados a buscar tratamiento profesional, deben ser alejados de los escenarios en los que pueden tener contacto regular con niños, y deben ser recluidos a medios supervisados y controlados, o enviados al sistema de justicia criminal.
La pedofilia es una enfermedad tratable. Si bien no es curable, el tratamiento a largo plazo puede administrarse a lo largo de muchos años y si el perpetrador cumple con el tratamiento, eso puede permitirle regresar a una vida relativamente normal. Por cierto, su familia no debe ser castigada, como lamentablemente suele ocurrir.
Los padres deben conversar y preparar a los niños para enfrentar el problema.
Los educadores también deben enseñar sobre esto.
Los administradores de las escuelas no deben tolerar ningún incidente.
Se debe informar a las autoridades policiales y de protección infantil cuando sea necesario.
Si cada grupo de nuestra comunidad hace su parte, podemos reducir el número de niños que serán lastimados.
Debe haber mayor vigilancia y supervisión de los infractores.
Y debe existir un entorno apto para que las víctimas puedan abrirse y recibir apoyo.
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