Debemos contar la increíble historia del pueblo judío

19/12/2023

5 min de lectura

Israel es la única nación de la tierra que habita la misma tierra, lleva el mismo nombre, habla el mismo idioma y adora al mismo Dios que hace 3.000 años.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en una elitista escuela preparatoria, cuando les mostraron imágenes de los campos de concentración, los compañeros de clase de John Loeb, ex embajador de los Estados Unidos, dijeron: "Bueno, Hitler no nos gusta, pero por lo menos mató a los judíos".

A pesar de lo repugnante que son esas palabras, no son tan aborrecibles como la negación del Holocausto, la negativa siquiera a reconocer que Hitler mató judíos.

Hoy enfrentamos un flagelo de desinformación similar. Ahora escuchamos a la gente decir que fue el gobierno israelí quien mató a 1.200 israelíes el 7 de octubre. No está claro si realmente creen sus escandalosas declaraciones. Lo que sí sabemos es que hay abundante desconocimiento sobre la historia del pueblo judío y de Israel.

En los últimos años, las clases de estudios étnicos han florecido en las escuelas. Estas clases se enfocan mucho más en la narrativa de opresor/oprimido, asignando una clasificación binaria a cada grupo de personas.

En un giro de la trama que nadie podría haber previsto, el pueblo judío, el pueblo más oprimido de todos los tiempos, ahora es clasificado como el mayor opresor.

En un giro de la trama que nadie podría haber previsto, el pueblo judío, el pueblo más oprimido de todos los tiempos, ahora es clasificado como el mayor opresor. Este nuevo rótulo ha alimentado gran parte del antisemitismo que estamos viendo, en especial en los campus universitarios.

Para disipar las mentiras que han infestado las mentes de los estudiantes, llegó el momento de exigir que la historia judía sea parte de la currícula de estudios étnicos. Los hechos tienen la capacidad de ayudarnos a salir de la oscuridad.

No, Israel no es un estado europeo colonialista. Sólo alrededor del 30% de la población israelí tiene origen europeo. Los judíos europeos que inmigraron a Israel no eran colonialistas. Ellos no representaban a un poder extranjero y nunca tuvieron alguna conexión europea.

Infinitos restos de evidencia arqueológica muestran que el pueblo judío es el pueblo indígena de Israel, y que han vivido allí durante más de 3.000 años. La presencia judía en Israel precede a la presencia musulmana por lo menos en un milenio.

Charles Krauthammer dijo: "Israel es la encarnación misma de la continuidad judía, es la única nación en la tierra que habita la misma tierra, lleva el mismo nombre, habla el mismo idioma y adora al mismo Dios que hace 3.000 años. Cavas la tierra y encuentras restos de vasijas de la época davídica, monedas de Bar Kojba y pergaminos de 2.000 años de antigüedad escritos con una escritura notablemente parecida a la que hoy anuncia helados en el kiosco de la esquina".

No, Israel no es un estado racista ni apartheid. Los árabes representan el 20% de los ciudadanos de Israel y tienen igualdad de derechos. Ellos forman parte de la Kneset y de la Corte Suprema. Tienen una presencia notable en las universidades, hospitales y en la industria del entretenimiento. De hecho, los árabes que son ciudadanos israelíes tienen incluso más derechos y oportunidades en Israel que las que tendrían como ciudadanos de cualquier país árabe del mundo.

Israel debe ser la única nación que trajo en avión a africanos a su país, y les otorgó inmediatamente la ciudadanía.

Según el índice de democracia publicado por el grupo "Economist", en el 2022 el índice de democracia de Israel ocupó un lugar más elevado que el de Estados Unidos. Es particularmente digno de mención que la democracia de Israel se considere más fuerte que la de Estados Unidos, dados los desafíos singulares que enfrenta Israel en su lucha contra los terroristas en su mismo seno.

No, Israel no hace limpiezas étnicas. En 1948 la población árabe en Israel era de 156.000 personas. Hoy es de 2.100.000.

Por otro lado, en 1948 la población judía en los países musulmanes estaba cerca de 1.000.000. Hoy hay menos de 12.000 judíos.

No, el pueblo judío no es un grupo privilegiado. Durante 2.500 años, los judíos en Europa y en el Norte de África fueron perseguidos sin importar en dónde vivieran, enfrentaron expulsiones, pogromos y genocidios.

En los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XX, los judíos fueron discriminados y no se les permitió trabajar en muchos empleos. Tampoco se les permitía poseer o rentar ciertas propiedades. Los judíos no eran aceptados como miembros en muchos clubes y organizaciones, y eran excluidos de las zonas turísticas. Muchos complejos turísticos colocaban carteles al estilo de: "Siempre una vista escénica. Nunca un judío".

Los colegios y universidades mantenían cuotas restrictivas de la cantidad de estudiantes y profesores judíos que permitían.

Estas leyes y políticas eventualmente se fueron revirtiendo, pero el tratamiento injusto a los judíos continuó y sin duda sigue existiendo en la actualidad. Que el pueblo judío fuera capaz de triunfar a pesar de todos los obstáculos que les colocaron delante debería ser una fuente de orgullo judío y una inspiración para otros que hoy creen que enfrentan injusticias e inequidades.

No, el pueblo judío, apenas una quinta parte del uno por ciento de la población mundial, no controla el mundo, pero supera su peso en gran medida en éxito académico y financiero, por factores de 5, 10, 25, 50 y 100 veces y más, según la métrica aplicada. No debemos retroceder ni avergonzarnos por nuestro éxito, ni tenemos que disculparnos por él ni defenderlo.

Nosotros somos quienes siempre fueron acusados de los crímenes más absurdos. No, no envenenamos pozos de agua para propagar enfermedades. No, no matamos niños cristianos para usar su sangre para hornear matzot. No, no fuimos los responsables por los ataques del 11 de septiembre. No, no creamos el COVID. No, no usamos rayos láser espaciales para comenzar fuegos forestales.

No dejes que los demás te definan

Durante demasiado tiempo dejamos que los demás definan quiénes somos. Llegó la hora de que contemos nuestra propia historia.

Nosotros somos quienes marchan pacíficamente, ondeando con orgullo nuestras banderas y cantando con esperanza. Ellos son los que gritan, acosan y queman banderas, llamándose progresistas cuando en realidad han retrocedido al odio más antiguo del mundo.

Ellos son los que pregonan la libertad de expresión, cuando durante años han gritado a cualquier orador pro-israelí durante eventos en campos universitarios, negándoles su derecho a expresarse.

Muchas veces extendimos nuestras manos en paz, sólo para encontrar un rechazo total sin ninguna contraoferta, y la renovación de la violencia.

Ellos son los que se quedaron absolutamente callados sobre las 350.000 personas asesinadas en la guerra en Siria, y los 377.000 asesinados en la guerra en Yemen. Las vidas de los inocentes que mueren durante una guerra sólo parecen importarles si pueden culpar por eso a los judíos.

Nosotros somos quienes muchas veces extendimos nuestras manos a los palestinos buscando la paz, en 1947, 1948, 1967, 1973, 1994, 2000, 2008 y 2019, sólo para encontrar un rechazo total sin ninguna contraoferta, y la renovación de la violencia.

Cuando nos ofrecieron tener nuestra propia tierra, una tierra que consistía principalmente en lo que parecía ser un desierto sin valor, la aceptamos con las dos manos e hicimos florecer el desierto.

Nosotros somos quienes creamos un país moderno, democrático, multiétnico en un área donde sólo existieron regímenes represivos, monoculturales.

Nosotros somos quienes tenemos la misión de reparar el mundo.

En medio de nuestro mayor dolor, nosotros somos los que bailan con alegría desenfrenada por las calles de Jerusalem.
A lo largo de 2.500 años de exilio, nosotros somos quienes miran hacia el este, hacia Jerusalem.

Nosotros somos quienes cumplimos las palabras aparentemente imposibles de Teodoro Herzl: "Si lo desean, no es un sueño".

La nuestra es la mejor historia. Debemos transmitirla al mundo.

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