El acto radical de ayunar

06/07/2023

3 min de lectura

En un mundo lleno de inmediatez e indulgencia, el acto contracultural del ayuno nos enseña cómo moderar nuestros impulsos más inmediatos.

La vida moderna es una de inmediatez e indulgencia. Con deslizar un dedo, cualquier información está a solo segundos de distancia. ¿Hambriento? Presiona un botón y la comida llegará a tu puerta. ¿Sediento? Reserva tu café y lo tendremos esperando cuando llegues. ¿Necesitas una cita para esta noche? Desliza hacia la derecha y quizás tengas suerte.

La paciencia ya no es una virtud, es un impedimento. Cuando no obtenemos todo lo que queremos en el momento exacto en que lo queremos, nos sentimos estafados y frustrados. La moderación ya no es celebrada, es denunciada. En la vida moderna, la gratificación retrasada es arcaica. El espíritu de nuestra época es el de un consumo desenfrenado y rápido.

Y es precisamente en este ambiente cultural que el judaísmo nos ofrece una respuesta radical: el ayuno. Este acto revolucionario, sin embargo, no es de acción sino de inacción. Nos pide abstenernos, no hacer. Nos pide tomar un momento para detenernos en una era en la que nos movemos apresuradamente hacia adelante. El acto de ayunar es algo a lo que estamos acostumbrados en el 17 de Tamuz y Tishá BeAv, dos días de ayuno en los que los judíos recuerdan varias calamidades de nuestro pasado, incluyendo la destrucción del Primer y Segundo Templo de Jerusalem.

El ayuno es contracultural. Aprendemos a moderar nuestros impulsos más inmediatos. Y a medida que practicamos la moderación, aprendemos que los momentos más trascendentales de la vida ocurren durante la introspección, no la indulgencia. A medida que cultivamos esa virtud pasada de moda llamada paciencia, pronto nos damos cuenta de que las cosas más significativas del mundo llegan a aquellos que saben esperar.

De esta manera, cuando ayunamos, nos acercamos más a lo Divino. Rechazamos nuestras inclinaciones más primarias y aprendemos a moderar y a controlar nuestras inclinaciones terrenales.

De hecho, nuestro deseo de inmediatez y nuestra inclinación por la indulgencia son una parte esencial de los días de ayuno del judaísmo. En el 17 de Tamuz, recordamos la ruptura de las Tablas de la Ley por parte de Moshé en el Monte Sinaí. Después de semanas en la cima de la montaña, Moshé descendió con lo que habría sido el regalo más preciado de la humanidad. Sin embargo, en su prolongada ausencia, los israelitas se impacientaron. En lugar de esperar a que Moshé volviera con la Torá, construyeron un becerro de oro. Querían lo que se les había prometido y lo querían ahora mismo.

Cuando no lo obtuvieron, llenaron su vacío espiritual con lo llamativo y lo brillante, en lugar de con lo que era más gratificante.

De hecho, el Libro de las Lamentaciones que leemos en Tisha BeAv y el Talmud sugieren que Jerusalem fue destruida por razones similares. El pueblo judío se vio debilitado y degradado por su inclinación por la indulgencia. La adoración desenfrenada a ídolos, el adulterio sin restricciones y la avaricia desenfrenada los perjudicaron.

El verdadero significado requiere persistencia y paciencia. La indulgencia instantánea no es suficiente.

Y cuando la tragedia golpeó a nuestro pueblo, ¿cómo respondieron? Destacaron la importancia de la paciencia. Se nos dice, una y otra vez, en el Libro de las Lamentaciones, que "Hashem es bueno con aquellos que lo esperan" y que debemos "esperar en silencio por la redención".

El verdadero significado requiere persistencia y paciencia. La indulgencia instantánea no es suficiente.

De hoy en adelante, cuando ayunes, recuerda todas las pruebas que enfrentamos a lo largo de la historia de nuestro pueblo. Y, mientras te abstienes de comer y beber, aprecia la radicalidad de tu acto.

Inmersos en una sociedad que promueve la gratificación instantánea y el consumo desenfrenado, el ayuno nos enseña los beneficios del autocontrol y la virtud de la paciencia y la perseverancia. La verdadera plenitud y satisfacción no vendrán a aquellos que reciben lo que desean lo más rápido posible, sino a aquellos que persiguen con calma y paciencia, no la mayor cantidad de bienes, sino los bienes más sagrados del mundo.

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