Tres lecciones que aprendí cuando me fracturé la muñeca

12/12/2022

3 min de lectura

Me caí y me fracturé la muñeca. Y es muy frustrante escribir estas palabras con un yeso.

Me acostumbré a salir a caminar cada Shabat por la tarde, sin importar el clima. Caminar despeja mi cabeza de todo el caos y se convirtió en una rutina inspiradora.

El Shabat pasado, el clima estaba maravilloso. Los árboles cambiando de color a tonos dorados bajo un profundo cielo azul. El aire fresco. Cuando casi llegaba a casa, me tropecé con unas pequeñas piedras. Me caí y amortigüé la caída con mi mano derecha, la cual comenzó a dolerme. Seguro que no es nada, me tranquilicé mientras me levantaba. Ahuyenté de mi cabeza el molesto pensamiento de que quizás esto es más grande de lo que yo pienso. Mi mano dolía cada vez más.

Esa noche mi esposo me llevó a la sala de emergencias. Tres horas después me dijeron: “¡Buenas noticias! ¡Es sólo un esguince!”

“Bueno, esto definitivamente duele, pero si me dicen que es un esguince me iré feliz a casa”, respondí. Me envolvieron la muñeca con una venda elástica y nos fuimos.

Pero el dolor aumentó. No podía abrir una canilla ni sostener un lápiz. El lunes por la mañana me saqué nuevas radiografías. El traumatólogo señaló las imágenes en la pantalla y dijo: “No cabe duda que te quebraste la muñeca”. Ahora tipeo estas palabras con un yeso, alternando con mi mano izquierda cuando la derecha se cansa demasiado. Es frustrante.

La sabiduría judía enseña que al enfrentar un desafío en vez de preguntar “¿por qué?”, debemos preguntarnos: “¿qué puedo aprender de esta experiencia?” Aprovechar el momento para crecer. De nosotros depende ver la situación estresante como una piedra que nos hace tropezar o como un escalón para elevarnos.

Estas son las tres lecciones que se me ocurrieron.

1. Las cosas pequeñas importan

¿Qué son unas cuantas piedritas? Parecen irrelevantes, pero me llevaron al suelo.

Las cosas pequeñas importan, tanto positiva como negativamente. No menosprecies el poder de una palabra, una sonrisa o un abrazo. No desprecies como insignificante un pequeño acto de bondad. Lo mismo es cierto respecto a una palabra sarcástica o un gesto despectivo. Con nuestras "pequeñas piedras" cotidianas podemos tirar a alguien al suelo o elevarlo.

Con nuestras "pequeñas piedras" cotidianas podemos tirar a alguien al suelo o elevarlo.

Y no creas que es imposible cambiar el mundo si no hacemos algo a nivel global o creamos un video viral. Si cada uno decide mantenerse firme cuando escucha mentiras sobre nuestro pueblo, si elegimos un acto de conexión espiritual, ya hemos impactado el universo en el que vivimos.

2. No tomes la vida por sentado

Quisiera creer que hemos crecido y logramos apreciar el valor de vivir y respirar cada día. Hablo de la alegría de sostener una taza de café caliente por la mañana, levantar a tu nieta y acurrucarla en tu hombro y cortar y picar comida. Estas son acciones que ahora no puedo efectuar. No veo la hora de poder volver a usar mis manos para saborear la vida. No tomes ningún momento por sentado.

3. Practica la paciencia

Sólo pasaron un par de días y ya estoy cansada. Es difícil tener que pedir ayuda para abrir un paquete, para levantar una olla… Todo tarda el doble de tiempo. Te enseña humildad. Vivimos en un mundo acelerado en donde nos hemos acostumbrado a los resultados instantáneos. Hacemos clic y Amazon está en nuestra puerta. Mandamos WhatsApp a personas al otro lado del mundo y vemos como las dos marquitas azules nos aseguran que nuestro mensaje fue entregado y leído. Los repartidores de los supermercados nos prometen que nuestra comida llegará pronto. Hemos perdido el arte de esperar pacientemente. Nos enojamos rápidamente cuando las cosas no salen como queremos.

Estoy aprendiendo la cualidad de la paciencia. Sorprendentemente, la palabra en hebreo para paciencia, savlanut, tiene su raíz en la palabra sovel,  que significa llevar una carga, soportar o sufrir. La paciencia nos permite llevar nuestra carga, soportar el peso de nuestro sufrimiento. Todos somos empleados del puerto, levantando nuestras cargas. La paciencia nos da fuerza para soportar sin quejarnos constantemente.

Con ayuda de Dios, cada día me acerca al momento en que mi mano volverá a estar sana, pero espero no perder las lecciones de vida que he aprendido. Aprovechemos nuestros desafíos para construir músculos espirituales y descubrir nuestro potencial interior.

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