El rabino del siglo XIX que revolucionó el estudio de la Torá

10/01/2024

8 min de lectura

Rav Jaim de Volozhin y el nacimiento de la ieshivá moderna.

Durante los años que estudié en ieshivá, amigos y visitantes se sorprendieron por el impresionante espectáculo de cientos de alumnos estudiando sentados, uno frente al otro, discutiendo con vigor una página del Talmud.

Hay ceños fruncidos, frentes arrugadas, dedos levantados en señal de triunfo. De vez en cuando se alzan voces indignadas, por momentos parece haber abierta hostilidad.

Rodeados de libros, un murmullo de conversaciones mezcladas, una cacofonía de voces. Pero también hay una melodía; un ritmo casi musical que enhebra los animados argumentos. El ruido es ensordecedor, abrumador. Es difícil entender cómo alguien puede estudiar allí.

Este grupo parece lo más alejado posible del típico paradigma clásico espiritual: Buda sentado, sonriendo serenamente bajo el árbol de loto.

Es muy tentador pensar que la ieshivá siempre existió, que esas mismas escenas se repitieron durante siglos. Aunque los textos que se usan han sido consultados durante miles de años, la ieshivá misma es una construcción relativamente moderna.

De hecho, la ieshivá como institución, fue la creación de un líder judío visionario. Su nombre fue Rav Jaim de Volozhin.

El hijo del encargado de un bar

"Reb Jaim" como se lo conoce popularmente, nació en la ciudad lituana de Volozhin (hoy parte de Bielorrusia), y fue el principal discípulo de Rav Eliahu Kramer, el Gaón De Vilna, el genio de Vilna. Esto solo ya es suficiente para sellar su lugar en la historia judía. Pero en términos de su influencia histórica, algunos argumentan que en ciertos aspectos Rav Jaim superó incluso a su gran maestro.

La leyenda cuenta que su padre, el encargado de un bar local, se divorció de su madre a las pocas semanas de haberse casado.

Los comienzos de Rav Jaim no fueron muy auspiciosos. El mismo hecho de que llegara al mundo fue un pequeño milagro. La leyenda dice que su padre, el encargado de un bar local, se divorció de su madre a las pocas semanas de haberse casado. La pareja sólo se reconcilió después de que un conde encontrara al camarero arrepentido y deprimido, e interviniera en su favor. Rav Jaim nació poco después.

Un prodigio del Talmud desde que tenía 20 años, Rav Jaim conoció al Gaón de Vilna. Él ya se encontraba entre los principales eruditos de Torá de la época. Sin embargo, su veneración por el Gaón era tal que comenzó a estudiar Torá desde cero, incorporando la penetrante metodología analítica de su maestro. El foco estaba en descubrir el significado y la intención de los sabios del Talmud y especialmente de los primeros comentaristas, con un énfasis en la interpretación literal y en trabajar desde los primeros principios.

Rav Eliahu Kramer, el Gaón de Vilna

Rav Jaim progresó rápidamente en este nuevo enfoque bajo su nuevo maestro, mientras se ganaba respetablemente la vida fabricando telas. En 1773, a los 25 años, fue nombrado gran Rabino de Volozhin. Mantuvo ese puesto hasta su muerte, casi cinco décadas más tarde, aunque durante un breve período intermedio fue Rabino de la ciudad vecina de Vilkomir durante menos de un año, donde enfureció a los líderes del pueblo al negarse a aceptar un salario.

Rav Jaim continuó bajo la influencia y admirando a su gran maestro. Él peregrinaba a Vilna tres o cuatro veces al año, donde consultaba con el Gaón sobre diversas preguntas de Tora y ley judía que había recolectado en ese período.

En una de esas ocasiones, él le formuló al Gaón otra clase de pregunta...

Fortalecer el estudio de la Torá

En ese momento, el mundo judío estaba en un estado de cambio. La Ilustración había llegado a Europa Oriental. De repente, un buen muchacho judío tenía otras posibilidades intelectuales además del Talmud para ocupar su mente, si así lo deseaba.

El estudio de la Torá también estaba en declive por otras razones. Los libros de Tora sólo estaban disponibles para los miembros más adinerados de la sociedad. A menudo, la sinagoga de la ciudad carecía incluso de las obras más básicas de la literatura judía. Había mucho analfabetismo. El estudio público de la Torá no era habitual.

El estudio de la Torá estaba en declive, y Rav Jaim tenía una visión.

Fue en ese contexto que Rav Jaim presentó al Gaón de Vilna su idea de crear una institución central de educación superior que elevaría el nivel del estudio de Torá en la región, elevaría su posición ante los ojos del público y lo establecería como una institución intelectualmente alternativa atractiva frente a otras búsquedas académicas.

La leyenda dice que el ferviente discurso de Rav Jaim recibió la firme desaprobación de su mentor. Sólo algunos años más tarde, cuando Rav Jaim volvió a presentar el tema (esta vez con mucha menos convicción), el Gaón le dio su entusiasta bendición. ¿Qué había cambiado?

El Gaón le explicó: "La primera vez que me lo preguntaste, estaba demasiado invertido tu ego. Querías crearlo. No habría tenido éxito. Hora hablas de esto con más calma, más racionalmente, está menos involucrado tu ego y tu personalidad. Es una gran idea. ¡Adelante! ¡Hazlo!".

Para empezar, hacían falta fondos. Rav Jaim transmitió un conmovedor pedido a la comunidad durante los Diez Días de Arrepentimiento:}

"Como representantes del pueblo, nos entristece ser testigos de la disminución de la estima de la Torá día a día. Esto no se debe al sacrilegio ni la rebelión. Hay muchos que desean estudiar, pero no tienen ni una rebanada de pan, mientras que aquellos que tienen pan y quieren estudiar no tienen maestros... Los hijos de Israel están sedientos, su alma anhela los libros sagrados. No podemos negarnos a sus súplicas... Convoco a voluntarios para enseñar y financiar. Yo seré el primer voluntario, en alma y corazón, para estar entre los maestros y, con ayuda de Dios, mantener a los estudiantes de acuerdo con sus necesidades... Les pido que me acompañen en este sagrado deber".

Sin embargo, en un primer momento no llegaron contribuciones. Eventualmente, Rav Jaim puso la piedra fundacional para la ieshivá en el año 1803, seis años después del fallecimiento del Gaón de Vilna. Él comenzó con diez alumnos, a quienes mantenía de su propio bolsillo, con lo que ganaba en su fábrica textil. Dicen que su esposa vendió sus alhajas para contribuir a la manutención de la ieshivá.

A pesar de su humilde comienzo, la ieshivá creció rápidamente y su fama se difundió, lo que trajo el tan necesario apoyo financiero. En su momento cumbre, hubo más de 400 alumnos.

Los mejores y los más brillantes

Por mucho que Rav Jaim deseaba que el estudio de Torá proliferara, acceder a su institución elitista no era sencillo. Sólo eran admitidos los mejores y los más brillantes. Los postulantes debían completar un examen exhaustivo, que requería un vasto y profundo conocimiento del Talmud.

La ieshivá Volozhin

La ieshivá proporcionaba abundante alimento y cada estudiante recibía alojamiento y comida completa, vestimenta y toda la atención necesaria. Rav Jaim insistió en que nada debía interponerse entre ellos y su estudio. Ninguna preocupación material debía rondar por sus mentes mientras se sumergían en los intrincados comentarios del Talmud o en un pasaje particularmente complicad en uno de los 63 voluminosos Tratados del Talmud.

De hecho, una historia conocida es que cada mañana de invierno, antes del amanecer, Rav Jaim se ponía un par de pesadas botas campesinas y rastrillaba la nieve frente a la entrada de la ieshivá para despejar el camino a sus alumnos. Hay muchas historias de esta clase.

En general, el enfoque pedagógico de Rav Jaim era único y progresista. Él consideraba sacrosanta la autonomía intelectual del estudiante. También entendió que la personalidad de cada alumno era algo valioso que debía preservarse y los ayudó a nutrir el pensamiento independiente y el análisis crítico.(1) Se relacionaba con sus alumnos como si fueran sus iguales y a menudo les consultaba sus perspectivas sobre la vida y el estudio.

Su respeto por sus alumnos era profundo y sincero. Se regocijaba en sus celebraciones y sufría su dolor. A su vez sus estudiantes reverenciaban a su maestro, tal como él había reverenciado a su propio maestro, y le respondían de la misma manera. Su devoción al estudio de la Torá no tenía límites. En promedio, estudiaban 18 horas al día. Algunos estudiantes particularmente diligentes mantenían un ciclo de estudio de 36 horas y luego dormían ocho horas.

Un principio inviolable de la ieshivá era que en todo momento tenía que haber por lo menos una persona estudiando Torá. Día y noche la sala de estudio estaba ocupada. En las ocasiones en las cuales este principio corría peligro (como la tarde antes del comienzo de las festividades judías o en Iom Kipur inmediatamente después del ayuno), el propio Rav Jaim se sentaba a estudiar.

La ieshivá de Volozhin funcionó de acuerdo con un modelo muy particular de estudio de la Torá. Uno de los puntos distintivos era que el conocimiento de la Torá en sí mismo no era lo más importante, sino que lo que importaba era el trabajo, la inversión en el estudio, "romperse la cabeza" en el Talmud.

Otro principio clave era que, de forma ideal, el estudio de la Torá era una actividad social y debía llevarse a cabo en parejas (y a veces en grupo), y no individualmente. De allí el ruido de centenares de parejas de estudiantes que estudian en voz alta en una sala de estudio típica de una ieshivá.

Un tercer principio era que la recompensa es el puro regocijo intelectual del estudio de la Torá, la fuente del placer más profundo y del mayor crecimiento espiritual.(2)

La ira rusa

Estos principios sobrevivieron varios siglos y hoy forman el núcleo de la ieshivá moderna. Pero en el siglo XIX en Lituania, cuando la ieshivá de Volozhin creció en tamaño e influencia, eso despertó la ira del imperio ruso, quien vio en ella, quizás correctamente, un bastión contra el objetivo del régimen de asimilar a los judíos a la población general, especialmente de acercarlos a la iglesia ortodoxa rusa.

Rav Naftali Tzvi Iehudá Berlin

La presión fue tan intensa que en 1892, cuando la ieshivá de Volozhin se encontraba en manos del distinguido yerno de Rav Jaim, Rav Naftali Tzvi Iehudá Berlin (el Netziv), la ieshivá se vio forzada a cerrar. Pero lamentablemente para el gobierno ruso, el genio ya había salido de la botella y la clausura de la ieshivá de Volozhin llevó a la proliferación de instituciones similares. Con el tiempo, Volozhin se convirtió en la precursora de todas las grandes ieshivot lituanas (Slobodka, Mir, Ponevich, Kelm, Kletzk y Telz), augustas academias de estudio, muchas de las cuales perduran hasta la actualidad y que han impulsado a algunos de los grandes centros de estudio en Israel.

El legado de Rav Jaim

A lo largo de su vida, Rav Jaim escribió muchas respuestas halájicas (la mayoría de ellas trágicamente se perdieron en un incendio en 1815). Sin embargo, su obra maestra es "Néfesh HaJaim" (el alma viva). Una obra notable y única, que fusiona la Cábala y la ética judía, explora la naturaleza de Dios y los profundos secretos del universo, pero también trata temas menos esotéricos, como el cultivo de buenas cualidades personales, la adhesión a la ley judía y, por supuesto, la primacía del estudio de la Torá. Su libro se considera como la respuesta lituana al jasidismo, aunque sus críticas son más moderadas y menos explícitas que las del Gaón de Vilna.(3) Hasta el día de hoy, "Nefesh HaJaim" sigue siendo una obra clásica, básica en el mundo de las ieshivot.

Los 3.500 habitantes judíos de Volozhin fueron masacrados en el Holocausto. Hoy, todavía queda en pie un sorprendente vestigio de la comunidad: el antiguo edificio de la ieshivá. Pero más allá del edificio está lo que él construyó. El legado de Rav Jaim sigue vivo no sólo a través de la Torá que enseñó, sino también a través de su enfoque de la Torá.


NOTAS

  1. Él decía: "Un ser humano sin opinión no merece compasión".
  2. Rav Jaim mismo llegó todavía más lejos, identificando el estudio de la Torá como el principal servicio a Dios, la principal parte del arrepentimiento e incluso la base de la plegaria.
  3. En general, Rav Jaim fue más moderado en su oposición a los jasidim, y a menudo habló en sus sermones de la tolerancia. En la ieshivá de Volozhin incluso hubo estudiantes con apariencia jasídica.
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