Ciencia
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El país no puede lavar su culpa por la complicidad de unirse al mal que los rodeaba
No podemos dejar de notar la ironía del momento en que ocurrió.
El viernes pasado se cumplieron 73 años de la liberación de Auschwitz-Birkenau, el espantoso sitio en Polonia donde más de un millón de judíos fueron barbáricamente asesinados, en formas que están más allá de nuestra imaginación. El viernes también era la víspera del Día Internacional de Recuerdo del Holocausto, un día cuyo propósito es servir como un recordatorio eterno para el mundo sobre el pecado del silencio en presencia del mal y el crimen de la complicidad asociada a aquellos que hicieron posible el genocidio alemán.
Este viernes, el gobierno polaco aprobó una ley que fija multas de hasta tres años de cárcel para quienes proclamen que Polonia tiene alguna responsabilidad en los crímenes contra la humanidad llevados a cabo por Alemania en suelo polaco.
Es cierto, a la ley todavía le falta la aprobación final del Senado polaco así como la firma del presidente. Pero su intención es clara. Polonia, en las palabras de Beata Mazurek, la vocera del partido gobernante en Polonia, Ley y Justicia, y portavoz adjunta de la cámara baja del Parlamento, proclama con justa indignación: “Ya tuvimos suficiente de que se acuse a Polonia y a los polacos por las atrocidades cometidas por Alemania”.
En síntesis, Polonia, una tierra en la cual antes de la Guerra vivían tres millones de judíos y sólo sobrevivieron 380 000, un país elegido por los nazis para establecer seis campos de exterminio (Chelmo, Belzec, Sobibor, Treblinka, Auschwitz-Birkenau y Majdanek) y más de 700 guetos, ya no está dispuesto a que se cuestione el rol que tuvo durante el Holocausto.
Historiadores, tengan cuidado. Autores, periodistas e incluso quienes escribieron diarios de vida y sobrevivientes del antisemitismo polaco, estén preparados para las graves consecuencias que tendrán que enfrentar si fallan en adherir a la nueva narrativa de victimización polaca en manos de Alemania, comparable con el destino de los judíos.
Con toda justicia, alrededor de 6700 polacos fueron conmemorados en Yad Vashem, el Museo del Holocausto, por salvar judíos. El mayor número de héroes que hubo en todos los países. También durante muchos años Yad Vashem reconoció que la frase “campos de exterminio polacos”, da lugar a una mala interpretaciòn y a pensar que esto no se refiere a su ubicación sino a sus creadores. Un lamentable error en la forma de expresarnos, porque deberíamos decir “campos de exterminio nazi”.
Yad Vashem sigue diciendo claramente que los polacos hicieron que el Holocausto fuera posible en Polonia.
Al mismo tiempo, Yad Vashem sigue diciendo claramente que los polacos hicieron que el Holocausto fuera posible en Polonia. Sin la cooperación de los ciudadanos locales, a veces de forma pasiva y muchas veces con un apoyo entusiasta, un programa de asesinato masivo simplemente hubiera sido imposible. “[Con esto en mente] las restricciones a las afirmaciones de los estudiosos u otras personas respecto a la complicidad directa o indirecta del pueblo en los crímenes cometidos en su tierra durante el Holocausto, constituyen una seria distorsión”, afirmaron en Yad Vashem.
Asimismo, en el Museo del Holocausto de los Estados Unidos dijeron: “Para llevar a cabo la Solución Final en todo un continente, los alemanes necesitaban la colaboración y complicidad de muchos individuos en cada país, desde los líderes, oficiales públicos, policía y soldados hasta los ciudadanos comunes y corrientes. En cada país los habitantes locales participaron de diversas maneras, como empleados, cocineros y confiscadores de propiedades; como directivos o participantes en las redadas y en las deportaciones, como informantes; a veces como perpetradores de violencia en contra de los judíos por su propia iniciativa y a veces como asesinos de hecho en las operaciones asesinas”.
Por eso es tan molesto que Polonia intente blanquear legalmente su culpa.
Yair Lapid, un miembro del Parlamento israelí e hijo de un sobreviviente del holocausto, lo dijo con fuerza: “Yo condeno absolutamente la nueva ley polaca que trata de negar la complicidad polaca en el Holocausto. Todo fue concebido en Alemania pero cientos de miles de judíos fueron asesinados sin llegar ni siquiera a encontrarse con un soldado alemán. Hubo campos de muerte polacos y ninguna ley puede cambiar la realidad”.
Jan Grabowski
El antisemitismo polaco tiene una historia larga y bien documentada. El destacado historiador polaco Jan Grabowski, también hijo de un sobreviviente del holocausto y en la actualidad profesor de historia en la Universidad de Ottawa, convirtió en la misión de su vida exponer la verdad sobre la participación polaca en el asesinato de sus vecinos judíos, a pesar de que durante décadas la sociedad polaca niega que el antisemitismo haya motivado los asesinatos. Su libro Judenjagd, ganador en el 2014 del premio Internacional al Libro de Yad Vashem, relata la historia desgarradora de judíos que, tras sobrevivir la liquidación del gueto y las deportaciones a los campos de muerte en Polonia en 1942, trataron de ocultarse “en el lado ario”, donde la mayoría murió como consecuencia de la traición de sus vecinos polacos.
Es una historia con espantosas secuelas.
La historia ya famosa descrita en el mítico documental de Claude Lanzmann, Shoá, demuestra que muchos campesinos polacos tenían plena conciencia del asesinato en masa de los judíos en tierra polaca. “Vecinos”, por el sociólogo polaco-norteamericano Jan Tomasz Gross, que explora el asesinato de judíos por parte de sus vecinos polacos en el pueblo de Jedwabne, documenta que prácticamente todos los judíos de Jedwabne, Polonia, fueron asesinados en el mismo día, la mayoría de ellos quemados vivos por sus vecinos no judíos.
Siguiendo el guion de la “nueva narrativa”, en una entrevista que tuvo lugar a mediados de julio en el canal público de Polonia TVN, la ministra de educación, Anna Zalewska, insinuó que la masacre de Jedwabne, en la cual los polacos quemaron vivos a más de 300 judíos en un granero, es un tema de “opinión”.
Lo que se puede llamar una secuela post holocausto, es la trágica historia de los 200 sobrevivientes judíos que regresaron a sus hogares en Kielce luego de la guerra. Ellos comenzaron a reconstruir lentamente sus vidas. Establecieron una sinagoga, un kibutz y un orfanato. El 4 de julio de 1946 se difundió en el pueblo un líbelo de sangre, acusando falsamente a los judíos de haber secuestrado un niño cristiano. Los residentes de Kielce bajaron hacia el área judía. Repitiendo una escena demasiado familiar para esos judíos, la policía y los soldados se mantuvieron a un costado, observando cómo la muchedumbre atacaba y asesinaba a 42 sobrevivientes del holocausto, dejando heridos a muchos otros. Nadie puede culpar a los judíos que quedaron por no ver más opción que escaparse del lugar que erróneamente pensaron que podía ofrecerles un poco de paz y libertad. Este fue el comienzo de la emigración masiva de sobrevivientes judíos de Polonia.
Es cierto, Polonia no fue la Alemania nazi y, aunque estén en Polonia, no fueron los polacos quienes concibieron los campos de concentración. Sin embargo, cualquier historiador serio reconoce la culpa polaca. La culpa del silencio en presencia de la barbarie abierta y reconocida. La culpa de tomar ávidamente para sí mismos los bienes de sus vecinos inocentes cuando eran testigos de que eran llevados para ser asesinados. La culpa de sumarse demasiado a menudo en el mal que los rodeaba, y a veces incluso con más placer y alegría que los perpetradores nazis.
Esta culpa no se puede borrar simplemente con una ley que prohíba expresarla. Además de cometer el crimen mismo, decretar que sea un crimen recordarlo y registrarlo es algo inmoral y depravado.
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