La sabiduría del trauma judío

08/05/2024

6 min de lectura

El trauma es una fuerza invisible que determina nuestra forma de vivir, de amar y de entender el mundo.

La raíz de nuestras heridas más profundas, los eventos traumáticos, pueden afectar la forma en que sentimos y nos comportamos. Cuando estos son profundos, pueden transmitirse de generación en generación, como los genes. Esto lo aprendí en el libro de éxito internacional de Mark Wolynn, Este dolor no es mío.

Los cambios genéticos derivados del trauma sufrido por los sobrevivientes del Holocausto pueden ser transmitidos a sus hijos.

Una paciente de Wolynn tenía un miedo apabullante de morir, sufría una severa claustrofobia y temía ser incapaz de escapar de una situación de vida o muerte. Ella describía su sensación como: "No puedo respirar, no puedo salir, voy a morir". La paciente no estaba reaccionando al trauma de su vida, sino a la experiencia de los parientes de su madre, quienes luego descubrió que habían muerto en el Holocausto en una cámara de gas.

Los judíos sufrimos síntomas de traumas que no experimentamos personalmente, con sentimientos recurrentes o comportamientos que no son el resultado de ningún evento particular de nuestras propias vidas.

Los eventos traumáticos también pueden afectar nuestra biología. Un equipo de investigación del hospital Mount Sinai de Nueva York, dirigido por Rachel Yehuda, descubrió que los cambios genéticos derivados del trauma sufrido por los sobrevivientes del Holocausto pueden ser transmitidos a sus hijos. Yehuda y sus colegas también analizaron los genes de los hijos de sobrevivientes, quienes se sabe que tienen más probabilidades de sufrir trastornos por estrés, y compararon los resultados con los de familias judías que durante la guerra vivían fuera de Europa.

Dra. Rachel Yehuda

"Los cambios genéticos en los hijos sólo pueden ser atribuidos a la experiencia de sus padres en el Holocausto", dijo Yehuda.

Al mismo tiempo, nuestro medio ambiente juega un rol significativo en cómo el trauma se revive en las siguientes generaciones. Señalando a la comunidad judía ortodoxa, Yehuda dijo que estar en un "medio muy cerrado" puede sacar a la luz un grupo diferente de cualidades y "crea una nueva realidad para generaciones y generaciones y generaciones por venir".

Finalmente, Yehuda sostuvo que también la cultura puede tener un efecto sobre el trauma, que es por lo que "alguien como yo, cuyos padres son israelíes y tiene muy poca conexión con el Holocausto, siente que el Holocausto también fue mi trauma".

Pero es importante asegurarse de que la gente entienda que no todos los efectos del trauma son negativos. Hay una gran riqueza de sabiduría que surge de nuestros traumas, por más dolorosos que puedan ser. Aquí hay tres ejemplos:

1. Ser parte de la solución

Rachel Yehuda observó que entre los hijos de sobrevivientes del Holocausto hay una preponderancia de personas dedicadas a profesiones terapéuticas: médicos, enfermeras, trabajadores sociales, psicólogos. Un número extraordinariamente grande de personas se dedicaron a arreglar lo que estaba quebrado.

"Uno puede quedarse estancado en la legalidad de la victimización, o puede decir: 'No, no, no, no. Yo voy a ser parte de la solución'", declaró Yehuda. "En la cultura judía, hay una respuesta abrumadora de 'Yo me voy a asegurar que esto no vuelva a suceder'".

Cuando dirigía la clínica de descendientes del Holocausto en la década de 1990, Yehuda se impresionó por la pasión que ellos mostraban para asegurar que el Holocausto no volviera a repetirse.

"Tienen un agudo radar", dijo Yehuda. "Para mí, esa es una respuesta postraumática, pero en un sentido positivo… Nadie señala a la nación judía y dice: 'son un montón de víctimas', porque en realidad no fue eso lo que ocurrió. Por lo tanto, sea cual sea el cambio epigenético, cualquier daño que se haya hecho, sean cuales sean las dificultades que hayan existido en la conexión, las relaciones o el apego, ya saben, todas las cosas de las que a veces hablan en terapia los descendientes de sobrevivientes del Holocausto, desde una perspectiva cultural, la segunda y la tercera generación no son personas apáticas, sino personas muy inteligentes que han utilizado la experiencia en cierta medida para hacer del mundo un lugar mejor, para sanar a los enfermos y asegurarse que no vuelva a ocurrir".

También dicen que muchos padres que sobrevivieron el Holocausto entendieron algo importante sobre el pasado: el mayor regalo que puedes darles a tus hijos es liberarlos del pasado, para que puedan convertirse en algo nuevo.

2. El humor como un mecanismo de afrontamiento

Los judíos son famosos por su humor, como lo ejemplifica el chiste autoproclamado sobre la mayoría de las festividades judías: "Intentaron matarnos. Sobrevivimos. ¡Ahora vamos a comer!".

Incluso en La lista de Schindler, una de las escenas finales incluye a un soldado soviético que al liberar a los judíos en Brinnliz les grita: "¡Han sido liberados!".

"¿Adónde debemos ir?", le pregunta alguien al soldado.

"Sin dudas no vayan hacia el este. Allí los odian".

También está el conocido chiste: "Un general de alto rango se acerca un día a un policía y le dice que detenga a todos los judíos y a todos los ciclistas, a lo que el policía responde: "¿Por qué a los ciclistas?".

De acuerdo con Nicholas A. Kuiper, de la Revista Europea de Psicología, el humor puede tener un rol facilitador en situaciones extremadamente traumáticas, y puede ser un rasgo adaptativo para permitirnos sobrevivir.

Además, un estudio del Laboratorio de Psicofisiología de Stanford demostró que ante una situación estresante, la comedia es un mecanismo de afrontamiento más eficaz que la solemnidad. Estos hallazgos apoyan la idea de que el humor emplea efectos psicológicos a través de un cambio de perspectiva. Mientras que el humor positivo proporciona una revalorización real, el humor negativo funciona distanciando al sujeto de la situación perturbadora sin crear en su lugar un nuevo escenario mental.

En el libro A Club of Their Own: Jewish Humorists and the Contemporary World, los autores sostienen que el humor judío no murió en el Holocausto. De hecho, los judíos dependieron del humor para soportar el período posterior a la liberación, tanto como un arma psicológica para afrontar lo que habían soportado bajo la amenaza nazi, así como una fuente para hacer frente al hecho de no pertenecer a ninguna parte en la posguerra.

Después de la guerra, el humor fue una conmovedora afirmación de mir zaynen do, 'todavía estamos aquí'. Una declaración de que el pueblo judío no había desaparecido y que, de hecho, a veces podemos ser los últimos que ríen.

3. Crear un mundo informado sobre el trauma

Mucho de lo que en la cultura actual llamamos anormalidad son en realidad respuestas normales a una cultura anormal. La anormalidad no reside en la patología de los individuos, sino en la propia cultura que empuja a las personas hacia el sufrimiento y la disfunción.

Esto es lo que declara Gabor Maté, médico y autor, cuyos abuelos maternos fueron asesinados en Auschwitz.

Maté aboga por una sociedad informada sobre el trauma, en la que padres, maestros, médicos, políticos y personal jurídico no se preocupen por corregir comportamientos, hacer diagnósticos, suprimir síntomas y juzgar. En cambio, tratan de comprender las fuentes de las que surgen los comportamientos problemáticos y las enfermedades en el alma humana herida.

Cuando los sobrevivientes del Holocausto llegaron a Israel, muchos fueron avergonzados por los judíos que ya vivían en Israel durante este período atroz: ¿Por qué no lucharon? ¿Cómo dejaron que les hicieran eso? Esto es verdad. Todo lo que ellos sabían era lo que habían leído en los periódicos, oído en la radio y tal vez escucharon algún rumor.

En vez de preguntarles a los sobrevivientes lo que realmente había sucedido, saltaron a sacar conclusiones basados en la mínima información que tenían. Y no es que estos sobrevivientes llegaran a Israel felices y contentos, dispuestos a abrir sus traumas inimaginables ante cualquiera que estuviera dispuesto a escucharlos.

Hoy, los sobrevivientes del Holocausto son universalmente celebrados en Israel, con iniciativas para preservar sus historias grabadas, así como por organizaciones dedicadas a apoyar al grupo cada vez más pequeño de sobrevivientes del Holocausto, tal como el grupo llamado "Adopta una savta" (en hebreo, savta significa abuela), que conecta a adultos jóvenes con sobrevivientes ancianos creando relaciones interpersonales. Y por supuesto, está Yad Vashem, el Centro Mundial de Recuerdo del Holocausto, que ofrece entrada gratuita a los visitantes.

Entonces, ¿qué es exactamente lo que ha cambiado en Israel? Los sobrevivientes comenzaron a contar sus historias, y el resto comenzó a escucharlas con una intención real de aprender, entender y unirse.

Si tan sólo formuláramos más preguntas —con la intención real de aprender, entender y unirnos— podríamos apagar rápidamente las llamas de este deseo apremiante que frecuentemente resulta en suposiciones instintivas equivocadas.

El rabino Warren Goldstein, Gran Rabino de Sudáfrica, llama a esto "hacer espacio para el otro", lo que implica "trascender nuestro ego, elevarnos por encima de nosotros mismos y desarrollar la capacidad de mostrar empatía y compasión a quienes nos rodean".

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