Mindfulness y meditación al estilo judío

06/07/2023

3 min de lectura

Quizás no tenemos que viajar tan lejos para encontrar equilibrio y mindfulness. 

A comienzos del siglo XX, los médicos militares que trataban a los soldados que lucharon en la Primera Guerra Mundial se sorprendieron ante una misteriosa enfermedad. Aunque los disparos y los bombardeos habían acabado, los soldados seguían plagados con pesadillas de aterrorizantes recuerdos traumáticos. A los médicos les llevó más de un siglo cambiar su diagnóstico de “neurosis de guerra" (Shell shock) por lo que ahora conocemos como trastorno de estrés postraumático (TEPT).

Los soldados que estaban diseminados por toda Europa a principios del siglo XX no fueron los primeros en sufrir esa fatalidad. Las tablas con escritura cuneiforme de la Mesopotamia de hace 3.000 años cuentan que los guerreros estaban “hechizados por fantasmas”, y los médicos de la Guerra Civil de los Estados Unidos pensaban que los veteranos inestables eran vulnerables al “corazón de soldado” .

A lo largo de la historia, muchos sufrieron debido a que la humanidad no entendía el abismo de la salud mental. Esta es la razón por la que la creación del “mes de concientización sobre la salud mental” en 1949, tuvo gran influencia para cambiar nuestra comprensión. Mientras que en las primeras décadas se estigmatizaba a aquellos que sufrían internamente, hoy hay campañas masivas de sensibilización y se invierten millones de dólares para ayudar a la causa.

El trabajo en los campos de salud mental que una vez fueron estigmatizados dio lugar a nuevos enfoques. Meditación, mindfulness y yoga (prácticas importadas de las culturas orientales) se abrieron camino hacia la conciencia occidental por la década de 1960. La convocatoria de Timothy Leary, “Enciende, sintoniza y abandona”, definió a la generación hippie. La meditación trascendental se convirtió en una práctica aceptada; los Beatles iban a ashrams, palabras como “chakra” y “gurú” se volvieron parte del vocabulario en los Estados Unidos. Pero en la corrida por lo nuevo y exótico en la lucha contra “el hombre” (la figura de poder, el gobierno), cualquier cosa considerada "vieja" o "rancia" fue descartada.

Inevitablemente, los judíos estadounidenses se convirtieron en la fuerza cultural líder tras el “Verano del amor”. Muchas de las figuras destacadas eran judías, como Allen Ginsberg y Richard Alpert (conocido como Ram Dass). “Había algo en mí que ansiaba profundamente una vida espiritual, pero eso no lo encontraba en la sinagoga en esa época”, escribió Aryeh Coopersmith en Holy Beggars: A Journey from Haight Street to Jerusalem. “Cuando estábamos en la calle Haight y había LSD y había jóvenes de origen judío y algunos de los líderes espirituales estaban allí, éramos combustible para ese fuego [hippie]”.

Dentro de ese ambiente, un nuevo movimiento (Renovación judía) trató de acortar la distancia uniendo el misticismo judío con “yoga, cánticos y meditación”. Sin embargo, nunca cobró fuerza. Mirar hacia afuera nunca resolvió la angustia generacional de aquellos que buscaban respuestas más profundas. Muchos hippies se “vendieron” y para la década del 80 se convirtieron en adinerados yuppies.

A menudo, los judíos estadounidenses dejaron su judaísmo en el closet. Nunca desempolvaron lo que sus padres y abuelos les dieron y no lo probaron. La odisea espiritual de Miriam Grossman en Antidote for the Existential Blues (Antídoto para la tristeza espiritual) habla por muchos de esa generación. Al buscar respuestas más profundas, tal como cuenta Tzivia Emmer, “El escaso judaísmo al que ella [Grossman] estuvo expuesta, obviamente no daba esa comprensión”. Grossman buscaba encontrar mayor significado para su vida fuera del judaísmo, pero finalmente el judaísmo fue el que le dio serenidad.

“No necesitaba un gurú, ¡necesitaba a mi abuela!”, exclama finalmente la Dra. Grossman. "¿Qué podrían habernos dicho nuestras abuelas? ¿Les hubiéramos creído? Quizás ellas estuvieron allí todo el tiempo, guiando y empujando en la dirección correcta. Nosotros somos la suma no sólo de nuestra experiencia, sino de las corrientes genéticas y culturales de muchas generaciones”, escribe Emmer.

Deberíamos recordar la sabiduría de Grossman más a menudo. Aunque la proliferación de muchas aplicaciones de meditación como “Headspace”  y “Calm” han mejorado el bienestar de miles de personas que trabajan para mejorar su salud mental, nunca debemos olvidar la abundancia de la sabiduría y práctica judía.

La semana pasada le pregunté a mi rabino qué dice el judaísmo sobre estar presente, mindfulness y la meditación. Después de todo, por lo general al pensar en estas cosas imaginamos personas con pantalones de yoga, respirando incienso y con gorras negras Zen. Pero estaba muy equivocado.

El trabajo de respiración es una forma poderosa de calmar los pensamientos alterados y regresar al aquí y ahora. Para sentir nuestro cuerpo, escuchar los sonidos que bloqueamos o las sensaciones a las que nos hemos vuelto insensibles. Corregir este círculo de retroalimentación negativa se remonta al Libro de Salmos.

“De hecho, literalmente podemos encontrar a Dios cada vez que respiramos”, escribió Rav Efrem Goldberg en Aishlatino.com. Kol Ha Neshamá tehalel ka, (cada alma alaba a Dios). Nuestros Sabios (Midrash Rabá) nos dicen: no leas kol haneshamá, 'cada alma', sino kol ha neshimá, 'con cada respiración' debes alabar a Dios”.

Para los ojos modernos puede resultar extraño que esto venga del Libro de Salmos y no del Bhagavad Gita, pero su sabiduría es igualmente profética. Para liberarnos del estrés, las preocupaciones, las ansiedades y los miedos, debemos regresar a la presencia. Dejar de vivir en nuestra mente y comenzar a vivir en el momento. Todo comienza con una sola respiración.

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