Lo que Hamás puede aprender de Janucá

13/12/2023

5 min de lectura

La promesa de Janucá y de la historia judía es que finalmente Hamás pasará al olvido.

Hace algunos años, con buenas intenciones pero con un lamentable error de juicio, el servicio de noticias católico publicó en Twitter un saludo por la festividad judía de las luces.

Este decía: "Janucá comienza con la puesta del sol. ¡Feliz Janucá a aquellos que lo celebran!". Acompañando la publicación había una fotografía del Arco de Tito en Roma, que celebra la derrota de Judea y el saqueo del Templo de Jerusalem por las legiones romanas en el año 70 EC. Un relieve del arco muestra a los soldados sosteniendo triunfantemente los artefactos robados del Templo, prominentemente la gran menorá de oro.

El servicio de noticias comprendió rápidamente su error. Janucá celebra la reinauguración del Templo durante un conflicto previo (la revuelta macabea contra la tiranía religiosa del imperio seléucida en el siglo II AEC), por lo que una imagen de la devastación posterior del Templo era totalmente inapropiada. El tweet fue eliminado y el servicio de noticias pidió disculpas.

Sin embargo, en retrospectiva, el Arco de Tito sí simboliza un mensaje clave de Janucá, un mensaje intensamente relevante en medio del actual incremento del antisemitismo y la hostilidad hacia Israel: sin importar cuán genocidas y poderosos hayan sido sus enemigos, el pueblo y la fe judía sigue existiendo. Bajo el reinado de Antíoco IV, los seléucidas (también llamados sirios-griegos) estaban decididos a reemplazar al judaísmo con la cultura pagana del helenismo; bajo los emperadores romanos Vespasiano y Tito, los lazos judíos con la patria judía iban a ser cortados para siempre Dos milenios más tarde, estos emperadores son polvo y su grandeza está en ruinas. Pero los judíos y su religión siguen vivos, y su nexo con la tierra de Israel es tan indisoluble como siempre.

Janucá llega este año en medio de una terrible erupción de odio judío. El espantoso pogromo del 7 de octubre, cuando los terroristas de Hamás asesinaron, torturaron, violaron y raptaron a unos 1.400 residentes del sur de Israel, fue la masacre más sangrienta de judíos desde que terminó el Holocausto. La reacción en gran parte del mundo, y en especial en muchos bastiones de elite cultural y de alta educación, fue una ola sin precedentes de antisemitismo, insultos, intimidaciones, amenazas y júbilo. En muchas comunidades, en los campus universitarios y en todo el mundo, los judíos se sienten amenazados a un grado que no tuvo precedentes en generaciones.

A lo largo de la historia, las "fuerzas del antisemitismo" se han expresado de tres maneras diferentes: atacaron la religión de los judíos, la existencia física de los judíos o el estado nacional de los judíos. Hoy, en Occidente el foco está en su enemistad con Israel, el único país judío del mundo. En contraste, la revuelta de los macabeos contra el emperador seléucida Antíoco hace 22 siglos (los eventos que se conmemoran en Janucá), fue una respuesta a una explícita persecución religiosa.

Antíoco se había proclamado a sí mismo como la manifestación del dios griego Zeus y exigía que sus súbditos lo convirtieran en el máximo objeto de adoración. Pero en Judea, los judíos fieles se resistieron. Leales a su Torá y a su único Dios, rechazaron el helenismo con su red de dioses paganos y su culto al cuerpo. En respuesta, Antíoco se embarcó en una campaña para destruir al judaísmo. Prohibió los servicios judíos en el Templo. Castigó con la muerte la observancia del Shabat, la circuncisión y el estudio de la Torá, los pilares de la vida religiosa judía. Declaró que el Templo era un santuario para Zeus Olímpico y ordenó a los líderes judíos profanar el lugar sagrado sacrificando cerdos.

En su aclamado libro sobre la historia de Jerusalem, el historiador Simón Sebag Montefiore transmite el salvajismo de la represión. "Aquellos que cuidaban el Shabat fueron quemados vivos o sufrieron una espantosa ejecución griega: la crucifixión. Un anciano estuvo dispuesto a morir antes que comer carne de cerdo; las mujeres que circuncidaban a sus hijos eran arrojadas con sus bebés desde los muros de Jerusalem. La Torá fue destruida y quemada públicamente; todos los que eran encontrados con una copia eran ejecutados".

Esta fue la primera instancia en la historia judía de antisemitismo religioso. Su meta no era exterminar a los judíos ni sacarlos de su tierra. Era reemplazar su monoteísmo con ídolos y dioses del paganismo helenista. En el año 167 AEC, comenzó una rebelión para recuperar la autonomía judía religiosa, cuando un anciano sacerdote llamado Matitiahu se negó a cumplir con la orden siria de hacer un sacrificio a un ídolo. Cuando un judío helenizado se adelantó para hacerlo, Matitiahu lo mató y desmanteló el altar. Entonces él y sus hijos, liderados por Iehudá el macabeo, organizaron una guerrilla contra el imperio. Eventualmente recuperaron el Templo y lo restauraron. Desde entonces, los judíos han celebrado la festividad de Janucá para recordar la victoria sobre la persecución religiosa.

Aquellos que desean destruir a los judíos han sido responsables por océanos de sufrimiento y muertes. Pero ninguno de ellos ha sobrevivido al pueblo judío.

En los siglos posteriores hubo muchas instancias de persecución. Los judíos de Europa fueron masacrados por los cruzados que iban camino a la Tierra Santa; viciosamente demonizados por Martín Lutero cuando lanzó la Reforma; humillados por los seguidores de Mahoma cuando conquistaron el Medio Oriente, y difamados por Charles Coughlin, un sacerdote estadounidense antisemita y celebridad de la radio en la década de 1930.

Ya sea que lo entiendan o no los antisemitas que cantan "Intifada, intifada" en los campos universitarios, o arrancan las fotos de los israelíes secuestrados, Hamás odia y mata judíos en primer lugar y sobre todo por odio a su religión. El nombre Hamás es una sigla árabe de "movimiento de resistencia islámico", y la carta fundacional de la organización proclama explícita y repetidamente la destrucción de Israel como una obligación religiosa. Ellos se definen a sí mismos como una "ala" de los Hermanos Musulmanes y resaltan que su "programa es el islam", de donde "reciben sus ideas, su forma de pensar y de entender el universo, la vida y al hombre". Hamás enseña a sus adherentes que ellos sirven a Alá matando judíos, lo cual ayuda a explicar por qué las más espantosas y grotescas barbaridades cometidas el 7 de octubre eran acompañadas por gritos de "Allahu Akbar" (Alá es el más grande).

Sin embargo, la promesa de Janucá y de la historia judía es que finalmente Hamás desaparecerá en el olvido. Aquellos que desean destruir a los judíos han sido responsables por océanos de sufrimiento y muertes. Pero ninguno de ellos ha sobrevivido al pueblo judío. Los seléucidas hoy virtualmente han sido olvidados. El Arco de Tito es una antigüedad para que los turistas la observen boquiabiertos. Hamás también desaparecerá con el tiempo.

Y mucho después de que desaparezca, las familias judías seguirán encendiendo la menorá de Janucá, celebrando la festividad de las luces en la época más oscura del año.


Este artículo apareció originalmente en "The Boston Globe".

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