Maravíllate, el mundo natural es asombroso

03/03/2024

5 min de lectura

Los más grandes misterios de la naturaleza son sorprendentemente personales.

Sus cabezas giraban como pequeños cepillos dentales electrónicos. De repente, enfocados bajo la lente del microscopio de nuestra clase de ciencias de sexto grado, esas extrañas criaturas nadaban libremente por la gota de agua verde estancada que había recogido en el fondo de mi casa. Debe haber todo un universo allí, pensé.

Siempre sentí mucha curiosidad por el mundo microscópico, y tenía algunas ideas sobre lo que podía esperar encontrar. Pero esos seres pequeños eran completamente nuevos para mí. Algunos nadaban por el agua como peces, mientras otros se anclaban en restos de basura y se dejaban llevar por las corrientes microscópicas. Ocasionalmente, uno contraía su largo cuerpo con forma de gusano formando una pequeña esfera. Lo más extraño de todo, sus cabezas con forma de Y estaban cubiertas por pequeñas cerdas que parecían girar libremente.

Había descubierto un alienígena.

Luego aprendí que esos animales microscópicos se llaman rotíferos y que son bastante comunes. Pero eso no empañó mi entusiasmo. Por el contrario, cada gota de agua y cada mota de polvo ahora estaba repleta de vida alienígena, esperando que yo la explorara. Encontrar un mundo me maravillaba, me convertí en una especie de aficionado a lo maravilloso.

Cada gota de agua y cada mota de polvo ahora estaba repleta de vida alienígena, esperando que yo la explorara.

Colonias de hormigas, la tabla periódica, nuestro sistema solar… Cada tema me llenaba de asombro y de la sensación de que esperaban misterios más profundos. Estaba abrumado por el deseo de llegar simplemente a saber. Cada nuevo hecho parecía extenderme, todo era sorprendente y requería que yo ajustara alguna suposición sobre el mundo.

Recuerdo una fase en la que estuve obsesionado con los parásitos (mis pobres padres tenían que escuchar pacientemente mis conferencias sobre el ciclo de vida de la tenia, que sádicamente reservaba para la hora de la comida). Esas criaturas me hicieron preguntarme qué significa realmente estar vivo y cómo todos los seres vivos son profundamente interdependientes.

No sé qué era exactamente lo que impulsaba esta sed de maravillarme, pero recuerdo cuándo comenzó a cambiar. A medida que las tareas escolares comenzaron a ser más exigentes, ya no tenía tiempo para investigar las largas estanterías de la biblioteca buscando un nuevo tema para explorar. Y estaba cansado de simplemente saber cosas. Quería entender las cosas en ese mismo momento. Sobre todo, quería entenderme a mí mismo.

Ian Schneider, Unsplash.com

Empezaron a interesarme la poesía y la literatura. Esta era una nueva clase de maravilla, una nueva forma de exploración. También tenía reglas diferentes. Un microscopio hace un maravilloso trabajo revelando los secretos ocultos dentro de una gota barrosa de agua estancada, pero… ¿Qué herramienta se usa para investigar tu propio mundo interior? Qué lente puede magnificar y enfocarse en todo lo que nada por ahí? Durante milenios, los humanos usaron el arte para bucear sus propias profundidades y rastrear esas partes ocultas de sí mismos.

Peor al volcarme tanto hacia mi interior, me preguntaba si no estaba siendo autoindulgente, ¿Acaso estaba aprendiendo más sobre mí mismo a expensas del verdadero descubrimiento, de la clase que tiene lugar afuera, en este universo que inspira asombro y está repleto de bellos rotíferos y misteriosas tenias?

En su libro "Awe", el Dr, Dacher Keltner describe un estudio que investigó a miles de individuos de todo el mundo para ver qué clase de experiencias les provocaban una sensación de asombro. Las respuestas pudieron dividirse en ocho grandes categorías que Keltner llama las "Ocho maravillas de la vida".

¿Cuáles piensas que son las categorías más comunes? ¿Quizás las maravillas del mundo natural?

No.

¿La carga emocional de una bella canción?

Nuevamente no.

¿El diseño exquisito de una maravilla arquitectónica?

Decididamente no.

Entonces fueron los increíbles efectos especiales de James Camaron en su película "Avatar". No, no fue esa la respuesta.

En todas las culturas, idiomas y continentes, nuestra experiencia más compartida de asombro se encuentra en instancias de belleza moral, momentos en los que somos testigos de extraordinario coraje, bondad, de personas que se sobreponen y otras virtudes humanas. Keltner explica que la belleza moral es lo que más probablemente nos hace sentir que estamos "ante la presencia de algo basto y misterioso que trasciende nuestro entendimiento del mundo en este instante".

Para mí, eso fue una sorpresa. Puedo entender que la belleza moral sea la más noble o admirable de las experiencias. ¿Pero que eso despierte asombro? ¿Acaso un acto de bondad realmente es más "vasto y misterioso" que descubrir alienígenas en un estanque de agua? ¿Acaso el coraje puede acercarse a lo que producen los paisajes caleidoscópicos de las brillantes galaxias que revelan los más grandes telescopios?

Pero al formularme estas preguntas, noté que una parte de mi ser no se sorprendía en absoluto ante la conclusión de Keltner. Era la misma parte que me suplicaba que me dirigiera hacia mi interior y que fuera más allá de los hechos para preguntarme a mí mismo qué significaban esos hechos para mí.

Michel de Montaigne, el escritor y filósofo del siglo XVI, se volvió famoso por sus perspicaces exploraciones de sus propias experiencias personales. Él abordó temas pesados, como la crueldad y la muerte, pero dedicó la misma atención a lo común y mundano, como su experiencia al jugar con su gato. El eje de su proyecto era la idea de que "este gran mundo… es el espejo en el cual debemos mirarnos a nosotros mismos para reconocernos desde el ángulo apropiado". Para entendernos realmente a nosotros mismos, tenemos que mirar hacia afuera.

"Este gran mundo… es el espejo en el cual debemos mirarnos a nosotros mismos para reconocernos desde el ángulo apropiado".

El Rabino del siglo XIX, Naftali Tzvi Iehudá Berlín, escribió que este es el significado profundo de que Adam nombrara a los animales en la historia de la Creación. Adam todavía no conocía su propio mundo interior. Las emociones como el enojo o la compasión le resultaban completamente extrañas; a fin de cuentas, nunca había tenido una razón para experimentarlas. Cuando comenzó a seleccionar nombres basado en las cualidades singulares de los animales, comprendió que no sólo estaba observando esas cualidades, las estaba entendiendo. Adam estaba sintiendo la belleza moral dentro del mundo natural, desde la suavidad de la madre pájaro hasta la diligencia de la abeja obrera, y esto le mostró que esas cualidades también debían estar latentes en él.

El mundo siempre será para nosotros un lugar de asombro, y siempre encontraremos suficiente complejidad para alimentar nuestra búsqueda de nuevo conocimiento. Pero al parecer es más la belleza moral y no la complejidad, lo que nos lleva a lo más alto del asombro, y tal vez esto se debe a que nada es tan misterioso como nosotros mismos.

El mundo natural nos brinda una manera de enfocar ese misterio cuando lo vemos a través de la lente de la belleza moral. Así como el microscopio hace que lo invisible de repente se vuelva visible, esta nueva lente hace que lo extraño de repente se vuelva personal. Lo que era tan diferente, tan ajeno, puede volverse extraña y poderosamente cercano, ya sea que encontremos esa cercanía en la tenia egoísta aferrada a la abundancia o en la tranquila filtración del rotífero de cualquier cosa que traiga la corriente.

Para mí, era maravilloso mirar una gota de agua y descubrir allí algo extraño. Pero es mucho más maravilloso, y transformador, mirar esa misma gota y encontrar algo completa y misteriosamente familiar.

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