Retribución y venganza

06/07/2023

7 min de lectura

Masei (Números 33-36 )

Cerca del fin del libro Bamidbar encontramos la ley sobre las ciudades de refugio: tres ciudades al este del Jordán y luego otras tres en la Tierra de Israel. Allí podían huir las personas que habían cometido un homicidio y encontrar protección hasta que su caso fuera juzgado en una corte legal. Si eran declarados culpables de asesinato, en los tiempos bíblicos eran sentenciados a muerte. Si eran declarados inocentes, si la muerte había ocurrido por accidente o sin intención, deliberación ni malicia, entonces podían quedarse en la ciudad de refugio "hasta que moría el Sumo Sacerdote". Allí estaban protegidos de la venganza por parte del goel hadam, el redentor de la sangre, por lo general el pariente más cercano de la persona que habían matado.

El homicidio es algo muy grave para la ley judía. Pero hay una diferencia fundamental entre el asesinato, matar de forma deliberada, y el homicidio involuntario, sin premeditación, una muerte accidental. Matar a alguien que no es culpable de asesinato como un acto de venganza por una muerte accidental no es justicia, sino más derramamiento de sangre, y se lo debe evitar. De aquí la necesidad de que existan refugios seguros donde las personas en riesgo pudieran estar protegidas.

La prevención de una violencia injusta es fundamental para la Torá. El pacto de Dios con Nóaj y la humanidad después del Diluvio identificó al asesinato como el máximo crimen: "El que vierta la sangre del hombre, por el hombre su sangre será vertida, pues a imagen e Dios hizo al hombre" (Génesis 9:6). La sangre injustamente derramada clama al Cielo. Después de que Caín asesinara a Hével, Dios le dijo: "La voz de la sangre de tu hermano clama a Mí desde el suelo" (Génesis 4:10).

Aquí, en Bamidbar, encontramos algo similar: "No causarán culpa a la tierra donde ustedes estén, ya que la sangre provoca culpa a la tierra, pues la tierra no tendrá expiación por la sangre que fue vertida en ella, sino con la sangre del que la vertió" (Números 35:35). EL verbo j-n-f que aparece dos veces en este versículo y en ninguna otra parte de los Cinco Libros de Moshé, alude a contaminar, manchar, ensuciar, profanar. Hay algo fundamentalmente defectuoso en un mundo en el cual el asesinato queda impune. La vida humana es sagrada. Incluso los actos justificados de derramamiento de sangre, como en el caso de la guerra, siguen produciendo impureza. Un cohen que ha derramado sangre no puede bendecir al pueblo.(1) Al rey David le dijeron que no podía construir el Templo porque había "derramado mucha sangre". La muerte impurifica.(2)

Esto es lo que se encuentra detrás de la idea de la venganza. Y aunque la Torá rechaza la venganza excepto cuando es ordenada por Dios,(3) algo de la idea sobrevive en el concepto del goel hadam, erróneamente traducido como el "vengador de la sangre". De hecho, esto alude al "redentor de la sangre". Un redentor es alguien que corrige un desequilibrio en el mundo, que rescata a alguien o a algo y lo restaura a su legítimo lugar. Así fue que Boaz redimió la tierra que pertenecía a Naomí.(4) Un redentor es alguien que devuelve la libertad a un pariente después de que este se haya visto forzado a venderse a sí mismo como esclavo.(5) Dios redimió a Su pueblo de la esclavitud en Egipto. Un redentor de sangre es quien asegura que el asesinato no quede sin castigo.

Sin embargo, no siempre que una persona mata a otra se trata de un asesinato. Existe lo que se considera bishgagá, es decir no intencional, accidental o sin darse cuenta. Estos son los actos que llevan a que la persona deba exiliarse en las ciudades de refugio. Sin embargo, existe una ambigüedad respecto a esta ley. ¿Acaso el exilio en las ciudades de refugio era considerado una forma de proteger  a quien mató a otro por accidente, o era en sí mismo una forma de castigo, no la sentencia de muerte que hubieran aplicado a alguien culpable de asesinato, pero un castigo de todos modos? Recordemos que el exilio es una forma bíblica de castigo. Adam y Javá, después de pecar, fueron exiliados del Jardín del Edén. A Caín, después de matar a Hével, le dijeron: "errante y desterrado serás en la tierra". En nuestras plegarias decimos: "Por nuestros pecados fuimos exiliados de nuestra tierra".

En verdad, ambos elementos están presentes. Por un lado, la Torá dice: "La asamblea debe proteger al homicida de mano del vengador de la sangre y la asamblea lo devolverá a su ciudad de refugio adonde había huido" (Números 35:25). Aquí el énfasis está en la protección. Pero por otro lado, leemos que si la persona exiliada "alguna vez sale de los límites de su ciudad de refugio adonde había huido, y el vengador de la sangre lo encuentra fuera de los límites de su ciudad de refugio, y el vengador de la sangre mata al homicida, no será culpable de homicidio". (Números 35:26-27). Aquí se presume un elemento de culpa, de lo contrario, ¿por qué el redentor de la sangre sería inocente al cometer ese asesinato?(6)

Podemos ver la diferencia prestando atención a cómo el Talmud y Maimónides explican que el exiliado debe permanecer en la ciudad de refugio hasta que muere el Sumo Sacerdote. ¿Qué tiene que ver el Sumo Sacerdote con un asesinato accidental? De acuerdo con el Talmud, el Sumo Sacerdote "debería haber pedido misericordia (es decir, debería haber rezado pidiendo que no hubiera en el pueblo asesinatos accidentales), y no lo hizo".(7) La suposición es que si el Sumo Sacerdote hubiera rezado más fervientemente, Dios no hubiera permitido que ocurriera ese accidente. Exista o no una culpa moral, algo malo ha ocurrido y es necesario hacer expiación, lo cual se logra parcialmente a través del exilio y parcialmente a través de la muerte del Sumo Sacerdote. Porque el Sumo Sacerdote hace expiación por todo el pueblo, y cuando él muere, su muerte expía por la muerte de aquellos que fueron asesinados accidentalmente.

Sin embargo, Maimónides da una explicación completamente diferente en "La guía de los perplejos" (III:40). Para él, el tema no es la expiación sino la protección. La razón por la que esta persona va al exilio en una ciudad de refugio es para permitir que se enfríen las pasiones del pariente de la víctima, el redentor de la sangre. El exilio se mantiene hasta que muere el Sumo Sacerdote, porque su muerte crea un estado anímico nacional de duelo, lo cual disuelve el deseo de venganza, "porque es un fenómeno natural que encontramos consuelo en nuestra desgracia cuando la misma desgracia o una mayor le ocurre a otra persona. Entre nosotros, ninguna muerte causa más dolor que la del Sumo Sacerdote".

El deseo de venganza es básico. Existe en todas las sociedades. Y lleva a ciclos de represalias que no tiene un final natural (los Montescos contra los Capuleto en "Romeo y Julieta", los Corleones y Tattaglias en "El Padrino"). Las guerras de los clanes podían llegar a destruir sociedades enteras.(8)

La Torá, entendiendo que el deseo de venganza es natural, lo reduce a algo completamente diferente. Reconoce el dolor, la pérdida y la indignación moral de la familia de la víctima. Ese es el significado de la frase goel hadam, el redentor de la sangre, la figura que representa ese instinto de venganza. La Torá legisla para las personas con todas sus pasiones, no para los santos. Es un código realista, no utópico.

Sin embargo, la Torá introduce un elemento vital entre el asesino y la familia de la víctima: el principio de la justicia. No debe haber un acto directo de venganza. El asesino debe estar protegido hasta que su caso sea juzgado en una corte legal. Si es encontrado culpable, debe pagar el precio. Si se lo declara inocente, se le debe dar refugio. Este simple acto transforma la venganza en una retribución. Esto hace toda la diferencia.

A la gente muchas veces le cuesta distinguir entre retribución y venganza, pero se trata de dos conceptos completamente diferentes. La venganza es una relación yo-tú. Tú mataste a un miembro de mi familia, así que te mataré. Es intrínsecamente personal. La retribución, por el contrario, es impersonal. Ya no son los Montescos contra los Capuletos, sino ambos bajo el imperio imparcial de la ley. De hecho, la mejor definición de la sociedad que la Torá trata de crear es la nomocracia, el gobierno de las leyes, no de los hombres.

La retribución es el principal rechazo de la venganza. Nos dice que no somos libres para tomar la ley en nuestras manos. La pasión no puede superar el debido proceso de la ley, porque ese es un camino seguro a la anarquía y el derramamiento de sangre. El mal debe ser castigado, pero sólo después de haber sido establecido en un juicio justo, y sólo en beneficio no sólo de la víctima, sino de la sociedad en general. Este fue el principio que impulso el trabajo de Simon Wiesenthal llevando a juicio a los criminales de guerra nazi. Él llamó a su biografía "Justicia, no venganza". Las ciudades de refugio eran parte de este proceso en el cual la venganza se subordina y es reemplazada por la justicia retributiva.

Esto no es sólo historia antigua. Apenas cayó el Muro de Berlín y la Guerra Fría llegó a su fin en 1989, comenzó una brutal guerra civil en la ex Yugoeslavia, primero en Bosnia y luego en Kosovo. Posteriormente la guerra se propagó a Iraq, Siria y muchas otras partes del mundo. En su libro "El honor del guerrero – Guerra ética y conciencia moderna", Michael Ignatieff se pregunta cómo estas regiones cayeron tan rápidamente en el caos. Esta es su conclusión:

El principal obstáculo moral en el camino de la reconciliación es el deseo de venganza. Ahora, la venganza comúnmente se ve como una emoción baja y poco digna, y debido a que se la considera de esta manera, por lo general no se entiende la profunda fuerza moral que tiene en las personas. Pero la venganza, considerada moralmente, es un deseo de mantener la fe entre las generaciones; la violencia que ella engendra es una forma ritual de respeto por los muertos de la comunidad, y allí se encuentra su legitimidad. La reconciliación es difícil precisamente porque debe competir con la poderosa alternativa de la moralidad de la violencia. El terror político es tenaz porque es una practica ética. Es un culto a los muertos, una terrible y absoluta expresión de respeto.(9)

Es tonto actuar como si el deseo de venganza no existiera. Existe. Pero si se le da rienda suelta, reducirá a las sociedades a la violencia y a un derramamiento de sangre sin fin. La única alternativa es canalizarlo a través de la operación de la ley, el juicio justo y luego el castigo o la protección. Eso fue lo que introdujo a la civilización la ley de las ciudades de refugio, permitiendo que la retribución tuviera lugar en vez de la venganza y la justicia en lugar de la represalia.


NOTAS

  1. Brajot 32b; Rambam, Hiljot Tefilá 15:3
  2. Crónicas I 22:8.
  3. Sólo Dios, Quien da la vida, puede ordenarnos quitar a vida, y a menudo sólo en base a hechos que Dios conoce pero no nosotros.
  4. Ver Ruth, capítulos 3-4.
  5. Ver Levítico 25, donde el verbo aparece 19 veces.
  6. Ver Amnon Bazak, "Cities of refuge and cities of flight", en Torah Mi-Etzion, Devarim, Maggid, Jerusalem, 2012, 229-236.
  7. Makot 11a.
  8. Ver Rene Girard, Violence and the Sacred, Johns Hopkins University Press, 1977.
  9. Michael Ignatieff, The Warrior's Honor, New York: Henry Holt, 2000. p. 18
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