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El lulav y el etrog son armas de guerra y el que las empuñemos muestra que somos victoriosos. Pero… ¿de qué competencia? ¿Y cómo es que estas plantas se consideran armas?
En el decimoquinto día del séptimo mes, cuando reunan el grano de la tierra, celebrarán la festividad del Eterno durante siete días… Tomarán para ustedes en el primer día el fruto de un árbol cítrico, las ramas de una palmera datilera, ramas de mirto y sauces de la rivera; y se regocijarán ante el Eterno, su Dios, durante un período de siete días (Levítico 23:39-40).
Como vemos, la Torá asocia el regocijo de Sucot con el mandamiento de tomar las cuatro especies. Los comentaristas exploraron intensamente esta sección, usando muchos enfoques diferentes. A continuación, el enfoque del Midrash:
Este mandamiento es una metáfora que describe a dos personas que presentan una contienda legal ante el Rey. Si bien al pueblo no se le informó a favor de quién se emitió el veredicto, pueden darse cuenta viendo qué persona sale de la sala empuñando sus armas. De la misma forma, Israel y las naciones del mundo enfrentan el juicio Divino en el Día de Expiación. No podemos saber quién emergió victorioso, razón por la que Dios nos ordenó Tomarán para ustedes… En base a que Israel emerge de la reunión con sus hojas de palmera y sus limones en la mano, con su lulav y su etrog, pueden ver que Israel salió victorioso (Midrash Rabá Vaikrá 30:3).
Aparentemente, el lulav y el etrog son armas de guerra que el perdedor debería abandonar; el hecho de que las empuñemos demuestra que somos los victoriosos. Pero, ¿cuál es la contienda? ¿Por qué estas plantas se consideran armas? ¿Cuál es la relación entre enfrentar un juicio en el Día de Expiación y esta victoria? ¿Cuál es la conexión real entre el Día de Expiación y la alegría de Sucot?
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Comencemos considerando primero el último tema, la conexión entre Iom Kipur y Sucot.
El Gaón de Vilna (Shir Hashirim 1,2) hace una pregunta clave después de analizar una serie de eventos:
El mandamiento principal que se asocia con la festividad de Sucot es la obligación de sentarse en la sucá, que también le da el nombre a la festividad. Sobre este mandamiento la Torá escribe: Para que tus generaciones sepan que hice que los Hijos de Israel moren en tiendas cuando los saqué de la tierra de Egipto (Ibid. 43). El Talmud nos dice que esas tiendas fueron las "nubes de gloria" (Sucá 11b), que simbolizaban la presencia Divina que rodeaba el campamento judío en el desierto y lo protegía de las duras condiciones climáticas del medioambiente, así como de todos los enemigos, y transportaba a quienes eran demasiado débiles como para enfrentar las dificultades del viaje.
Esta poderosa demostración del cariño de Dios y Su preocupación por nuestro bienestar está descrita en otro lugar de la Torá: Era como un águila que despierta a sus crías, expandiendo sus alas y llevándolas, transportándolas sobre sus alas (Deuteronomio 32:11). Que un ser humano sea premiado con una demostración tan manifiesta del cuidado Divino es la mayor gloria posible, lo que generó la expresión "nubes de gloria".
Sin embargo, Dios proveyó esas nubes en el momento del Éxodo, un evento que celebramos en Pésaj. ¿Por qué esperar seis meses para celebrar su existencia?
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El Gaón responde:
Celebramos su retorno más que su aparición original.
Cuando Israel adoró al Becerro de Oro, las "nubes de gloria" los abandonaron. Después de que la nación se arrepintió, Moshé subió al Monte Sinaí una segunda vez y volvió, en Iom Kipur, con un segundo juego de tablas de los Diez Mandamientos. Al día siguiente, el once de tishrei, dio el mandamiento de construir un santuario para albergar las tablas. El doce y el trece de tishrei las personas de "corazón generoso" trajeron las donaciones de los materiales. El catorce distribuyeron los materiales entre los "sabios de corazón". El quince comenzaron a trabajar y, en ese día, volvieron las "nubes de gloria". El quince de tishrei también es el día en que celebramos el primer día de Sucot.
La conclusión del Gaón: celebramos las "nubes de gloria" que volvieron a nosotros gracias al poder de nuestro arrepentimiento. El lazo de amor entre Israel y Dios era tan fuerte que superó la importante decepción que Le generamos al traicionar Su confianza con el Becerro de Oro. No sólo nos dio un segundo juego de tablas, sino que también recompuso por completo Su cariño, como demuestra el regreso de las "nubes de gloria".
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La alegría de Sucot es la alegría de la reconciliación. Fluye directamente del arrepentimiento y la expiación. De hecho, Rabeinu Yona destaca en su obra Shaarei teshuvá que esta alegría es parte integral del arrepentimiento. Existen dos formas de arrepentimiento:
1. Por temor. El pecador entra en razón y advierte que deberá enfrentar las consecuencias de sus errores. Trata desesperadamente de escapar a ese destino arrepintiéndose de sus pecados. Este arrepentimiento no necesariamente viene acompañado de alegría. Su molestia no fue causada por sus pecados, sino por las consecuencias que vio venir. Puede que se arrepienta sinceramente de haber cometido esos pecados, pero sería más feliz si pudiera pecar y no sufrir las consecuencias. Si le enseñaran a pecar impunemente estaría feliz de hacerlo.
2. Por amor. Al pecador le molesta más que el pecado dañó su conexión con Dios que el castigo que le generará. La pérdida del amor y la confianza de Dios le parecen el peor castigo posible. Su arrepentimiento es un intento para volver a hallar gracia ante Dios para poder sentir nuevamente el poder de Su amor. Cuando su arrepentimiento es aceptado siente la mayor de las alegrías. El penitente vuelve a regocijarse en la calidez del amor de Dios. Es de nuevo el hijo privilegiado de Dios.
La alegría por el arrepentimiento no sólo altera la naturaleza y la calidad el arrepentimiento en sí, sino que también determina el arrepentimiento que se logra.
Reish Lakish dijo: Grandioso es el poder del arrepentimiento porque gracias a él las transgresiones voluntarias se consideran para el penitente como errores involuntarios, como está escrito: Vuelve, Israel, al Eterno tu Dios, porque has tropezado en tu iniquidad (Osea 14:2).
En hebreo, iniquidad (avón) es un pecado voluntario, y de todos modos el versículo lo llama un tropiezo, que es un acto involuntario.
Pero Reish Lakish mismo había dicho: Grandioso es el poder del arrepentimiento, porque gracias a él las transgresiones voluntarias se le cuentan al penitente como mérito, como está escrito: Y si el hombre malvado se aleja de su maldad y se comporta con justicia y rectitud, vivirá a causa de ellos (Ezequiel 33:19). No tenemos una contradicción: la segunda declaración se refiere al arrepentimiento originado por amor, mientras que la primera al arrepentimiento originado por temor (Yomá 86b).
La profundidad de la declaración del Gaón de Vilna sobre la celebración del regreso de las "nubes de gloria", en lugar de su primera aparición, se encuentra en el pasaje citado del Talmud.
Las "nubes de gloria" sólo podían volver si el pecado del Becerro de Oro no sólo se anulaba, sino que se transformaba en una acción que acercara a Israel a Dios aún más que lo que estaba antes de cometer el pecado. Esta situación exigía el segundo tipo de arrepentimiento, el arrepentimiento por amor. el símbolo de este tipo de arrepentimiento es la alegría de Sucot, por lo que las "nubes de gloria" volvieron en esa festividad.
En Iom Kipur, lo primero que hacemos después de leer Kol Nidrei es decir públicamente el siguiente versículo: Perdona a toda la congregación de los Hijos de Israel y al extraño que se encuentra entre ellos, porque el pueblo pecó sin intención (Números 15:26).
En Iom Kipur, nuestro objetivo como congregación es alcanzar el nivel de arrepentimiento por temor, de forma que todas nuestras transgresiones sean consideradas involuntarias. En Sucot apuntamos más alto. Apuntamos al arrepentimiento por amor, para que nuestras transgresiones se conviertan en mérito ayudadas por la alegría de Sucot.
Pero, ¿de dónde emana la alegría de Sucot?
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Cuando el Templo estaba en pie, el clímax de esta alegría era en simjat beit hashoevá, la celebración de "la extracción de las aguas". La Mishná declara que para quien nunca vivió esta celebración es imposible entender el poder real de sentir alegría.
Hay un pasaje sorprendente en la Mishná que describe esta ceremonia en detalle, tal cual ocurría en el final de la era del segundo Templo, en los días de Hilel. En la descripción encontramos esta extraña declaración:
Cuando los celebrantes en el [segundo] Templo llegaban a la puerta oriental giraban sus rostros hacia el oeste (la ubicación del santuario y el Santo Sanctórum) y decían: "Nuestros antepasados, cuando estuvieron en este lugar [el primer Templo] le dieron la espalda al santuario con sus rostros hacia el este y se reverenciaron al sol saliente en oriente; pero nuestros ojos están dirigidos hacia Dios" (Talmud Sucá 51b).
A primera impresión, da la sensación de que no se nos ocurriría algo tan inapropiado para decir incluso si desafiáramos a las mentes más capaces de nuestro pueblo a conseguirlo. Aquí está Israel, en medio de la celebración de su cercanía a Dios en Su Templo, recordándole a Dios sobre sus propias iniquidades y la destrucción de Su primer Templo, arruinando así la fiesta. ¿Cómo podemos entender esto?
Rav Hutner explica la intención real de esta declaración y, con ello, nos da una clave importante para entender la alegría de Sucot.
El objetivo de la vida en este mundo es luchar contra nuestra inclinación hacia el mal y adiestrarla para que haga nuestra voluntad. En toda la historia de la humanidad sólo una lucha contra la inclinación hacia el mal concluyó: la batalla contra la inclinación hacia la idolatría. Cuando se fundó el segundo Templo, los hombres de la Gran Asamblea rezaron para la eliminación de esta inclinación y sus plegarias fueron respondidas.
Puede que a nosotros nos parezca que esta lucha terminó en un fracaso rotundo, ya que el primer Templo fue destruido porque sucumbimos ante esta inclinación hacia el mal y cometimos el pecado de idolatría. Pero Dios no lo ve así. Luchamos contra la inclinación hacia la idolatría durante 800 años, desde que entramos a la tierra de Israel hasta la destrucción del primer Templo.
Durante esos 800 años la batalla presentó muchas victorias. Nosotros sólo vemos las derrotas; después de todo, el Templo fue destruido. Pero Dios vio la seriedad de la lucha, la intensidad del esfuerzo invertido, y los muchos éxitos que hubo en el camino. Esta parte de la historia humana, desde la perspectiva de Dios, tuvo una conclusión exitosa.
Sucot es la festividad que conmemora las "nubes de gloria". La gloria del hombre yace en su lucha contra la inclinación hacia el mal. En toda lucha prolongada contra un enemigo indestructible habrá tanto reveses como victorias. Si uno lucha con determinación y valentía hasta dejar en claro que ya no tiene sentido prolongar la lucha, porque nunca va a haber un vencedor final, ha tenido un desempeño soberbio. Si es relativamente frágil en relación a su oponente, y consiguió luchar contra él hasta que no hubo un ganador en contra de todos los pronósticos, realmente merece la gloria.
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No es coincidencia que el mismo capítulo del Talmud que describe la belleza de simjat beit hashoevá sea el que brinde la información más detallada en todo el Talmud sobre la inclinación hacia el mal. Entre otros fragmentos fascinantes, está el siguiente (Sucá 52a):
Al final de los días Dios citará a la inclinación hacia el mal y la matará ante una audiencia compuesta por los tzadikim, los "rectos", y los rashaim, los "malvados". A los tzadikim, la inclinación hacia el mal les parecerá del tamaño de una montaña, y a los rashaim les parecerá tan delgada como un pelo. Ambos llorarán. Los tzadikim llorarán y dirán: "¿Cómo es posible que hayamos logrado ascender una montaña tan grande?" Los rashaim llorarán y dirán: "¿Cómo es posible que hayamos tropezado frente a algo tan delicado como un delgado cabello?"
Rashi explica: Los tzadikim lloran porque recuerdan el sufrimiento que atravesaron para conquistar ese mal.
Los rashaim no tuvieron ese sufrimiento. Sin la angustia, la inclinación hacia el mal parece poca cosa.
La alegría de Sucot es el otro lado de la moneda de la angustia de Iom Kipur.
En Iom Kipur nos enfocamos en la angustia que conlleva nuestra batalla eterna contra la inclinación hacia el mal, en las muchas derrotas que inevitablemente sufriremos al atravesar la vida en una constante batalla frente a ella. En cambio, en Sucot nos enfocamos en la gloria que nos llega como resultado de la dificultad de haber estado en esa misma batalla. Esta gloria es la fuente de la alegría sentida tanto por Dios como por Israel, y está representada por las "nubes de gloria" que envuelven al pecador que se sumergió en la batalla contra la inclinación hacia el mal, que sufrió sus derrotas y que curó sus heridas con su arrepentimiento sincero.
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Ahora, ¿en qué foro ocurre la lucha contra la inclinación hacia el mal, y cuáles son las armas que debemos tener para que esa lucha quede en pausa?
Un hombre sabio dijo en una oportunidad: "Muéstrame un hombre capaz de admirar la belleza de un atardecer y te mostraré un hombre que no está hambriento".
Sucot ocurre en la época de la cosecha. Muchas personas creen que es el festival judío de la cosecha. Después de la ansiedad de la siembra y el cultivo, después de todas las incertidumbres respecto a las variables que podrían haber afectado negativamente el resultado positivo, cuando ya cosechaste y almacenaste con éxito tu producción, finalmente puedes relajar tu mente y disfrutar la belleza de lo que el mundo tiene para ofrecer.
La Torá comenta lo siguiente sobre Israel, cuando se desvía:
Yeshurún engordó y pateó, engordaste, te ensanchaste, te volviste corpulento; desertó a Dios, su Creador, y despreció a la Roca de su salvación (Deuteronomio 32:15).
La época de la cosecha es cuando más fácil es salirse del camino y desertar al Creador. La alegría del éxito y el estómago lleno llevan a la persona a admirar la belleza del atardecer y los abundantes aspectos maravillosos de estar vivo. Esta alegría es lo que distrae al hombre de su batalla contra la inclinación hacia el mal y le hace olvidar que en esta vida sólo es un residente temporario, así como la naturaleza pasajera de todas sus experiencias no espirituales.
Ahora, ¿qué es lo que hace Israel? Busca el fruto más hermoso de la naturaleza, el etrog, las hojas más bonitas de la naturaleza y los toma para deleitarse con ellos ante Dios. La alegría de la cosecha del éxito se dirige de inmediato a su fuente real y se transforma en la alegría de la gratitud por disfrutar la gracia de Dios. Israel abandona sus hogares y va a sentarse en lo que queda de las "nubes de gloria": la sucá.
La alegría por las posesiones mundanas no es para nosotros. Nuestro deseo es volver a la nube de Dios, lo único que queremos es vivir dentro del símbolo de Su amor por nosotros. El lulav y el etrog realmente son armas, y algún día las tomaremos con orgullo en la celebración sublime de simjat beit hashoevá.
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