Tragedia y esperanza: Un día como ningún otro

15/10/2023

4 min de lectura

El día de hoy estuvo compuesto por dos emociones muy distintas y muy poderosas.

Hoy fue diferente a cualquier otro día que haya experimentado. Estuvo compuesto por dos emociones muy distintas y muy poderosas. Temprano esta mañana estaba hablando con amigos en Israel, enviando mensajes de texto a otros y navegando por la web en busca de las últimas actualizaciones sobre la guerra. He estado en Israel más veces de las que puedo recordar. Digo oraciones ancestrales por Israel y su pueblo al menos una docena de veces al día, y más que eso en Shabat y días festivos judíos. Estas oraciones han sido una parte regular de mi vida durante los últimos treinta y seis años. Menciono esto solo para explicarte la centralidad de Israel en mi vida.

El sábado pasado por la mañana, como tantos otros, recibí la impactante noticia de que había ocurrido una tragedia en Israel. Una tragedia tan espantosa que apenas podía creer lo que estaba escuchando. Alrededor de mil terroristas de Hamás, cuya carta fundacional incluye el objetivo genocida de "eliminar el Estado de Israel y matar a los judíos dondequiera que se encuentren", cruzaron la frontera desde la Franja de Gaza y comenzaron una masacre masiva de inocentes, un pogromo moderno. Para aquellos de ustedes que aún no han escuchado los relatos, aquí hay algunos detalles de ese pogromo, que lamentablemente debo compartir ahora porque sin ellos la palabra "espantoso" permanecerá vaga y vacía.

Hamás violó a mujeres jóvenes, las tomó como rehenes, las asesinó y paseó sus cuerpos desnudos por las calles de Gaza, todo mientras reían y gritaban. Hamás utilizó armas automáticas para abatir al menos a 260 jóvenes en un festival de música. Hamás asesinó a familias enteras en sus camas, bebés, hombres, mujeres y niños pequeños. En un caso, hubo una habitación en la que una familia de cinco personas fue decapitada. Según fuentes del Ejército de Israel, sus cinco cabezas se encontraban apoyadas contra una pared, la de la madre, el padre y sus tres hijos. Era una escena tan espantosa que incluso los profesionales médicos y militares veteranos tenían miedo de entrar en la habitación.

Otras familias fueron quemadas vivas. Hamás tomó como rehenes a bebés, arrancaron a los niños pequeños de los brazos de sus madres y los llevaron al otro lado de la frontera con Gaza. Mujeres ancianas fueron asesinadas, otras fueron secuestradas, algunas de ellas se informa que eran sobrevivientes del Holocausto. Hasta esta mañana, el total de asesinados ascendía a mil trescientos seres humanos. Todos asesinados simplemente por ser judíos. El número de heridos, que incluye agujeros de bala, heridas de metralla y pérdida de extremidades, se cuenta por miles. Se supone que el número de personas tomadas como rehenes es de 127. Este es un evento para el cual no existe una serie de palabras capaces de transmitir el impacto que esto tiene en una pequeña nación, para la cual un solo soldado, retenido en cautiverio en Gaza durante cinco años, fue canjeado por mil terroristas conocidos.

Mi familia, mis amigos, mi hermano, mi hermana, mi madre; todos a mi alrededor están angustiados. Mi amigo, el escritor Wayne Robins retrató estos sentimientos de manera tan conmovedora: "Siento como si las tumbas de nuestros padres, abuelos, bisabuelos y docenas de generaciones atrás hubieran sido profanadas. Si me preguntan si conozco a alguno de los desaparecidos o de los cautivos en este paroxismo actual de inhumanidad, siento que no solo conozco a uno, conozco a todos. A todos". La masacre de inocentes judíos por parte de Hamás la convierte en la peor catástrofe que ha golpeado al pueblo judío desde el Holocausto.

Entonces, cuando escucho a personas minimizar lo que sucedió, relativizarlo, desestimarlo o simplemente ignorarlo, como ha sucedido tantas veces en nuestra larga historia, siento que estoy viviendo un sueño sórdido. Un sueño en el que el cielo está hecho de tierra y el suelo está hecho de aire. Estoy perdido en ese sueño. Por el momento, todos estamos perdidos. Corriendo y gritando, llorando y rezando. Me estremecí cuando leí una publicación del profesor de la Universidad de Columbia, Joseph Massad. Escribiendo en The Electronic Intifada, sonaba jubiloso por lo que llamó "la guerra de liberación palestina" y el "impactante éxito" de la "resistencia palestina". Me descompuse cuando leí esta línea en un comunicado del Grupo de Estudiantes de Harvard: "Nosotros, las organizaciones estudiantiles firmantes, consideramos al régimen israelí totalmente responsable de toda la violencia que está ocurriendo". Las palabras "violencia que está ocurriendo" son, a mi entender, una locura; son ellas mismas una manifestación del mal, un grito de locura moral.

La violencia no "ocurre". Un grupo terrorista, financiado y entrenado por Irán, se esforzó con toda su voluntad depravada para crear una estratagema que les permitiera masacrar a judíos, tal como está escrito en su carta fundacional. El pogromo de Hamás no tuvo lugar en una zona de guerra; ocurrió en las habitaciones de las personas. ¿Violencia que está ocurriendo? ¿Acaso comete violencia un bebé? ¿Es capaz una mujer anciana de violencia? ¡Dios mío! ¿Decapitar bebés? Violar y asesinar a mujeres jóvenes, pasear sus cuerpos semidesnudos por las calles entre risas y gritos, quemar vivas a las personas, tomar niños como rehenes? ¿Quiénes diablos son estos "estudiantes" que se autodenominan la elite universitaria?

Ahora, pasemos a la siguiente parte de mi día.

Llegué a Crown Heights, Brooklyn, para una celebración de brit milá alrededor de las 10:30 de la mañana. Otro nieto nació para nosotros el miércoles pasado. Un niño hermoso. Una verdadera luz, un regalo, una estrella brillante. Justo cuando mi hijo Isaac anunció el nombre de su bebé en voz alta por primera vez, él y yo nos miramos, lágrimas de alegría llenando nuestros ojos. Es asombroso, pensé. Todo el profundo dolor que había estado sintiendo ahora se ha transformado en regocijo. Todo el miedo y la duda con los que he estado luchando se han convertido en valentía y certeza.

La naturaleza milagrosa del regalo de este bebé, este regalo que hemos recibido de Dios, en medio de toda esta tragedia, se había vuelto inconfundible, al menos por el momento. De los trillones y trillones de momentos que he experimentado a lo largo de mis sesenta y tres años, hay muy pocos que han quedado grabados permanentemente en mi memoria. Este es uno de ellos.

Y ahora, a medida que cae la noche, me he dado cuenta, con un profundo sentido de gratitud, de que solo una de las emociones fuertes y opuestas de este día permanecerá conmigo para siempre.

Adivina cuál es.


Ilustración por Peter Himmelman - himmelmanart.com

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