Cuando a la gente buena le pasan cosas malas

16/05/2023

4 min de lectura

Cómo creer en el cielo cuando el dolor aquí en la tierra es infernal.

El rabino conservador Harold Kushner, autor del famoso libro de 1981 Cuando a la gente buena le pasan cosas malas, falleció a los 88 años. Kushner escribió su libro (del cual se sigue hablando hoy en día) después del trágico fallecimiento de su hijo a los 14 años por progeria, una enfermedad que causa envejecimiento prematuro. El dolor ante esta pérdida llevó a Kushner a escribir este libro como una forma de ayudar a consolar a otros que también enfrentaban una pérdida inesperada y devastadora.

La tesis de Kushner era que las cosas malas les pasan a las personas buenas simplemente porque Dios no tiene control sobre el mal en este mundo. Él escribió: "Dios no interviene, ni puede hacerlo, en los asuntos humanos para evitar la tragedia y el sufrimiento. Como máximo, Él nos ofrece consuelo divino y expresa Su enojo divino cuando suceden cosas horribles. Dios, en vista de la tragedia, es impotente. Lo máximo que Dios puede hacer es pararse al lado de la víctima, no del verdugo". Kushner también afirmó que "El propósito de la religión es hacernos sentir bien con nosotros mismos", y si no lo hace, ha fallado en su misión.

En la opinión de Kushner, la tragedia se reduce a tener mala suerte. Dios no dirige el mundo, lo que nos deja vulnerables ante el azar, el nihilismo o el destino.

Aquí debo caminar sobre una línea fina. Dado que yo soy un rabino ortodoxo que ha trabajado consolando a los miembros de la comunidad durante más de medio siglo, lo último que quiero hacer es restarle importancia a los sentimientos de cualquiera que haya sufrido una tragedia como la que Kushner y su esposa debieron soportar. Sin embargo, a pesar de su propio entrenamiento teológico y sus buenas intenciones, la respuesta de Kushner a esta pregunta existencial respecto a cómo enfrentar el sufrimiento y el mal, no es una respuesta judía. Ni siquiera es una respuesta religiosa. Y tampoco es satisfactoria psicológicamente hablando.

Al igual que Kushner, yo también experimenté una terrible tragedia en mi vida. Cuando tenía 38 años, mi esposa (que tenía tan solo 36 años) falleció repentina e inesperadamente, dejándome viudo con muchos niños para educar solo. Además de ser mi pareja y la madre de mis 11 niños, mi esposa y yo también éramos socios educando y dirigiendo nuestra escuela judía local. Con el fallecimiento de Rajel Leá, nuestra comunidad perdió una maestra, una mentora, y una luz que la guiaba. Yo también perdí mi base y mi compañera de vida.

En mi dolor, comencé a buscar respuestas más profundas en el judaísmo sobre la existencia del mal y la tragedia, y cómo debemos relacionarnos con ello. Aprendí que no somos el centro del universo; Dios lo es. Si hay un Dios, la misión central de la humanidad es encontrarlo, llegar a conocerlo y servirle. La palabra Dios evoca en algunas personas una sensación de algo excelso, etéreo y distante. Eso tiene que cambiar. La sabiduría y las disciplinas del judaísmo hacen que Dios sea una realidad cercana, y nos permiten expandir nuestro sentido de identidad disminuyendo nuestro ego y creando una relación personal y dinámica con Dios. Esta travesía exploratoria de toda la vida es el objetivo final de la vida, y puede ser gratificante e incluso emocionante.

Sentirnos bien con nosotros mismos es una consecuencia de una vida vivida con propósito, con Dios como nuestra brújula.

Todos queremos sentirnos bien con nosotros mismos, es importante tener una autoestima sana. Pero sentirse bien con uno mismo no es el objetivo de la religión, Es una consecuencia de una vida vivida con propósito, con Dios como nuestra brújula. En un momento u otro, cada persona se ve golpeada por los amargos desafíos de la vida. Dios quiere estar a nuestro lado, ayudándonos y guiándonos a través de los traumas y las tormentas, sin desfallecer. Pero si nosotros somos el centro del universo, y creemos que detener el mal y el sufrimiento está por encima de la capacidad de Dios, entonces una vida bien vivida no significa nada más que "el que termina con más bienes, gana".

Kushner reconoció en cierto momento que, para entender la tragedia, existen dos posibilidades: la voluntad de Dios o mala suerte. En la perspectiva de Kushner, la respuesta era mala suerte. Dios no dirige el mundo, lo que nos deja vulnerables al azar, el nihilismo y el destino. Un Dios neutralizado sólo puede ofrecer consuelo en momentos de crisis. Pero este enfoque hace que el sufrimiento humano carezca de significado y propósito. Los seres humanos son sólo víctimas desafortunadas. El judaísmo en cambio, cree que la vida tiene sentido. Por lo tanto, también el sufrimiento humano debe tener un sentido.

Encontrar significado y consuelo

Es entendible que el trauma de la tragedia provoque que la persona sea miope en medio de su dolor. Uno puede sentir que nadie más puede entenderlo ni ayudarlo, ni siquiera Dios. Eso cierra la puerta a Dios, diciéndole: "No te metas en mi dolor. ¡De todos modos no puedes ayudarme!".

A partir de mi propia experiencia y de lo que vi al aconsejar y consolar a cientos de personas, sé que el mayor consuelo posible y la forma de poder salir del duelo es subyugarse al Amo del Universo y dejarlo entrar. Cuando permito que mi relación con Dios se vuelva algo más personal, ya no me relaciono con un Dios teórico, sino con el Dios que me conoce y me cuida. Ya no estoy solo en mi sufrimiento.

Ahora bien, tener dificultades con Dios y confiar en Dios no son dos cosas que se excluyen mutuamente. De hecho, pueden ser complementarias. El nombre mismo del pueblo judío es Israel, que significa 'que luchó con Dios'. Abraham y Moshé desafiaron la justicia estricta de Dios y sus pruebas difíciles en la vida. El Rey David también lo hizo en los Salmos. Gritar a Dios, desafiarlo y exigirle Su ayuda son señales de una relación segura que puede soportar la fricción.

El judaísmo cree que la vida tiene sentido. Por lo tanto, también el sufrimiento humano debe tener sentido.

Si una persona puede gritar y quejarse con Dios por sus enormes problemas, también puede decirles a sus problemas cuán grande es Dios. Podemos ser incapaces de captar toda Su grandeza, pero eso no le impide a Él abrazarnos. Podemos atribuirle la autoría de lo que estamos pasando y reconocer que hay un sentido y un propósito en nuestro dolor.

No somos víctimas del azar. Como escribió el Rey David en Salmos 91:16: "Yo, Dios, estoy con él, con el que sufre, en su angustia". De esta manera, podemos apoyarnos en Dios para que nos dé la fuerza necesaria para encontrar propósito y significado en los momentos difíciles, y la resiliencia para soportar lo que debamos vivir, confiando que, en definitiva, podemos seguir adelante con propósito e incluso con optimismo.

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