El Coliseo romano y los judíos

07/05/2024

8 min de lectura

La construcción del Coliseo fue posible porque Roma destruyó Jerusalem hace 2.000 años.

Los visitantes del antiguo Coliseo en Roma se sorprenden por su enorme tamaño. Es una estructura masiva (187,75x155,60 metros) en la que entran 6 canchas de futbol americano e incluso queda espacio. Con una altura equivalente a un edificio de cuatro pisos, el Coliseo tenía 80 entradas y había lugar para más de 50.000 espectadores que llegaban a este lugar para observar los juegos durante el período de auge del imperio romano.

Pero pocos guías turísticos mencionan por qué fue construido el Coliseo o cómo sus patrocinadores pudieron construir lo que fue el mayor anfiteatro del mundo antiguo. El Coliseo fue construido para conmemorar el saqueo y la destrucción de Jerusalem, y los fondos para su construcción surgieron de lo que los romanos robaron del antiguo Templo en Jerusalem.

El Templo judío en Jerusalem

Durante casi un milenio hubo un Templo judío en Jerusalem (con una interrupción de 73 años). El Rey Salomón erigió el Primer Templo en el año 827 AEC. Era un edificio magníficamente bello, construido con ornamentos de oro y plata, incluyendo el Arca del Pacto y la Menorá, un candelabro de siete brazos formado de un solo bloque de oro. El Primer Templo estuvo de pie durante 404 años, siendo el centro de la identidad y el servicio judío.

El temible Nebujadnetzar, rey de Babilonia, sitió Jerusalem y destruyó el Templo en el año 423 AEC. Una generación más tarde, en el 350 AEC, fue inaugurado el Segundo Templo, casi tan bello como el Primer Templo. El Arca del Pacto se había perdido, robada por las tropas de Nebujadnetzar, pero muchos de los utensilios de oro y plata, así como la Menorá de oro, fueron restaurados. El Templo fue refaccionado en el año 19 AEC, cuando el rey Herodes (un rey no judío nombrado por los romanos), buscando incrementar su popularidad refaccionó el Templo, ampliándolo significativamente e incrementando su grandeza y belleza.

El sitio romano

En el año 63 AEC, el imperio romano en expansión capturó Jerusalem. Desgarrada por las luchas internas, Judea (la antigua patria judía en lo que hoy es Israel) cayó bajo una brutal ocupación romana. Durante los siguentes 113 años, los judíos fueron oprimidos y acosados. En vez de unirse para luchar contra los romanos, los judíos formaron una infinidad de facciones, cada una defendiendo una línea de acción diferente. Finalmente, en el año 66 EC, las cosas llegaron a un punto crítico.

Nerón, el emperador de Roma, es recordado popularmente por "tocar la lira mientras Roma ardía" en un incendio masivo que destruyó gran parte de la ciudad en el año 64. Dos años más tarde, nombró a un sádico violento, Gessius Florus, como procurador de Judea. Florus humilló públicamente a la población judía. Cuando los niños judíos lo abuchearon durante una aparición publica en Jerusalem, Florus ordenó a sus tropas que mataran a los judíos locales, masacrando a más de 3.600 personas en un día. A continuación ordenó que los líderes de la comunidad judía de la ciudad fueran azotados públicamente y luego crucificados. Esto desencadenó un levantamiento popular que duró durante cuatro años, y se conoce como la "Guerra judía" de Roma. Durante cuatro largos años, las fuerzas judías lucharon contra las tropas romanas y poco a poco fueron aplastadas, primero en el norte del país, luego en otros grandes poblados y finalmente, en el año 70 EC, en Jerusalem.

El emperador Vespasiano

Durante gran parte de la Guerra judía, el general a cargo de retomar el control de Judea era un hombre de origen elativamente humilde llamado Vespasiano. Después de reconquistar la mayor parte de Judea para Roma, él lideró cuatro de las feroces divisiones del ejército de Roma contra Jerusalem, sitiando a la ciudad e impidiendo que los miles de residentes judíos pudieran escapar.

La destrucción del Templo en Jerusalem, por Francesco Hayez, óleo, 1867

El Talmud documenta algunos de los actos de Vespasiano y sus interacciones con los judíos. Un día, el gran sabio judío Rabí Iojanán fue sacado de Jerusalem dentro de un ataúd, supuestamente para ser enterrado fuera de las murallas de la ciudad. Rabí Iojanán fue descubierto y lo llevaron ante Vespasiano para ser interrogado. Cuando Rabí Iojanán vio al general Vespasiano, lo saludó como si fuera el rey. Vespasiano protestó diciendo que él no era el rey, a lo que Rabí Iojanán respondió: "En verdad usted es un rey, si no ahora, en el futuro" (Guitin 56b). Mientras Vespasiano conversaba con Rabí Iojanán, llegó un mensajero para informar a Vespasiano que el emperador había muerto y que él era el nuevo líder supremo de Roma.

Vespasiano le explicó a Rabí Iojanán que enviaría a otro general a hacerse cargo del sitio a Jerusalem, pero le preguntó si había algo que pudiera hacer por ese gran sabio judío que había predicho su elevación política. Rabí Iojanán le pidió que evitara la destrucción de una ciudad de Judea, Iavne, y que Vespasiano perdonara la vida a algunos sabios judíos. Vespasiano aceptó.

La marcha triunfal en Roma

El general que envió Vespasiano para hacerse cargo del sitio a Jerusalem fue Tito. Tito trató de atacar las murallas defensivas que rodeaban a Jerusalem, y eventualmente concluyó que la ruta más sencilla para lograr la victoria era matar de hambre a los judíos que se atrincheraban dentro de las murallas. Los judíos que trataban de escapar de la ciudad y del hambre eran torturados. El historiador judío Iosefo describió cómo las tropas romanas destripaban a los judíos que intentaban escapar.

El emperador Tito

Justo después de Pésaj del año 70, Tito ordenó atacar las murallas de Jerusalem. Las tropas catapultaron rocas a la ciudad y atacaron las murallas con arietes. Tito ofreció premios a los primeros soldados que lograran abrirse camino hacia el centro de la ciudad y escalar los muros del Templo judío. Tras meses de lucha cuerpo a cuerpo, en pleno verano, Tito prevaleció. Sus tropas incendiaron el Templo y Tito ordenó la destrucción de toda la ciudad de Jerusalem. No debía quedar nada. Las tropas de Tito saquearon los numerosos utensilios de oro y plata del Templo, de un valor incalculable, así como los ornamentos del Templo, llevándose todo como botín de guerra.

Para celebrar su victoria, Tito repartió el botín entre sus soldados y ordenó una fiesta de tres días para sus tropas. Él obligó a muchos de los judíos capturados a luchar contra animales salvajes en espantosas batallas de gladiadores para entretener a sus tropas. Posteriormente, Tito regresó a Roma con unos 50.000 cautivos judíos que se llevó como esclavos. Entre ellos había dos líderes militares judíos: Iojanán ben Levi (también conocido como Juan de Giscala) y Shimón ben Giora, que habían luchado valientemente y cuya captura era una pluma particular en el sombrero de Tito.

El punto culminante de toda victoria militar romana era la gran procesión triunfal que se realizaba cuando regresaban a Roma. La Dra. Mary Beard, profesora de historia clásica en la universidad de Cambridge, explica que los generales que triunfaban dirigían procesiones triunfales por el centro de Roma, exhibiendo los numerosos esclavos, prisioneros de guerra y el botín que habían saqueado en los conflictos en el extranjero. Estos desfiles era una parte central de la identidad imperial romana.

"Las procesiones triunfales de los generales victoriosos ofrecía una de las ventanas más impresionantes hacia el (mundo) exterior. Cuando las multitudes romanas se agolpaban en las calles para dar la bienvenida a sus ejércitos conquistadores que marchaban por la ciudad mostrando sus ganancias y sus botines de guerra, lo que los impresionaba no era sólo la increíble riqueza… sino que también capturaba su imaginación la deslumbrante exhibición de tierras y costumbres extranjeras" ("A History of Ancient Rome" por Mary Beard, 2015).

La procesión triunfal de Tito fue un acontecimiento especialmente sobrecogedor. Algunas procesiones duraban varios días para mostrar todos los materiales saqueados, las riquezas y los esclavos tomados de tierras lejanas. Al parecer, la procesión de Tito celebrando su victoria sobre Jerusalem fue uno de los espectáculos más deslumbrantes que vio la ciudad. Fue tan memorable que Tito ordenó erigir un enorme arco de triunfo en el Foro, el corazón de la Roma antigua, decorado con frisos (tallas) que ilustraban su desfile de la victoria, con esclavos judíos, cautivos y bienes saqueados, incluida la Menorá de oro del Templo. El arco recordaba a los romanos el triunfo de su imperio en la Guerra judía, y permaneció de pie durante casi 2.000 años, deslumbrando a los visitantes hasta la actualidad.

Un grabado del Arco de Tito representando el exilio de los judíos.

La construcción del Coliseo

Tito se convirtió en emperador nueve años más tarde, en el 79 EC, y lanzó un vasto proyecto de construcción para transformar a Roma. La pieza clave de su programa era la construcción de una enorme arena cerca del Foro, con capacidad para 50.000 espectadores y que albergara los juegos más fastuosos que Roma hubiera visto jamás. (Fue llamado el Coliseo por una enorme estatua cercana del emperador Nerón, llamada el Coloso). El Coliseo se financió con el botín de guerra saqueado a los judíos y probablemente fue construido, al menos en gran medida, por los 50.000 esclavos judíos de Tito.

La construcción duró diez años. Fue un trabajo agotador y muy duro, bajo el sol abrasador de los veranos romanos. Se desconoce cuántos esclavos murieron durante su construcción; sus muertes, así como sus nombres y sus vidas, se han perdido para siempre de la historia.

Los crueles espectáculos del Coliseo

Financiado con el botín tomado de Judea, incluyendo los valiosos utensilios de oro y plata y las decoraciones del Templo judío en Jerusalem, el Coliseo no podría haberse diferenciado más de la fuente de riqueza que posibilitó su construcción. Mientras que el Templo judío había sido un vehículo para la santidad, el Coliseo albergaba una orgía de muerte.

Cuando el Coliseo abrió por primera vez al público, Tito celebró su inauguración con 100 días de juegos. Estos fueron feroces luchas entre gladiadores, casi siempre esclavos, que eran obligados a luchar a menudo hasta la muerte. Los espectadores también observaban a animales feroces luchando entre ellos. Dicen que más de 9.000 animales murieron durante los primeros meses de apertura del Coliseo. Los gladiadores solían comenzar sus luchas saludando al emperador, diciendo: "Nosotros, que estamos a punto de morir, te saludamos". Hasta el día de hoy quedan manchas de sangre en el suelo de las celdas del Coliseo.

Muy pronto el Coliseo adoptó un patrón. Estaba abierto casi todos los días y ofrecía tres clases diferentes de espectáculos. Por la mañana, soltaban a la arena animales para que lucharan entre ellos. Alrededor de la hora del almuerzo, se ejecutaba públicamente a los prisioneros. Por la tarde llegaban los juegos más populares: violentas luchas entre gladiadores. Los gladiadores eran obligados a ofrecer un espectáculo a la multitud, tratando por todos los medios de herir y matar a sus oponentes que eran otros esclavos. Para evitar que los gladiadores fingieran morir para escapar de una pelea, a los gladiadores que colapsaban los apuñalaban con una lanza al rojo vivo frente a la multitud que lo celebraba.

Pollice Verso, de Jean Léon Gérome, nombre que en latín significa "Con el pulgar invertido".

Cuando un gladiador era herido, el patrocinador de los juegos de ese día (el emperador u otro ciudadano romano prominente) decidía si el gladiador viviría o no. El patrocinador escuchaba los gritos de la multitud. Si gritaban para salvar su vida, el patrocinador a menudo seguía sus deseos y mostraba su pulgar hacia arriba, indicando que el gladiador seguiría vivo y lucharía otro día. A menudo la multitud clamaba por la muerte del gladiador. Si el patrocinador decidía hacer caso a la multitud, mostraba su pulgar hacia abajo. Entonces el gladiador era asesinado cruelmente frente a los vítores de la audiencia.

En recuerdo del Coliseo

La espantosa violencia del Coliseo duró casi 400 años. El último combate de gladiadores tuvo lugar en el año 438 EC. Las piedras del Coliseo están bañadas (literal y metafóricamente) con la sangre de innumerables personas que murieron allí de formas terribles.

Los turistas que recorren las gradas y el vasto complejo subterráneo donde mantenían a los esclavos y a los animales, caminan por uno de los sitios más espeluznantes del planeta. El hecho de que fuera construido y pagara con el sufrimiento judío sólo incrementa su espanto.

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