El poder de la palabra

20/04/2023

7 min de lectura

Metzorá (Levítico 14-15 )

Como vimos en la parashat Tazría, los Sabios identifican la tzaráat (la condición que afecta la piel humana, la tela de la ropa y los muros de la casa) no como una enfermedad sino como un castigo, y no por cualquier pecado sino por un pecado específico: lashón hará, hablar mal de otra persona.

Esto despierta la pregunta obvia: ¿Por qué por hablar mal y no por cualquier otro pecado? ¿Por qué hablar es peor que la violencia física? Hay un viejo dicho inglés que asegura: "Palos y piedras pueden romper mis huesos/ pero las palabras nunca me dañarán". Es desagradable escuchar que alguien dijo cosas feas de ti, pero probablemente no es mucho más terrible que eso.

En la Torá ni siquiera hay una prohibición directa de lashón hará. Hay una prohibición contra los chismes: "No irás como un chismoso entre tu pueblo" (Levítico 19:16). El lashón hará es una parte de este mandamiento general. Así lo define Maimónides: "Hay un pecado todavía peor que cae bajo esta prohibición (del chisme). Es el 'lashón hará', que se refiere a cualquiera que habla despectivamente de su semejante, incluso si lo que dice es la verdad".(1)

Los Sabios se esfuerzan mucho para enfatizar su gravedad. Ellos dicen que es tan grave como los tres pecados cardinales juntos: idolatría, derramamiento de sangre y relaciones sexuales ilícitas.(2) Los Sabios dicen que quien habla lashón hará es como si negara a Dios.(3) También dicen que está prohibido vivir cerca de alguien que acostumbra a hablar lashón hará, y mucho más está prohibido sentarse con ellos y escuchar sus palabras.(4) ¿Por qué el judaísmo da tanta importancia a meras palabras?

La respuesta se conecta con uno de los principios más básicos de la creencia judía. Hay culturas antiguas que servían a sus dioses porque los veían como poderosos: los rayos, los truenos, la lluvia y el sol, el mar y el océano son el epítome de las fuerzas del caos, y a veces los animales salvajes representan el peligro y el miedo. El judaísmo no era una religión que reverenciaba el poder, a pesar de que Dios es más poderoso que cualquier deidad pagana.

El judaísmo, como otras religiones, tiene lugares sagrados, personas sagradas, momentos sagrados y rituales consagrados. Sin embargo, lo que diferencia al judaísmo es que sobre todo es una religión de palabras sagradas. Dios creó el universo con palabras: "Y Dios dijo: Que haya… y hubo". Él se comunicó con la humanidad a través de palabras. En el judaísmo, el lenguaje mismo es sagrado. Por eso, lashón hará, usar el lenguaje para provocar daño, no es sólo una ofensa menor. Implica tomar algo que es sagrado y usarlo para propósitos que no son sagrados. Es una especie de profanación.

Después de crear el universo, el primer regalo de Dios a la humanidad fue el poder de usar palabras para nombrar a los animales, es decir usar el lenguaje para clasificar. Este fue el comienzo del proceso intelectual que constituye la marca distintiva del Homo Sapiens. El Targum traduce la frase: "Y el hombre se convirtió en una criatura viva" (Génesis 2:7), como "un espíritu que habla". En la actualidad, los biólogos evolutivos sostienen que fueron las demandas del lenguaje y el avance que este le dio a los humanos sobre cualquier otra forma de vida, lo que llevó a la masiva expansión del cerebro humano.(5)

Cuando Dios quiso detener el plan de las personas de Babel de construir una torre que llegara al cielo, simplemente "confundió sus lenguajes" para que no fueran capaces de comunicarse. El lenguaje sigue siendo básico para la existencia de los grupos humanos. El crecimiento del nacionalismo en el siglo XIX llevó a que gradualmente se descuidaran los dialectos regionales en favor de un único lenguaje compartido en todo el territorio sobre el cual tenía soberanía una autoridad política. Hasta el día de hoy, las diferencias de lenguaje que existen en una misma nación, son fuente de constante fricción política y social, por ejemplo lo que ocurre entre los anglo y francoparlantes en Canadá, entre quienes hablan holandés, francés, alemán y wallon en Bélgica; y el español y el vasco (también conocido como euskera) en España. Dios creó el universo natural con palabras. Nosotros creamos (y a veces destruimos) el universo social con palabras.

Por lo tanto, el primer principio del lenguaje en el judaísmo es que es creativo. Creamos mundos con las palabras. El segundo principio no es menos fundamental. El monoteísmo de Abraham introdujo en el mundo la idea de un Dios que trasciende al universo, y quien por lo tanto, no puede ser identificado con ningún fenómeno dentro del universo. Dios es invisible. Por eso, para el judaísmo todas las imágenes e íconos religiosos son una señal de idolatría.

¿Pero cómo puede revelarse un Dios invisible? La revelación no es un problema para el politeísmo. Los paganos veían dioses en la panoplia de la naturaleza que nos rodea, haciéndonos sentir pequeños ante su inmensidad e impotentes ante su furia. Un Dios que no se puede ver ni representar en imágenes, requiere una clase de sensibilidad religiosa completamente diferente. ¿Dónde se puede encontrar un Dios así?

La respuesta es: en las palabras. Dios habló. Él habló con Adam, Nóaj, Abraham, Moshé. En la revelación en el Monte Sinaí, tal como Moshé les recordó a los israelitas: "Dios les habló desde el fuego. Ustedes escucharon el sonido de las palabras pero no vieron ninguna forma; sólo había una voz" (Deuteronomio 4:12). En el judaísmo, las palabras son el vehículo de la revelación. El profeta es el hombre o la mujer que escucha y dice la palabra de Dios. Ese fue el fenómeno que ni Spinoza ni Einstein pudieron entender. Ellos podían aceptar la idea de un Dios que creó el cielo y la tierra, la fuerza de las fuerzas y la causa de todas las causas, el originador de lo que hoy en día llamamos el Big Bang, el Dios que fue el arquitecto de la materia y el compositor del orden. Es famoso que Einstein dijo que "Dios no juega a los dados con el universo". De hecho, en última instancia, la fe en el universo como el producto de una única inteligencia creativa es lo que desde un primer momento se encuentra por debajo de la mentalidad científica.

El judaísmo llama a este aspecto de Dios Elokim. Pero creemos también en otro aspecto de Dios, al cual llamamos Hashem, el Dios de las relaciones, y las relaciones existen en virtud del habla. Porque el habla es lo que nos permite comunicarnos con los demás y compartir con ellos nuestros miedos, esperanzas, amores, planes, sentimientos e intenciones. El habla nos permite transmitir nuestra interioridad a los demás. Esto se encuentra en el eje mismo de la conexión humana. Un dios que puede crear universos pero no puede hablar ni escuchar, sería un dios impersonal; un dios incapaz de entender lo que nos hace humanos. Servir a ese dios sería similar a prosternarse ante el sol o ante una computadora gigante. Nosotros podemos preocuparnos por él, pero él no puede preocuparse por nosotros. Ese no es el Dios de Abraham.

Las palabras también son importantes en otro sentido. Podemos usar el lenguaje no sólo para describir o declarar. Podemos usarlo para crear nuevos hechos morales. El filósofo de Oxford J. L. Austin llamó a este uso especial del lenguaje "enunciado performativo".(6) El ejemplo clásico es hacer una promesa. Cuando hago una promesa, creo una obligación que antes no existía. Nietzsche creía que la capacidad de hacer una promesa era el nacimiento de la moralidad y la responsabilidad humana.(7)

De aquí surge la idea básica del judaísmo: el brit, pacto, que no es otra cosa fuera de una promesa mutuamente vinculante entre Dios y los seres humanos. Lo que define la relación especial entre el pueblo judío y Dios no es que Él nos sacó de la esclavitud a la libertad. Él también hizo eso por otros pueblos, como dice el profeta Amós: "¿Acaso Yo no saqué a Israel de Egipto, a los filisteos de Kaftor y a los arameos de Kir?" (Amós 9:7). Lo singular es que en el Sinaí, Dios e Israel entraron en un acuerdo mutuo que los unió con un nexo eterno.

El pacto es la palabra que une el cielo y la tierra, la palabra hablada, la palabra escuchada, la palabra afirmada y honrada con confianza. Por esa razón, los judíos fueron capaces de sobrevivir al exilio. Podían haber perdido su hogar, su tierra, su poder, su libertad, pero seguían teniendo la palabra de Dios, la palabra que Él dijo que nunca quebraría ni alteraría. La Torá, en el sentido más profundo, es la palabra de Dios, y el judaísmo es la religión de las palabras sagradas.

De esto se deduce que hacer mal uso o abusar del lenguaje para sembrar sospechas y disenso no sólo es destructivo, sino que es un sacrilegio. Es tomar algo sagrado, la capacidad humana de comunicarse y de esta manera unir alma con alma, y usarla para los propósitos más bajos, para dividir a un alma de otra alma y destruir la confianza de la que dependen las relaciones no coercitivas.

De acuerdo con los Sabios, esta es la razón por la cual quien habla lashón hará se ve afectado por lepra y es obligado a vivir como un paria, fuera del campamento. El castigo es medida por medida:

¿Qué tiene de especial la persona afligida por tzaráat para que la Torá diga: "Debe vivir sola, debe vivir fuera del campamento" (Levítico 13:46)? El Santo, Bendito Sea, dijo: "Dado que esa persona buscó crear división entre una persona y su esposa, o entre una persona y su vecino, (es castigada siendo separada de la comunidad), que es por lo que dice: "Que viva solo, afuera del campamento".(8)

Para el judaísmo, el lenguaje es la base de la creación, de la revelación y de la vida moral. Es el aire que respiramos como seres sociales. Por eso Proverbios (18:21) declara: "La muerte y la vida están en poder de la lengua". Asimismo, el versículo de Salmos declara: "Quien ama la vida y desea ver muchos días buenos, que cuide su lengua del mal y sus labios de hablar mentiras" (Salmos 34:13-14).

El judaísmo emergió como una respuesta a una serie de preguntas: ¿Cómo pueden los seres humanos finitos conectarse con un Dios infinito? ¿Cómo pueden conectarse mutuamente? ¿Cómo puede haber cooperación, colaboración, acción colectiva, familias, comunidades y una nación, sin el uso coercitivo del poder? ¿Cómo podemos formar relaciones de confianza? ¿Cómo podemos redimir a la persona humana de su soledad? ¿Cómo podemos crear libertad colectiva de forma tal que mi libertad no se adquiera a costo de la tuya?

La respuesta es: a través de las palabras, las palabras que comunican, palabras que unen, palabras que honran al Otro Divino y al otro humano. El lashón hará, al envenenar el lenguaje, destruye la base misma de la visión judía. Cuando hablamos mal de otros, los disminuimos, nos disminuimos a nosotros mismos y dañamos la ecología de la libertad.

Por eso los Sabios se refieren con tanta gravedad al lashón hará, lo consideran el peor pecado, y creen que todo el fenómeno de la tzaráat en el cuerpo, la ropa y las casas, era una forma en la que Dios lo hacía público y lo estigmatizaba.

La Torá nos enseña que nunca debemos tomar el lenguaje a la ligera. Porque a través del lenguaje Dios creó el mundo natural, y a través del lenguaje nosotros creamos y mantenemos nuestro mundo social. Y esto es tan esencial para nuestra supervivencia como el aire que respiramos.

Shabat Shalom


NOTAS

  1. Maimónides, Mishné Torá, Hiljot Deot 7:2.
  2. Arajín 15b.
  3. Ibid.
  4. Arajín 15a.
  5. Ver Steven Pinker, "The Language Instinct" (New York: William Morrow, 1994); Robin Dunbar, "Grooming, Gossip and the Evolution of Language" (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1996); Guy Deutscher, "Through the Looking Glass: Why the World Looks Different in Other Languages" (New York: Metropolitan/Henry Holt, 2010).
  6. J. L. Austin, How to Do Things with Words (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1962).
  7. Friedrich Nietzsche, ensayo 2 en "On the Genealogy of Morality", ed. Keith Ansell-Pearson, traducción Carol Diethe (Cambridge, UK: Cambridge University Press, 1994).
  8. Ialkut Shimoni I:552.
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