El rabino del siglo XVII que luchó contra la adicción al juego

23/08/2023

5 min de lectura

La destacada y honesta autobiografía de Rav León Modena, un gran erudito italiano, describe su lucha para superar su adicción al juego.

¿Cómo te sentirías si descubrieras que tu rabino, la persona a quien respetas y consideras sabio y compasivo, también lucha con una adicción? ¿Acaso esa dificultad personal te llevaría a considerarlo de otra manera, incluso a descalificarlo como tu guía espiritual?

La pregunta no es sólo para una discusión teórica en una clase de ética universitaria. Es un dilema de la vida real que ocurrió hace más de 350 años en el gueto judío de Venecia.

Rav León (Iehudá) Modena (1571-1648), uno de los más destacados rabinos de Italia, comenzó a escribir su autobiografía dos meses después de la muerte de su hijo mayor, Mordejai, en 1617. "La vida de Iehudá" (Jaiei Iehudá), una de las primeras y más importantes autobiografías de la historia judía, ofrece una imagen fascinante sobre las dificultades de la vida de una familia judía de Italia en el siglo XVII.

Rav Leon Modena (1571-1648)

Allí, con una franqueza sorprendente, Rav Modena admite su dificultad con las apuestas y los juegos de azar, una adicción que amenazó la estabilidad económica de su familia mientras estuvo vivo y que dañó su reputación después de su muerte.

Con dolorosa honestidad, Rav Modena describe las difíciles relaciones que tuvo con sus tres hijos, lo cual le causó terrible dolor. "Uno murió", envenenado por sus experimentos de alquimia, "uno fue asesinado" por miembros de su pandilla judía, "y uno vive en el exilio", alentado a abandonar el hogar debido a su estilo de vida delincuente. La relación con su esposa era igualmente complicada: ella era la hermana de su antigua novia, pero fue obligado a casarse con ella después de que su prometida enfermara y muriera. En un momento más tardío de la vida, su esposa estuvo enferma y luego sufrió una enfermedad mental, una situación que casi lo llevó al borde del abismo, provocando que su propia salud se viera afectada. Todas estas dificultades personales ocurrieron sobre el telón de fondo de la inestabilidad que experimentaba toda la comunidad judía, que casi fue expulsada de Venecia en 1637.

A pesar de todas sus dificultades, Rav Modena se convirtió en uno de los grandes eruditos de Torá de su época, dominando una amplia gama de disciplinas, desde el Talmud y la filosofía judía a la gramática latina y la poesía italiana. Reconocido como un prodigio desde muy joven, creció y se convirtió en un celebrado educador y orador, cuya reputación se propagó más allá de las murallas del gueto, tanto que los frailes católicos y otros extranjeros importantes a menudo llegaban a la Gran Sinagoga de Venecia para escucharlo hablar.

Rav Modena también escribió muchas obras eruditas importantes sobre las polémicas judío-cristianas, la historia de la Cábala y la ética judía. Sorprendentemente, él incluyó una lista de sus obras inmediatamente después de su aterradora descripción del asesinato de su hijo Zebulún, que tuvo lugar ante sus ojos. Sus libros fueron "una gran fuente de consuelo", un legado en lugar de sus hijos que aseguraría que su "nombre nunca fuera borrado de entre los judíos o del mundo en general".

A lo largo de sus memorias, Rav Modena a menudo se refiere a sus "pecados", pero escribe abiertamente sobre uno en particular: el juego. Él comenzó a participar en juegos de azar en Janucá, cuando tenía 23 años, y siguió jugando de vez en cuando durante el resto de su vida. De acuerdo con su propia declaración, casi siempre perdía, de esa forma perdió las dotes de sus hijas y se endeudó mucho.

A lo largo de los siglos, las autoridades rabínicas no han visto con agrado el juego, en todas sus formas. En el Talmud, el juego se considera una forma de robo, ya que la persona que pierde el juego nunca logra aceptar sus pérdidas. Aunque la ley judía no lo prohíbe formalmente, el jugador profesional está descalificado para servir como testigo en un tribunal judío, debido a que los jugadores "no hacen nada para promover el beneficio de la sociedad".

Como puede entender cualquiera que luche con una adicción, Rav Modena experimentó altibajos en su lucha para superar su adicción. "Durante Janucá (20-23 de diciembre de 1598), el Satán me engaño para que jugara juegos de azar y para el siguiente Shavuot (30-31 de mayo de 1599) había perdido más de 300 ducados. Pero desde entonces hasta la víspera de Janucá (30 de noviembre de 1600) fui muy cuidadoso, dedicándome a la enseñanza durante 18 meses, y pagué todas mis deudas".

Aunque era capaz de controlarse durante largos períodos, su adicción siempre volvía a arrastrarlo a la mesa de juego.

Aunque era capaz de controlarse durante largos períodos, su adicción siempre volvía a arrastrarlo a la mesa de juego. "En el mes de jeshván del año 5369 (septiembre-octubre 1608), me mudé al gueto Nuovo… Allí tuve muchos alumnos durante el invierno. Pero hice lo que los ángeles mensajeros le dijeron a Sará al responder a su negativa [es decir, jugué juegos de azar] hasta que mi comportamiento se volvió tan salvaje que acepté irme a vivir lejos de Venecia. Por correspondencia me comprometí para ir a Florencia a predicar y tener alumnos por un salario anual de 200 ducados, pagados por la comunidad". Su problema con el juego amenazó, pero afortunadamente nunca arruinó su carrera.

Su consciencia lo molestaba, por lo que Rav Modena ofrece excusas por sus repetidos lapsos. Sus episodios de juego casi siempre siguieron tras una calamidad personal o profesional. Después de la muerte de Mordejai, su hijo predilecto, escribió: "Regresé con gran ansiedad al enemigo… a jugar juegos de azar". Dada la trágica vida familiar de Rav Modena, es difícil no simpatizar con él. A raíz de la tragedia, es natural buscar alguna forma de distracción, aunque sea transitoria.

Pero en definitiva, Rav Modena no estaba satisfecho con esas excusas. Él consideraba que el juego era su principal pecado, "el pecado de Iehudá", y durante toda su vida se sintió muy molesto por la incongruencia de su rol rabínico y su adicción al juego.

La historia de Rav León Modena no tuvo un final de cuento de hadas. Hasta el final de su vida luchó y sólo tuvo éxito parcial para controlar su deseo por el juego. Su incapacidad de lograr una clara victoria sobre sus tentaciones (algo que habitualmente estaba presente en las autobiografías cristianas de su época) dañó significativamente su reputación en muchos círculos.

Controlar nuestras pasiones y tentaciones no es un juego de suma cero. Incluso con nuestras fallas, es posible servir a Dios con gran autenticidad.

Pero declarar que Rav Modena fue un fracaso me parece simplista y equivocado. Todo adicto recuperado entiende que las adicciones raramente son "conquistadas" de una vez y para siempre. El daño de una recaída siempre está presente. Luchar contra una adicción es un proceso a largo plazo que rara vez llega con un final perfecto o definitivo.

Si nos sumergimos más profundo, los pensadores judíos hace mucho reconocieron que controlar nuestras pasiones y tentaciones no es un juego de suma cero. Incluso con nuestras fallas, es posible servir a Dios con gran autenticidad. Como dijo Rav Tzvi Meir Zilberberg, un destacado rabino jasídico de Jerusalem: "Cada esfuerzo, cada intento, cada deseo, cada anhelo y cada plegaria [a Dios para superar nuestra tentación] brinda enorme placer al Creador. En particular, cuando no tenemos éxito superando a nuestra parte animal y sin embargo seguimos luchando y haciendo lo mejor que podemos para superar nuestras inclinaciones, esto brinda la mayor alegría posible a Dios… y para Él es más valioso que esos momentos en los cuales sí logramos controlar nuestras tentaciones" (Sijot Hisjazkut, Simjat Beit HaShoevá 5760).

Durante el mes de elul, el mes hebreo previo a Rosh Hashaná, los judíos acostumbran a comenzar el proceso de arrepentimiento y retorno a Dios que culminará en Iom Kipur. ¿En qué consiste este "proceso de arrepentimiento"? Maimónides identifica tres pasos críticos: arrepentimiento, confesión ante Dios y abandonar el pecado. De manera reveladora, los dos primeros pasos (el comienzo del cambio real), consisten en honestidad: honestidad con uno mismo y honestidad ante Dios. Rechazar las excusas y los justificativos es el primer paso para un cambio real y duradero.

Rav León Modena nunca superó por completo su adicción al juego, pero su autobiografía sorprendentemente honesta deja claro que, heroicamente, se negó a rendirse y continuó su lucha hasta el último día de su vida. A pesar de los defectos de Rav Modena, él nos enseñó que la verdadera grandeza no viene del éxito sino de nuestros esfuerzos incesantes por alcanzarlo.

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