Estar 'muy ocupado' no siempre es bueno

05/02/2024

3 min de lectura

El frenético ajetreo se convirtió en símbolo de logros. Pero no es así.

Todos están muy ocupados.

En su artículo “The Busy Trap” (la trampa de estar ocupado), Tim Kreide escribió:

Si vives en los Estados Unidos en el siglo XXI, probablemente has tenido que escuchar a muchas personas decirte cuán ocupadas están. Se ha convertido en la respuesta predeterminada cuando le preguntas a alguien cómo está: “¡Ocupado!” “Muy ocupado”. “Increíblemente ocupado”. Es, claramente, un alarde disfrazado de queja. Y la respuesta clásica es una especie de felicitación: “Ese es un buen problema” o “Mejor eso y no lo contrario”.

Mira a tu alrededor y verás que, por lo general, estas personas que te dicen lo ocupadas que están, no son las que hacen turnos sucesivos en la Unidad de Terapia Intensiva o viajan en autobús a tres trabajos de sueldo mínimo. Las que realmente hacen eso no están "ocupadas" sino agotadas, muertas de cansancio. Las que dicen estar ocupadas casi siempre son personas cuyos lamentos son autoimpuestos: trabajo y obligaciones que ellas han tomado voluntariamente, clases y actividades que alentaron a sus hijos para que participen. Están ocupados por su propia ambición, impulso o ansiedad, porque son adictos a estar ocupados y tienen pavor de lo que podrían tener que enfrentar en su ausencia.

Un estudio del Monthly Labor Review descubrió que las personas que estiman que trabajan 75 o más horas, en promedio se equivocan en unas 25 horas. El estudio menciona a un hombre joven que reportó trabajar 180 horas por semana, lo que es literalmente imposible, ya que eso es doce horas más de lo que contiene una semana. ¿Cuántas horas a la semana trabajas tú?

En el relato bíblico de Abraham, cuando los ángeles disfrazados de hombres llegaron a visitarlo, él les ofreció agua para lavarse sus pies. Creyendo que eran idólatras que se prosternaban ante el polvo de sus pies, Abraham no quiso que ellos llevaran esa idolatría a su hogar.

¿Qué clase de idolatría es esta? ¿Quién sería tan tonto como para idolatrar el polvo de sus pies?

Una explicación es que estos “idólatras” eran mercaderes. Ellos viajaban e iban por todos lados haciendo negocios, vendiendo sus mercancías, haciendo clientes. Toda esa actividad y “ocupación” levantaba polvo. La idea de que ellos idolatraban el polvo de sus pies es que se prosternaban ante su ocupación, se arrodillaban ante sus esfuerzos e iniciativas. Estos mercaderes estaban obsesionados y adictos a correr por todos lados, a mantenerse ocupados y levantar polvo. Erróneamente, ellos atribuían su éxito al nivel de su actividad, asumiendo que su determinación y su trabajo (sus negocios) eran los que daban resultados, no Dios. Eso es idolatría.

Muchas personas condicionan su autoestima con cuán ocupadas están, o al menos parecen estar. Cuando nos preguntan cómo va todo, muchos instintivamente hablamos de cuán poco tiempo tenemos, cuántas cosas están pasando, cuán ocupados estamos. El tiempo libre solía ser considerado como un símbolo de estatus. Ahora, el tiempo libre es menospreciado como holgazanería. En cambio, estar frenéticamente ocupado se ha convertido en el símbolo de los logros.

Abraham les dijo a sus huéspedes: laven sus pies, desháganse de ese polvo, eliminen la adicción y la idolatría a los negocios, y disfruten un poco de una vida más lenta.

Entonces, ¿cuál es el antídoto contra la idolatría en el altar de estar muy ocupados? ¿Acaso no necesitamos mantenernos súper activos para que llegar a hacer todo? Después de decirles que se laven los pies, que dejen la idolatría de ser activos y trabajar en exceso, Abraham les dijo: “descansen debajo del árbol”. Abraham les estaba diciendo: “Apóyense bajo el árbol, pónganse bajo la protección y el apoyo de Dios. Sí, tomen la iniciativa, trabajen duro, pero luego pongan su confianza en Dios. Si Él quiere que sean exitosos, Él puede darles el éxito después de una cantidad razonable de trabajo; si continúan trabajando excesivamente, en realidad no están confiando en Dios y esto disminuye su ganancia espiritual”.

Por supuesto que tenemos responsabilidades, obligaciones, sueños y ambiciones. Pero debemos dejar de adorar la idolatría del polvo, de prosternarnos ante el frenetismo de estar ocupados.

No sólo debemos recordar que es aceptable bajar el ritmo, sino que es un valor y una virtud, es la verdadera medalla de honor.

Hace poco conversé con un extremadamente exitoso hombre de negocios. Le pregunté sobre su horario diario y él me contó que empieza a trabajar temprano en la mañana, intenta terminar la mayoría de los días a tiempo para cuando los niños regresan a casa de la escuela, se asegura de encontrar tiempo para hacer ejercicio y estudiar cada día y para pasar tiempo con su esposa en la noche. Cuando terminó de describir el equilibrio y los límites de su vida, yo quedé más impresionado, no menos.

Es momento de lavar nuestros pies de la ilusión de que estar ocupados es equivalente a productividad, y comenzar a apoyarnos debajo del árbol y disfrutar de la sombra de Dios.

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