¿Cómo puedes amar a tu prójimo como a ti mismo?

03/07/2023

3 min de lectura

Supera las diferencias y enfócate en vez en las similitudes.

Este artículo está dedicado en memoria de Deborah Berezdivin, una estudiante puertorriqueña de 21 años de la Universidad George Washington, que falleció en el colapso del condominio de Surfside hace exactamente dos años atrás. Deborah bat Jaya Talia a’h, vivió su corta pero hermosa vida ejemplificando siempre el prinicipio judío de: "Ama a tu prójimo como a ti mismo".


El rabino Aryeh Levin era conocido como el "hombre justo de Jerusalem". Era increíblemente piadoso, amable y un gran erudito. Vivía en el pintoresco barrio de Najlaot, justo detrás del ajetreado mercado abierto. Había un joven que creció en el vecindario y a quien el rabino Aryeh conocía bien, pero sentía que el chico lo evitaba.

Un día, se encontraron en los estrechos callejones de Najlaot y el rabino Aryeh se enfrentó a él y le dijo: "No puedo evitar sentir que me estás evitando, cuéntame cómo estás".

El joven respondió tímidamente que era cierto, que estaba evitando al gran rabino, ya que había crecido observante pero había decidido alejarse por completo de la vida observante.

Dijo: "Rebe, me sentí tan avergonzado de encontrarme con usted, ya que me quité la kipá y ya no soy observante".

El rabino Aryeh tomó la mano del joven entre las suyas y le dijo: "Querido Moshé, no te preocupes. Soy una persona muy baja. Solo puedo ver lo que hay en tu corazón, no puedo ver lo que hay en tu cabeza".

La Torá nos ordena "amar a tu prójimo como a ti mismo" (en hebreo, la frase 'a ti mismo' es kamoja). Eso no significa amar a tu prójimo literalmente como te amas a ti mismo, lo cual sería irrealista, o simplemente imposible. Significa amar a tu prójimo, ¿por qué? Porque él o ella es como tú, similar a ti. Ambos poseen la misma chispa de vida, la misma alma divina, ambos tienen fortalezas y debilidades, ambos tienen virtudes y defectos, ambos tienen cosas de las cuales enorgullecerse y áreas en las que trabajar.

No puedes amar a los demás —ciertamente no a todos los demás— tanto como te amas a ti mismo, pero definitivamente puedes aprender a amar más. ¿Cómo? "Como a ti mismo". Porque si puedes dejar de lado su kipá diferente o su falta de kipá, si ignoras cómo se visten de manera diferente, actúan de manera diferente, piensan de manera diferente, si eliminas sus peculiaridades y hábitos que te vuelven loco, descubrirás que son iguales a ti.

El gran sabio judío, Rabí Akiva, fue testigo de cómo miles de sus estudiantes no lograron aprender esta lección. Se enfocaron en sus diferencias en lugar de elegir abrazar sus similitudes y el resultado fue que no podían verse a sí mismos en los demás, no podían relacionarse ni identificarse con otros. Veían a sus compañeros de estudios como diferentes, como el "otro", y eso los llevaba a faltarse al respeto mutuamente. Rabí Akiva asistió a miles de funerales y pronunció miles de elogios fúnebres mientras sus estudiantes eran diezmados por una plaga punitiva, y luego enseñó: "'Ama a tu prójimo como a ti mismo' es el principio fundamental de la Torá".

No es una coincidencia que el mismo Rabí Akiva sea citado en Ética de los Padres, la colección mishnaica de dichos éticos, enseñando: "Qué valiosa es cada persona porque todos fuimos creados a imagen de Dios". Internalizar eso es el secreto para amar a todos.

Es posible que no tengas la capacidad de amar a los demás tanto como a ti mismo, pero puedes hacer mucho mejor en amar a los demás, especialmente a aquellos que son diferentes a ti, al enfocarte en cómo son similares a ti a pesar de sus diferencias. Despoja las capas de aquello que te separa de los demás hasta encontrar un terreno común que los conecte. Esa es la expresión plena de "amar a tu prójimo judío".

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