Multimedia
7 min de lectura
4 min de lectura
Si apunto más alto, puedo conquistar mis deficiencias.
¿Acaso no todo el mundo perdió alguna vez un vuelo o subió a un avión con la intención de aterrizar en una ciudad pero terminó en otra? Todos nos encontramos alguna vez en un lugar diferente del que teníamos en mente.
Rav Abraham Twersky cuenta la historia de un Rebe jasídico que una vez fue acusado falsamente de robo y lo llevaron a prisión. Fue una experiencia miserable.
Allí había violencia y extorsión. Sin embargo, uno de los prisioneros era diferente. Él había sido secuestrado cuando era pequeño, sabía que era judío y recordaba su nombre judío.
Eso era todo. No tenía ninguna otra conexión con el judaísmo ni con el pueblo judío.
El Rebe se hizo amigo de este prisionero y le enseñó el Shemá. Poco a poco, aprendió un poco de hebreo y también algo sobre las prácticas judías. Después de dos meses, el Rebe y aquel prisionero lograron escapar de la cárcel.
Cuando estaba en prisión, el Rebe se había preguntado: ¿Por qué Dios me habrá puesto en este lugar tan inhóspito? Después de que escaparon, su compañero de celda retornó a su religión y a su pueblo, y así, el Rebe obtuvo su respuesta.
La idea de la teshuvá ('retorno' o 'arrepentimiento') es hacer voluntariamente lo que la vida nos obliga a hacer de forma involuntaria. Casi todos terminamos en algún momento en un lugar diferente del anticipado, ya sea viviendo en otra ciudad, buscando otro campo de trabajo o casándonos con una persona diferente de lo que pensábamos.
La vida nos hace cambiar. Nos coloca en un lugar completamente diferente. Hacer teshuvá, arrepentirse, es colocarse a uno mismo en un lugar completamente diferente.
¿Por qué?
El Talmud dice que Dios creó el mundo con la letra hebrea hei (ה) porque ella permite la teshuvá. Una hei tiene la forma del marco de una puerta, con un dintel y dos lados, pero sin piso. La hei también es una abreviatura del Nombre de Dios y el espacio dentro de la hei simboliza la presencia Divina. Al estar abierta por abajo, la hei le permite al ser humano la libertad de pecar, de salir y alejarse de los brazos de Dios. El Talmud extiende todavía más la metáfora. La hei no sólo permite el pecado. De hecho, uno de sus lados está incompleto, ligeramente abierto justo debajo del dintel. Esta segunda apertura representa la posibilidad de retornar, de volver a entrar al espacio sagrado, la posibilidad de la teshuvá.
Pero uno regresa por un lugar diferente, no a través del suelo, el mismo lugar por donde salió. El Talmud pregunta: ¿Por qué el pecador no puede simplemente regresar por el mismo lugar por donde salió?
El arrepentimiento no es lineal.
"Eso no ayudaría", explica el Talmud. No funciona de esa manera. Es necesario reingresar por un lugar diferente.
¿Por qué?
La teshuvá no se trata de pecar y luego pensar que es posible arrepentirse del pecado, corregir el pecado, y retornar a donde uno estaba antes.
Si la teshuvá fuera lineal, todo se limitaría a sentir remordimiento, portarse un poco mejor, crecer un poco, y entonces volver a entrar al espacio sagrado de Dios, simbolizado por el espacio dentro de la hei. Pero la teshuvá no es lineal. Por eso, año tras año, muchas personas atraviesan toda la estación de las Altas Fiestas, piensan que han hecho teshuvá, y luego, cuando llega el siguiente Rosh Hashaná, sienten que en verdad no han mejorado demasiado. Están nuevamente en donde comenzaron, estancados en los mismos malos hábitos, acosados por los mismos defectos y deficiencias.
¿Por qué?
Porque no comprendieron que para retornar, es necesario no sólo crecer, sino cambiar.
No enfocarse en los mismos defectos antiguos y tratar de remediarlos, sino aspirar a algo más grande.
Tener más motivación.
Una aspiración más elevada.
Un sueño que pueda cambiarte la vida.
Dentro de un todo más grande, es más fácil curar esas viejas fallas.
Dentro de una mayor disciplina espiritual, es más probable poder corregir esos malos hábitos.
La motivación es importante. Mientras mayor sea, así también crecerán los resultados.
Alguna vez pensé que era descabellado que realmente pudiera llegar a estudiar más Torá de forma permanente, o pasar más tiempo con mi familia, o marcar una diferencia en la comunidad. De hecho, puedo hacerlo, pero sólo si no retrocedo y reoriento algunos pasos. Puedo hacerlo, pero sólo si me convierto en una persona diferente.
Cuando amplío mi visión, cuando, por ejemplo, me propongo no sólo "estudiar más Torá" sino "completar todo el Talmud"; cuando la meta no es "cerrar mi casilla de correo electrónico una hora al día", sino "desde el momento que llego a casa hasta el día siguiente"; cuando me propongo no "dar un poco más a la comunidad", sino "asumir la dirección de una organización importante"… Si realmente puedo visualizar un "yo" diferente y extender mi alcance, entonces puedo lograr mis objetivos.
Si apunto más alto, puedo conquistar mis deficiencias.
Si accedo a un lugar diferente.
Eso es teshuvá.
La segunda apertura de la letra hei significa que necesitamos entender cómo hacer voluntariamente algo tan grande como lo que la vida nos obliga a hacer involuntariamente. ¿Cómo alejarnos de nuestra zona de confort.
Cómo entrar a un lugar diferente.
Esta dimensión de cambio es necesaria para poder salir de la rutina y del patrón de pecado y teshuvá del último Iom Kipur, sólo para encontrarnos otra vez justo donde comenzamos este Iom Kipur.
Esa es la dimensión necesaria.
El Alter de Slobodka dijo: "Si supiera que sólo puedo ser lo que soy, no podría soportarlo: pero si no me esfuerzo por llegar a ser como el Gaón de Vilna, entonces ni siquiera llegaré a ser lo que soy".
Por eso hay una segunda apertura.
No es una segunda oportunidad.
Es una invitación a un mundo completamente nuevo.
Este artículo apareció originalmente en "Intermountain Jewish News", con base en Denver, Colorado.
Nuestro newsletter está repleto de ideas interesantes y relevantes sobre historia judía, recetas judías, filosofía, actualidad, festividades y más.