Iom Kipur y el incendio que destruyó todas nuestras posesiones

28/09/2022

4 min de lectura

¿Qué haces cuando te quitan todo lo que posees y a pesar de eso tienes la fortuna de tener todo lo que realmente importa?

Nos mudábamos de casa y teníamos todos los complicados detalles resueltos. Nos deshicimos de todas las cosas que no necesitabamos y conservamos sólo los muebles realmente importantes y los objetos sentimentales que eran muy significativos. Pero en medio de nuestro viaje, Dios tenía otros planes para nosotros...

Mi esposo manejaba hacia nuestra nueva casa y llevaba con el auto un tráiler con todas nuestras pertenencias adentro, pero tuvo un espantoso accidente de tránsito. El auto y el tráiler se prendieron en llamas. Milagrosamente, mi marido no resultó herido.

Yo había viajado antes en avión por cuestiones de trabajo y las imágenes de lo que debe haber sido la escena pasaban por mi mente. Me imaginé a mi esposo saliendo por la ventanilla del auto destruido. No sabía cómo agradecerle a Dios por salvar a mi esposo.

Pero también pensé en los candelabros de Shabat con los nombres de cada uno de mis hijos, aplastados, quemados y perdidos. Pensé en los álbumes de fotos con décadas de nuestras vidas, que desaparecieron en segundos. Los libros sagrados y los libros de plegarias con los que aprendimos a rezar, esparcidos por la carretera, reducidos a cenizas.

Pensé en los platos del Séder, las janukiot, las hagadot que hicieron los niños y los proyectos escolares que yo guardé y organicé con esmero a lo largo de los años. Todo desapareció en un instante, se quemó. Todo se esfumó sin previo aviso.

En mi mente escuché el eco de la plegaria que decimos durante las Altas Fiestas:

"Nuestras vidas son como una vasija que se rompe, como la hierba seca, como una flor marchita, como una sombra que pasa y una nube que se desvanece, como una brisa que sopla y se va, como polvo que se esfuma, como un sueño que se va volando". (Unetane tokef)

¿Qué haces cuando te quitan todo lo que posees y a pesar de eso sigues teniendo la fortuna suficiente como para tener todo lo que realmente importa?

Sabía que la respuesta a esta pregunta era simplemente estar feliz y sentir agradecimiento. Pero en cambio, me paré en la entrada de nuestra nueva casa y lloré. Allí parada sentí la pérdida de 23 años de cosas que habíamos construido juntos. Me sentí perdida en una nueva ciudad, en un espacio desconocido, en un mundo que aparentemente había borrado mi pasado sin previo aviso.

Entonces recordé el resto de la plegaria de las Altas Fiestas:

"Así haces pasar, cuentas y registras. Ves las almas de todos los seres vivos. Decretas la duración de sus días. En Rosh Hashaná se inscribe y en Iom Kipur se sella. Cuántos morirán y cuántos nacerán. Quién vivirá y quién morirá. Quién llegará al final de sus días y quién no".

Entonces comencé a temblar al comprender que el accidente y el incendio habían sido sellados el último Iom Kipur. Yo pensaba que sabía lo que necesitaba en mi vida, pero Dios es quien realmente decide qué dar y qué quitar. Si el último Iom Kipur hubiera tenido acceso a esa espantosa escena de nuestro automóvil en llamas y nuestras más queridas posesiones esparcidas por la carretera, ¿cuántas horas habría pasado llorando y suplicándole a Dios que se llevara todo lo que tengo, pero que por favor salvara a mi esposo?

"Quién morirá por agua y quién por fuego".

De haberlo sabido, Le hubiera suplicado: "Llévate cada una de mis joyas. Cada objeto de plata. Llévate todo lo que alguna vez me fue importante, Tan sólo perdona la vida de mi esposo".

Al entrar a nuestro nuevo salón vacío, volví a llorar, pero esta vez por una profunda gratitud. No tenía mis candelabros de Shabat, pero tenía todos los Shabatot que compartimos juntos como familia. No tenía todos nuestros libros de plegarias y majzorim, pero tenía todas las plegarias que dijimos alguna vez. No tenía nuestras janukiot, pero tenía todos los años en los que festejamos juntos Janucá. No tenía nuestros platos de Pésaj, pero tenía todos los Séders que habíamos compartido juntos.

No tenía las fotos de mis hijos cuando eran bebés, pero tenía los años de maternidad con los que había sido bendecida y el amor que pude brindarles. No tenía mis medallas de las maratones que corrí, pero tenía dentro de mí la resistencia espiritual que había logrado construir al cruzar esas metas.

No tenía nada de lo que había querido guardar de nuestra última casa, pero tenía a mis hijos. Tenía a mi esposo. Tenía dentro de mí todo lo que necesitaba para volver a construir.

Ahora que se acerca Iom Kipur, comprendí lo que siempre supe...

Cuando nos vamos de este mundo no nos llevamos ninguno de nuestros bienes. Cuando partimos de este mundo no nos llevamos ninguno de nuestros logros, pero partimos con las marcas indelebles que quedaron en nuestras almas al superar nuestros desafíos.

A cada uno le otorgan una cantidad de tiempo finita en este mundo y nadie sabe cuánto tiempo tendremos aquí. Tenemos programado un número limitado de encuentros en este mundo. ¿Cómo nos presentamos en esos encuentros? ¿Somos tan pacientes y amables como lo seríamos si supiéramos que es uno de los últimos? Si este fuera nuestro último Iom Kipur, ¿rezaríamos de forma diferente a lo que hicimos el año pasado?

Este es el primer Iom Kipur en el cual realmente entiendo qué significa presentarse ante mi Creador con las manos vacías. Toda mi ropa, todo mi pasado, todas las cosas que formaban mi identidad desaparecieron como una sombra pasajera, como un sueño que se desvanece. "Pero Tú eres el Rey, Dios eterno. Tus años no tienen límite, y no tienen fin Tus días…"

Tú otorgas y tú quitas, pero nunca te das por vencido con nosotros. Tú sostienes nuestros corazones rotos y los fragmentos de nuestros recuerdos. Tú eres quien recuerda cuando nosotros olvidamos. Cuando todo desaparece, todo lo que queda eres Tú.

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.