Perfiles
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Un enfoque místico sobre las tendencias opuestas de la personalidad.
Autor del libro "Propósito" – El Eje central de una vida apasionante
En artículos pasados hablamos sobre el desafío que enfrentamos todas las personas al tratar de vivir en paz y equilibrio con las fuerzas contrarias que habitan en nosotros. Todos nos vemos atraídos en cierta medida por una fuerza de orden y razón que nos da estructura y sentido, por un lado, y por otro lado, una fuerza totalmente diferente, de amor incondicional, creatividad y espontaneidad. Incluso se ha llegado a la conclusión de que cada una de estas tendencias están dirigidas por los dos hemisferios del cerebro (el cerebro izquierdo maneja la estructura rígida, mientras que el derecho la creatividad espontanea). Esta fascinante dualidad que existe en nuestras emociones y en nuestra personalidad, lejos de ser un trastorno, es lo que nos hace humanos y representa la base del trabajo de refinamiento de la personalidad y el carácter, sobre lo cual el judaísmo hace tanto hincapié.
Rabí Moshé Jaim Luzzato, el "Ramjal" (1707-1747), en su libro Dérej Hashem, menciona y explica las fuerzas a través de las cuales el Creador mismo le da vida al mundo. Una de ellas, el din —expresada en los límites y el orden de la naturaleza— y la otra el rajamim —expresada en la misericordia y el amor ilimitado—. A estas alturas, es casi obligatorio empezar a relacionar las conductas de Dios del din y el rajamim, con las conductas que fluyen de aquellas dos tenencias en nuestra mente. Prestemos atención a la similitud que existe entre lo que llamamos "cerebro izquierdo" —con su orden y estructura— y la mencionada fuerza del din. Asimismo, veamos la similitud que existe entre lo que llamamos "cerebro derecho" —con su espontaneidad y amor incondicional— y la mencionada fuerza de rajamim. El paralelismo que existe entre estas conductas es realmente impresionante. La gran pregunta que surge es ¿Cómo coexisten estas dos conductas en la realidad de Dios, ¡si realmente Dios es uno!? A lo que los sabios del misticismo judío responden que realmente no existe dualidad en Dios, sino sólo para nuestro limitado entendimiento, pues incluso la justicia rigurosa de Dios, proviene de un profundo y absoluto amor puro.
El Ramjal en su libro Mesilat Yesharim explica que Dios conduce el mundo con la cualidad de misericordia y amor (rajamim), pues, debido a la naturaleza animal del hombre, sería imposible conducir el mundo mediante la justicia estricta (din). Asimismo, en su libro Dérej Hashem el Ramjal enseña que todo el propósito de la creación es la manifestación absoluta de la benevolencia de Dios. Eso es en esencia todo lo que existe, solo la benevolencia, la generosidad, la gracia, el amor absoluto de Dios. Eso significa que, a fin de cuentas, la misericordia y el amor deben superar a la rigidez y el orden. Lo cual, no menosprecia el lugar de estas últimas, pues es claro que la naturaleza necesita reglas claras y ordenadas, sin embargo, eso es solo un medio y no el propósito final. Como las reglas de un juego, éstas no son el propósito final del juego, son más bien el medio que permite el desarrollo del juego mismo. El amor y la misericordia de Dios son la esencia de todo, pero el orden y la ley, son la infraestructura de la vida que nos permite funcionar en equilibrio. Eso significa, que en realidad, el din y el rajamim de Dios provienen de una misma fuente, la intención de Dios de dar y beneficiar a toda su creación.
Rabí Moshe Cordovero, el "Ramak" (1522 - 1577) enseña en su libro Tómer Devorá que la aspiración más grande que una persona debe tener en la vida es imitar las conductas de Dios para lograr parecerse a Él en su ámbito espiritual. Eso es una de las formas más simples de entender el concepto mencionado en Bereshit, de que el hombre fue creado a "imagen y semejanza" de Dios. Esa similitud, más allá del entendimiento físico, alude a una similitud espiritual cuya expresión física es la actitud y la personalidad. A la luz de lo estudiado, cabe preguntar en la vida de cada uno de nosotros, en dónde se enfrentan nuestras facetas de rigidez contra las de espontaneidad, ¿Cómo alcanzar un equilibrio óptimo? Y sobre todo ¿es posible aprenderlo o cada uno debe conformarse con su tendencia natural dominante? O sea, una persona cuya tendencia es actuar de forma rígida, ¿puede aprender a ser más espontánea y creativa? Y lo contrario, ¿una persona que actúa de forma demasiado espontanea, ¿puede aprender a vivir con más orden y estructura? ¡Por supuesto que sí!
Dedicado por Alan (Moshé) Azulay para el crecimiento espiritual y personal de su querida esposa Pola bat Rajel. En memoria de Esther bat Sarah z"l.
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