La trágica historia de los judíos de España

20/07/2023

16 min de lectura

Un panorama completo sobre la sabiduría, la persecución y la expulsión de los judíos de España.

El asentamiento de los judíos en la Península Ibérica es un hecho muy antiguo. Don Itzjak Abarbanel, el líder de los judíos españoles en el siglo XV, escribió que el conquistador Nebujadnetzar (Nabucodonosor) llevó judíos a España como esclavos después de la destrucción del Primer Templo.

La historia documentada más antigua de la presencia de judíos en España se remonta por lo menos a 2.000 años atrás, cuando los romanos destruyeron el Segundo Templo en Jerusalem y se llevaron a Europa a decenas de miles de judíos. Algunos de ellos se asentaron en España. Es muy poco lo que se sabe sobre estos primeros asentamientos judíos.

Lo que se sabe es que los sentimientos antijudíos existieron casi desde el comienzo. En el año 305 EC, la iglesia pre-católica se reunió en el Sínodo de Elvira, cerca de Granada. Allí emitieron 80 decisiones canónicas, muchas de ellas con la intención de aislar a los judíos de la comunidad española en general. El canon 16 prohibía el matrimonio de cristianos con judíos. El canon 49 prohibía a los judíos bendecir sus cosechas y el canon 50 negaba la comunión a cualquier clérigo o laico que comiera con un judío.

Las primeras persecuciones cristianas

En el año 409 EC, los vándalos capturaron la Península Ibérica del imperio romano que ya colapsaba, y tres años más tarde los visigodos conquistaron la Península. Bajo estos alemanes cristianos, se instituyeron leyes que perseguían a los judíos.

Tras la conversión del rey Recaredo al catolicismo en el año 587 y su declaración en el Tercer Concilio de Toledo respecto a que su reinado sería oficialmente católico, la situación deterioró para los judíos. En definitiva, los judíos fueron el único grupo que no participó de la unidad religiosa del país, y esta distinción condujo repetidamente a su persecución.

El rey Recaredo

En el año 612 EC, en una declaración espantosa, el rey visigodo Sisebuto ordenó que todos los judíos fueran bautizados dentro de un año o de lo contrario sufrieran "azotes, mutilaciones, destierro y confiscación de bienes". Como resultado, muchos judíos emigraron y muchos de los que se quedaron se hicieron aparentemente cristianos para escapar del peligro, pero continuaron practicando el judaísmo en secreto. También queda claro por la historia que no todos los judíos que se quedaron se convirtieron, tal como lo demuestran la cantidad de decretos adicionales dirigidos contra los judíos durante el siglo VII. Sin embargo, esos decretos se aplicaron de forma inconsistente, y los sobornos ayudaron a fomentar la "tolerancia" de los ciudadanos judíos, aunque la situación siguió siendo muy peligrosa para los judíos.

El gobierno musulmán y la Edad de Oro de España

En el 711 EC, los soldados musulmanes conocidos como los moros cruzaron desde el Norte de África hacia la Península Ibérica. Los dirigía el general Tariq ibn Ziyad, quien llevó su ejército de casi diez mil hombres a través del estrecho y llegaron a un lugar que él llamó Jabal Tariq (Monte Tariq), hoy conocido como Gibraltar. Los moros comenzaron a luchar contra los soldados cristianos visigodos y eventualmente mataron a su monarca, el rey Rodrigo (Roderico), dando comienzo al dominio musulmán en España.

El general Tariq ibn Ziyad

Dado que los cristianos habían perseguido terriblemente a los judíos, en el siglo VIII los judíos dieron la bienvenida a los conquistadores musulmanes, al punto en que se ha llegado a decir que la población judía de Toledo "abrió los portones" de la ciudad y recibió a los invasores musulmanes. Increíblemente, las ciudades conquistadas de Córdoba, Málaga, Granada, Sevilla y Toledo estuvieron durante un tiempo bajo el control de los habitantes judíos que los invasores moros habían armado.

Aunque los árabes lograron conquistar España, no contaban con las habilidades necesarias para formar un gobierno o una infraestructura social para su nueva tierra. En consecuencia, asignaron a los judíos roles de liderazgo en el gobierno, las inversiones y la formulación de políticas, con la condición de que ellos reconocieran su sumisión a los líderes árabes. Algunos de los funcionarios de más alto rango en España en ese momento eran judíos.

Las condiciones en España mejoraron tanto bajo el dominio musulmán que los judíos de Europa y del Norte de África se fueron a vivir a España durante este renacimiento judío. Esta se convirtió en la mayor comunidad judía del mundo. Así comenzó el período conocido como la Edad de Oro de España.

Además de su éxito político, los judíos florecieron económicamente. Gracias a las conexiones que los judíos tenían con otros judíos en todo el mundo, eran una opción natural para desarrollar a España a través del comercio. Asimismo, dado que los cristianos y los musulmanes estaban en guerra y no se comunicaban directamente, los judíos sirvieron como intermediarios para el comercio entre el Lejano Oriente, el Medio Oriente y Europa.

Dibujo de la Hagadá de Barcelona, del siglo XIV

Los judíos eran médicos destacados y sirvieron a las necesidades de los judíos y no judíos de España, incluyendo a los líderes de la tierra. Entre los médicos más famosos se encontraron Maimónides, Najmánides, Rabán Nisim de Gerona y Rabí Jasdai ibn Shaprut. Los judíos de España también ganaron renombre en astronomía, filosofía, matemática y ciencia.

Lo más importante es que los judíos llegaron a la excelencia en el estudio de la Torá, y muchos de los líderes destacados de Torá de la época residieron en España.

Entre los grandes eruditos que vivieron y enseñaron en España y cuyas obras se siguen estudiando hasta la actualidad, se encontraban Rabí Itzjak Alfasi, Ri Migash, Rambam, Rambán, Rashba, Ritva, Rabí Abraham Ibn Ezra, Rabeinu Bejaia ibn Pakuda y Rabí Iehudá HaLevi.

De hecho, las cosas eran tan buenas para los judíos en España que hasta la actualidad una gran porción de los judíos del mundo es conocida como sefaradim, lo que significa "españoles". El otro grupo mayoritario posteriormente fue conocido como ashkenazim, que significa "alemanes". En la introducción a "Jovot Halevavot" (Los deberes del corazón), la gran obra del erudito judío del siglo XI Rabí Bejaia ibn Pakuda, se define a los sefaradim como judíos de tierras musulmanas y a los ashkenazim como los judíos que provienen de tierras cristianas. A pesar de que existían numerosas tierras musulmanas, España fue la elegida para identificarlos debido a su prominencia como la comunidad judía más significativa.

Gracias a los judíos, dentro de un siglo después de su conquista de España los moros habían desarrollado una civilización con base en Córdoba que sobrepasaba a cualquiera de Europa. A fines del siglo VIII, esta era la tierra más habitada, culta e industriosa de toda Europa, y lo siguió siendo durante varios siglos.

Los líderes judíos de España

Alrededor del año 912, Abd-ar-Rahman III eligió como médico y ministro de su corte a Rabí Jasdai ben Itzjak ibn Shaprut. Rabí Jasdai era famoso por sus brillantes habilidades diplomáticas y sus destacado conocimiento y pericia médica. Además de su rol en el gobierno, Rabí Jasdai fue un erudito de Torá que construyó y sostuvo academias de estudio de Torá en España. También mantuvo una fascinante correspondencia con el rey de los jázaros, y fue patrocinador de Rabí Menajem ben Saruq, Rabí Dunash ben Labrat y de otros eruditos judíos.

Rabí Jasdai ben Itzjak ibn Shaprut

Rabí Shmuel HaNaguid fue alumno del gran Rabí Janoj, quien fue llevado a Córdoba cuando era un niño entre los legendarios "cuatro cautivos", durante la vida de Rabí Jasdai ibn Shaprut. La brillantez de Rabí Shmuel y su dominio del idioma, la gramática y la literatura árabe eventualmente lo llevaron a ocupar el cargo de visir. A pesar de su participación en los asuntos gubernamentales, Rabí Shmuel también se desempeño como Rabino de su floreciente comunidad, director de la ieshivá de Granada y apoyó a los eruditos judíos. Rabí Shmuel HaNaguid muiió en Granada en 1055 y por él lloraron tanto los judíos como los árabes. Le sucedió su hijo, Rabí Iosef HaNaguid.

El fin de la Edad de Oro

A pesar del éxito y la prosperidad de los judíos bajo el dominio musulmán, la Edad de Oro de España comenzó a decaer cuando los musulmanes lucharon contra los cristianos por el control de la Península Ibérica y los reinos españoles. Aunque el dominio islámico continuó en gran parte de España, la Península se dividió en numerosos pequeños reinos musulmanes, cada uno con su propio gobernante, y estos reinos pequeños comenzaron a pelear entre ellos. Una vez que los musulmanes ya no estaban unidos, los ejércitos cristianos lograron afianzarse en la Península, lo que finalmente llevó al colapso de la supremacía de los moros.

La masacre de Granada

Con el debilitamiento de las autoridades musulmanas, hubo un levantamiento simultáneo del antisemitismo incluso en áreas que habían sido tolerantes y respetuosas con los judíos. En el año 1066, sólo 11 años después del fallecimiento de Rabí Shmuel HaNaguid, una turba musulmana entró al palacio real en Granada y asesinó a su hijo, el visir Rabí Iosef HaNaguid. También masacraron a la mayoría de la población judía de la ciudad. Los relatos de la masacre de Granada consideran que más de 1.500 familias judías fueron asesinadas en un solo día.

En el año 1090 la situación deterioró todavía más en las áreas controladas por los musulmanes con la invasión de los almorávides, una secta musulmana de Marruecos. Incluso bajo control de los almorávides las cosas eran algo soportables para los judíos. Sin embargo, en 1148, cuando invadieron España los almohades que eran todavía más extremistas, los judíos se vieron obligados a huir, ser asesinados o aceptar el islam. Los almohades confiscaron las propiedades judías en España, cerraron las famosas instituciones educativas judías y destruyeron sinagogas por todo el país. Entre los judíos que huyeron de los almohades estaban el Rambam (Maimónides) y su familia.

El comienzo del dominio cristiano en España – Un breve período de tolerancia

Con el creciente control cristiano sobre España, las cosas empezaron a mejorar para los judíos. Alfonso VI, el conquistador de Toledo (1805), fue tolerante y benévolo con ellos. Incluso les ofreció a los judíos plena igualdad con los cristianos y los derechos otorgados a la nobleza, con la esperanza de alejar a los judíos ricos e industriosos de los moros.

Alfonso VI, el conquistador de Toledo.

Para mostrar su gratitud al rey por los derechos que les otorgó y su enemistad hacia los almohades, los judíos se ofrecieron voluntariamente a servir en el ejército del rey. Hubo unos 40.000 judíos que sirvieron en el ejército, distinguiéndose del resto de los combatientes por sus turbantes negros y amarillos. El favoritismo del rey hacia los judíos se volvió tan aparente que el Papa Gregorio VII le advirtió que no permitiera a los judíos gobernar sobre los cristianos.

Al comienzo del siglo XIII, la condición de los judíos volvió a desmejorar. Los católicos comenzaron ataques antisemitas en Toledo en el 1212, que despertaron ataques contra los judíos en toda España.

La iglesia cada vez se volvió más abiertamente antagónica hacia los judíos. Una bula papal emitida por el Papa Inocencio IV en abril de 1250 prohibió a los judíos de España construir nuevas sinagogas sin un permiso especial, prohibió la conversión al judaísmo y prohibió muchas formas de contacto entre judíos y cristianos. Los judíos también fueron obligados a vivir separados en la judería (gueto judío).

La disputa de Barcelona – 1263

Durante el gobierno del rey Jaime de Aragón, la monarquía española comenzó a interesarse en la filosofía y la religión judía, probablemente para entender mejor a los judíos y convencerlos para que se convirtieran. En 1263, el rey Jaime convocó un consejo especial de clérigos dominicanos y judíos para debatir sobre tres temas teológicos clave: si el Mesías ya había aparecido, su el Mesías era divino o humano, y qué religión era la fe verdadera.

El Rambán (Najmánides), un gran erudito y líder de la comunidad, sería el representante de los judíos, mientras que Pablo Cristiani, un apóstata judío, representaría a la iglesia. El Rambán llevó un registro del debate, que se sigue estudiando hasta la actualidad. Después del debate, el rey Jaime le dio al Rambán 300 monedas de oro y dijo que nunca había escuchado a alguien tan equivocado defender tan bien su caso. Sin embargo, el Rambán comprendió que ya no podía permanecer en España e inmigró a la Tierra de Israel, donde murió en el año 1270.

Las condiciones siguen empeorando – Masacres y conversiones forzadas

Cuando en el año 1369 subió al trono Enrique II, comenzó una nueva era de sufrimiento y persecución para los judíos. Enrique II instituyó decretos que debilitaron política, económica y físicamente a los judíos. Él decretó que los judíos debían mantenerse lejos de los palacios, tenían prohibido tener cargos públicos, no podían montar mulas, y debían usar insignias distintivas para indicar que eran judíos, además de tener prohibido portar y vender armas.

En 1379, bajo el reinado de Juan I, la situación deterioró todavía más para los judíos, porque el gobierno comenzó a hacer demandas respecto al judaísmo mismo. Los judíos fueron obligados a cambiar las plegarias que eran consideradas ofensivas ara la iglesia, y a los no judíos se les prohibió convertirse al judaísmo.

En el año 1390 comenzaron amotinamientos por todo el país, destruyeron sinagogas, y asesinaron a decenas de miles de judíos.

Después de la muerte del rey Juan I en 1390, el caos se difundió por España, lo que llevó a que hubiera muchos ataques a la comunidad judía. Los ataques tuvieron lugar por todo el país, destruyeron sinagogas y asesinaron a decenas de miles de judíos. El 6 de junio, una multitud atacó la Judería de Sevilla desde todos los rincones y asesinaron a 4.000 judíos. Muchos judíos eligieron convertirse al cristianismo como la única manera de salvarse de la muerte.

En el frente legislativo, se aprobaron leyes antisemitas para empobrecer y subyugar a los judíos, lo que suponían llevaría a que se convirtieran al cristianismo debido a la desesperación. Bajos estas leyes, los judíos tenían prohibido ejercer la medicina, vender pan, vino, harina o carne, no podían dedicarse a ninguna forma de artesanía o comercio, tenían prohibido ocupar cargos públicos o actuar como prestamistas, tenían prohibido llevar armas o contratar siervos cristianos, o dar regalos o visitar a cristianos, no podían cortar sus barbas ni cortarse el cabello. Finalmente, también tenían absolutamente prohibido salir del país y buscar poner fin a sus sufrimiento.

Aunque estas leyes tenían el objetivo de humillar a los judíos, todo el reino de España se vio impactado negativamente en extremo. Sin darse cuenta, con esas leyes detuvieron prácticamente todo el comercio y al industria y socavaron las bases mismas de la economía del país.

La Gran Disputa de Tortosa: el final ya está a la vista

En 1413, un predicador virulentamente antisemita, Vicente Ferrer, el antipapa español Benedicto XIII y un apóstata judío, Iehoshúa HaLorki, idearon un plan que estaban seguros conduciría a la conversión de los judíos que quedaban en España. Habría un debate masivo entre judíos y cristianos, presidido por el Papa. De acuerdo con su plan, los representantes cristianos obviamente triunfarían y obligarían a los judíos derrotados a aceptar el cristianismo.

A diferencia de la disputa en la cual Najmánides defendió exitosamente a los judíos de España, la Disputa de Tortosa fue dispuesta con una clara tendencia hacia los cristianos. El lado cristiano siempre tenía la última palabra, y el rey que servía como juez tenía una disposición negativa hacia los judíos y no estaba abierto a un debate honesto.

El debate duró más de un año, y la representación judía se volvió más persuasiva a medida que pasaba el tiempo. Los cristianos comenzaron a presionar a los representantes judíos para que limitaran sus argumentos, y los judíos entendieron que no los beneficiaba continuar. Benedicto proclamó la victoria al final del debate y confiscaron copias del Talmud y las quemaron.

El debate fue una experiencia desmoralizante para los judíos de España. Para mediados del siglo XV, muchos judíos españoles habían reconocido que una comunidad judía ya no era viable en esa tierra. Buscando alternativas, en 1473 los judíos le ofrecieron al rey comprar Gibraltar como un refugio para su comunidad, pero la oferta fue rechazada.

Fernando e Isabel

El rey Fernando y la reina Isabel son recordados como los monarcas que apoyaron a Cristobal Colón en su descubrimiento de América. Sin embargo, en la historia judía, ellos son recordados como los reyes que expulsarona toda la comunidad judía.

El matrimonio de Fernando V de Aragón e Isabel I de Castilla en 1469 unificó a España y la transformó de ser una combinación de provincias a un reino poderoso. Irónicamente, el matrimonio real fue arreglado por un adinerado y erudito líder judío, Abraham Senior, quien trágicamente se convirtió al catolicismo en 1492 en vez de ser expulsado de España.

Isabel era una ferviente cristiana, y junto con el Papa, estableció la inquisición en 1478 para encontrar y luchar contra la herejía en el mundo cristiano. El decreto real que fundó la inquisición establece explícitamente que la inquisición fue instituida para buscar y castigar a los conversos del judaísmo que transgredían contra el cristianismo al adherir secretamente a las creencias judías y observar las leyes judías. No se mencionó ningún otro grupo, dejando claro que el objetivo principal de este decreto eran los judíos.

A Expulsão dos Judeus” (La expulsión d ellos judíos), por Roque Gameiro (Quadros da História de Portugal, 1917).

El objetivo principal de la inquisición era exponer a los judíos que no eran conversos genuinos al cristianismo, sino que seguían practicando en secreto el judaísmo. De hecho, eso era a menudo lo que ocurría. Esto llegó al grado en que los cristianos llamaban a los judíos conversos "cristianos nuevos" para distinguirlos de los "cristianos viejos" (auténticos). De forma derogatoria, los judíos conversos al cristianismo también eran llamados "marranos", es decir "cerdos sucios".

En 1483, Tomás de Torquemada fue nombrado Gran Inquisidor. A partir de ese momento, la inquisición se volvió infame por su brutalidad. Torquemada estableció procedimientos para la inquisición, donde una corte se instalaba en una nueva área y alentaban a los residentes a informar sobre judíos que pudieran estar observando prácticas judías.

El objetivo principal de la inquisición era exponer a los judíos que no eran conversos genuinos al cristianismo, sino que seguían practicando en secreto el judaísmo

La evidencia aceptada incluía el hecho de que no hubiera humo en la chimenea los sábados (una señal de que la familia podía estar honrando secretamente el Shabat), comprar muchas verduras antes de Pésaj, o comprar carne de un carnicero converso. Luego la corte empleaba torturas físicas para extraer confesiones y quemaba en la hoguera a aquellos que no estaban dispuestos a someterse.

La expulsión

El año 1492 marcó la caída de Granada, el último bastión musulmán en la Península Ibérica, y el año en que Fernando e Isabel decidieron expulsar a todos los judíos de España. El infame Decreto de la Alhambra, que ordenó la expulsión, se emitió en enero de 1492. Esta vez, los monarcas no se dirigieron a los judíos conversos al cristianismo, sino a los judíos que nunca se habían convertido.

La principal razón del edicto de expulsión fue evitar que los judíos volvieran a judaizar a los conversos. Otro factor que sin duda jugó un papel significativo fue que necesitaban el dinero judío para reconstruir el reinado tras la costosa guerra contra los musulmanes. La forma más simple de adquirir los fondos era expulsar a los judíos y confiscar su riqueza y las propiedades que dejarían. (Este fue un método que se usó repetidamente durante la Edad Media en los países europeos: expulsar a los judíos para borrar sus deudas y apoderarse del dinero de los judíos que eran obligados a salir del país).

Los judíos, liderados por Don Itzjak Abarbanel, trataron de lograr que se revocara el edicto. Abarbanel era un gran erudito de Torá y un importante Rabino que también había sido el tesorero de España. Como el judío más influyente de España en ese momento, él trató de abolir la orden de expulsión e incluso les ofreció a los monarcas 300.000 ducados a cambio del indulto.

Don Itzjak Abarbanel

Casi logró que los monarcas anularan el edicto, pero el gran inquisidor, Tomás de Torquemada, frustró su intento.

De acuerdo con la leyenda, Torquemada, que tenía enorme influencia sobre la reina Isabel, entró a la sala donde Abarbanel defendía su causa. Enfurecido, arrojó la cruz a la reina, golpeándola en la cabeza, y gritó: "Judas vendió a su maestro (Jesús) por 30 piezas de plata. ¡Ahora ustedes volverán a venderlo!". Con esto, las súplicas de Abarbanel fueron desestimadas y el edicto se mantuvo intacto.

Sin embargo, Don Itzjak Abarbanel era tan crucial para los monarcas que le ofrecieron un permiso especial para quedarse en España sin convertirse, incluyendo el permiso de que se quedaran con él otros nueve judíos para que pudiera rezar con un minián. Abarbanel rechazó la oferta y dirigió a los judíos de España al partir al exilio.

La comunidad judía de España partió al exilio el 2 de agosto de 1492, correspondiendo en el calendario hebreo al 9 de Av.

La fecha en la cual la comunidad judía de España partió al exilio fue el 2 de agosto de 1492. La fecha original había sido el 31 de julio, pero Torquemada la extendió algunos días, sin saberlo haciendo coincidir este día con la fecha hebrea del 9 de Av, Tishá BeAv. Este fue el día en que fueron destruidos los dos Templos de Jerusalem, un mensaje que los judíos entienden como un recordatorio de que su exilio no es más que la continuación del exilio original cientos de años antes. Cuando los judíos partieron de España, Abarbanel indicó que debían tocar música a pesar de ser Tishá BeAv, para elevar el espíritu de los judíos y brindarles consuelo y esperanza para el futuro.

Decenas de miles de judíos eligieron quedarse aceptando convertirse, por lo menos en apariencia. La cantidad de judíos que partieron de España no se sabe ni siquiera de forma aproximada. Los historiadores del período dan cifras increíbles. EL historiador Juan de Mariana habla de 800.000 personas, y Don Itzjkak Abarbanel de 300.000.

La mayoría de los judíos que huyeron de España  cruzaron la frontera hacia Portugal. Sin embargo, sólo cinco años más tarde, Portugal los obligó a elegir entre la conversión o la muerte, y los judíos tuvieron que partir una vez más.

Miles de judíos que se exiliaron de España eligieron ir a Turquía. El Sultán del imperio turco otomano, Bayezid II, les dio la bienvenida y dijo: "Me habían dicho que Fernando de España es un hombre sabio, pero es un tonto. Porque tomó su tesoro y me lo envió".

Muchos judíos también se fueron a Italia, Holanda o al Nuevo Mundo.

Cristóbal Colón

El 3 de agosto de 1492, el día después de la expulsión, Cristóbal Colón partió en su famoso viaje de descubrimiento. Su diario comienza diciendo: "En el mismo mes en que su Majestad emitió el edicto de que todos los judíos debían abandonar el reino y todos sus territorios, en el mismo mes, me dieron la orden de comenzar con suficientes hombres mi expedición de descubrimiento de las Indias".

Con la visión retrospectiva que nos da la historia, podemos ver la conexión más profunda entre el viaje de Colón a América y la expulsión. Precisamente cuando terminó una de las comunidades judías más vibrantes de la Europa medieval, Dios preparó la fundación de un lugar para los judíos que buscaban liberarse de la persecución: América.

Después de cientos de años, la inquisición fue abolida en 1834 y los judíos pudieron retronar a España. Sin embargo, el edicto de expulsión sólo fue repelido en 1968. Esto significa que desde 1868 hasta 1968 los judíos pudieron vivir en España como individuos, pero no podían practicar el judaísmo como una comunidad.

España durante el Holocausto

Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, España se declaró neutral, pero apoyó a los nazis en las primeras etapas. Sin embargo, España eligió no deportar a los judíos y, de hecho, permitió que 25.600 judíos usaran a España como una ruita de escape de los nazis. Los diplomáticos españoles protegieron aproximadamente a 4.000 judíos sefaradíes en Francia y los Balcanes, aunque esto estaba en contra de la voluntad de sus superiores. Además, en 1944, la embajada de España en Hungría ayudó al rescate de los judíos de Budapest, aceptando a 2.750 refugiados.

La leyenda es que el general Franco se negó a entregar a los judíos a los nazis a pesar de su alianza no oficial porque en España muchos tienen sangre "judía", incluyendo el mismo Franco, y los nazis los hubieran incluido en sus decretos.

El antisemitismo contemporáneo

En España siguen existiendo remanentes de antisemitismo, aunque a veces el "nuevo antisemitismo" adquiere la forma de antisionismo. España no reconoció al estado de Israel hasta 1986, cuando lo hizo como una condición para poder entrar a la Unión Europea. Asimismo, de acuerdo con la investigación de la Liga Antidifamación y Encuestas Pew, el público español sigue albergando muchos estereotipos antisemitas, más que en otros países de Europa Occidental

Incluso dentro de la cultura de España se puede escuchar el antisemitismo que se remonta a siglos atrás. Por ejemplo, en la provincia de León, beben limonada mezclada con un vino rojo y llaman a esta costumbre "matar judíos". En vez de decir "vamos a tomar", una frase local al compartir el trago es "vamos a matar judíos".

Durante cientos de años, un pueblo en el norte de España fue llamado "Castrillo Matajudíos". Los residentes finalmente votaron para cambiar el nombre, en el año 2014.

España hoy y las lecciones que quedaron

Hoy viven en España aproximadamente 45.000 judíos. La mayoría de ellos en Madrid, Barcelona y el sur de España.

El parlamento español aprobó una medida el 11 de junio del 2015 para restaurar la ciudadanía a los descendientes de los judíos sefaradíes que fueron expulsados durante la inquisición. Esta ley permite que parientes de los individuos que fueron expulsados en 1492 puedan apelar para recibir doble ciudadanía. Hasta la fecha, 36.000 judíos han obtenido la ciudadanía.

De todos modos, para los judíos la trágica historia de España es un recordatorio de que el hogar de un judío nunca tendrá lugar en el exilio.

En verdad hubo una Edad de Oro en España, pero para los judíos siempre estuvo un poco empañada. Rabí Iehudá HaLevi, quien vivió en la Edad de Oro, escribió: "Aunque estoy en el Occidente, mi corazón está en el Oriente".

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