Liderar una nación de individuos

16/05/2023

6 min de lectura

Bamidbar (Números 1:1-4:20 )

El libro de Bamidbar comienza con un censo de los israelitas. Por eso, en español este libro se conoce como Números. Esto despierta varias preguntas: ¿Cuál es el significado de este acto de contar? ¿Por qué hacerlo precisamente aquí, al comienzo del libro? Además, ya hubo dos censos previos y este es el tercero en un solo año. Sin dudas uno hubiera sido suficiente. ¿Acaso el hecho de contarlos tiene algo que ver con el liderazgo?

Lo primero que debemos hacer es prestar atención a lo que parece ser una contradicción. Por un lado, Rashi dice que en la Torá el acto de contar es un gesto de amor por parte de Dios:

Dado que ellos (los hijos de Israel) son amados por Dios, Él los cuenta a menudo. Los contó cuando estaban por salir de Egipto, los contó después del Pecado del Becerro de Oro para establecer cuántos habían quedado y los vuelve a contar ahora, cuando Su Presencia está por posarse sobre ellos (con la inauguración del Santuario). (Rashi sobre Bamidbar 1:1).

 Cuando Dios inicia un censo de los israelitas, esto es para mostrar que Él los ama.

Por otro lado, la Torá dice explícitamente que hacer un censo de la nación es riesgoso:

Entonces Dios dijo a Moshé: "Cuando hagas un censo de los israelitas para contarlos, cada uno debe dar a Dios un rescate por su vida en el momento en que sea contado, para que no haya plaga en ellos al ser contados" (Éxodo 30:11-12).

Siglos más tarde, cuando el Rey David contó al pueblo, hubo gran enojo Divino y murieron setenta mil personas (1). ¿Cómo es esto posible, si contar al pueblo es una expresión de amor?

La respuesta se encuentra en la frase que la Torá usa para describir el acto de contar: seú et rosh, literalmente: 'levanta la cabeza' (Números 1:2). Esta es una expresión extraña y un circunloquio. El hebreo bíblico contiene muchos verbos que significan contar: limnot, lifkod, lispor, lajshov. ¿Por qué la Torá no usa alguna de estas palabras simples para referirse al censo, y en cambio elige la expresión indirecta de "levantar las cabezas" del pueblo?

La respuesta breve es esta: en cualquier censo, conteo o pase de lista hay una tendencia a enfocarse en el total: la multitud, la masa. Aquí hay una nación de sesenta millones de personas, o una compañía con cien mil empleados, o una multitud de sesenta mil fanáticos del deporte. Todo valor total tiende a valorar al grupo o a la nación como un todo. Cuanto mayor sea el total, más fuerte será el ejército, más popular será el equipo y más exitosa será la empresa.

La cuenta devalúa al individuo y tiende a convertirlo en algo reemplazable. Si un soldado muere en la batalla, otro ocupará su lugar. Si una persona deja una organización, otra será contratada para hacer su trabajo.

También es notorio que las multitudes tienden a hacer que el individuo pierda su juicio independiente y siga la conducta de los demás. A esto lo llamamos "comportamiento de manada" y a veces deriva en una locura colectiva. En 1841 Charles Mackay publicó su estudio clásico, "Delirios populares extraordinarios y la locura de las masas", que cuenta sobre la Burbuja del Mar del Sur que terminó con el dinero de miles de personas en la década de 1720, y la manía de los tulipanes en Holanda, cuando se gastaron fortunas enteras en bulbos de tulipán. La gran caída del mercado en 1929 y en el 2008 contó con el mismo fenómeno de psicología de masas.

Otra gran obra es la de Gustav Le Bon, Psicología de las masas (1895), donde muestra cómo la multitud ejerce una "influencia magnética" que transmuta el comportamiento de los individuos en una "mente grupal" colectiva. Él dice que "Un individuo en una masa es como un grano de arena en medio de otros granos de arena, que el viento revuelve a su voluntad". En una multitud, las personas se vuelven anónimas. Su conciencia queda silenciada. Pierden el sentido de responsabilidad personal.

Las multitudes son peculiarmente proclives a los comportamientos regresivos, reacciones primitivas y comportamientos instintivos. Pueden ser guiadas con facilidad por figuras demagogas, que juegan sobre los miedos de las personas y su sentido de victimismo. Le Bon señaló que estos líderes son "reclutados especialmente de las filas de aquellas personas medio trastornadas, nerviosas y excitables, que se encuentran al borde de la locura"(2). Una notable anticipación a lo que fue Hitler. No es casualidad que su trabajo se publicara en Francia en un momento de creciente antisemitismo, cuando tuvo lugar el juicio de Dreyfus.

De aquí el significado de una característica distintiva del judaísmo: su insistencia basada en principios, como ninguna civilización previa, respecto a la dignidad y la integridad del individuo. Creemos que todo ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios. Los sabios dijeron que cada vida es como todo un universo (3). Maimónides escribió que cada uno debe verse a sí mismo como si nuestro próximo acto fuera a cambiar el destino del mundo (4). En la Mishná se ha registrado cuidadosamente cada punto de vista disidente, incluso si la ley se decidió de otra manera. Los Sabios dicen que cada versículo de la Torá tiene setenta interpretaciones. Ninguna voz, ninguna perspectiva es silenciada. El judaísmo nunca nos permite perder nuestra individualidad dentro de la masa.

El Talmud menciona una maravillosa bendición que se dice al ver a seiscientos mil israelitas en el mismo lugar. Esta es: "Bendito seas Tú, Hashem… quien discierne los secretos"(5). El Talmud explica que cada persona es diferente. Cada uno tiene atributos diferentes. Todos pensamos nuestros propios pensamientos. Sólo Dios puede entrar a la mente de cada uno y saber lo que estamos pensando, y a esto se refiere la bendición. En otras palabras, incluso en medio de una masa gigantesca, donde para los ojos humanos los rostros se confunden en una masa, Dios se sigue relacionando con nosotros como individuos, no como miembros de una multitud.

Este es el significado de la frase "levantar la cabeza" usado en el contexto de un censo. Dios le dice a Moshé que hay un peligro en contar a una nación: que cada individuo llegue a sentirse insignificante. "¿Qué soy? ¿Qué diferencia puedo hacer? Soy sólo uno en medio de millones. Una mera ola en un océano, un grano de arena en la costa, polvo sobre la superficie del infinito".

Para contrarrestar esto, Dios le dice a Moshé que levante las cabezas del pueblo mostrándoles que cada uno es importante. Son importantes como individuos. De hecho, en la ley judía un davar she-be-minián, algo que es contado, vendido de forma individual y no por su peso, nunca se anula ni siquiera en una mezcla de mil o un millón de cosas diferentes (6). Para el judaísmo, un censo siempre debe hacerse de forma tal que sea una señal respecto a que somos valorados como individuos. Cada uno tiene dones singulares. Hay una contribución que sólo yo puedo dar al mundo. Levantar la cabeza de una persona implica mostrarle favor, reconocerla. Es un gesto de amor.

Sin embargo, existe toda la diferencia del mundo entre individualidad e individualismo. Individualidad implica que soy un miembro único y valioso de un equipo. Individualismo implica que no soy un jugador del equipo en absoluto. Sólo estoy interesado en mí mismo, no en el grupo. El sociólogo de Harvard, Robert Putnam le dio a esto un nombre ya famoso, señalando que ahora más que nunca la gente en los Estados Unidos va a jugar al boliche (bowling), pero cada vez son menos los que se unen a equipos de boliche. Él llamo a este fenómeno "Solo en la bolera" (7). La profesora Sherry Turkle llama a nuestra era de Twitter, Facebook y amistades electrónicas antes que amistades cara a cara, "conectados pero solos"(8). El judaísmo valora la individualidad, no el individualismo. Como dijo Hilel: "Si sólo estoy para mí mismo, ¿qué soy?"(9).

Todo esto tiene implicaciones para el liderazgo judío. Nosotros no nos dedicamos a contar números. El pueblo judío siempre fue pequeño pero sin embargo logró grandes cosas. El judaísmo desconfía profundamente de los líderes demagógicos que manipulan las emociones de las multitudes. Moshé en la zarza ardiente habló sobre su incapacidad de ser elocuente: "No soy un hombre de palabras" (Éxodo 4:10). Él pensó que esa era una deficiencia para un líder. Pero de hecho, era exactamente lo contrario. Moshé no convenció a la gente gracias a su oratoria, sino que los elevó con su enseñanza.

Un líder judío tiene que respetar a los individuos. Debe "levantar sus cabezas". Si deseas ser un líder, sin importar lo grande o lo pequeño que sea el grupo que lideres, siempre debes comunicar el valor que otorgas a cada uno, incluyendo a aquellos que otros excluyen: la viuda, el huérfano y el extranjero. Nunca debes tratar de llevar a una multitud apelando a las emociones primigenias de temor u odio. Nunca debes pasar por alto las opiniones de los demás.

Liderar una nación de individuos es difícil, pero es el liderazgo más desafiante e inspirador que existe.


NOTAS

  1. Samuel II 24; Crónicas 21.
  2. Gustav Le Bon, The Crowd, London, Fisher Unwin 1896, 134.
  3. Mishná Sanedrín 4:4
  4. Maimónides, Mishné Torá, Hiljot Teshuvá 3:4
  5. Brajot 58a.
  6. Beitzá 3b.
  7. Robert Putnam, Bowling Alone, New York, Simon & Schuster, 2000.
  8. Sherry Turkle, Alone Together: Why We Expect More from Technology and Less from Each Other, New York, Basic Books, 2011.
  9. Mishná Avot 1:14.
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