¿Quién fue Josefo? La controversia sobre el famoso historiador

12/07/2023

4 min de lectura

Cuando Iosef ben Matitiahu, un gran guerrero, desertó, se fue con los romanos y se convirtió en Flavio Josefo.

Los eruditos y estudiantes de la antigua Israel tienen una deuda enorme con un historiador judío llamado Josefo. Él nació en una familia aristocrática de cohanim alrededor del año 37 EC y su nombre era Iosef ben Matitiahu. Vivió en uno de los siglos más tumultuosos de la historia judía, que culminó con la desastrosa guerra romano-judía de los años 66 a 74 EC y la destrucción del Templo en Jerusalem, eventos que él registró en sus muchos libros con grandes detalles y una prosa apasionante.

Sin embargo, sus antecedentes son bastante complicados, incluso preocupantes.

Grabado representando a Josefo en la traducción Whiston (1825)

El momento clave de su vida fue Rosh Jodesh tamuz del año hebreo 3827 (30 de junio del 67 EC). Iosef servía como comandante de los rebeldes judíos en la fortaleza de Jotapata (Yodfat) en la Galilea. Era el final de 47 días de un sitio brutal por parte de las fuerzas romanas. Como líder, Iosef ben Matitiahu demostró tanto coraje como inteligencia y frustró incesantemente al general romano Vespasiano. Cuando los romanos disparaban continuas ráfagas de flechas contra los rebeldes, Josefo ideó refugios hechos de cuero de buey para proteger a los judíos mientras reparaban un muro de 6 metros alrededor de la colina. Cuando los legionarios de Vespasiano cortaron todo el acceso al agua, Josefo ordenó a los habitantes del lugar que lavaran su ropa y la colgaran a secar en las murallas de la ciudad, dando a los romanos la falsa impresión de que sus cisternas estaban llenas. Vespasiano los atacó con sus formidables máquinas de asedio, incluso un ariete enorme, pero los soldados judíos continuaron hostigando a los romanos con audaces salidas nocturnas, e incluso hirieron levemente al propio Vespasiano con una flecha bien disparada.

Los restos de la fortaleza en la cima de la colina de Jotapata (Oren Rozen vía Wikimedia Commons)

Siendo un guerrero experimentado, Iosef comprendió que incluso el espíritu indomable de los jotapatanos no podría contener para siempre al profesional ejército romano, bien equipado y curtido en la batalla. Sus convocatorias para que los judíos de la Galilea se rindieran fueron recibidas con gran hostilidad, y continuó resistiendo a los romanos en contra de su buen juicio, aunque lo hizo brillantemente. Cuando finalmente los legionarios rompieron la muralla, hubo una terrible masacre. Iosef y otros 40 soldados se refugiaron en una cueva subterránea, que pronto fue descubierta y su único punto de salida estuvo rodeado por el enemigo.

En ese momento, Iosef ben Matitiahu decidió convertirse en Josefo, el romano.

Era un escritor talentoso, y nunca le faltaron palabras para justificar su decisión de pasarse al bando enemigo, incluyendo un argumento que alude a un momento de inspiración Divina: "No me voy al lado de los romanos como un desertor de los judíos, sino como un ministro del Creador".

Astutamente, convenció a sus soldados de que era más digno morir en sus propias manos antes que ser llevados como esclavos, y mediante un sorteo eligieron quién mataría a los demás. Sorprendentemente (al menos a partir del relato de Josefo), él y otro fueron los últimos en quedar con vida. Josefo convenció a su compañero de que tal vez la discreción era la mejor parte del valor, y se rindieron.

Monumento en homenaje a los defensores de Jotapata (Wikimedia Commons).

La carrera de Josefo tomó vuelo al conocer a Vespasiano y ganarse su confianza al predecir correctamente su ascenso al trono como emperador romano (una historia sospechosamente similar a un incidente que involucró a Rav Iojanán Ben Zakai, aunque el relato talmúdico se escribió algún tiempo más tarde, pero Josefo no tenía reparos en tomar prestado material sin atribución a la fuente original). Él acompañó a Vespasiano y a su hijo Tito durante la guerra romano-judía y describió de forma detallada la caída de Jerusalem y la destrucción del Templo en el año 70.

Luego siguió a Tito a Roma y adoptó el apellido del emperador, llamándose a sí mismo Flavio Josefo al escribir un popular relato de la guerra, seguido de una historia masiva de múltiples volúmenes sobre los judíos, desde la creación hasta la ocupación romana, la primera obra de esa clase.

Un hombre con muchos defectos

Es fácil sentir desagrado hacia Josefo. Sus escritos a menudo son transparentemente narcisistas (por ejemplo, afirma haber sido tan brillante en el estudio, que a los 14 años los ancianos de Jerusalem consultaban su opinión sobre la ley judía). Sin embargo, no debemos apresurarnos a juzgarlo, porque los romanos en verdad también fueron sus captores. Desconectado de su propio pueblo (y de su hogar, ya que nunca más volvió a poner un pie sobre el suelo de la Tierra de Israel), siempre fue un extraño en la sociedad romana. Sus escritos a menudo tienen un nivel de patetismo que ilustra su apego fundamental con el pueblo judío.

Josefo fue un hombre con muchos defectos, pero dejó un legado literario invaluable sobre la historia judía.

Al final de su vida, alrededor del año 100, escribió una apasionada defensa del judaísmo contra sus detractores, y reflejó profundamente la trayectoria de su propia vida en una autobiografía apasionante. En la conclusión de ese libro, reflexiona sobre las consecuencias de la destrucción del Templo. Al caminar por las ruinas humeantes, fue testigo del sufrimiento de sus correligionarios. Él pidió permiso a Tito para rescatar un Rollo de la Torá, salvar a algunos miembros de su familia del mercado de esclavos y bajar a algunos de sus amigos que estaban muriendo lentamente atados a cruces, ya que la crucifixión era el método preferido por los romanos para ejecutar a los rebeldes.

Josefo fue un hombre con muchos defectos, pero dejó un legado literario invaluable sobre la historia judía. Sumamente inteligente, él tenía plena conciencia de la naturaleza mixta de su servicio a su pueblo, y quizás esa consciencia fue lo que dio color a la sombría conclusión de su autobiografía: Este es el relato de los actos de mi vida. Y que los demás juzguen mi carácter por sí mismos, tal como les plazca.

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