Un hogar portátil

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Trumá (Éxodo 25:1-27:19 )

La parashat Trumá describe la construcción del Tabernáculo, la primera Casa de servicio Divino colectivo en la historia de Israel. La primera, pero no la última. Eventualmente fue reemplazada por el Templo en Jerusalem. Quiero enfocarme en un momento de la historia judía que representa la espiritualidad judía en su reflujo más bajo y en su vuelo más alto: el momento de la destrucción del Templo.

Es difícil entender la profundidad de la crisis en la que se hundió el pueblo judío con la destrucción del Primer Templo. Su misma existencia estaba predicada sobre una relación con Dios simbolizada por el servicio que tenía lugar cada día en Jerusalem. Con la conquista de Babilonia en el año 586 AEC, los judíos perdieron no sólo su patria y su soberanía. Al perder el Templo fue como si perdieran la esperanza misma. Porque su esperanza estaba depositada en Dios… ¿Cómo podían acudir ahora a Dios si el lugar donde le servían estaba en ruinas? Hay un documento que dejó un vívido registro del estado de ánimo de los judíos en ese momento, uno de los Salmos más famosos:

Junto a los ríos de Babilonia nos sentamos y lloramos al recordar a Sion…

¿Cómo podremos cantar la canción de Dios en tierra extraña? (Salmo 137)

En ese momento comenzó a tomar forma la respuesta. El Templo ya no estaba de pie, pero su recuerdo permanecía y ese recuerdo era suficientemente fuerte como para unir a los judíos para servir a Dios de forma colectiva. En el exilio, en Babilonia, los judíos comenzaron a reunirse para estudiar Torá, articulando una esperanza colectiva de retorno, recordando el Templo y sus servicios.

El profeta Ezequiel es uno de los que dio forma a la visión del retorno y la restauración, y a él le debemos la primera referencia indirecta a una institución radicalmente nueva que finalmente se volvió conocida como el Beit Kneset, la sinagoga: "Así dice Dios el Eterno: 'Aunque Yo los he arrojado lejos entre las naciones, y aunque los he dispersado entre los países, he sido para ellos como un pequeño Santuario [Mikdash meat] en los países adonde llegaron'" (Ezequiel 11:16). El Santuario central había sido destruido, pero quedó un pequeño eco, una miniatura.

La sinagoga es uno de los ejemplos más remarcables de una itaruta deletata, "un despertar desde abajo". No cobró existencia a través de las palabras que Dios le dijo a Israel, sino por las palabras que Israel dijo a Dios. En el Tanaj no hay una sinagoga, no hay ningún mandamiento de construir casas de plegarias locales. Por el contrario, cada vez que la Torá habla de una "Casa de Dios", se refiere a un Santuario central, un foco colectivo para la plegaria del pueblo en conjunto.1

Tendemos a olvidar cuán profundo es el concepto de una sinagoga. El profesor M. Stern escribió que "al establecer las sinagoga, el judaísmo creó una de las más grandes revoluciones en la historia de la religión y la sociedad, porque la sinagoga era un medio completamente nuevo para el servicio Divino, algo desconocido hasta ese momento en cualquier otra parte".2 De acuerdo con Salo Baron, se convirtió en la institución a través de la cual la comunidad exiliada "cambió por completo el énfasis del lugar de servicio Divino, el Santuario, a la reunión de la congregación en cualquier momento y lugar en el amplio mundo de Dios".3 La sinagoga se convirtió en Jerusalem en el exilio, el hogar del corazón judío. Esta es la máxima expresión del monoteísmo: que en cualquier lugar donde nos reunamos para elevar nuestro corazón hacia el Cielo, allí puede encontrarse a la Presencia Divina, porque Dios está en todas partes.

¿De dónde surgió esta idea que cambió el mundo? No del Templo sino de una institución mucho más antigua que es descripta en la parashá de esta semana: el Tabernáculo. Su esencia era que era portátil, compuesto de vigas y cortinas que los levitas podían desmontar y transportar cuando los israelitas viajaban por el desierto. El Tabernáculo, una estructura temporaria, resultó tener una influencia permanente, mientras que el Templo, que debía ser permanente, resultó ser temporal, hasta que vuelva a reconstruirse, tal como pedimos cada día.

Más significativa que la estructura física del Tabernáculo era su estructura metafísica. La idea misma de que es posible construir un hogar para Dios parece absurda. Desde una perspectiva politeísta, era demasiado sencillo entender el concepto de un espacio sagrado. Los dioses eran medio humanos, tenían lugares en donde se los podía encontrar. El monoteísmo quebró esta idea de raíz, como dice de forma elocuente el Salmo 139:

¿Adónde me iré de Tu espíritu?

¿Adónde huiré de Tu presencia? 

Si asciendo al cielo, Tú estás allí;

Si hago mi cama en las profundidades, Tú estás allí.

De aquí la pregunta que formuló el más sabio de los Reyes, Salomón: "¿Pero acaso Dios ciertamente habitará en la tierra? He aquí que el Cielo, incluso lo más elevado de los cielos, no pueden contenerte. ¡Cuánto menos esta Casa que he construido!" (Reyes I, 8:27)

La misma pregunta la formula en nombre de Dios uno de los más grandes profetas de Israel, Isaías:

El Cielo es Mi trono

Y la tierra es el estrado de Mis pies.

¿Dónde está la casa que me construirán?

¿Dónde está el lugar que puede ser Mi lugar de descanso? (Isaías 66:1)

La misma idea de hacer un hogar en un espacio finito para un ser infinito parece una contradicción de términos. La respuesta, sorprendente en su profundidad, se encuentra en el comienzo de la parashá de esta semana: "me harán un Santuario y habitaré en ellos [betojam]" (Éxodo 25:8). Los místicos judíos señalan que esta frase es muy extraña lingüísticamente. Debería haber dicho: "Yo habitaré en él", no "Yo habitaré en ellos". La respuesta es que la Presencia Divina no habita en un edificio sino en sus constructores; no en un lugar físico sino en el corazón humano. El Santuario no era un lugar en el cual la existencia de Dios de alguna manera estaba más concentrada que en otras partes. Más bien era un lugar cuya santidad tenía el efecto de abrir los corazones a Aquél a quien se servía en ese lugar. Dios existe en todas partes, pero no en todas partes sentimos la presencia de Dios de la misma forma. La esencia de "lo sagrado" es que es un lugar en donde dejamos de lado todos los dispositivos y los deseos humanos y entramos en un dominio totalmente reservado para Dios.

Si el concepto del Mishkán, del Tabernáculo, es que Dios vive en el corazón humano cuando este se abre sin reservas hacia el Cielo, entonces su ubicación física es irrelevante. De esta manera quedó abierto el camino, siete siglos más tarde, para la sinagoga: la declaración suprema de la idea de que si Dios está en todas partes, podemos llegar a él en cualquier lado. Me resulta conmovedor que la frágil estructura que describe la parashá de esta semana se haya convertido en la inspiración para una institución que, más que ninguna otra, mantuvo al pueblo judío vivo a lo largo de casi dos mil años de dispersión, la travesía más larga por el desierto.

Shabat Shalom


NOTAS

  1. Samuel II 7:27; Reyes I 6:1ff, 8:27; Crónicas I 22:1, etc.
  2. H.H. Ben-Sasson, ed., "A History of the Jewish People" (Harvard University Press, 1976), 285.
  3. Salo Baron, "The Jewish Community" (Jewish Publication Society of America, 1945), 1:62. 
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