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Una cuidadosa traducción de algunos de los términos más importantes del judaísmo revela sus profundas bases espirituales.
Cuentan que un ateo se encontró con un gran rabino y se sorprendió mucho cuando el rabino comenzó diciéndole: "Sabes, yo tampoco creo en Dios". Al ver la sorpresa en el rostro del ateo, el rabino continuó diciéndole: "Déjame explicarte. Lo que quiero decir es que yo tampoco creo en el Dios en el que tú no crees". Lo que el rabino le estaba diciendo es que Dios, y el significado de la palabra Dios, a menudo se pierde en la traducción.
Traducir términos de un idioma a otro no es tarea sencilla. Especialmente cuando se trata de religión y espiritualidad. En su lenguaje original, las palabras tienen un sentido multidimensional, rico y complejo, y la traducción implica elegir enfocarse en un solo aspecto dejando de lado el resto.
Sería un terrible error reduccionista disminuir la vida judía simplemente a un asunto de leyes y legalidades.
Traducir los términos judíos de hebreo a español no es una excepción. Sin embargo, para que el judaísmo tenga continuidad a través del tiempo y del espacio, a menudo las traducciones son necesarias.
Yo les pregunto: ¿cómo traducen ustedes los siguientes términos que se encuentran en el eje de la vida judía: halajá, mitzvá, averá, mutar y asur? Es probable que no estés familiarizado con estos términos. Las traducciones típicas y estandarizadas son:
Estas traducciones no son erróneas, pero son incompletas. Sería un terrible error reduccionista disminuir la vida judía simplemente a un asunto de leyes y legalidades. Aquí hay otro grupo de traducciones que transmiten un significado más multidimensional.
Estas traducciones transmiten un aspecto de la vida judía muy diferente al primer grupo de traducciones. Mientras que el primer grupo encaja en un contexto legal, el segundo grupo es más adecuado al contexto de las relaciones. Y ese es el objetivo primordial del judaísmo: forjar una relación con Dios.
La halajá, desde la perspectiva de una relación y del afecto, implica una manera de “caminar” porque las mitzvot son los senderos hacia la conexión y la intimidad. Dios nos dio la halajá, la ley judía, como un camino para conectarnos con Él.
Los sabios rabínicos enseñan que la recompensa de una mitzvá es otra mitzvá. El Baal Shem Tov, el gran fundador de la jasidut, enseñó que esto significa que la recompensa de la conexión es la conexión misma. El valor y el beneficio de conectarse con un ser amado es la experiencia de estar conectados con él o con ella. Lo mismo ocurre con Dios, el valor de estar conectado es la experiencia de estar conectado. Esto es lo que nos ofrecen los mandamientos del judaísmo: una conexión afectiva con Dios.
Mutar, permitido, implica “abierto” porque un ítem o comportamiento que es mutar ofrece una vía abierta para conectarnos con Dios. Cuando un alimento es mutar, cuando está ‘permitido’ comerlo, es un sendero abierto a la conexión. Cuando algo es asur, ‘prohibido’, esto significa que está bloqueado y clausurado, no puede servir como vía de conexión. Es una calle sin salida. Cuando un alimento es asur, está prohibido comerlo, es una pared de ladrillos que no nos permitirá acceder a Dios. Es una vía que está bloqueada espiritualmente por así decir.
Al entender esto, emergen tres clases de comportamientos y objetos en el mundo: conectores (mitzvot, mandamientos), aperturas (heterim, autorizados) y clausuras (isurim, prohibiciones). Las mitzvot son los comportamientos y los objetos que ofrecen una conexión automática con Dios. Cuando hay una mitzvá de comer, ponerse tefilín o cuidar el Shabat, entonces ese comportamiento crea una conexión automática con Dios, sin importar si la persona tiene o no profundas intenciones espirituales al efectuar ese comportamiento. Por supuesto, es preferible tener conciencia espiritual, pero la conexión que forja una mitzvá entre la persona y Dios es inherente al acto. Piensa en esto como conectar un circuito espiritual que permite que fluya la electricidad.
Por otro lado, puede ocurrir lo opuesto. Hay comportamientos e ítems que son asur, ‘prohibidos’. Ellos inherentemente son un bloqueo para todo tipo de conexión. Por lo tanto, incluso si una persona tiene profundas intenciones espirituales, algo que está prohibido no puede servir como una vía de conexión.
Con estas vías bloqueadas vienen los términos averá (transgresión) y jet (pecado), que implican “pasar por alto” o “no dar en el blanco”. En este sentido, pecar implica perder la oportunidad de conectar. Salirse del camino y no alcanzar el objetivo previsto. O en otras palabras, desconectarse de Dios.
Y hay una categoría intermedia: comportamientos e ítems que son mutar (permitidos): que están “abiertos” por así decir. Estas cosas dependen de la intención de la persona. Comer un alimento que está permitido pero que no es una mitzvá que nos ordenaron cumplir, no te conecta automáticamente con Dios, pero tú puedes conectarte si así lo deseas.
Imagen: 'Conexión con mi antigua aldea', por León Zernitsky
El judaísmo incluye ambos grupos de definiciones y de relaciones con Dios. La estructura jerárquica del mandamiento y la relación afectuosa, personal. Sin embargo, parece que muchas personas consideran al judaísmo como una lista de imposiciones, asociándolo más con el grupo de definiciones legales. Es evidente que esto puede distanciarlos de la vida judía. Pero en verdad, el judaísmo se trata de forjar una relación con Dios, rebosante de las facetas más vivenciales, emocionales y espirituales. Una comprensión más profunda de la terminología clave del judaísmo revela el verdadero deseo de Dios de estar estrechamente conectado y en una profunda relación de amor con cada una de sus creaciones.
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