¿Dios es masculino o femenino?

03/01/2024

7 min de lectura

Las imágenes femeninas y masculinas de Dios en el judaísmo.

Se ha hablado mucho de la dominancia masculina en el judaísmo, la cual, se dice, está basada en la concepción bíblica y litúrgica de Dios. De hecho, cuando las fuentes judías quieren representar a Dios como la "fuerza mayor", ese poder es representado en la metáfora de Gibor (Héroe) e Ish miljamá (Hombre de guerra). Cuando quieren indicar que Dios es la fuente del juicio justo, Él es representado como Shofet, la palabra masculina en hebreo para 'Juez'; mientras que como bondadoso pero severo padre, Dios es descrito como Avinu She-Ba-Shamaim, 'nuestro Padre en el Cielo'. Estas imágenes son indudablemente masculinas, y precisamente así se supone que deben ser.

Sin embargo, en esencia, Dios no es femenino o masculino. La esencia de Dios es indescriptible en términos humanos, como el tercer principio de fe de Maimónides afirma: "El Creador […] no es físico y no es afectado por los fenómenos físicos" (Comentario a la Mishná, Sanhedrin, capítulo 10). Las referencias descriptivas son entonces únicamente para nuestro beneficio, para permitirnos relacionarnos con lo Divino. Y sin duda las mujeres pueden y deben relacionarse con los aspectos masculinos de Dios tal como lo conciben las imágenes masculinas de la Biblia.

Ahora bien, si las imágenes utilizadas en los textos judíos fueran únicamente masculinas, uno podría creer que hay un acercamiento solamente masculino a la concepción judía de Dios. La teología judía promovería entonces una afinidad más cercana con el mundo de los hombres que con el mundo de las mujeres. De hecho, algunas mujeres contemporáneas se sientes desconectadas de su herencia, y están convencidas de que el judaísmo simplemente no les habla a ellas como mujeres. Pero en realidad, las imágenes masculinas representan solamente una parte de las referencias a Dios en los textos judíos. El Tanaj (los cinco libros de la Biblia más los Profetas y los Escritos) está repleto de imágenes femeninas.

El Tanaj está repleto de imágenes femeninas

La Torá cuenta que Dios creó al primer ser, Adam, “a Su imagen, a la imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó” (Genesis 1:27). El gran comentarista conocido como Malbim (en su obra Ayelet Ha-Shajar, capitulo 31) afirma que cuando se utiliza el concepto de Adam en los escritos bíblicos y talmúdicos, éste denota tanto masculino como femenino. En otras palabras, cuando Dios creó a Adam —el primer ser creado a imagen de Dios— él fue formado con aspectos tanto femeninos como masculinos, como un ser andrógeno por así decir.

Solamente después la Biblia describe la separación del masculino y el femenino en la formación de Adam y Eva. De aquí en adelante, la imagen Divina es tan intrínseca en la mujer como lo es en el hombre y, de hecho, en la ausencia del hombre o de la mujer, no hay una imagen completa de Dios.

Cuando describe el amor incondicional que no puede y no será extinguido por traición o abandono, Moshé evoca la imagen de la compasión maternal con la descripción de Dios como El Rajum, “El 'Dios misericordioso', que no te fallará o te destruirá” (Deuteronomio 4:31). El gran comentarista del sigo XIX, Rav Samson Raphael Hirsch, iluminó el hecho de que el concepto de rajum, 'misericordia', viene de la raíz rejem, que significa 'vientre'. El concepto judío de compasión y amor tiene sus raíces en la esencialmente femenina imagen del vientre, el cual contiene, nutre y protege al feto, ya sea este perfecto o deformado, lindo o feo, digno o indigno.

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Imágenes de maternidad

Inspirado por las palabras de la Torá, el profeta Isaías agrega más drama y profundidad a la imagen maternal. Él representa a Dios como la cariñosa "Madre de Israel" quien nunca olvida al hijo que tuvo, que amamantó y quien luego pregunta incrédula,

“¿Puede una mujer olvidar a su criatura, dejar de amar al hijo de su vientre? De hecho, ellos pueden olvidar, pero Yo nunca te olvidaré” (Isaías 49:25).

En una manera similar, Isaías presenta a Dios como la "Fuente de la vida y la paz". Con una personificación descriptiva de una madre lactante, él representa la excelente metáfora del consuelo de Dios:

"Yo extiendo la paz hacia ella como un río, y la gloria de las naciones como un torrente desbordado. Y ustedes podrán amamantar, serán llevados sobre la cadera y acariciados sobre las rodillas. Como una madre consuela a su hijo, así los consolaré Yo a ustedes, y encontrarán consuelo en Jerusalem” (Isaías 66:12-13).

A menudo en estas profecías de consuelo, Isaías presenta a Dios como en diálogos de mujer a mujer, con el colectivo de Israel, Zión, que se queja por sus largos años de sufrimiento y Dios calmando a la desesperanzada Zión como una empática partera, explicando que sus dolores no son más que los esfuerzos que preceden el parto y preguntando retóricamente: “¿Te llevaré al momento del parto y no darás a luz? Yo que hago nacer, ¿cerraré la matriz?" (Isaías 66:9).

De forma similar, las imágenes maternales de Dios pueden encontrarse en los Salmos, la fuente principal de la liturgia judía. Esto es bastante explicito en el capítulo 22 (escrito por el Rey David unos cuatro siglos antes de Isaías), en el cual la poesía compara la dependencia de un bebé en el pecho de la madre con su dependencia en Dios:

“Porque Tú me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi madre. Me arrojaron en tus brazos al nacer; desde mi nacimiento, Tú has sido mi Dios” (Salmos 22:9-10).

Esta imagen de la relación de Dios con el pueblo judío como la de un bebé con una incondicional madre amorosa florece en las rendiciones poéticas de profetas posteriores. En su descripción del Éxodo de Egipto y el nacimiento de Israel como nación, Ezequiel utiliza el concepto de Dios como un águila que se fija en Israel, representado como una indeseada y abandonada bebé nadando en sangre (Ezequiel 16:6). La Presencia Divina que se cierne, resuelta a que la infanta viva, se contrasta con los padres y parteras que la habían rechazado. Mientras ellos la descartan, todavía pegada a la placenta, Dios la abraza, la limpia y la envuelve.

La calidez con la que Ezequiel describe la vestimenta y adorno de la bebé en crecimiento proporciona una nueva y cálida luz para los rituales en los que las madres otorgan dulce afecto a sus hijos. No hay un acto de entrega más íntimo y tierno que el de una mujer cuando ella limpia a su bebé y lo viste en ropas lindas. Poder adorar a un bebé a pesar de su suciedad, arrullarlo y hablarle dulce a un niño mientras se limpia su pañal, lavar y aplicar cremas en su piel y luego cubrirlo con un pañal bordado probablemente hace más por la autoestima de un niño de lo que podemos saber. El hecho de que Dios se atribuya a sí mismo actos tan amorosos, pero a la vez mundanos, dice más del valor de lo que se ha llamado “el trabajo femenino” que todas las exhortaciones de la literatura moderna.

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Fortaleza femenina

Para que no parezca que el uso de la metáfora femenina está limitado a representaciones de maternidad cariñosas y tiernas, Isaías derriba nuestros prejuicios. La mujer no solo personifica el colectivo del pueblo judío en su relación con Dios, sino que el profeta visualiza directamente a Dios como una mujer fuerte y valiente.

Isaías describe, en tercera persona, la venganza de Dios en contra de nuestros enemigos:

“Como un hombre poderoso Él saldrá, como un hombre de guerra Él provocará celos. Él resonará, incluso gritará, mientras Él vence a Sus enemigos” (Isaías 42:13).

Sin embargo, en el desarrollo de esa misma visión profética, la voz pasa a la primera persona, mientras Dios habla de furia acumulada durante mucho tiempo. El Hombre de Guerra experimenta una metamorfosis y emerge como los llantos de una mujer dando a luz, experimentando los dolores del trabajo de parto:

“He callado para siempre, he susurrado y me he contenido; ahora, como una mujer dando a luz, gritaré, jadeando y respirando al mismo tiempo” (Isaías 42:14).

El Malbim, en su comentario sobre este versículo, diferencia entre las palabras eshom, 'exhalaciones rápidas y fuertes' y eshaf, que se refiere a 'inhalaciones jadeantes'. En lo que podría ser la primera descripción del método Lamaze, el profeta transforma el significado alegórico inherente en la imagen de una mujer dando a luz. Ella ya no es vista como una víctima de fuerzas que no controla; en vez, ella es representada como un símbolo de fortaleza. Interesantemente, la palabra en hebreo jayil, 'coraje' o 'fuerza', que connota las contracciones de trabajo de parto, es la raíz de la palabra en hebreo para 'fuerzas militares' y 'soldado'.

El nombre Divino

En las traducciones de los textos judaicos, es verdad que los traductores usualmente se refieren a la Divinidad con términos masculinos como Dios, Señor o Hashem (literalmente, 'el Nombre'). Pero Dios tiene un nombre, el famoso tetragramatón, el "Nombre de cuatro letras", que está compuesto de las letras yud-hei y vav-hei. Este indescriptible nombre es una contracción del verbo en hebreo 'ser' en pasado, presente y futuro, indicando la existencia de Dios antes del tiempo, en el presente y después del final de los días, y es por lo tanto traducido a menudo como 'Eterno'. En la fuente hebrea sin embargo, este Nombre se escribe como un sustantivo femenino y representa el aspecto de rajamim, 'misericordia', el cual como se mencionó antes, es por excelencia femenino. Por ende, cada bendición y rezo que decimos, cada evocación de la Presencia Divina, llamada cabalísticamente Shejiná, es de hecho una evocación del aspecto femenino; el amor incondicional del Creador.

Mas aún, este nombre femenino de cuatro letras es utilizado a lo largo de toda la Torá y toda nuestra liturgia para sugerir el concepto de Hashgajá pratit, traducido comúnmente como 'Providencia Divina'. La Hashgajá pratit nos sigue como una sombra, protegiendo y guiando a cada ser humano y otorgándole valor infinito a cada individuo. Su presencia es invisible, pero con ella comulgamos, porque está con nosotros en todo momento. Este concepto es diferente al concepto de Elokim, otro de los nombres de Dios, el cual se escribe como un sustantivo plural masculino y representa las fuerzas y los múltiples poderes manifestados en la naturaleza visible pero incontrolable, implacable e impersonal.

Uno puede emocionarse por la majestuosa belleza y profunda emoción que las fuentes judías, especialmente los profetas, evocan a través del uso de imágenes femeninas. Además, las numerosas y variadas imágenes femeninas fuertes ciertamente equilibran a las imágenes masculinas. Pero debemos recordar que lo Divino está más allá de la forma y del género, el lenguaje humano por necesidad concibe incluso lo más abstracto en imagines visuales. La multiplicidad de imágenes femeninas junto a las masculinas y el contexto en que una u otra es usada, requiere un estudio detallado y, a menudo, un entendimiento místico más profundo.

Un cuidadoso análisis de los textos hebreos revelará que las experiencias religiosas y la cercanía a Dios se encuentran tanto en el mundo de las mujeres como en el de los hombres. Sería una tragedia y una farsa castrar el lenguaje, ya que esto quitaría a Dios del ámbito experiencial tanto de los hombres como de las mujeres, dejándonos a los mortales mudos, sin poder conversar o comunicarnos sobre nuestro Creador.


Este articulo apareció en “Jewish Women Speak About Jewish Matters”. 

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