5 min de lectura
Con el beso de Dios, Moshé Rabeinu, el líder más grandioso de la historia judía, deja este mundo y el Jumash llega a su fin. Como tributo a la persona que nos trajo la Torá, analicemos más de cerca qué fue lo que convirtió a Moshé en un líder grandioso y tratemos de aplicar esos principios eternos a nuestras propias vidas.
Para entender el ascenso de Moshé a la grandeza, debemos retroceder a la Parashat Shemot: “Sucedió en esos días que Moshé se hizo grande y salió a sus hermanos, y vio sus cargas. Vio a un hombre egipcio golpeando a un hombre hebreo, de sus hermanos. Se volteó hacia uno y otro lado, y vio que no había ningún hombre, así que mató al egipcio y lo ocultó en la arena” (Shemot 2:11-12)
Dado que el versículo anterior (v. 10) ya nos informó que “el niño creció”, estos dos pesukim deben estar describiendo el crecimiento espiritual de Moshé, y cada frase agrega una idea adicional a su trayectoria.
Vaietzé - y salió
Moshé creció en el palacio del Faraón, en medio del lujo y la realeza. Al dejar el palacio, Moshé se obligó a salir de su zona de confort. Fue más allá de lo familiar y tuvo el coraje y las agallas de entrar en un terreno desconocido, lleno de riesgos y desafíos. Ser un líder nunca es cómodo y si no decides conscientemente abandonar una vida de confort, resentirás las cargas que involucra el liderazgo.
El ejav – hacia sus hermanos
Moshé fue criado como el nieto adoptivo del Faraón, sin embargo se identificó con la oprimida nación que el Faraón había esclavizado. Su capacidad de considerar como “sus hermanos” a esos esclavos maltratados representa una enorme travesía espiritual de su parte, un proceso que incluyó la redefinición completa de su identidad y la transformación de su visión del mundo. Los líderes necesitan ser sumamente independientes, creativos e innovadores y brindar una visión irresistible que impulse e inspire a la nación al cambio.
Vaiar besivlotam – y vio sus cargas
Rashi explica que Moshé dirigió sus ojos y su corazón para sentir la aflicción del pueblo judío. Luchar contra el egocentrismo y sentir realmente el dolor de otra persona requiere una elección activa. Sentir ese dolor es el factor clave que motiva a actuar.
Para dar un ejemplo, imagina que es el año 1941 y acabas de enterarte que miles de judíos están siendo transportados en vagones de carga hacia los campos de concentración. ¿Dejarías todo lo que estás haciendo para tratar de salvar algunas vidas judías?
Cuando se presenta este escenario a una audiencia, por lo general sólo unas pocas personas levanta la mano. La gran mayoría no haría nada.
Ahora, cambia algunos detalles del escenario: imagina que es 1941 y que eres de un pequeño pueblo de Europa Oriental. Tus padres te enviaron a América a estudiar o trabajar, y descubres que toda tu ciudad —tus padres, tus abuelos, tus hermanos, tus vecinos— están siendo llevados en un tren a un campo de concentración. ¿Dejarías todo para tratar de salvar sus vidas?
Sin lugar a dudas lo harías.
¿Cuál es la diferencia entre los dos escenarios? Hablando objetivamente: ¿Qué cambia si la mujer del tren es tu madre o la madre de otro judío? ¡El pueblo judío está siendo llevado a un campo de concentración! La realidad es exactamente la misma en ambos escenarios. La única diferencia es que cuando tu familia está en el tren, sientes el dolor y no puedes dormir de noche. La realidad de la situación te obliga a asumir la responsabilidad y a actuar.
Las ramificaciones de esto son aleccionadoras. Si las personas no se esfuerzan para trascender su ensimismamiento y sentir el dolor ajeno, lo más probable es que ignoren un holocausto y que no hagan nada para ayudar. Simplemente continuarán con sus vidas, ajenas a la realidad.
Para estructurar nuestras prioridades como corresponde y percibir la realidad con precisión, debemos sentir el dolor de nuestros hermanos y realmente interesarnos por su bienestar, tanto físico como espiritual. Imagina que tu hermano se comprometiera con una mujer no judía; sin dudas estarías motivado a actuar. Sentir el dolor del otro es la clave del liderazgo, porque significa que no tienes ningún otro interés más allá de lo que es bueno para el pueblo. Este altruismo construye confianza entre tú y los demás y determina el grado en el que seguirán tus pasos.
Vaifén ko vajó – se volteó hacia uno y otro lado, y vio que no había ningún hombre
Antes de actuar, Moshé observó si había otra persona haciéndose cargo del problema. Él estaba dispuesto a hacerse a un lado si ya había alguien en la escena, porque no estaba postulándose para aumentar su propio ego. Su única preocupación era asegurar que el problema fuera solucionado con efectividad; su rol personal era irrelevante (ver el ensayo en Parashat Tetzavé).
La humidad es esencial para ser un líder efectivo, porque te permite trascender tu ego y hacer lo que Hashem espera de ti. Dado que una persona motivada por su ego está más preocupada por su deseo de poder que por el bienestar del pueblo que supuestamente lidera, es sólo una cuestión de tiempo hasta que pierda el respeto de las personas.
La humildad también le permite al líder acceder a un poder mucho mayor que el propio. El líder humilde tiene coraje para asumir desafíos intimidantes porque sabe que, a final de cuentas, el resultado de sus esfuerzos no depende de su poder, sino del de Hashem. Y ese coraje, a la vez, genera carisma.
Muchas personas creen erróneamente que humildad significa ser manso y pasar desapercibido. Imagina que la persona más humilde del mundo entra a la habitación. ¿Qué es lo que ves en tu imaginación? Probablemente una persona tímida y ansiosa a quien nadie le presta atención. Sin embargo, la Torá nos dice: “El hombre Moshé era extremadamente humilde, más que cualquier otra persona sobre la faz de la tierra” (Bamidbar 12:3). Imagina que Moshé Rabeinu entra al cuarto. Su presencia increíblemente poderosa haría que todos lo miraran. No fue por accidente que la persona más humilde de la historia fuera también el líder más grandioso. Cuando el ego se deja a un lado, la persona puede transformarse en un conducto para el poder de Hashem.
Vaiaj et hamitzrí – y golpeó al egipcio
Moshé asumió la responsabilidad y actuó de manera atrevida y decidida. Entendió el significado real del principio talmúdico que afirma que cada persona debe decir: “bishbilí nibrá haolam” (el mundo fue creado para mí) (Sanedrín 37a). Cada uno es responsable por todo el mundo; somos los guardias de Hashem. Si vemos un problema, no podemos hacer la vista gorda. Los líderes saben que la grandeza es el resultado de asumir la responsabilidad. Cuando el ciclo de la lectura de la Torá llega a su fin y volvemos a comenzar Bereshit, dirijamos nuestros corazones y nuestras mentes a los grandes desafíos y las oportunidades que Hashem puso frente a nosotros: “Las cosas ocultas pertenecen a Hashem, nuestro Dios, pero las cosas reveladas son para nosotros y para nuestros hijos eternamente, para que cumplamos todas las palabras de esta Torá (Devarim 29:28).
Nuestro newsletter está repleto de ideas interesantes y relevantes sobre historia judía, recetas judías, filosofía, actualidad, festividades y más.