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La creación de materia prima es un acto de jésed (bondad). Dar forma a la creación requiere la restricción de gevurá (fuerza).
Materia y forma son conceptos familiares para cualquiera que posea un conocimiento superficial de la filosofía griega. El ejemplo más familiar de la interacción entre materia y forma es una escultura, la piedra es la materia y el tallado es la forma. Otro ejemplo es una habitación decorada de forma significativa con muebles. Las muebles son la materia, la organización de ellos y la atmósfera que proyectan son la forma. Resumido simplemente: la materia es el material físico, y la forma es el concepto impreso en la materia (o material).
Pero observemos más detenidamente esta interacción. La materia es el material que hay allí, mientras que la forma es aquello que no está allí. La piedra que está presente en la escultura es el material, mientras que la forma es creada por el cincelar y la remoción de piedra. Cuanto más agudas son delineadas las líneas, más forma tenemos. En hebreo, la palabra para forma es tzurá, y está relacionada a tzar, que significa “estrecho” o “limitado”.
Esta relación puede ser fácilmente encontrada en la interacción jésed-gevurá, la que comenzamos a discutir en la última presentación de esta serie.
La verdadera forma del mundo es traída a la existencia mediante el uso de la materia prima de manera significativa.
El acto de la creación fue para nosotros un acto de jésed, como hemos mencionado, y como tal produjo lo que “hay” en el mundo. El mundo está lleno de cosas: tierra, rocas, árboles, animales, océanos, bosques, etc. Este no es el contenido que supuestamente el mundo debería tener, sino la materia prima a partir de la cual el mundo verdadero se debería esculpir. Esta es la materia. La forma verdadera del mundo es traída a la existencia mediante el uso de la materia prima de manera significativa.
La Torá es la forma, nos dice cómo usar todos y cada uno de los elementos en el universo para crear la imagen Divina. La Torá restringe a la humanidad y define el ámbito de actividad del hombre, dándole forma al mundo. Esto es paralelo a la sefirá de gevurá, la que, como fue explicado, a menudo se manifiesta a sí misma como una restricción.
Un niño que recibe una caja de 92 crayones, los toma todos y hace una línea con cada color. Así es como un niño ve inicialmente la belleza de todos los colores. El maestro, después, le enseña al niño cómo usar los colores: que este color debe ser usado sólo suavemente, que este otro es para bordear, este otro para sombrear, etc. El maestro le está mostrando al niño a imponer forma en esto diversos colores. Al principio el niño puede sentirse restringido por las regulaciones impuestas sobre él. Pero después se da cuenta que esta disciplina trae la verdadera belleza inherente en esos colores.
La Forma de la Torá
La Torá hace lo mismo para nosotros. Nosotros venimos al mundo y miramos a nuestro alrededor, y nuestros sentidos nos urgen a “tomarlo todo”. La Torá entonces impone disciplina sobre nuestros deseos, esto es para un propósito A, esto es para un propósito B, esto es sólo para ocasiones especificas, etcétera. Al principio la disciplina de la Torá parece restrictiva. Pero después nos damos cuenta que Dios nos está enseñando a construirnos a nosotros mismos de acuerdo a Su imagen, a partir de la materia prima.
Ropas holgadas, abolsadas y sueltas, sugieren falta de cuidado, indisciplina y descontrol; líneas recién planchadas por el sastre sugieren lo opuesto.
Nuestros sentidos perciben la misma sensación. Ropas que son holgadas, abolsadas, sueltas, por ejemplo, sugieren falta de cuidado, indisciplina, descontrol. Por el otro lado, pliegues afilados, líneas bien definidas, calce a medida sugieren control y disciplina.
En la relación jésed-gevurá, esta perspectiva da una nueva dimensión a la estructura de los mandamientos de la Torá.
Najmánides, cabalista y comentarista del siglo 13, explica que la estructura de los mandamientos está dividida en dos categorías: positivos y negativos. Los mandamientos positivos incluyen actividades como soplar el Shofar en Rosh Hashaná, el estudio de Torá, el uso del talit, etc. Los mandamientos negativos incluyen la prohibición de comer alimentos no kasher, la prohibición de la promiscuidad, la prohibición de la violación de Shabat, etc. Najmánides explica que los mandamientos positivos tienen su raíz en el jésed de Dios, mientras que los negativos vienen de la gevurá de Dios.
En la sociedad occidental moderna, nos irritan las restricciones.
Esta es una definición muy importante para nosotros. Nosotros personalmente encontramos mucho más fácil cumplir mandamientos positivos que negativos. Es relativamente fácil estudiar Torá ocasionalmente, dar caridad, escuchar el Shofar, etc. Pero en la sociedad occidental moderna, nos irritan las restricciones. Podemos reconocer a regañadientes algunas de las razones para ciertas restricciones, pero un estilo de vida que en general es tan restrictivo va en contra de nuestra educación cultural básica.
La verdad, de todos modos, es que son aquellas prohibiciones restrictivas las que nos dan “forma y figura”, similar al cincel en la escultura. Una persona no es definida como “entendida” por responder bien a cien preguntas en un examen, si el examen tiene quinientas preguntas. Similarmente si la persona hace diez actos de bondad, no la llamamos una persona “bondadosa”, a menos que estos actos sean un porcentaje alto de sus acciones. Esto es aún más fuerte si la persona se abstiene de realizar actos crueles. Porque entonces la bondad describe la totalidad de la persona. Todas sus acciones tienen el mismo patrón de bondad.
Mandamientos Positivos y Negativos
La relación entre materia y forma se refleja, de acuerdo a las enseñanzas de nuestros rabinos, en los 248 mandamientos positivos, los que son paralelos a los 248 “miembros” y “órganos” del cuerpo, y en los 365 mandamientos negativos, que son paralelos a los 365 guidim que hay en una persona. El término guidim se refiere a muchos tipos de tejidos conectores, como tendones, ligamentos y ciertos nervios visibles que son de una longitud considerable.
Este paralelo nos ayuda a entender el rol de los mandamientos positivos versus los mandamientos negativos. Los mandamientos positivos son la esencia real del judaísmo. Son los miembros. Por otra parte, los mandamientos negativos dan forma a la estructura del judaísmo y a la persona judía.
Cuando Adam fue ubicado en el Jardín del Edén, se le encargó “trabajar” y “cuidar” el jardín. Estas dos tareas fueron las precursoras de los mandamientos positivos y negativos. “Trabajar” un jardín es un acto que estimula el crecimiento de los elementos positivos, como por ejemplo las frutas. “Cuidar” el jardín es un acto que rechaza las fuerzas negativas. Algunas fuerzas negativas como el fuego y la inundación simplemente destruyen el jardín y sus frutas. Pero hay también fuerzas negativas, como las malezas y los animales que no destruyen tanto las frutas, pero destruyen el aspecto estructural del jardín. Un jardín que es desatendido no cesa de dar frutos, sino que pierde su forma y figura. Cuanto menos y menos se ve como una entidad organizada y unificada con un propósito, más y más se ve como un revoltijo de frutas fortuitas sobresaliendo de un lío de rocas y zarzas.
Nosotros reconocemos que el propósito de nuestras vidas no es meramente hacer cosas buenas, sino convertirnos en una buena persona. Una buena persona es aquella que está “formada” por bondad. La bondad dirige lo que hace y dicta el límite de lo que puede hacer. Nos damos cuenta de que las prohibiciones dan forma, definen nuestra persona y nos moldean a imagen de Dios.
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