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Puede que sigamos las rutinas habituales de la vida: comer, trabajar, hacer ejercicio, tratar de ayudar… pero el trauma colectivo nos afecta a todos.
"¿Estás bien?", me preguntó una colega. Yo asentí y comencé a hablar de un caso de trabajo. Pero lo que quería decirle era: No, por supuesto que no estoy bien. Estoy asustada, estremecida y el dolor por lo que está sucediendo es tan grande que no tengo palabras.
"¿Tu familia en Israel está bien?", me preguntó una amiga en el gimnasio. Logré sonreírle a medias y le agradecí por preguntarlo mientras comenzaba a correr. Pero lo que quería decirle era: Mi familia está devastada. Mis hermanos y hermanas en Israel están sufriendo mientras nosotras conversamos. Están heridos. Están muriendo. Están cautivos. Envían a sus hijos al campo de batalla y no saben si alguna vez regresarán.
Mientras corro, mis lágrimas se mezclan con el sudor y trato de escaparme del dolor. Miro hacia el cielo y lloro en silencio. Por favor, por favor, ayúdanos. Voy a trabajar. Hago las compras. Cuido a mis hijos. Intento no mirar las noticias, pero están por todas partes. Una noche fui a comprar pizza y en la pantalla del televisor de la pizzería apareció un titular espantoso. Traté de mirar para otro lado, pero ya era demasiado tarde. Había visto las palabras. Mientras recibía las cajas de pizza, luché para impedir que las lágrimas saltaran de mis ojos. No voy a largarme a llorar adentro de la pizzería, me dije a mí misma mientras pagaba. Pero la cajera se dio cuenta a pesar de que me limpié rápidamente los ojos con una servilleta. Ella me miró, luego observó la pantalla y vi que también sus ojos se llenaron de lágrimas.
No estamos bien. Estamos devastados. Estamos enojados. Frustrados. Asustados. En duelo. Puede que sigamos adelante con los movimientos de la vida normal: comer, trabajar, hacer ejercicio, tratar de ayudar… pero el trauma colectivo que todos estamos experimentando es trágico en una escala que todavía ni siquiera podemos comenzar a procesar.
El primer paso para enfrentar este intenso trauma es aceptar cómo te sientes. Tienes que permitirte a ti mismo sentir todos los sentimientos duros e incómodos que tienes y saber que es normal sentir de esa forma. Aquí hay algunos síntomas importantes de estrés traumático y cómo lidiar con ellos.
Afrontar este trauma masivo y colectivo llevará tiempo. Este es el estado agudo del trauma, en el cual todos experimentamos cierta clase de estrés traumático. Llevará meses o incluso años llegar a procesar estos eventos. Pero el estrés traumático no necesariamente se convierte en estrés postraumático si lo reconocemos y utilizamos estrategias para trabajar con nuestros sentimientos.
Sé paciente contigo mismo. Este no es el momento de fijarse objetivos ambiciosos ni recriminarte por no ser más productivo y eficiente. También es este el momento de permitirte llorar cuando lo necesites. Como tuve que recordarme a mí misma en esa pizzería, sería una locura no llorar ante las noticias que aparecieron en la pantalla.
Mi hija y mi yerno viven en Israel. Después de hablar con mi hija cada día me siento muy orgullosa de ella y de nuestro pueblo. Ella me contó que estuvo durante horas en una fila esperando para donar sangre. Me contó cómo ella y su esposo visitan un hogar de ancianos. Me contó sobre los paquetes que envía y que organiza para la unidad del ejército de nuestro sobrino. Ella me contó sobre sus compañeras de estudio y sobre el minián al que fue esa mañana.
Y yo pienso sobre todas las plegarias de judíos de todo el mundo, los miles de paquetes enviados a nuestros soldados y las decenas de vuelos con judíos que regresan a Israel para luchar y ayudar. Estoy muy orgullosa de ser parte de una nación como esta. Personas que incluso en medio del trauma más horripilante, pueden ponerse de pie y conectarse con los demás de una forma tan inspiradora.
Uno de los efectos más dañinos del trauma puede ser el aislamiento. Cuando alguien experimenta un trauma, por lo general se aísla de los demás. Tenemos la bendición de estar trabajando tan duro colectivamente para conectarnos y ayudarnos mutuamente.
Necesito todas mis fuerzas para no llorar cuando hablo por teléfono con mi hija, quien estuvo sola dentro de refugios anti bombas cuando sonó la sirena en Jerusalem. Si ella no llora, yo también puedo contenerme. Pero después de cortar la llamada, dejo brotar las lágrimas y le suplico a Dios que escuche nuestras plegarias y nos ayude.
No estamos bien, pero vamos a atravesar esto juntos. Que Dios nos salve y nos consuele a todos.
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