Dr. Samuel Katz: el científico innovador que ayudó a desarrollar la vacuna contra el sarampión

28/11/2022

7 min de lectura

El renombrado virólogo falleció recientemente a los 95 años.

El Dr. Samuel Katz, el renombrado virólogo que formó parte del equipo de investigación que desarrolló la vacuna contra el sarampión, falleció recientemente a los 95 años. Su obra pionera salvó la vida de una innumerable cantidad de niños.

Samuel nació en New Hampshire y sus padres fueron Morris y Ethel Katz. Fue a la universidad de Darmouth cuando tenía 17 años. Su primer interés era el periodismo, pero mientras servía en la marina, recibió entrenamiento hospitalario, una experiencia que se transformó en su pasión por la medicina.

Se graduó con una licenciatura en ciencias médica de Darmouth en 1950 y fue cum laude de la facultad de medicina de Harvard. Durante su residencia en el Hospital Infantil de Boston, afiliado a la facultad de medicina de Harvard, trabajó en las salas de polio, donde vio de primera mano la devastación que provocaba la enfermedad. En 1955 también fue testigo de un evento sorprendente: la vacuna contra la polio de Salk erradicó efectivamente el flagelo infantil, que también afectó a algunos adultos, entre ellos un presidente de los Estados Unidos.

El joven médico entendió que su pasión era estudiar las enfermedades infecciosas y quizás contribuir a la próxima vacuna que cambiaría el mundo.

Hacer algo bueno

Poco después de su paso por las unidades de enfermos de polio, el Dr. Katz se unió al eminente equipo del Dr. John Enders, laureado con el premio Nobel, cuya investigación fue la base para el desarrollo de la vacuna contra la polio.

Su hijo, John Katz, dijo: "Mi padre sintió que esa era un área en la que podía hacer algo bueno. Todavía había muchas otras enfermedades para las cuales aún no había vacunas".

"Mi padre sintió que esa era un área en la que podía hacer algo bueno. Todavía había muchas otras enfermedades para las cuales aún no había vacunas".

El virus del sarampión ya había suido aislado de un niño de 13 años, David Edmonston. El desafío era encontrar una forma de "atenuar" o debilitar al virus para crear una vacuna que fuera tanto segura como completamente efectiva.

"Y de hecho, optamos por probar con huevos de gallina embrionados", explicó el Dr. Katz en una entrevista del 2014 para el podcast del Foro Abierto de Enfermedades Infecciosas. El "virus de Edmonston", como se le llamó, pasó a través de los embriones de pollo más de una docena de veces, reduciendo su fuerza. El equipo, junto con el investigador yugoslavo Milán Milovanovic, luego lo inyectaron en monos rhesus.

¿Los resultados? Los monos no manifestaron ninguno de los síntomas clásicos, tales como fiebre y erupciones, o viremia, ni la presencia del virus en el torrente sanguíneo. Pero los monos tenían anticuerpos.

"Estábamos en el camino correcto", dijo el Dr. Katz.

A continuación seguía la prueba en humanos. A pesar de que hubo un poco de controversia, este proceso era esencial para el desarrollo de la vacuna atenuada. El equipo de Enders usó la escuela estatal Walter E. Fernald en Waltham, Massachusetts, una institución para niños con graves trastornos neurológicos. El Dr. Katz aseguró que recibieron el consentimiento  de los padres de los 20 pacientes elegidos.

"Inyectamos a estos jóvenes con el virus de las células de pollo y los observamos a diario", contó el Dr. Katz en el podcast. "Hicimos hisopados de garganta, hemocultivos, y nunca tuvieron viremia, nunca tuvieron ningún virus en sus gargantas… Habíamos dado el gran salto".

La revista New England Journal of Medicine, publicó los hallazgos en 1961, y hubo una gran respuesta, además de muchas preguntas. Entre aquellos que escribieron se encontraba un pediatra británico que estaba en Nigeria, el Dr. David Morely. Él  pidió que expandieran las pruebas de la vacuna contra el sarampión en Nigeria, donde la tasa de mortalidad a causa de la enfermedad era de un 15 por ciento.

El trabajo del Dr. Katz en Nigeria produjo importantes conclusiones respecto a la vacunación global, incluyendo cómo los niños con sarampión a menudo dejaban de amamantar debido a las llagas que tenían en la boca y llegaban a estar severamente deshidratados. Simples tratamientos de hidratación se agregaron a los regímenes de vacunas contra el sarampión en Nigeria y en otras partes.

Debido a que estas vacunas eran tan similares a la infección natural que trataban de prevenir,  creaban una fuerte y duradera respuesta inmune. Sólo 1 o 2 dosis de la mayoría de las vacunas vivas pueden dar una protección de por vida contra un germen y la enfermedad que este produce.

El Dr. Katz mantuvo el título de investigador asociado desde 1958 y durante la década siguiente, durante la cual también fue pediatra en el Hospital Infantil y en el Hospital Beth Israel en Boston y profesor asistente de pediatría en la escuela de medicina de Harvard.

En 1968, el Dr. Katz se fue de Harvard a la Facultad de Medicina de la universidad de Duke. Como presidente de su departamento de pediatría durante 22 años, ayudó a elevar su posición a nivel nacional.

En Duke continuó su trabajo y fue nombrado profesor emérito de pediatría en la facultad de medicina de la universidad de Duke.

Un investigador visionario e innovador

Además del sarampión, el Dr. Katz estuvo involucrado en el estudio del virus vaccinia, polio, rubiola, influenza, tos ferina, y combinados de hemophilus influenza y VIH.

El indómito Dr. Katz renunció a la dirección del departamento de pediatría de Duke en 1990 para trabajar con su segunda esposa, la destacada Dra. Catherine Wilfert, investigadora de VIH/SIDA, activista y profesora de pediatría en la facultad de medicina de Duke. Ella fue la principal investigadora en un ensayo clínico sobre SIDA pediátrico que comenzó en 1987, y que demostró la eficacia del fármaco AZT para reducir la incidencia de la transmisión de madre a hijo del VIH en más de un 60 por ciento. Ella dejó Duke en 1996 y se convirtió en directora científica de la Fundación por el SIDA Pediátrico Elizabeth Glazer. El Dr. Katz siguió enseñando en Duke hasta que se jubiló en el año 2017.

La Dra. Mary Klotman, decana de la facultad de medicina de Duke y vicerrectora de Asuntos de Salud, dijo en una entrevista telefónica: "Él tenía un gran dominio de la virología y la práctica clínica, y participaba de una manera muy positiva. Fue un modelo a seguir de la integración de la ciencia, la atención clínica y la orientación a la nueva generación de médicos.

El Dr. Katz recibió numerosos honores, entre ellos la Medalla de Oro del Instituto de Vacunas Albert Sabin en el 2003 y en el 2007 recibió el prestigioso premio Pollin en reconocimiento as sus contribuciones a la investigación de enfermedades infecciosas pediátricas y el desarrollo de vacunas, especialmente por su rol en el desarrollo y la aplicación de la vacuna contra el sarampión. El quinto premio Pollin anual de 200.000 dólares, el mayor premio internacional para la investigación pediátrica, reconoce los logros sobresalientes en la investigación biomédica o de salud pública que dan como resultado importantes mejoras para la salud infantil.

En los últimos años, siguió siendo un gran defensor de la seguridad de la vacunación, a pesar del auge de los grupos contra la vacunación.

Un verdadero Mensch

Tras su fallecimiento a los 95 años, el 31 de octubre del 2022, el mundo se llenó de recuerdos.

Uno de los tributos más conmovedores fue el del Dr. Robert Saúl, un ex alumno, colega y amigo., Aquí hay un extracto de sus palabras:

En 1976, yo era un médico recién recibido, listo para enfrentarme al mundo de la pediatría. Fui al Centro Médico de la universidad de Duke y tuve el mérito de estar bajo la tutela del Dr. Sam Katz,  presidente del departamento de pediatría. En los 3 años siguientes, mi vida cambió para siempre de maneras que no hubiera podido imaginar. El entrenamiento médico después de la facultad de medicina tenía muy mala reputación. Sin embargo, el entusiasmo y la humanidad del Dr. Katz hicieron que ese trabajo fuera menos una carga y que reconociéramos su importancia y crucial necesidad. Sentí su compasión por nuestros pacientes. Sentí su empatía por sus aprendices a través del entorno enriquecedor que estableció dentro de su departamento. A lo largo de los años me he preguntado cuáles son las cualidades que tenía Sam como mentor y qué podía incorporar yo a mi carrera después de la residencia. Él era un consejero experimentado y confiable, pero era mucho más que eso. Déjenme explicarlo.

Investigación – la importancia de su trabajo no puede ser enfatizada de más en términos de salvar innumerables vidas y discapacidades.

Educador - Sam siempre tenía clara conciencia de su responsabilidad (y capacidad) de ser un maestro efectivo para la nueva generación de médicos. Sus prolíficas escrituras dan testimonio de su determinación como educador. Me gustaría pensar que mi entusiasmo en este aspecto fue encendido por el Dr. Katz. Dos de mis libros sobre enfermedades infecciosas pediátricas de los que fue coautor están firmados por Sam y ocupan un lugar preciado en mi estudio.

Administrador - Las presiones de manejar las tareas administrativas mientras mantenía la actividad clínica, los deberes educativos y las actividades de investigación pueden crear un capullo alrededor (de los administradores). Ese nunca fue el caso de Sam, él estaba allí cuando lo necesitaban.

Innovador – incluso al final de su carrera, él siempre buscaba formas de llevar el tratamiento del VIH a quienes lo necesitaban mucho más allá de las fronteras de los Estados Unidos. Él promovía activamente todas las vacunas de formas novedosas, reconociendo su importancia para la salud de los niños.

Defensor – Durante toda su vida, Sam fue un defensor incansable en beneficio de los niños. Él abogó por un fuerte énfasis en las necesidades de los niños y la necesidad de continuar con la investigación para mejorar en los próximos años.

Visionario – Muchos reconocieron su capacidad para liderar la mejora de los servicios pediátricos y la investigación en Duke y en todo el país (incluyendo la Academia Norteamericana de pediatría). Los premios que Sam recibió fueron muchos y muy merecidos.

Humanitario – Una de las mayores contribuciones de Sam fue su capacidad para llegar a muchas personas. Era verdaderamente un ciudadano del mundo, compartiendo la humanidad de todos.

Colega – En los años posteriores a mi residencia, nos convertimos en colegas, para mí un estatus de honor. Ser colega de un hombre tan increíble fue el privilegio de mi vida y estaba muy agradecido.

Amigo – Cada nueva relación con Sam conducía a una amistad. Él estaba involucrado en cada relación.

Debo contar una historia muy personal. Un día me pidieron que fuera a la oficina del Dr. Katz. Él me preguntó si tenía algún problema. "La gente ha notado que te ves menos jovial que de costumbre", me dijo. Le respondí: "Bueno, mi padre está en Chicago y está muy enfermo de cáncer. No puedo permitirme ir a visitarlo".

Él hizo los arreglos para que tuviera un boleto de avión y días libres. Me dijo: "Puedes devolvérmelo con una donación para el departamento después de que empieces tu práctica". Esa "deuda" ya fue pagada, pero los recuerdos de su generosidad nunca se desvanecerán.

El Dr. Sam Katz vivió y respiró los valores judíos de tikum olam, corregir el mundo, y valorar el valor infinito de la vida. Él fue un mensch maravilloso que salvó millones de vidas e hizo del mundo un lugar mejor y más seguro.

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