El niño que sobrevivió el Holocausto

06/12/2023

8 min de lectura

El Dr. Mark Nusbaum se escondió de los Nazis es un cuarto secreto y es uno de los pocos niños que sobrevivieron el campo de concentración Bergen Belsen.

Como Ana Frank, el Dr. Mark Nusbaum se escondió de los Nazis en un cuarto secreto durante casi ocho meses. Sin embargo, a diferencia de Ana Frank, él sobrevivió el campo de concentración Bergen Belsen, uno de los pocos niños en el mundo que lo lograron.

De alguna forma, se arregló para levantarse desde las profundidades del infierno para construir una vida exitosa, criar una hermosa familia y convertirse en un filántropo apoyando varias organizaciones, hospitales e instituciones educativas.

Mark Nusbaum nació el 10 de octubre de 1935 en Sandomierz, Polonia.

Mark cuando bebé, sus padres, Regina y Abraham y su hermano Aaron, 4, Circa 1936 en su departamento en Sandomierz.

Su padre era un exitoso hombre de negocios y líder comunitario. En abril de 1940, después de que estalló la guerra, su padre fue arrestado en su camino a casa desde la sinagoga. Fue encarcelado en la cárcel local por el “crimen” de ser judío. Fue posteriormente transferido a Ravensbruck y luego al campo de concentración Buchenwald y en julio de 1942, la familia recibió un aviso por escrito de que su padre había “sucumbido a su enfermedad”.

Regina Nussbaum, en el medio, con sus dos hermanas en Sandomierz, 1938.

Mientras se creaba el gueto de Sandomierz en el otoño de 1942, la familia Marks decidió escapar y esconderse en Varsovia, una ciudad mucho más grande, en el lado Ario, en donde esperaban estar más seguros y que fuera más difícil encontrarlos.

El collar de diamantes

La familia utilizó sus conexiones de negocios para ubicar a una familia gentil en Varsovia que accedió a esconderlos dentro de su departamento. “No tengo ni idea quien era esta familia, ni su nombre. Me encantaría averiguar quiénes eran y reconectarnos para expresar mi gratitud a ellos o a sus descendientes”.

Antes de huir a Varsovia, la madre de Mark llevó consigo su collar de diamantes que su padre le había dado como regalo cuando Mark nació. Ella pudo esconderlo en el tacón de su zapato.

Para 1943, la vida se hizo cada vez más difícil y peligrosa, incluso para aquellos en escondites, ya que muchos judíos estaban siendo capturados. Temiendo ser descubiertos y ejecutados, los propietarios polacos aumentaban continuamente la renta. “Mi madre sacaba periódicamente diamantes individuales del collar para darle al propietario como pago por alojarnos y alimentarnos”.

Mark, en ese momento de 8 años, recuerda llegar al edificio de departamentos. La familia subió por la escaleras al segundo piso y entró al departamento. El salón tenia un armario grande que se abría para dar paso a un “cuarto” escondido. Era un espacio pequeño, aproximadamente de 2 por 4 metros en el que se escondían siete personas.

“Teníamos que estar en absoluto silencio”, recuerda Mark. “Nos escondíamos ahí en silencio, noche y día, temiendo que cualquier ruido podía resultar en muerte, para nosotros y para el propietario. Nos dieron colchones e incluso almohadas para reprimir cualquier tos o estornudo. Recibíamos comida una o dos veces al día. Usualmente nos daban pan, leche y un poco de queso. Ocasionalmente nos daban también fruta. Teníamos una diminuta luz en el cuarto y un poco de papel y lápices. Mi madre nos enseñaba silenciosamente matemática básica o nos susurraba historias para pasar el tiempo. No teníamos privacidad. Había una “bacinica” que todos usábamos que después era vaciada en un barril. Al final del día el barril era vaciado en un baño que estaba afuera de nuestro cuarto escondido.

La familia se quedaba todo el día en el sofocante cuarto todo el día. “Nos dejaban salir del cuarto falso por la noche, agachados bajo la ventana para no ser vistos y respirar un poco de aire fresco”

Desde esta ventana, vieron el levantamiento del gueto de Varsovia. Podían ver las llamas, escuchar los proyectiles explotando e incluso podían oler los edificios en llamas.

“Estábamos en el lado Ario mirando como se desarrollaba el levantamiento. Tomó tres semanas antes de que los alemanes invadieron el gueto y lo demolieron”.

El “programa de intercambio”

Después de que el gueto fue demolido, las cosas se deterioraron mas. “Mi familia se dio cuenta de que no podíamos seguir escondidos en ese espacio mucho más tiempo. Comenzaron a circular rumores de que los Nazis estaban buscando a ciudadanos judíos de países extranjeros para ser intercambiados por ciudadanos alemanas atrapados allí debido a la guerra. Aunque esto no hacia sentido lógicamente, nuestra situación se había vuelto tan desesperada que aun así decidimos hacer esta ‘opción de programa de intercambio’ y reportarnos al Hotel Polski en la calle Dluga 29, Varsovia.

Para “calificar” para el intercambio, teníamos que ‘obtener’ (comprar) un pasaporte extranjero de los administradores de la Gestapo y sus colaboradores judíos en el hotel.

“Había una jerarquía de pasaportes que uno podía comprar. Nosotros compramos los pasaportes palestinos porque estábamos quedándonos sin fondos y estos eran los más baratos y menos deseados. Ya que muchos de esos ciudadanos judíos ya no estaban vivos, sus pasaportes estaban siendo vendidos por la Gestapo y sus colaboradores judíos... también se estaban produciendo y vendiendo muchos pasaportes falsos.

“Por algún milagro, nosotros compramos genuinos pasaportes palestinos en vez de los falsos… y milagrosamente, mi madre se parecía a la mujer en la foto del pasaporte e increíblemente, yo me parecía a su hijo cuyo nombre era Marek, nombre que he mantenido desde entonces”.

“Una vez calificados, se nos permitía en un documento escrito volver a caminar por las calles con seguridad. Regresamos a nuestro escondite, empacamos algunas de nuestras pertenencias y regresamos al hotel para el subsecuente intercambio”.

Hotel Polski

“El hotel estaba tan lleno que no tuvimos opción más que dormir en las escaleras. Uno o dos días después, nos llevaron a la estación de trenes y abordamos un tren de pasajeros con varios miles de personas y nuestro equipaje. Nos sentamos cómodamente pero no teníamos idea a donde nos dirigíamos. Una vez más nos dijeron que eventualmente íbamos a ser intercambiados por ciudadanos alemanes”.

“Inicialmente, nos llevaron al campo de concentración Bergen Belsen. Usualmente aquellos enviados ahí viajaban en vagones de ganado, pero a nosotros nos llevaron en tren de pasajeros. Nos pudieron en un campo especial dentro del campo Bergen Belsen. Por alguna razón aquellos de nosotros que éramos parte de este ‘programa de intercambio’ se nos daba tratamiento especial. Nos permitían usar nuestra ropa y mantener nuestro equipaje.

La familia de Mark y aquellos pasajeros en el tren tenían “privilegios” con que los otros prisioneros de Bergen Belsen no podían ni soñar. “Nuestro campamento estaba ocupado por personas judías que iban a ser intercambiadas por ciudadanos alemanes atrapados o internados en varios países como Gran Bretaña, varios países latinoamericanos, Palestina y otros.

Listado parcial de pasajeros del tren que dejó Bergen Belsen el 7 de abril de 1945. Mark y su madre eran los números 38888 y 38889.

“Nuestro minicampamento estaba rodeado de alambre de púas y una cerca electrificada. Pasando los alambres y las torres de guardias había montañas de cadáveres humanos esperando cremación, una imagen que aún está grabada en mi mente. Las casas de los guardias tenían soldados adentro, con reflectores y ametralladores en caso de que alguien intentara escapar”.

“Después de poco tiempo nos dimos cuenta cuan afortunados éramos, porque a diferencia de otros prisioneros en Bergen Belsen, nosotros no teníamos que trabajar y podíamos usar nuestra propia ropa, en vez de los uniformes a rallas que todos los demás vestían. Estábamos constantemente con hambre, ya que se nos daba una cantidad mínima de comida. Sin embargo, era exponencialmente mejor que lo que las personas fuera de nuestro campamento estaban recibiendo”.

Mark y su familia se quedaron allí por casi dos años, desde aproximadamente junio de 1943 hasta el 7 de abril de 1945.

“Por ser niño, se me permitía quedarme en las barracas de mujeres, durmiendo junto a mi madre, en literas triples. Las barracas tenían una estufa para mantenernos calientes. Sin embargo, cuando nos quedamos sin madera, personas sacaban algunos de los tablones de su cama para mantener vivo el fuego, causando que parte de ligeros colchones sobresaliera hacia abajo.

El momento de liberación

En un punto, un avión estadounidense pasó volando sorprendentemente y de alguna forma pudo dañar la chimenea del crematorio de Bergen Belsen, dejándolo “inoperable”.

“Como era un niño yo no entendía lo que era el crematorio. Incluso aunque podía oler el repugnante olor de los cuerpos quemados, mi madre se rehusó a decirme que se estaba quemando. Fue solamente después de la guerra que me enteré que cuerpos humanos estaban siendo cremados”.

El 7 de abril de 1945, los guardias Nazis le ordenaron a Mark empacar, ser contado y marchar hacia la estación de trenes local. Una vez más los pusieron en un tren de pasajeros siendo supervisados por una docena de solados con un oficial a cargo.

“Viajamos por cinco o seis días en el tren. Eventualmente se detuvo en un valle profundo. Esa noche, hubo un tremendo intercambio de artillería, alumbrando el cielo. A la mañana siguiente todo estaba en silencio. Todavía no sabíamos donde estábamos o que pasaría con nosotros”.

“El viernes 13 de abril, se nos ordenó salir del tren para ser contados. Sin saberlo, los alemanes nos iban a contar antes de llevarnos al rio Elbe en donde planeaban dispararnos y ahogarnos en un esfuerzo por esconder cualquier evidencia de su barbarismo”.

“Sin embargo, justo cuando estábamos a punto de partir, llegó un tanque estadounidense, comandado por el Sargento Abe Cohen, junto con un pelotón de soldados estadounidenses y fuimos repentinamente liberados. Si hubieran llegado diez minutos después, habríamos estado en camino hacia el rio Elbe en donde hubiéramos sido asesinados. Esos diez minutos fueron crucial para nuestra sobrevivencia”.

Una vez liberados Mark recuerda que “unos cuantos jóvenes corrieron hacia un oficial Nazi, quien momentos antes estaba preparado para dispararnos y comenzaron a golpearlo con palas y palos. Pero los mayores los detuvieron, asegurándose de que no nos hundiéramos a su barbárico nivel”.

Mi siguiente milagro

después de la guerra, Mark y su madre fueron transferidos a Amberes, Bélgica. Su madre lo mandó a campo de verano en el Mar del Norte para que él aprendiera bien francés.

“Un día, el asesor jefe les preguntó a los niños algo en francés y todos los campistas levantaron sus manos. No queriendo ser el uno que destacaba y ser diferente, yo también levanté mi mano. Sin saberlo él estaba preguntando ‘¿Quién sabe nadar?’ Y todos podían menos yo”.

Los niños fueron al muelle y luego al agua. Vino un viento muy fuerte, cambió la marea y Mark fue literalmente arrastrado fuera del muelle.

“Me estaba ahogando y jadeando por aire. De alguna forma, saqué mi mano al aire y alguien me agarró y me sacó. Era uno de los asesores, pero se sintió como la mano de Dios extendiéndose nuevamente para salvarme”.

Mark siente que ha estado viviendo un milagro tras otro en su vida, incluyendo sus dos matrimonios. “La mayoría de las personas son afortunadas si tienen un matrimonio muy bueno y feliz. Yo he sido bendecido dos veces – mi primer matrimonio con Edith “Ginny” Nusbaum y cuando me uní con mi antigua paciente Janine y su maravillosa familia”.

Dar de regreso

A pesar de los intentos de los Nazis por asesinarlo, Mark no solamente sobrevivió, sino que prosperó. Él tiene cuatro hermosas hijas, 23 nietos y varios bisnietos ¡y contando!

Él es un filántropo que ha dedicado parte de su vida a dar. Su familia apoya a varias universidad y hospitales en Toronto e Israel, tanto como a varias instituciones de educación.

“Seis millones de judíos fueron asesinados en el Holocausto: 1.5 millones fueron niños. Muy pocos niños de mi edad sobrevivieron y ciertamente muchos menos sobrevivieron un campo de concentración. Uno puede probablemente contar los niños sobrevivientes de los campos de concentración con los dedos de una mano. Yo me considero parte de un grupo selecto. Más aún, no creo en lo aleatorio. Dios me escogió a mí y a unos pocos otros para sobrevivir. Como una expresión de nuestra eterna gratitud con Dios, es nuestro deber dar tzedaká, 'caridad' y al hacerlo, estamos pagando solo parcialmente nuestra enorme deuda con Dios”.


Imagen destacada: el tren de pasajeros de Mark Nussbaum después de que fueron liberados por las tropas de Estados Unidos. El texto en hebreo escrito al lado dice: “Anu Nossim Le Eretz Israel” (Vamos a la tierra de Israel).

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