Doctores justos que salvaron vidas durante el Holocausto

18/12/2023

7 min de lectura

Los doctores Kurt y Ella Lingens valoraban la vida humana. Durante el Holocausto, fueron mucho más allá de ese ideal.

Multitudes tirando ladrillos. Arrestos masivos. Sinagogas incendiadas. Calles sucias con trozos de vidrios rotos. Hace 85 años, el 9 y 10 de noviembre de 1938, durante la devastación conocida como Kristallnacht, multitudes de nazis y tropas de la SS, asistidos por entusiastas ciudadanos normales, incendiaron y vandalizaron cientos de sinagogas y dañaron o destruyeron miles de hogares judíos, escuelas, negocios, hospitales y cementerios en Alemania y Austria.

Casi cien judíos fueron asesinados durante la violencia. Los oficiales nazis ordenaron a la policía a no intervenir mientras los disturbios causaban estragos y quemaban edificios, aunque bomberos si tenían permitido extinguir cualquier incendio que amenazara las propiedades de dueños alemanes.

La Noche de los cristales rotos

Después de Kristallnacht, las calles y veredas de las comunidades judías estaban llenas de vidrios rotos de los edificios vandalizados, dándole origen al nombre “Noche de los cristales rotos”. Los Nazis luego tuvieron el descaro de hacer responsable a la comunidad judía por el daño, imponiendo una multa colectiva equivalente a $400 millones de dólares.

Después, más de 30.000 hombres judíos fueron arrestados y enviados a los campos de concentración Dachau, Buchenwald y Sachsenhausen en Alemania específicamente construidos para judíos, prisioneros políticos y otros considerados enemigos de los Nazis.

Kristallnacht marcó un punto de inflexión hacia un tratamiento más violento y represivo de los judíos a manos de los nazis. La brutalidad de Kristallnacht alertó a judíos en Europa y los hizo entender que el antisemitismo nazi no era un predicamento temporal y que solamente empeoraría. Como resultado de esto, muchos judíos comenzaron a planificar escapar de sus tierras natales y buscar ayuda de valientes amigos no judíos.

Una de esas parejas heroicas que ayudó a los judíos a escapar era la Dra. Ella Lingens y su esposo Kurt Lingens.

Activistas anti nazis que arriesgaron sus vidas

Ambos médicos en Viena, ellos fueron dedicados activistas anti nazis. Kurt Lingens era anti fascista, nacido en Düsseldorf, Alemania. Su padre había sido jefe de policía que perdió su trabajo debido a su conexión con un partido católico anti nazi.

Dr. Ella Lingens

Kurt Lingens mismo tuvo prohibido por las autoridades nazis estudiar en universidades alemanas debido a sus actividades anti fascistas como estudiante.

La esposa de Kurt, Ella, nacida en Viena en 1908, tenía un título doctoral en leyes y estudió medicina en la universidad local. Tan pronto como los nazis anexaron Austria, ella comenzó a ayudar a judíos, especialmente los estudiantes que conocía de la escuela de medicina. Durante los disturbios de Kristallnacht, ella inmediatamente escondió a diez judíos en su habitación.

En 1939, los Lingens conocieron al Barón Karl von Motesiczky, un anti nazi que también había estudiado medicina en la universidad de Viena y cuya madre era judía. Se hicieron amigos y el Barón von Motesiczky invitó a los Lingens a vivir en la gran casa que él tenía en un suburbio de Viena durante los meses de verano.

Barón Karl von Motesiczky

El Barón a menudo recibió judíos y miembros de la resistencia anti nazi en esa casa. A pesar de los riesgos implicados para ellos y su hijo pequeño, Ella y Kurt escondieron a una joven mujer judía, Erika Felden, en su departamento durante varios meses. Ellos tuvieron asistencia de amigos solidarios. Una pareja responsable de la distribución de tarjetas de raciones de alimento le dio a Karl y Ella varias tarjetas para Felden. Su ama de casa le dio a Felden su tarjeta de identificación cuando ella tuvo una infección seria, permitiéndole obtener tratamiento médico.

El informante

Su hogar continuó siendo un refugio para los amigos judíos de la pareja. Algunos les pidieron usar sus conexiones para ayudarlos a escapar de los nazis. Una de estas personas, un ex actor de teatro judío llamado Rudolf Klinger, desafortunadamente resultó ser un informante.

En 1942 un conocido judío de Kurt y Ella les pidió ayudar a sus amigos a llegar a Hungría. Klinger se ofreció a acompañar a dos parejas judías a la frontera. Los llevó hasta ahí, pero a último minute los traicionó deslealmente, a ellos y a otros involucrados con los alemanes. Como resultado, los Lingens y el Barón von Motesiczky fueron arrestados. Kurt Lingens fue asignado a una unidad de soldados enviados al frente ruso como castigo por varios crímenes. Mientras estaba allí, Lingens fue herido de gravedad, pero se arregló para sobrevivir la guerra y eventualmente regresó a Viena.

Dr. Ella Lingens

Ella Lingens y el Barón von Motesiczky fueron enviados a Auschwitz en donde el Barón von Motesiczky murió de Tifus.

Klinger, el informante de la Gestapo, fue arrestado en 1943 cuando los nazis decidieron que él ya no les era útil y lo enviaron a morir en Auschwitz.

Cuando su tiempo de encarcelamiento estaba casi completo, ella tuvo que tomar una decisión extremadamente difícil.

Afortunadamente, Ella pudo trabajar como doctora para los reclusos del campo, continuando sus actividades de rescate y salvando varias vidas judías de una muerte segura en las cámaras de gas.

Cuando su tiempo de encarcelamiento estaba casi completo, ella tuvo que tomar una decisión extremadamente difícil. Ella describe esto en el testimonio que dio a Yad Vashem.

“La mayoría del tiempo solamente podíamos mirar sin hacer nada mientras se realizaban las selecciones. Pero en una oportunidad pude intervenir. Unos cuantos días antes yo había sido llamada al departamento político. La paciente era una Sra. Leiman de Frankfurt. Desde el final de agosto 1943 hasta febrero de 1944 se realizaban selecciones cada cuatro semanas, no solamente en las enfermerías, sino que en todo el campo. Cada vez se seleccionaban entre 500 y 1000 mujeres, yo estaba segura de que la Sra. Leiman estaría entre las víctimas. Fui a verla y me enteré de que tenía razón. Ella estaba muy afectada, temblando de miedo y desesperación, apretando mi mano. ‘Ayúdame’ decía muchas veces…”.

“El doctor del campo me había dicho poco antes que tenía que ser muy cuidadosa de no dar pasos equivocados ya que mi liberación [de Auschwitz] ocurriría en las próximas semanas. Una intervención de mi parte, como alemana aria, a favor de esta mujer probablemente iba a irritar al Waffen-SS y poner en peligro mi liberación. Solamente alguien que ha estado en un campo de concentración sin saber cuánto durará el encarcelamiento puede entender lo que significa incluso la más pequeña esperanza de libertad”.

“Mi único hijo tenía tres años cuando nos separaron. Solo aquellos que tienen hijos pueden entender la profundidad y alcance del anhelo de una madre por su hijo. Solitaria y adolorida, caminé de un lado a otro del camino del campo en el atardecer de ese día de invierno. Barracas grises, torres de vigilancia y alambres de púas electrificados hasta tan lejos como alcanzbaa la vista. Una imagen desesperadamente fea. A mí me permitirían dejar este lugar, dejar atrás sus torturas. Y ahora me estaban pidiendo arriesgar todo y hacerme impopular por el bien de la Sra. Leiman que era prácticamente una desconocida…”.

“El tiempo apremiaba y tenía que tomar una decisión si quería hacer algo. En mi mente vi a mi pequeño y escuché su dulce voz cuando fue separado de mí, cuando puso sus pequeños brazos alrededor de mi cuello y rogaba ‘Mama, por favor quédate conmigo’… Entonces vi los ojos de la mujer joven que me miraba suplicante con gran compasión; el sentido de deber de salvar una vida, tanto como médica como ser humano, contrastaba con el compromiso de una madre de sobrevivir por el bien de su hijo, porque cada día adicional en el campo constituía un peligro mortal”.

“Nadie puede decirme que la solución era obvia. Estaba atormentada y no podía decidir. Pero tenía una pista: quizás tenía derecho de decir que mi vida y la de mi hijo eran más importantes que la vida de una extraña. Pero este no era el problema. Si yo fallaba, me volteaba y permitía la muerte de esta persona a quien quizás podía salvar, solamente porque yo estaba en peligro, estaría cometiendo el mismo error que todo el pueblo alemán… las personas que ordenaban e implementaban estos horribles actos no eran muchos. Pero infinitamente muchos otros dejaban que esto ocurriera, porque les faltaba la valentía para prevenirlo. Ellos se retiraban con un suspiro diciendo ‘no hay nada que podamos hacer’, incluso en aquellos casos cuando si se podía hacer algo”.

“Si hubiera llegado tan lejos como para voltearme silenciosamente, por miedo de quedarme más tiempo en el campo, no sería diferente a todos los otros que aún estaban afuera, mirando pasivamente por temor de ser llevados a un campo de concentración. Así, la SS habría tenido éxito en ‘educarme’, como al hombre de la Gestapo que me envió al campo le gustaba decir. Esto significaría que todo lo que había hecho hasta ahora hubiera sido en vano y que podría haberme quedado en casa desde el principio”.

“Lo que se despertó en mí no fue compasión o deber, sino odio por el sistema que quería reprimirme y robarme mi dignidad y honor. En mi mente le dije a mi pequeño hijo: ‘Hijo, puede ser que debas esperar un poco más por tu madre, pero cuando regrese, al menos podré mirarte a los ojos y tu no tendrás que avergonzarte de que la lengua materna de tu madre sea el alemán’”.

Aunque fue enviada a la marcha de la muerte desde Auschwitz a Dachau, Ella milagrosamente pudo sobrevivir hasta el final de la guerra y regresó a Viena.

El 3 de enero de 1980, Yad Vashem reconoció a Kurt y Ella Lingens como "Justos entre las naciones".

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.