El Talmud es nuestra guía para enfrentar los momentos de crisis

01/02/2023

6 min de lectura

La sabiduría judía respecto a cómo seguir adelante cuando las cosas se ponen difíciles.

Tenemos una crisis hoy en día en el mundo, irónicamente, una crisis con la forma en que respondemos a las crisis.

En el momento en que aparece un titular traumático u otra noticia sombría, todos nos acurrucamos en nuestros rincones, murmurando algo sobre "nuestros pensamientos y plegarias están con ustedes" y ofreciendo un aluvión de frases que ya no tienen ningún peso ni significado: "se cometieron errores", "desafíos sin precedentes", "hay que confiar en los expertos", "sin comentarios". Todas nuestras respuestas enlatadas se funden en una marea incolora de lugares comunes, mientras todos intentamos en vano encontrar significado y propósito dentro de la crisis.

Pero una vez más, el Talmud sale al rescate. En contraste con el caos contemporáneo, el Tratado de Taanit ofrece una perspectiva respecto a cómo se puede responder ante una crisis comunitaria y encontrar significado en nuestras vidas, incluso en esos momentos en los que nos sentimos más amenazados existencialmente.

La crisis en el Tratado de Taanit es la 'lluvia', o más precisamente, la 'falta de lluvia'. En el mundo agrícola del judaísmo bíblico, la lluvia era la fuente de prosperidad, cultivos y abundancia comunitaria. En la Shemoná Esré, el eje de las plegarias diarias que los judíos recitamos tres veces al día, se introdujeron plegarias especiales por la lluvia. En el Shemá, que se dice dos veces cada día, la misma presencia o ausencia de Dios se describe en términos de "precipitación". En la actualidad, en nuestra sociedad moderna no agrícola, este énfasis puede parecer un poco exagerado o incluso anacrónico. ¿Rezar por la lluvia? ¿Por qué no revisar el pronóstico para los próximos cinco días y ya? Pero, por supuesto, la lluvia es mucho más que sólo lluvia.

Para decirlo crudamente, se trata de nuestros sueños y esperanzas, nuestros deseos y lo que ocurre cuando no se cumplen. El Talmud describe que Dios tiene la "llave de la lluvia". La imagen de Dios sosteniendo una llave debería darnos para pensar: la imagen presupone una habitación, un lugar al que queremos entrar, una puerta que está frente a nosotros, pero sin la llave permanecemos afuera. Cualquier cosa que valga la pena lograr en este mundo puede verse de una forma similar, como una "habitación a la que queremos entrar", obstruida por una puerta que, para abrirse, necesita una llave. Encontrar a la persona indicada para construir una familia, encontrar una profesión para construir una carrera, encontrar inspiración para hallar significado en la vida, todas estas son áreas a las que queremos entrar con desesperación.

Descubrí que principalmente hay dos clases de angustias que obstruyen nuestras entradas.

Algunos saben exactamente en qué quieren convertirse: médico, abogado, maestro, contador… pero necesitan descubrir cómo completar el proceso. Conocen la puerta y tratan de encontrar la llave.

Sin embargo, hay otros que son hábiles e inteligentes, pero no tienen idea respecto hacia dónde deben canalizar sus talentos. Tienen una llave pero necesitan averiguar cuál es la puerta que abren sus dones.

Encontrar satisfacción en la vida requiere alinear la llave correcta con la puerta indicada. Sólo entonces se puede entrar a la habitación deseada. Y la llave de la lluvia representa precisamente esta alineación. El Talmud es explícito: la lluvia representa nuestro sustento. El Tratado de Taanit trata sobre el esfuerzo comunitario para descubrir la alineación entre nuestras puertas y llaves.

Entonces, ¿cómo debemos responder cuando nuestras vidas están desalineadas? Cuando la comunidad enfrenta el trauma de la sequía (ya sea una sequía de lluvia, de manutención, de satisfacción o una sequía de la Presencia Divina en nuestras vidas).

El Tratado de Taanit, que literalmente significa 'ayuno', provee una respuesta elaborada, el enfoque talmúdico sobre el manejo de las crisis.

En primer lugar, como lo sugiere el nombre del Tratado, hay un ayuno comunitario, lo cual Julia Watts Belser, en su obra esencial sobre este tratado, "Power, Ethics and Ecology in Jewish Late Antiquity", explica que esto forja "una conexión entre la vulnerabilidad del cuerpo y la tierra reseca, convirtiendo al cuerpo en un instrumento para clamar a Dios". Sin embargo, el ayuno es sólo el punto de partida. Durante los momentos de crisis comunitarias, la comunidad literalmente se transforma.

Durante los momentos de crisis comunitarias, la comunidad literalmente se trasforma.

El arca, con los rollos de la Torá, se saca de su lugar habitual y aislado dentro del santuario y se la lleva a las calles de la ciudad. Se colocan cenizas sobre el rollo de la Torá. El Talmud relata que cuando uno de los Sabios vio esto, comenzó a temblar, aterrorizado ante la magnitud de la escena: nuestra Torá, el objeto que por lo general es el eje de nuestra vida, arrojada a la periferia, reflejando una comunidad despojada, cubierta de cenizas.

A medida que la crisis empeora, se profundiza la respuesta comunitaria: más ayuno, más oración, más trompetas. Sin embargo, no debemos confundir las exhibiciones comunitarias descritas en este tratado con las manifestaciones que estamos acostumbrados a ver en las grandes ciudades. En el eje de los mítines políticos está la presión que ponemos sobre los poderosos; en el eje de los mítines talmúdicos está la importancia que le damos a los que no tienen poder.

En una emotiva historia talmúdica, el fuego destruye una gran ciudad pero esquiva el pueblo del gran sabio Rav Huna. Sin embargo, la ciudad no se salvó debido a los méritos de Rav Huna, sino por un pequeño acto de bondad de una mujer anónima que prestó su horno para brindar calor a sus vecinos.

Cuando una crisis transforma la ciudad, también queda claro que se invierte la fuente de poder y de mérito divino.

En la lectura talmúdica, la respuesta a la crisis comunitaria no sirve un propósito político, sino que cultiva una interioridad en la que cada miembro de la comunidad debe reflexionar y considerar cómo puede contribuir a una solución. Las crisis desplazan el poder. En esos momentos el Talmud nos recuerda que nadie, ni el poderoso ni el que no tiene poder, debe continuar con su rutina habitual, asumiendo que otro tiene la culpa o que otro salvará a la comunidad de su dificultad. El Talmud explica que "cuando la comunidad sufre, la persona no puede decir: 'Me iré a mi casa a comer y beber y estar tranquilo'". No. El sufrimiento es una práctica comunitaria en la que participan todos: el que tiene poder, el que no lo tiene, incluso Dios. Cuando una comunidad está desalineada, todos deben sentirse desbalanceados.

Y la acción comunitaria puede engendrar tenacidad. Queremos vidas prósperas, queremos vidas satisfactorias, queremos que la lluvia torrencial nos dé un sentido tangible de alineación en nuestra vida. Como en la leyenda de Joni, quien durante una sequía dibujó un círculo a su alrededor y se negó a salir de él hasta que Dios proveyera sustento a Su pueblo. Joni "amenazó", por así decir, a Dios: "Juro que no me moveré de aquí hasta que tengas misericordia de Tus hijos". La acción comunitaria requiere la convicción con cierto ideal respecto a cómo debe ser nuestra vida, una convicción sobre la que insistimos a través de la plegaria hasta que obtenemos respuesta.

Esta clase de tenacidad es impresionante, pero cuando te fijas demasiado en el estado del mundo, corres el riesgo de fijarte también en las personas que lo habitan y en sus defectos. El Talmud también nos advierte contra esto, diciéndonos que no debemos permitirnos endurecer nuestros corazones y juzgar a otros, ni siquiera cuando las cosas se ponen difíciles.

"La persona siempre debe ser flexible como un junco y no rígida como un cedro", dice el Talmud. En un Tratado lleno de demandas sobre lo divino, hay inserto un pasaje que nos recuerda que debemos mantenernos flexibles en la forma en que nos relacionamos con los demás.

Es un punto tan crucial que el Talmud no se limita a mencionarlo al pasar. En cambio, nos brinda una emotiva historia, mi historia favorita de todo el Talmud.

Un rabino regresaba a su casa después de una larga sesión de estudio en la ieshivá. Se sentía bien, incluso orgulloso. Se chocó con alguien muy feo y le dijo: "¡Vaya! ¡Eres muy feo! ¿Acaso en tu ciudad natal todos son así?". Esta es una declaración impactante para que el Talmud la ponga en boca de un sabio rabínico. A menos que como yo, también te hayas decepcionado o te hayas sentido juzgado por un mentor, un líder o alguien a quien admiras. A mí me pasó.

Naturalmente la persona fea se ofendió. "Díselo al artista que me creó", le respondió, refiriéndose al Creador. Al comprender que su declaración fue ofensiva, el rabino le pidió disculpas. Pero el hombre no atractivo no estaba dispuesto a perdonarlo. La insolencia del rabino provocó en su interlocutor un desprecio hacia los rabinos. Un concepto rígido de belleza y un concepto rígido de cortesía. Ahora ambos estaban atascados.

El estancamiento persiste hasta que aquel hombre se acercó a la ciudad y los alumnos del rabino salieron a saludarlo. Ellos le suplicaron al hombre feo que perdonara a su maestro. Finalmente él aceptó y lo perdonó. En ese momento, el rabino enseñó públicamente por primera vez que debemos ser flexibles como un junco y no rígidos como un cedro. El Talmud concluye diciendo: "Y por esta razón usamos el junco, quees flexible, como pluma para escribir nuestros Rollos de la Torá, tefilín y mezuzot".

Siempre hay un momento en nuestras vidas en el que nos sentimos feos. Tal vez fue cuando nos pusieron ortodoncia, cuando tu cabello comenzó a encanecer o cuando comenzaste a quedarte calvo, cuando te pasaron de alto para un ascenso, cuando te excluyeron de una reunión social, cuando te sentiste religiosamente inadecuado. Y los susurros de fealdad pueden provenir incluso de aquellos a quienes amamos (de hecho, a veces podemos susurrárnoslos nosotros mismos en nuestros propios oídos).

Pero tal como cubrimos el arca con cenizas al experimentar una crisis comunitaria, debemos preservar la flexibilidad de los mismos Rollos de Torá que ella protege cuando estamos sumidos en una crisis personal. No es sólo la Torá la que debe escribirse con una caña de junco; también nuestras vidas necesitan esas plumas. Al igual que se describe a la matriarca Leá diciendo que tenía ojos suaves (Génesis 29:17), también nosotros debemos mirarnos a nosotros mismos y a los demás con una medida de flexibilidad.

Como comunidad, sacudimos los cielos cuando no llueve. Como individuos, debemos aprender a ver el sutil rocío de la divinidad en cada una de nuestras vidas. Durante la agonía de la crisis, incluso cuando el mundo parece horrible, de todos modos podemos descubrir la belleza de nuestras historias personales y comunitarias.


Este artículo apareció originalmente en tabletmag.com

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.