Gracias a Dios por las plegarias que no reciben respuesta

09/02/2023

4 min de lectura

A veces, las cosas que parecen más equivocadas son las que terminan salvándonos.

"Dios, gracias por las plegarias que no reciben respuesta". Este comentario, que me sorprendió la primera vez que lo escuché, es sumamente apropiado para la siguiente historia:

Un adolescente de Frankfurt, Alemania, fue suficientemente afortunado para salir de Europa en un kindertransport (transporte infantil) justo antes del Holocausto. Pero fue suficientemente desafortunado como para haber llegado desde Alemania.

Cuando llegó a Inglaterra, lo colocaron en una de las familias que amablemente se ofrecieron como voluntarias para recibir a esos niños judíos europeos cuyas vidas estaban en riesgo. Sin embargo, después de Dunkirk en 1940, cuando los británicos y los franceses sufrieron graves pérdidas en manos de los nazis, los sentimientos contra los alemanes en Inglaterra, que ya eran negativos, se intensificaron mucho más.

Todos los que tenían nacionalidad alemana, incluyendo los adolescentes, fueron detenidos en uno de dos campos de detención. Las condiciones eran terribles. Los guardias eran completamente abusivos, por ejemplo exigiendo recibir todas las pertenencias de los reclusos. La lógica de esta decisión británica fue el miedo de que hubiera espías alemanes infiltrados entre los refugiados que llegaron a Inglaterra. Incluso sospechaban de los adolescentes judíos.

Los prisioneros alemanes se opusieron amargamente al trato que recibían, y entonces los ingleses les ofrecieron una opción: emigrar a Canadá.

Nuestro adolescente de Frankfurt, llamado Moshé Rabi, decidió emigrar. Pero al estar en alta mar, algo pareció marchar muy mal. Aparentemente el barco navegaba en la dirección equivocada. En respuesta a las repetidas preguntas, el capitán finalmente reveló que se dirigían a Australia.

Poco antes de llegar a destino, un gran oleaje evitó que el barco sufriera el impacto directo de un submarino alemán. La tripulación británica estaba tan enfurecida que se desquitó con los alemanes que iban a bordo, que ya estaban confinados en el entrepuente, rodeados de alambre de púa para que no pudieran subir a la cubierta a respirar aire fresco. Ahora la tripulación confiscó todas las pertenencias de los pasajeros judíos alemanes (maletas, fotos familiares, libros, reliquias de familia, etc.), y arrojó todo por la borda.

Podemos imaginar lo terrible que fue esto para los pasajeros. Sin duda, no era lo que ellos pedían en sus rezos.

El barco ancló a salvo y los pasajeros desembarcaron. Un par de días más tarde dio media vuelta para regresar a Inglaterra, y entonces el submarino alemán lo hundió. Toda la tripulación murió.

Décadas más tarde, alguien decidió hacer una película sobre el barco. Las revelaciones sobre la forma en que fueron tratados los pasajeros irritaron a la marina británica, que ordenó una investigación. En el curso de la investigación, que no repercutió favorablemente para la armada británica, encontraron el diario del capitán del submarino alemán.

Allí descubrieron que después de que su primer torpedo fallara en llegar al barco, el plan era seguir torpedeándolo hasta hundirlo. Pero a través del periscopio vieron que el mar estaba repleto de objetos que habían sido arrojados desde el barco británico. Tal vez allí había información valiosa de inteligencia, por lo que el capitán decidió esperar y examinar esos objetos, antes de volver a disparar contra el barco británico.

He aquí que las cartas y los libros eran en alemán. Claramente, el barco británico estaba transportando a ciudadanos alemanes. El capitán no quiso hundir a sus conciudadanos. Por eso dejó que el barco siguiera hasta Australia y dedujo (correctamente), que allí desembarcarían los ciudadanos alemanes, por lo que decidió hundir el barco un par de días más tarde.

Leí esta historia, relatada en detalle por Rav Pésaj Krohn, con el trasfondo de un sorprendente comentario que escuché de Rav Iosef B. Soloveitchik. Él dijo: "Dios, gracias por las plegarias que no reciben respuesta".

Los judíos alemanes del barco rezaron pidiendo llegar a salvo, con sus pocas pertenencias intactas. Sus plegarias no fueron respondidas.

Y dado que no fueron respondidas sus plegarias, salvaron sus vidas. Sólo porque el capitán del submarino alemán vio sus pertenencias flotando en el océano, decidió dejar de dispar contra el barco. Él quiso examinar de cerca esos objetos.

Dios, gracias por las plegarias que no reciben respuesta. 

Este fue el eje de una breve charla que di el último Shabat. Mi charla tocó aparentemente un punto muy profundo y me impresionó la respuesta de aquellos que la escucharon.

Durante el kidush, Debbie Kastzl se acercó a contarme la travesía de su difunto suegro, Irwin Kastzl.

En Viena, después del Anschluss, los nazis detuvieron a los padres de Kastzl y a otros parientes. Sus esposas de alguna manera convencieron a los alemanes para que los liberaran, pero tenían que abandonar el país dentro de 48 horas.

De alguna forma consiguieron visas a Shanghái y lograron salir de Viena antes de que se cumplieran las 48 horas. Irwin Kastzl recordaba vívidamente sus sentimientos al salir de su casa por última vez, dejando todo atrás: "Este es el peor día de mi vida".

Eso fue lo que sintió durante toda su estadía en Shanghái, donde la pobreza acechaba en las calles y las condiciones eran sumamente difíciles. Años después contó una y otra vez a su familia que le llevó seis años llegar a entender que "ese fue el mejor día de mi vida".

Al no recibir respuesta a su plegaria por seguridad y estabilidad en Viena, logró salvarse de los nazis.

En el kidush también se me acercó Carl Tessler y me dijo que conocía por lo menos una de las plegarias de Rav Soloveitchik que no había obtenido respuesta. Tessler abrió el libro de plegarias Koren en la página 137 con el comentario de Rav Soloveitchik, y me mostró esto:

“A menudo, una persona pide algo que no es lo mejor para ella. Por eso pedimos que Él acepte sólo aquellos pedidos que son realmente para nuestro bien (esto es, que acepte sólo aquellas plegarias que son consistentes con la "compasión y el favor" de Dios), y que rechace aquellas que no lo sean. En 1932, yo recé fervientemente pidiendo que las circunstancias me permitieran permanecer en Europa en vez de emigrar a América. Dios, con Su compasión, no aceptó mi plegaria”.

Y aún hay más.

El Dr. Philip Mehler se acercó a mí y se refirió a una línea de Garth Brooks, que el Dr. Mehler cantó para mí en ese mismo momento. Al día siguiente, el Dr. Mehler me entregó un CD de Brooks, cuya séptima canción se titula "Las plegarias no respondidas", y pude escuchar la bella canción del cantante, que termina con la línea que él entonó admirablemente el día previo:

"Algunos de los mayores regalos de Dios son las plegarias que no obtienen respuesta"


Copyright © Intermountain Jewish News

Crédito de la fotografía: Noah Silliman, Unsplash.com

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.