La historia de mi aborto

13/08/2023

4 min de lectura

Queríamos un milagro, pero mi vida estaba en riesgo. 

Algunas partes de esta historia las conté en voz baja en bancos de parques, en momentos privados con amigas e incluso una vez a mi hija mayor, cuando tenía que escribir un trabajo sobre emuná (fe en Dios) y necesitaba una historia difícil.

No es fácil escribir públicamente sobre los momentos más personales de la vida, pero cuando tanta gente grita a los cuatro vientos sobre un tema que nos afecta a muchos, pensé que es importante compartir mi experiencia en voz alta.

Vivo en un barrio donde los niños son el valor supremo, y donde mi familia de siete personas se considera de tamaño promedio, si no pequeña. En el último tiempo, a medida que mis amigas y yo "crecimos" y comenzamos a hablar más abiertamente sobre temas que antes eran tabú (sexo, mikve, matrimonio, aborto espontáneo, muerte fetal, aborto), entendí que fue una tontería haber caminado sola durante los momentos difíciles, especialmente en relación a problemas del embarazo. Tal vez estos susurros podrían haber sido expresados en voz alta hace mucho tiempo.

Mi historia es sobre uno de mis nueve embarazos, un embarazo de mellizos, hace 15 años. A las 21 semanas, podía sentir a estos mellizos moviéndose sin parar en mi interior, y todo lo que comía nunca era suficiente para sentirme llena. Cuidar de mí misma era un desafío a tiempo completo, y ni hablar de cuidar a mis dos niños pequeños. Con mi esposo sentíamos emoción y aprehensión, y manteníamos en primer plano en nuestras mentes las sabias palabras de una vecina: "Cada bendición conlleva mucho trabajo. Cuanto mayor es la bendición, mayor es el trabajo".

A pesar de todos mis pensamientos positivos y mis buenas intenciones, parece que mi cuerpo no estaba tan preparado como mi mente para sostener ese embarazo. A las 22 semanas, rompí aguas y fui admitida en el hospital Hadassa Monte Scopus. Me dijeron que era vulnerable a sufrir una infección que incluso podía llegar a ser mortal, y que era probable que diera a luz extremadamente temprano. Los médicos recomendaron un aborto, pero la decisión en última instancia era mía.

Lo que siguió fue una semana de conversaciones desgarradoras respecto a qué era correcto hacer. A fin de cuentas, estaba en un hospital moderno y la probabilidad de que me sucediera algo malo era baja. El resultado más probable era dar a luz a bebés mellizos muy pero muy prematuros. Consultamos con médicos, rabinos y una rabanit muy santa, famosa por sus cánticos cabalísticos. Incluso hablé con algunas mujeres que habían estado en mi situación, que habían vencido contra todas las probabilidades y ahora celebraban los bar mitzvás de sus mellizos, el matrimonio de sus mellizos... Me dijeron que no me rindiera, que creyera en los milagros.

Queríamos creer en milagros, pero al final, un conocido y prominente rabino nos ayudó a decidir. Él respondió a la pregunta de mi esposo de la manera más sencilla posible: "Si me dices que existe incluso el más mínimo riesgo para la vida de tu esposa, ¿por qué me formulas esta pregunta?". Mi marido y yo entendimos lo que debíamos hacer.

El día del aborto, primero tuve que someterme a un procedimiento difícil. Dado que estaba en una etapa avanzada del embarazo y me inducirían el parto, existía la preocupación de que los bebés llorasen, aunque sólo fuese por breves momentos. Por lo tanto, para proteger mi salud mental, me enviaron a alguien a quien llamé "Dr. Muerte", un médico que inyectaría un líquido en los corazones de mis mellizos para detener sus latidos antes del nacimiento. Había muchas otras mujeres esperando en la sala de espera para este procedimiento, todas con vientres abultados y dolor en sus rostros.

Cuando el "Dr. Muerte" terminó su tarea, de alguna manera salí de mi estado traumatizado y exclamé: "¿Cómo puedes hacer este trabajo día tras día, causando la muerte? ¡Me das lástima!".

El médico me miró, un poco sorprendido por mi franqueza y respondió: "Estás completamente equivocada. Soy un médico de vida. Gracias a lo que hago, las mujeres tienen una segunda oportunidad. Una segunda oportunidad para su salud, una segunda oportunidad para tener hijos en el futuro".

Fue sólo más tarde que comprendí que había obtenido mi milagro, aunque no fuera el que yo había esperado en un principio. Tenía mi salud, tenía un futuro reproductivo. Luego tuve otros tres hijos maravillosos, y a veces nuestra familia habla sobre cómo dos de ellos podrían llegar a ser las almas de los mellizos.

Cuando leo parte de la retórica del debate sobre el aborto, a menudo pienso en las palabras del "Dr. Vida" (tuve que cambiarle el nombre). Pienso en mi propio viaje, que ahora sé que de ninguna manera es único o excepcional. Cuanto más miro a mi alrededor y escucho los susurros de otras mujeres, más entiendo que cualquier conversación o debate sobre la salud reproductiva y la libertad afecta a muchas mujeres…

Es un asunto que nos afecta a todas.

A pesar del doloroso proceso, estoy agradecida de haber tenido la oportunidad de elegir mi propio camino, tras consultarlo con un personal médico sabio, con rabinos, rabaniot y con mi esposo.

Mi mayor esperanza es que Israel pueda ser un ejemplo de leyes justas y compasivas en lo que respecta al aborto y muchos otros temas importantes. También rezo para que al alzar mi voz, logre dar ánimo a otras mujeres para hablar un poco más en voz alta sobre los temas más cercanos a nuestros cuerpos... y a nuestros corazones.


Este artículo fue publicado originalmente en The Times of Israel.

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