La verdadera razón por la cual decidí correr en maratones

09/07/2023

3 min de lectura

Sí, correr me hace una mejor esposa y madre. Pero hay una razón más profunda que tiene que ver con cuidarse a uno mismo. 

Cuando me preparaba para correr mi séptima media maratón, mi hija me preguntó qué recibiría por participar en la carrera. Le dije que no sólo no recibiría ningún premio, sino que en realidad yo había pagado bastante dinero para entrar en la carrera.

“¿Por qué estás dispuesta a pagar para correr una media maratón en la cuál no recibirás ningún premio?”.

Su pregunta me hizo reflexionar sobre mi rol como mamá.

Empecé a correr hace 10 años, cuando era una ocupada madre de cuatro niños pequeños. La vida era intensa y demandante. Todo giraba alrededor de los niños, sus necesidades y deseos. Además de eso, estaban las demandas de mi carrera como educadora judía. Me sentía culpable de dejar a mis hijos a un lado "sólo" para ocuparme de mí.

Eventualmente, descubrí que hay verdad detrás del dicho: "no puedes verter de un vaso vacío". Llegué a entender cuán necesario era llenar mi vaso para poder seguir entregando en mi rol personal y profesional.

Nuestras vidas son muy demandantes. Hay mucha presión. Presión para ser un buen padre, presiones financieras, presión de estar activo en la comunidad... Para poder estar presente en todas esas áreas de mi vida necesitaba cuidarme.

En ese momento empecé a correr. Era una salida necesaria, un espacio liberado de las presiones diarias. Tenía todos los beneficios del ejercicio y de estar al aire libre; me ponía en movimiento, mejoraba mi estado de ánimo y mi salud mental. Podía incluirlo en mi ocupado cronograma de madre y educadora judía. No necesitaba buscar alguien para que cuidara a los niños ni adecuarme a los horarios de un gimnasio. Cuando tenía 30 minutos libres, podía atarme las zapatillas y salir a correr.

Al ver los beneficios que correr traía a mi vida, pude acallar la voz de culpa que aparecía cuando correr implicaba estar un rato lejos de los niños o que quedaran cosas sin hacer en mi larga lista. A fin de cuentas, me estaba tomando un tiempo libre para poder ser una mejor mamá, mejor esposa y más eficiente en el trabajo. Era una buena inversión.

Pero hace poco entendí que eso no era suficiente. Me faltaba una parte esencial del rompecabezas del autocuidado.

Sí, cuidar de mí misma probablemente me hará una mejor esposa, mamá y persona. Pero la razón por la que merezco cuidarme es porque inherentemente soy valiosa.

No es suficiente cuidarme para poder ser mejor esposa, mejor mamá o mejor educadora. Merezco cuidar de mí misma simplemente porque tengo un valor intrínseco. Al igual que todos los seres humanos de este planeta que tienen un alma divina y un valor inherente.

Necesito empezar a cambiar la narrativa de “cuido de mí misma para poder cumplir mejor mis roles”, a “merezco cuidarme”. Sí, cuidar de mí misma probablemente me hará una mejor esposa, mamá y persona, pero la razón por la que merezco cuidarme es porque inherentemente soy valiosa.

Es crítico transmitirles a nuestros hijos este mensaje de amarse a uno mismo. Deseamos que nuestros hijos puedan mirarse en el espejo y ver lo que nosotros vemos: su carisma, su bondad, su dulce sensibilidad… Ver su belleza inherente. No sólo por lo bien que están social o académicamente o por algo que hicieron, sino simplemente por su valor inherente. Queremos que nuestros hijos se conecten a las palabras de la plegaria matutina: “Dios, el alma que me has dado es pura”.

La mejor forma de darles a nuestros hijos este regalo de reconocer su propio valor intrínseco es siendo un modelo. Conectándonos profundamente con nuestra alma y reconociendo nuestro valor infinito.

Por eso me tomo el tiempo y pago buen dinero para correr una media maratón, porque soy valiosa. Y no hace falta más justificación.

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