Mi casamiento en medio de la guerra y el terror

26/10/2023

4 min de lectura

Lo que quiero hacer es rasgar mi ropa y llorar. Lo que debo hacer es ponerme mi vestido de novia y colocar el velo sobre mi cabeza para que la modista pudiera terminar los últimos detalles.

Lo que quiero hacer es rasgar mi ropa, poner cenizas sobre mi cabeza, y llorar en la alcantarilla del centro de la ciudad.

Lo que debo hacer es ponerme mi vestido de novia, colocar el velo sobre mi cabeza, y subir a la tarima de la modista para que pueda terminar los últimos detalles.

Lo que quiero hacer es cortar todo mi cabello en señal de duelo.

Lo que debo hacer es visitar a la estilista para preparar mi rulos para el día de mi boda.

Lo que quiero hacer es ayunar día y noche.

Lo que debo hacer es comer y beber para tener fuerzas para bailar en mi propia boda.

Quiero que el tiempo se detenga

Quiero que termine la creación

Pero el tiempo fluye hacia adelante y Dios todavía no ha destruido a todo el mundo; debemos seguir viviendo.

Quiero llorar,

Pero mi amado me hace reír.

Lo que quiero es permanecer callada,

Pero sin embargo voy a contar mi historia.

En el momento antes de que el mundo cambiara en el último Simjat Torá, estaba sentada en la mesa de Shabat compartiendo palabras de Torá con mi jatán (mi futuro esposo) y su mejor amigo, mientras contábamos los días que faltaban para nuestra boda.

Esta es la historia de cómo un accidental acto de bondad nos unió.

Un acto de bondad durante la pandemia de COVID

Hace no mucho tiempo, el mundo luchaba contra el COVID. Yo estaba cansada y sola. Había pasado 12 meses de la pandemia en un departamento oscuro, mientras estudiaba a distancia para obtener mi título.

Extrañaba cantar en una mesa de Shabat. Extrañaba conocer gente nueva y convertir a extraños en amigos. Extrañaba estar en compañía de otras personas, especialmente en Shabat. Cuando el mundo finalmente comenzó a abrirse de nuevo, no crucé mi puerta. "Ve lento, pero sigue adelante", me dijo amablemente mi rabino. "Pide ayuda", me reprendió tajantemente una amiga de la infancia. "Si quieres que te inviten a comer, tienes que pedirle a la gente de la comunidad que lo hagan". "Si no dices nada, ¿cómo sabrán que necesitas ayuda?", me alentó mi hermana.

Así que lo hice. En la tarde de un jueves de agosto, le envié un mensaje a mi amiga Dal (quien a menudo recibe invitados en Shabat) y le pregunté si podía ir a comer allí la cena de Shabat.

"¡ESTO ES TOHU VAVOHU! ¡UN CAOS ABSOLUTO!", me respondió Dal y me envió una foto de su departamento dado vuelta porque se estaba mudando de casa. "Pero puedo preguntarle a quien me invitó a mí este Shabat si tiene lugar para alguien más…?".

Yo dudé. Me preocupaba. ¿Una cena de Shabat en casa de extraños? Quería ir, pero me daba vergüenza. Pensé que lo más fácil sería simplemente decir que no.

Pero finalmente le escribí a Dal: "¡Si! Gracias por la oferta. Por favor, fíjate si tus amigos pueden recibirme también a mí".

Dal le escribió a su anfitrión, Shlomo. Shlomo dijo: "¡Sí, por supuesto! Pero sólo por cortesía déjame que le pregunte a mi compañero de habitación, Dan, ya que él también prepara esta comida". Y Dan dijo: "Seguro, creo que va a entrar una silla más".

Y así fue que partí a compartir una cálida y maravillosa cena de Shabat con extraños, bajo el auspicio de Shlomo, Dan y mi amiga invitada, Dal.

Con Shlomo nos hicimos amigos, comenzamos a interesarnos mutuamente y después de algunos meses, me pidió una cita.

Con Shlomo nos hicimos amigos, comenzamos a interesarnos mutuamente y después de algunos meses, me pidió una cita. Antes de que nos encontráramos, me contagié de COVID y me atacó fuerte. Shlomo cocinó una olla gigante de deliciosa sopa de pollo y la trajo a mi puerta en un acto de genuina bondad que me sorprendió, y que fue muy bienvenido ya que vivo en la costa opuesta a mi familia. Una vez que me recuperé le pregunté: "¿Qué pasó con esa cita?".

Él me escribió que ahora él estaba muy enfermo. "Bueno, ¿te gustaría un poco de sopa de pollo?", le pregunté, y le llevé su propia olla, repleta con sopa de pollo calentita.

Cuando ambos nos recuperamos, salimos en varias citas. Juntos vimos caer las hojas de otoño, observamos la primera nevada de la estación bebiendo cacao caliente. Encendimos juntos las velas de Janucá, visitamos ferias de libros antiguos, preparamos juntos comidas de Shabat y para las festividades, hicimos caminatas. Nos apoyamos mutuamente en dificultades y desafíos. Nos encontramos para "citas de trabajo", pasando largas horas en la biblioteca, cada uno trabajando para su respectivo título en educación e historia judía.

A finales del verano pasado, Shlomo me propuso matrimonio en un jardín de rosas con un anillo en la forma de una pequeña casa: la casa que construiríamos juntos.

La invitada inesperada que cruzó tu puerta el año pasado volverá a entrar este año, esta vez como tu novia.

Cuando conté esta historia en nuestra fiesta de compromiso, Shlomo me corrigió suavemente cuando dije que fue su hospitalidad y su generosidad lo que nos había unido.

"La única forma en que fui capaz de dar fue porque tú pediste ser mi invitada. Gracias por pedirlo, Devora".

Uno nunca sabe el impacto que un pequeño acto de bondad puede tener en el mundo.

A veces, los actos de bondad son independientes. Otras veces, un buen acto lleva a otro, de modo que la invitada inesperada que cruzó tu puerta el año pasado volverá a entrar este año, esta vez como tu novia.

Santificar la vida

Al oír las noticias sobre el ataque en Israel, llamé a mi abuela israelí, Malka, que tiene 91 años, y le pregunté qué debíamos hacer respecto a la boda. Habían asesinado a tantos miembros inocentes del pueblo judío, entre ellos a la pareja de mi prima Noya. Hay tanto dolor, tanto duelo, tanto terror. ¿Debíamos posponerla? ¿O incluso cancelarla?

"¡ABSOLUTAMENTE NO!", gritó Malka en el teléfono. Y luego, con más suavidad me dijo: "Deben celebrar la boda. Debemos continuar viviendo".

Entendimos que nuestra boda es kedushat jaim, una 'santificación de la vida'. No sólo debemos celebrarla, tal como dictaminó mi abuela, sino que mi jatán (¡y mi rabino!) me dijeron que debemos esforzarnos para celebrar nuestra boda sin atenuación, sin disminuir nada, con todo el corazón y con absoluta alegría.

Y eso haremos.

Con bendiciones de paz para todo Israel. Que la redención llegue al pueblo judío en un abrir y cerrar de ojos. Hasta entonces, Jazak veEmatz Libejem, 'Sean fuertes y valientes'. Y sean bondadosos.


Dedicado leilui nishmat de Iftaj Yefet z"l, compañero de Noya Taiber, una de las más de 1.400 personas asesinadas al Kidush Hashem el Shabat de Simjat Torá 5784 en Eretz Israel, durante el pogromo del 7 de octubre del 2023.

Crédito de la foto: Tzipora Thompson

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