Los 3 paradigmas fundamentales del matrimonio

22/05/2022

4 min de lectura

Sin un objetivo claro respecto a lo que es un matrimonio sano, tenemos pocas posibilidades de lograr construir uno.

Estas son las malas noticias: el matrimonio está en un estado desesperado. La gente se casa más tarde. La mitad de los que se casan terminarán divorciados. Y del 50% de ese afortunado grupo que sigue casado, ¿qué porcentaje supones que disfruta de una relación maravillosa que cumple sus sueños de intimidad, confianza y felicidad? Mmmm.

Estas son las buenas noticias. Podemos cambiar la dinámica. Pero primero tenemos que cambiar la forma en que pensamos. Sin un objetivo claro respecto a lo que es un matrimonio sano, tenemos pocas posibilidades de lograr construir uno. Es un poco como intentar usar un GPS sin poner un destino.

Nosotros dedicamos la primera mitad de nuestro libro Not a Partnership: Why We Keep Getting Marriage Wrong & How We Can Get It Right, a definir y redefinir los paradigmas que constituyen la base de un matrimonio sano (la segunda parte explica los pasos prácticos para llevarlos a la práctica usando una estructura de cuatro partes). La sabiduría está inspirada en las más antiguas fuentes cabalistas y talmúdicas y se alinea con los resultados de las investigaciones de la Psicología Positiva.

De forma resumida, estos paradigmas son:

Paradigma #1: Definamos qué es un matrimonio. La definición legal/técnica no ayuda demasiado. De hecho, muchos solteros se formulan esta pregunta: "si no me siento regido por ninguna ley religiosa particular, ¿por qué entonces tengo que casarme con esta persona en vez de, por ejemplo, tener alguna clase de relación física o un involucramiento emocional cercano? ¿O simplemente vivir juntos o encontrarnos ocasionalmente cuando tenemos ganas?"

Las fuentes místicas judías definen al matrimonio como la unión singular de dos personas, cada una de ellas comprometiéndose a hacer todo lo posible para darle a la otra persona la vida que quieren y desean. Dos individuos, quienes a menudo no podrían ser más diferentes el uno del otro, pueden unirse con un grupo de ideales compartidos y el compromiso de construir juntos algo que los trasciende a ambos. La unidad que logran puede ofrecer, en la dicha y en la adversidad, una larga vida de intimidad, comodidad, apoyo, amistad y bienestar.

En vez de enfocarme en lo que puedo obtener, mi matrimonio estará en gran parte definido por lo que puedo dar.

Esto va en contra de lo que muchas personas piensan sobre el matrimonio. El proceso de pensamiento más común es algo así: "finalmente he encontrado a mi alma gemela. Ahora tengo alguien que puede entregarme, cuidarme, entenderme y amarme". La visión de la Torá del matrimonio cambia ese modelo por completo. En vez de enfocarme en lo que puedo obtener, mi matrimonió estará en gran parte definido por lo que puedo dar.

Paradigma #2: los matrimonios no surgen de forma espontánea; hay que construirlos. El crecimiento personal se desarrolla en dos fases. En la primera fase recibimos de forma gratuita una experiencia inspiradora y explosiva. Apenas la recibimos, nos la quitan. ¡¿Qué sentido tiene esto?! Respuesta: permitirnos vislumbrar el objetivo y lograr involucrarnos. Pero desde ese punto en adelante tenemos que trabajar para volverlo algo propio y real. Tenemos que ganarnos ese crecimiento.

Este modelo lo encontramos por todos lados: infancia versus adultez; las primeras tablas de los 10 mandamientos seguidas por las segundas. Quizás en ninguna parte es más claro que en el mundo de las relaciones. Sabemos cómo comienza el amor: ¡inspiración y pasión! Como en las películas: el joven conoce a una jovencita, amor a primera vista. Luego llega el conflicto y él la pierde. Ambos están perdidos, buscando, arrepintiéndose. De alguna forma, en la escena final se reúnen, tras haber superado todas las probabilidades y todos los desafíos que enfrentaron. Cae uno en brazos del otro en un abrazo interminable, sube la música y baja la cortina… ¡Fin!

Eso es en Hollywood. En la vida real, se levanta la cortina al día siguiente y comienza la Escena 1 del Acto 2. Por alguna razón, a la luz del día y en ausencia de la música celestial nada parece tan perfecto como se veía bajo la luz de la luna. ¡Oh no! ¡Otro fracaso! ¡La vida me ha engañado de nuevo! Tendré que seguir buscando a la persona correcta…

Ahí es exactamente cuándo se debe tomar una decisión. Gratuitamente nos permitieron vislumbrar cómo puede verse una relación. Eso se llama romance. Es suficiente para involucrarnos. Pero para construir un matrimonio, ahora tenemos que comprometernos el uno con el otro y nutrir un amor verdadero durante toda una vida de dar y compartir. Que quede claro: la meta no es nada menos que recuperar ese elevado estado de amor y pasión, pero esta vez haciéndolo real y propio. Moraleja de la historia: podemos enamorarnos pasivamente, pero los matrimonios se construyen.

Paradigma #3: Amas donde entregas. Estamos acostumbrados a pensar que recibir la bondad de alguien hará que quiera a esa persona. Si tan sólo tuviera alguien que creyera en mí, que me cuidara, me apoyara, me cocinara, me hiciera favores… entonces yo sería un cónyuge afectuoso y feliz, repleto de gratitud hacia mi generoso esposo/a. Formúlate las siguientes preguntas:

  • ¿Por qué los padres aman a sus hijos más de lo que los hijos aman a sus padres?
  • ¿Por qué mi hijo está más conectado con el simple camión de Lego que él construyó y no con el súper increíble y caro buque de guerra que le dimos que ya estaba armado?
  • ¿Por qué quiero a mi planta, o mi gato o a la casa que construí?
  • ¿Por qué las parejas sin hijos a menudo luchan durante años económica y emocionalmente para tener o adoptar niños?
  • Aún más extraño: ¿Por qué después de todo lo que ella ha hecho por mí, todavía no siento realmente amor por mi esposa?

La respuesta es que tenemos el algoritmo invertido. En realidad, nuestros Sabios enseñan que amamos donde damos. Mientras más doy, mientras más invierto de mí en el otro, más me expando y me encuentro allí. En ese proceso, mi (¡sano!) amor propio se expande para incluir al otro y crea una verdadera unidad. Es exactamente lo opuesto de tomar, demandar, esperar… Por lo tanto, si realmente quieres querer a tu pareja, comienza a dar y dar.

Estos tres paradigmas están a la base de cualquier matrimonio robusto, inspirador y feliz. Sin ellos, es casi imposible tener éxito en el matrimonio. Con ellos, es casi imposible fallar.

EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.