La adicción al juego casi destruye a esta familia

06/03/2024

10 min de lectura

Ella no se había dado cuenta que estaba posibilitando la conducta de su esposo, hasta que finalmente tuvo el coraje de ponerse de pie y decir "no".

Eran las 11 de la noche de lo que parecía haberse vuelto una noche normal de semana para Sandra. Observó los enormes y complejos libros de ciencia que tenía frente a ella, rezando para que su poco inglés fuera suficiente para ayudarla a aprobar el examen al día siguiente. No podía evitar seguir repasando mentalmente toda su vida, preguntándose cómo fue que ella y sus cuatro hijos terminaron viviendo en el departamento de quienes muy pronto serían sus ex suegros. Se sintió abrumada por la duda, el miedo y el enojo, lo que la llevó a pensar que tal vez debía darse por vencida e irse del país.

Sandra y Gaby se conocieron en la escuela secundaria cuando tenían 14 años. Gaby era un romántico apasionado y supo que quería casarse con Sandra desde el primer momento que la vio. Aunque al principio a ella no le interesó, poco a poco comenzó a admirar su persistencia, y después de tres años de que la persiguiera decidió darle una oportunidad. "Finalmente comencé a pensar que era tierno y lo valoré. Pensé que si era tan persistente cuando se trataba de algo que deseaba, sin duda llegaría lejos en la vida".

Gaby era un apasionado por la vida y las personas, y Sandra lo admiraba en muchos aspectos. Ella describe su amor como algo mágico. A los 21 años se casaron. "Pensaba que nadie podía amar a otra persona tanto como yo lo amaba a él. Lo admiraba y estaba convencida de que haría grandes cosas en la vida. No veía la hora de ver desarrollarse su potencial. Me emocionaba ir juntos por la vida".

Otros le advirtieron que el matrimonio requiere mucho trabajo, pero ella pensó: "¿A qué se refieren? ¿Qué puede llegar a ir mal?".

Resultó que todo podía ir mal.

La revelación de la adicción

Poco después de su boda, Sandra y Gaby decidieron embarcarse en una luna de miel romántica en las Bahamas. Apenas llegaron, Gaby le pidió a Sandra que lo acompañara a los casinos locales para "divertirse". A Sandra le resultó aburrido y tenía poco interés en el juego, pero Gaby parecía tener una pasión por el juego y podía jugara a las cartas durante horas sin parar. "Fue como si olvidara que yo estaba allí. En esa época no había teléfonos celulares, así que sólo me quedaba esperarlo, aburrida durante horas". Ella no pensó que él tuviera un problema, sino que más bien asumió que su personalidad "apasionada" se manifestaba también en un amor por el juego. "Le dije que yo no quería seguir yendo y que tendría que ir solo".

Cuando regresaron a casa, Gaby siguió frecuentando casinos a menudo, mientras que Sandra ingenuamente supuso que era un pasatiempo inocente.

En un breve período de tiempo, Gaby estaba jugando tres veces a la semana, quedándose hasta las 6 de la mañana.

"Mientras salíamos, yo no me di cuenta que él tenía un problema, porque vivía con sus padres y ellos eran muy estrictos. Nunca le hubieran permitido ir a un casino. Pero una vez que tuvo la libertad de salir de noche, todo se desató. Rápidamente la realidad quedó clara".

En un breve período de tiempo, Gaby estaba jugando tres veces a la semana, quedándose hasta las 6 de la mañana y durmiendo durante el día. Su comportamiento continuó después de que nacieron sus hijos, y cuando Sandra se levantaba para atender a su recién nacido, él todavía no había vuelto. "Pensé que era normal que yo hiciera todo sola, y nunca me quejé. Era joven e ingenua, y él era la única relación que yo había tenido, así que no conocía otra cosa".

Mientras tanto, Gaby se las arregló para mantener su propia y exitosa empresa publicitaria en sociedad con su hermano y su mejor amigo. Debido a su relación, ellos cerraban los ojos a su adicción y lo cubrían, permitiéndole sus ausencias.

"Con su próspera empresa deberíamos haber vivido cómodamente, pero por alguna razón siempre nos costaba llegar a fin de mes y yo no sabía por qué. Allí fue cuando comenzaron las mentiras".

Sin saberlo, Sandra posibilitó todavía más su adicción cuando lo cubría ante sus padres cuando ellos llamaban desde los Estados Unidos tarde en las noches.

"Se fue a jugar al tenis", les decía.

"Luego descubrí que de hecho ellos sabían que Gaby tenía un problema, pero nunca quisieron admitirlo. No quisieron saberlo".

Mudarse a Estados Unidos

A pesar de su exitosa empresa, Gaby y sus socios a menudo tenían desacuerdos. Él tenía ideas muy fuera de lo común y ellos no siempre querían apoyar sus riesgosas ideas. Gaby comenzó a desarrollar el deseo de regresar a Norteamérica, suponiendo que allí tendría la libertad de hacer lo que deseara en su empresa y además estaría cerca de sus padres, de quienes había vivido alejado durante las últimas décadas.

"Llegamos a Estados Unidos y Gaby abrió la misma empresa y comenzó a irle fantásticamente. Casi de inmediato cerró un contrato por un millón de dólares con una enorme corporación. Teníamos un bello departamento en Brentwood y parecíamos estar viviendo el sueño americano". Pero simultáneamente, su adicción al juego seguía empeorando y sus mentiras comenzaron a volverse más grandes.

Su hija de 12 años, Ana, notó que su padre regresaba a casa por las mañanas y le preguntó: "Papi, cuando no estás en casa de noche, ¿estás con otras mujeres?"

Sorprendido, le aseguró: "¡No! Nunca le haría algo así a tu madre. Ella es la única mujer de mi vida. Estoy trabajando o con amigos".

Los niños podían sentir que algo pasaba. Aunque Sandra nunca les mintió, ella evitaba el tema y actuaba como si fuera feliz. Ella no quería que los niños se preocuparan por ella o por su padre, y creía que su mal comportamiento eventualmente terminaría.

Muy pronto, su esposo no sólo desaparecía por las noches, sino varios días seguidos. "Me decía: 'Voy a viajar a Nueva York por tres días', o 'Necesito ir a Boston por trabajo'".

Sandra sospechaba que él siempre iba a Las Vegas, pero no quería enfrentar la realidad.

Sandra sospechaba que él siempre iba a Las Vegas, pero se negaba a enfrentar la realidad. Cada vez que él partía, dejaba atrás otra porción del hombre con quien ella se había casado, y cuando regresaba a casa la atmósfera era pesada. Ella comenzó a fantasear con la idea de dejarlo, pero sin padres ni libertad económica, se preguntaba dónde iría y cómo sobrevivirían ella y sus hijos.

Gaby observaba el Shabat con mucha seriedad y cada fin de semana estaba en casa con su familia. Cada Shabat compartido en familia le daba a Sandra la esperanza de que las cosas podían volver a ser normales. "Podía vislumbrar al viejo Gaby, el verdadero. Quería creer que todavía estaba allí, en alguna parte", Pero la adicción a menudo convertía a Gaby en otra persona y a veces incluso lo llevó a abusar emocionalmente de Sandra por temor a que ella lo dejara. Él le decía: "Eres una incapaz. No puedes hacer nada sola".

Llegó un momento en que para Sandra fue evidente que no quedaba nada del hombre con quien se había casado, y que su negación no ayudaría a que regresara. Sus grandes gestos y promesas ya no tenían fuerza para cubrir la dura realidad, y ella sabía que era una cuestión de tiempo hasta que su matrimonio terminara.

El momento decisivo

Finalmente Gaby decidió que él tenía un problema y expreso su genuino deseo de detenerse, comprendiendo que su adicción estaba destruyendo a las personas que más amaba.

"Él prometió que finalmente dejaría de jugar. Incluso fue a terapia. Dejó por un tiempo, y to tenía esperanzas. Pero entonces vino y me dijo: '¡Vayamos juntos a Las Vegas!'.

"Sorprendida le pregunté: '¿Por qué quieres ir a Las Vegas si has dejado de jugar?'

"Me respondió: 'Porque quiero mostrarte que me he curado. Quiero que veas que puedo estar al lado de un casino y no jugar. Vamos a disfrutar juntos de los espectáculos y a divertirnos". Sandra pudo ver que Gaby estaba desesperado por probarle que su duro trabajo estaba dando resultados.

"Una vez allí, estábamos caminando cuando de repente Gaby no se sintió bien. Se puso la mano sobre el estómago y me dijo: "Necesito aire. Vuelve a la habitación y yo subiré pronto".

Sandra fue a la habitación pero Gaby nunca regresó.

"Desapareció durante varios días. Pensé que estaba en el hospital y llamé a todos los hospitales en Las Vegas. Todos me dijeron que no había registrado nadie con ese nombre".

"Estuve allí tres días y no lo volví a ver. Me sentí engañada. Realmente había creído que no jugaría y sé que él también lo creía. Me aferré a la esperanza de que todo era un espejismo que desaparecería".

Poco después, Gaby perdió su empresa y su permiso de trabajo. Nunca aplicó para recibir una green card porque era costoso y él había gastado todos sus ahorros en el juego. No tenían otra opción, deberían abandonar el país. Los niños mayores podían quedarse obteniendo visas de estudiantes, pero Sandra, Gaby y el bebé deberían irse.

Por primera vez en mi vida le dije "no". Estaba perdiendo la cabeza.

"No teníamos dinero ni ningún lugar a donde ir. Nos acabábamos de mudar a lo de mis suegros cuando Gaby sugirió: 'Vayamos a Israel. Los niños mayores pueden quedarse aquí si lo desean y nos llevaremos al bebé. Cuando estemos allí encontraremos algo para hacer".

"Tuve que acudir a toda mi fuerza de voluntad, pero por primera vez en mi vida le dije 'no'. Estaba perdiendo la cabeza. Me asustó. Le dije: 'No voy a dejar a mis hijos. Si dejo a mis hijos, me muero'",

Gaby no pudo entender por qué su esposa se negaba a seguirlo. Sandra nunca antes se había opuesto a él, pero la confianza se había quebrado a un grado irreparable. Era el momento de un cambio, y ella sabía que ese cambio debería surgir de ella.

Divorciada y sola

Como no podía quedarse legalmente en los Estados Unidos, Gaby tomó la difícil decisión de irse a Israel, y poco después se divorciaron oficialmente.

Sandra se sentía perdida y sin opciones, y pensó en regresar a Francia, donde por lo menos sabía cómo navegar el sistema.

Dos días antes de que dejara el país, una conocida se le acercó en la calle y le dijo: "Sandra, no tienes que dejar el país. Tú también puedes quedarte como estudiante. Ve al Colegio de Santa Mónica y estudia para recibir un título como enfermera. Entonces tú y tus hijos podrán quedarse".

Sandra fue de inmediato a la oficina internacional del Colegio de Santa Mónica y explicó su situación. El oficinista le dio unos formularios para completar y luego colocó su solicitud arriba de la pila. "Mire cuántas aplicaciones tenemos. Voy a poner la suya arriba de todo".

Con la ayuda de este ángel, Sandra obtuvo una visa de estudiante durante cinco años. Estaba eufórica pero no hubiera podido imaginar cuán difíciles serían los próximos años.

Sandra comenzó a estudiar de inmediato. "Los prerrequisitos eran dos años de estudio y la escuela de enfermería duraba otros tres años. Mis suegros nos invitaron a quedarnos a vivir con ellos. Tenían un departamento de dos dormitorios, así que yo compartía un dormitorio con todos mis hijos. Mi inglés era muy básico. Podía hablar, pero no podía leer ni escribir.

"Mis hijos se sentaban conmigo durante horas y me ayudaban a tipear mis tareas".

En el momento en el cual Sandra sintió que se rendía, su hijo se le acercó. "Yo estaba llorando en la habitación, con las manos cubriéndome el rostro. 'Esto es demasiado difícil. Tengo 45 años. No va a funcionar. Tengo que aceptarlo y rendirme ahora'.

"Mi hijo me miró con sus ojos llenos de lágrimas. 'Mamá, sé que es difícil. Sé que parece imposible. Pero si no lo haces, ¿qué va a ser de ti? ¿Y qué pasará con nosotros?".

No tengo opción. Tengo que lograrlo. No puedo ceder por mis hijos. Tengo que mostrarles que uno debe luchar.

Sandra lloró hasta quedarse dormida, pero a medianoche se despertó y de repente sintió una nueva determinación. Tomó en sus manos el libro de matemática y pensó: No tengo opción. Tengo que lograrlo. No puedo ceder por mis hijos. Tengo que ser un modelo y mostrarles que uno debe luchar.

Decidida a triunfar, ella no permitió que nada la detuviera y terminó esa clase difícil que casi la hace rendirse con 10.

Un día, cuando Sandra estaba recogiendo sus materiales después de clase, una estudiante se quejó con el profesor de que la clase era demasiado difícil y que quería abandonar todo. El profesor le respondió: "¡No! No te rindas. Pregúntale a Sandra. Estoy segura que ella puede ayudarte. Esa mujer es muy fuerte y está luchando para lograrlo. Tú también puedes hacerlo".

A Sandra le sorprendió que él pensara así de ella. "Todo el tiempo recordaba sus palabras. Ese elogio me mantuvo durante muchos años".

El perdón

Durante años, Sandra sintió que estaba viviendo las consecuencias de los actos de su ex esposo. "Pensaba que nunca lo perdonaría. Sentía que era injusto que él no tuviera responsabilidades mientras yo luchaba cada día para sobrevivir".

Durante mucho tiempo se aferró al resentimiento y no pudo mantener ninguna conversación con él. Pero cuando uno de sus hijos atravesó un momento difícil, comenzaron a hablar nuevamente.

"Mi resentimiento disminuyó levemente en ese momento. Nuestro amor por nuestros hijos era más importante que mi enojo, y era un recordatorio de que siempre estuvimos en el mismo equipo, con la misma meta: la felicidad de nuestros hijos".

Cuando Gaby falleció el año pasado de un infarto repentino, Sandra no pudo creer las emociones que la invadieron. Por primera vez sintió una sensación de perdón.

Aunque en un primer momento pensó que ella no asistiría a su funeral ni a la shivá, sintió que tenía que estar presente para sus hijos.

"Sabía que sería el momento más difícil en la vida de mis hijos, y no podía dejarlos atravesarlo solos. Tenía que ser fuerte por ellos".

Durante la shivá, muchísimas personas los visitaron y les contaron historias sobre su padre en Israel, y les dijeron que había ayudado a muchas personas. "Un Rabino que llegó a visitarnos contó cómo Gaby luchó con sus demonios cuando llegó a Israel y se embarcó en el difícil proceso de superar su adicción al juego. Por primera vez comprendí cuánto sufrimiento había experimentado. El largo camino de recuperación fue solitario y doloroso".

El Rabino miró a los hijos de Sandra y les dijo: "No he visto a muchas personas recuperarse de la adicción al juego. Pero su padre lo logró, y puedo asegurarles que lo hizo por ustedes".

Muchas personas piensan que no tienen otra opción más que permanecer dentro del matrimonio, pero eso no es cierto. Las personas son mucho más fuertes de lo que piensan que son. Puedes salir y puedes encontrar ayuda.

La shivá le permitió a Sandra liberarse de su resentimiento hacia Gaby y enfocarse en los buenos recuerdos que habían compartido.

"También aprendí que sin saberlo durante muchos años yo posibilité la conducta de mi esposo. Cuando finalmente me puse de pie y dije 'no', ya era demasiado tarde. Podría haber dicho 'no' mucho antes y salvar a nuestra familia de muchas dificultades. Muchas personas piensan que no tienen más opción que permanecer dentro del matrimonio, pero eso no es cierto. Las personas son mucho más fuertes de lo que piensan que son.

"Ahora entiendo que la adicción es una enfermedad que debe ser tratada por profesionales y de inmediato. No es algo en lo que yo, como esposa, hubiera podido ayudarlo. Yo pensé que él elegía el juego por encima de su familia, pero ahora entiendo que esa no era una elección. Estaba hundido en su adicción.

"Existen recursos para ayudar a los adictos y a las familias afectadas por un adicto. Tener el coraje de decir 'ayúdenme' puede salvar su vida".

Hoy, Sandra entiende que a pesar de que plantarse frente a su esposo puso fin a su matrimonio, ese fue también el momento que en definitiva lo salvó y lo llevó a recuperarse por completo.


Recursos adicionales

*En este artículo se usaron seudónimos

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