Napoleón y los judíos

23/11/2023

6 min de lectura

El emperador francés tuvo una relación complicada con los judíos.

La nueva película biográfica de Ridley Scott, "Napoleón", relata el dramático ascenso y la caída del monarca francés. Centrada principalmente en las campañas militares y la carrera política de Napoleón, la película aborda de forma tangencial la intrigante y compleja relación que tuvo con la comunidad judía de Francia.

Si hubieras entrado a una sinagoga en el siglo XIX para preguntar a los judíos qué pensaban del líder militar, habrías escuchado opiniones conflictivas. Algunos hubieran elogiado poéticamente al emperador, cayendo en la adulación, citando que él emancipó a los judíos e incluso llegando a llamarlo "jelek tov", que en hebreo es el equivalente a "Bona Parte". Otros lo consideraban un tirano despiadado que siempre atormentaba a los judíos por puro placer sádico.

Entender quién tenía la razón requiere sumergirse en los libros de historia para descubrir el complejo personaje que fue Napoleón Bonaparte.

No subestimarlo

Nuestra historia comienza en 1799, después de varios años de conquistas exitosas y de ser una de las principales figuras de la Revolución Francesa. Napoleón fue coronado como emperador de la República Francesa.

Un retrato de Napoleón Bonaparte de Ernest Crofts

Si bien la Revolución Francesa pudo haber liberado a los judíos y darles la emancipación en un momento en el cual en el resto de Europa los judíos eran perseguidos sin misericordia, los judíos de todos modos no habían sido asimilados a la sociedad francesa en general. Napoleón cambió eso. A lo largo de sus conquistas, él difundió las ideas revolucionarias de igualdad ante la ley y libertad de religión.

Algunos citan a Napoleón diciendo: "Mi deseo es que los judíos sean tratados como hermanos, como si todos fuéramos parte del judaísmo… Yo pienso que esto dará mucha riqueza a Francia porque los judíos son numerosos, y ellos vendrán en grandes cantidades a nuestro país, donde pueden disfrutar de más privilegios que en cualquier otra nación".

Cerrar los guetos

Los ejércitos victoriosos de Napoleón llevaron la emancipación a los judíos de todos los países de Europa central y occidental, donde se formaron gobiernos que dependían de él.

A lo largo de sus conquistas en Europa, Napoleón llevó con él esta ideología modernista. Cuando llegó a Italia, se disgustó por el trato que les daban a los judíos como ciudadanos de segunda clase, enclaustrados en guetos y segregados del resto de la sociedad, además de tener que identificarse con brazaletes con la estrella de David. Él ordenó cerrar de inmediato los guetos, permitiendo que los judíos vivieran libremente y practicaran abiertamente su judaísmo. Napoleón también cerró los guetos en Roma y liberó a los judíos de Venecia, Verona y Padua.

Como emperador, Napoleón ayudó a establecer la Asamblea de Judíos Notables y el Sanedrín francés, cuyos objetivos eran separar "los elementos políticos de los religiosos dentro del judaísmo".

Una gran meta

Tras la conquista de Egipto en 1798, Napoleón se embarcó en campañas a través de Palestina. Con más de 13.000 soldados, partió hacia Israel con poco tiempo para prepararse, ya que el éxito de la misión dependía del elemento sorpresa. En cuatro días, los ejércitos de Napoleón ya estaban dentro de la península del Sinaí y unos pocos días después Napoleón ya había capturado El Arish y Gaza. Poco después se le unieron Ashdod y Ramle. Napoleón estaba seguro de que tenía control sobre la región y que prácticamente ya había llegado hasta Jerusalem, con todo el significado religioso e histórico que eso implicaba.

El sitio a Aco, 1799

En mayo de 1799, durante la campaña militar de Napoleón en Palestina, comenzaron a correr rumores de que Napoleón planeaba otorgar a los judíos permiso para retornar a su patria. Muchos periódicos europeos publicaron rumores similares, transmitiendo la primera pizca de esperanza en muchos siglos de retornar a la Tierra Prometida. Pero mientras circulaban esos rumores, el dominio de Napoleón sobre la región comenzó a debilitarse. Las fuerzas otomanas se resistían. Finalmente, Napoleón fue obligado a retirarse de Aco debido a algunas malas decisiones tácticas y a una plaga que cobró la vida de miles de soldados franceses.

Hoy se cuestiona la legitimidad de la declaración de Napoleón respecto a que los judíos retornaran a la Tierra de Israel, y es un misterio si realmente Napoleón emitió esa declaración, lo cual sólo sirve para volver más turbias las relaciones de Napoleón con los judíos.

No, Gracias

Napoleón también tuvo detractores dentro de la comunidad judía. Algunos sintieron que las motivaciones de Napoleón no eran tan altruistas como parecía. Ellos sostenían que él consideraba a los judíos principalmente como una herramienta útil para avanzar sus ambiciones políticas.

Bonaparte visita a los afectados por la plaga en Yafo, por Antoine-Jean Gros, 1804

En una carta a Champagny, el ministro del interior, sus verdaderas motivaciones parecen quedar claras: "[Es necesario] reducir, o destruir, la tendencia del pueblo judío a practicar una gran cantidad de actividades que son dañinas para la civilización y el orden público de la sociedad en todos los países del mundo. Es necesario detener el daño evitándolo; para prevenirlo, es necesario cambiar a los judíos … Una vez que una parte de su juventud ocupe un lugar en nuestros ejércitos, dejarán de tener intereses y sentimientos judíos; sus intereses y sentimientos serán franceses".

Al parecer el objetivo principal de Napoleón era borrar la identidad judía de los judíos y convertirlos antes que nada en franceses.

Martín Buber exploró la experiencia judía en Europa con Napoleón Bonaparte en su obra "Gog Magog". Buber vio a Napoleón como una figura polarizadora para los judíos, haciendo promesas que no podía cumplir y tratando a los judíos de forma justa, pero al mismo tiempo borrando elementos de la identidad judía.

Rav Berel Wein sostiene que el verdadero interés de Napoleón era ver a los judíos asimilados y no que prosperaran como una comunidad diferente: "La tolerancia exterior y la justicia de Napoleón hacia los judíos en realidad se basaron en su gran plan para hacerlos desparecer por completo mediante la asimilación total, los matrimonios mixtos y la conversión".

El emperador Napoleón en su estudio en las Tullerías, Jacques-Louis David, 1812

Más allá de sus motivos, la emancipación abrió las puertas para que los judíos abandonaran sus roles insulares tradicionales y entraran de una forma nueva a la sociedad francesa. Muy pronto se convirtieron en destacados banqueros, políticos, académicos y oficiales del ejército. Esto convirtió a Francia en uno de los países más tolerantes de Europa donde podían vivir los judíos.

Un espiral descendente

Sin embargo, la relación de Napoleón con los judíos se volvió más antagónica en un momento posterior de su reinado. A medida que crecían sus pérdidas militares, Napoleón culpó en parte a los judíos por sus desgracias. Él condenó duramente a los prestamistas judíos que, en su opinión, estaban engañando a los campesinos franceses El emperador también limitó los derechos de los judíos en algunas industrias e impuso restricciones al préstamo de dinero y al comercio para los judíos.

El historiador francés Patrice Gueniffey, quien escribió Bonaparte: 1769-1802, explica que dentro de Napoleón había "una parte de locura y monstruosidad. Él nunca supo cuándo detenerse, y eso llevó a su caída".

El historiador Richard Ayoun declaró que Napoleón "despreciaba a los judíos" y simplemente los usó para sus propios proyectos. Ayoun cita declaraciones hechas por Napoleón al general Gourgaud en 1817 durante su exilio en Santa Helena: "Los judíos son un pueblo desagradable, cobarde y cruel". Los críticos del monarca francés citan la carta dirigida a su hermano en 1808, donde llama a los judíos "el pueblo más despreciable".

Las cosas empeoraron en 1808 cuando Napoleón emitió una orden restringiendo la actividad económica y la libertad de movimiento de los judíos en ciertas provincias del imperio durante diez años. Esta orden llegó a ser conocida entre los judíos como el "decreto infame". Este decreto también exigía que los judíos adoptaran nombres formales con los cuales se dirigían a ellos.

Según algunas opiniones, esto sólo lo hizo para apaciguar al zar Alejandro I de Rusia, como una medida temporaria. Pero el daño ya estaba hecho.

El historiador Ben Weider sostiene que Napoleón tuvo que ser extremadamente cuidadoso al defender a las minorías oprimidas como los judíos, para poder mantener el equilibrio con otros intereses políticos. Él cree que el líder vio un beneficio político a largo plazo para su imperio en el hecho de apoyar específicamente a los judíos.

Sin atajos

Esta dinámica incómoda continuó hasta el exilio final de Napoleón después de Waterloo, en 1815. Después de que la coalición llegara al poder, muchas de las medidas discriminatorias fueron restauradas.

La compleja relación del polémico emperador con los judíos reflejaba los cambios trascendentales que se estaban produciendo en Europa. Al promover la emancipación judía, él destacó las dificultades de asimilarse a la sociedad secular. Las políticas judías de Napoleón encarnaron las paradojas de la era de la Ilustración. Existían nuevos principios de ciudadanía junto con una persistente intolerancia religiosa y perspectivas conspirativas sobre los judíos.

El breve pero significativo reinado de Napoleón como emperador fue errático, tiránico y en ocasiones despótico. Eso reflejó la vacilante transición hacia la tolerancia religiosa y el nacionalismo inclusivo que todavía tenía un largo camino que recorrer. Pero dio algunos primeros pasos audaces, aunque imperfectos, que iniciaron el largo camino de la aceptación judía en Francia y en otros lugares. Dos siglos después, la era napoleónica sigue siendo un capítulo fundamental en la historia judía.

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