Rehenes, horror y esperanza: Una visita al kibutz Nir Oz

26/03/2024

5 min de lectura

Dondequiera que miráramos, podían verse los restos de la muerte.

Necesitaba reconectarme con el 7 de octubre y sus horrores y, por ende, viajé al sur con un grupo de alumnos rabínicos de Yeshiva University. Fuimos a Ofakim, Sderot y al sitio del festival Nova, pero lo que me estremeció más fue la visita al kibutz Nir Oz. Nir Oz fue el kibutz más golpeado numéricamente: más del 25% de sus residentes fueron asesinados o secuestrados el 7 de octubre.

Nuestro guía fue Amit Rubín, quien creció en el kibutz Nir Oz y ahora vive en la vecina Nir Itzjak. Rubín nos transmitió dos datos inquietantes que debemos tener en cuenta durante la visita. "En primer lugar, a diferencia de la mayoría de los kibutzim, en Nir Oz el ejército no disparó ni una sola bala, y mucho menos proyectiles de tanque. Los terroristas terminaron libremente su ataque asesino y su toma de rehenes y se marcharon 15 minutos antes de que llegara el ejército. Toda la devastación que verán fue obra de Hamás. En segundo lugar, todo lo que se ve es la versión 'limpiada'. Deben saber que a fines de octubre era mucho peor".

Entrevisté al Rabino prof. Steinberg, que describió las dificultades sin precedentes que tuvieron para identificar el ADN debido a que las víctimas fueron quemadas. Vi fotos de casas del kibutz quemadas y otras fotos de fatales incendios en viviendas. Pero nunca imaginé lo que vi, sentí y olí ese día.

No es que las casas se "quemaron". Fueron completamente incineradas.

Algunas casas "solamente" fueron saqueadas y destruidas. Estas casas todavía tenían cocinas, pero con la vajilla y la cristalería destrozadas por el suelo. O todavía tenían habitaciones de refugio, sólo que con sangre por todo el suelo.

Pero algunas casa eran sólo cenizas. Ni baldosas, ni paredes, ni camas, sólo cenizas.

La muerte fue nuestra constante compañera. Dondequiera que miráramos, los restos de la muerte nos devolvían la mirada. Si cerraba los ojos, podía sentir la muerte.

Al escuchar a Amit Rubín, tuve la impresión de que hasta el 7 de octubre él perteneció al "campo de la paz". Pero ahora, decir "activista por la paz", es casi una frase sucia, dicha con profunda amargura.

Como todos los israelíes, cada día veo por todos lados los pósteres de los rehenes. Pero entender que los pósteres que tenía frente a mí eran de las víctimas en sus propios hogares, frente a las puertas de las mismas casas de donde fueron secuestrados, me dio escalofríos. Rubín nos llevó de casa en casa, dándonos breves instantáneas de lo que ocurrió con cada familia, sin tener tiempo para procesarlo.

Oded y Yojeved Lifschitz. "Oded volvió a casa la noche anterior del hospital. Él era un activista por la paz que incluso llevaba a los habitantes de Gaza a hospitales israelíes.

Jana Katzir. "Vandalismo total", nos dice Rubín. Como si el asesinato, el secuestro y la violación no fueran suficientemente malos, Rubín quiere que entendamos la total aleatoriedad de su violencia, su ansia de destrucción y vandalismo. "Los que supuestamente son civiles 'inocentes', mujeres y niños, vinieron alegremente, saquearon e incendiaron casas".

Yair y Eitán Horn. "Eitán había venido a visitar a Yair por la festividad, ahora los dos hermanos están como rehenes en Gaza".

Maya y Avner Goren. "La maestra de la guardería, salió temprano de la casa y fue una de las primeras secuestradas. Una semana más tarde encontraron en la frontera el cadáver de su marido". En la puerta de la casa había un cartel pidiendo a la gente que no entrara. Si bien a otras casas entramos libremente, los hijos de Goren se aferran a un vestigio de intimidad evitando que desconocidos entren y vean el espacio íntimo de un hogar, incluidos los dormitorios, en su humillante estado.

Shalev Tal. "Arqueólogos y científicos forenses siguen trabajando con las cenizas tratando de identificar los restos. La suerte de algunos de los miembros de su familia sigue siendo desconocido".

Siman Tov. Los cinco miembros de esta familia fueron asesinados.

Kfir y Ariel Bibas

Bibas. Silencio. No hace falta decir nada. Todos escuchamos sobre el pequeño Kfir de un año, el más joven de los rehenes, y su hermano Ariel. Tocar el triciclo de Ariel, la misma clase que usa mi hijo pequeño, hace que su historia cale más profundo en mi corazón.

Después de estar apenas uno o dos minutos en cada casa, Rubín camina rápidamente a la siguiente. Hay demasiado que ver en muy poco tiempo.

Pero en una casa, finalmente, hay una historia.

Fue en una de las casas incineradas, de las que sólo quedaron cenizas. Incluso el inodoro de porcelana se derritió parcialmente.

"Aquí había dos parejas", nos cuenta Rubin. "Una joven y otra mayor, uno de ellos con demencia. Se escondieron en la habitación de refugio, cada pareja acurrucada en una cama, bajo una manta. Los terroristas entraron a la casa y la convirtieron en una especie de base de operaciones. Muchos terroristas entraban y salían, pidiendo órdenes o tomándose descansos para comer. De repente, un terrorista entró a revisar la habitación de refugio, dio un rápido vistazo y se marchó. Otro terrorista lo reprendió por no haber prestado suficiente atención y fue a corroborarlo él mismo. Inexplicablemente, tampoco él palpó las mantas ni encendió la luz.

Después de un período indeterminado de tiempo, los terroristas decidieron que habían terminado de usar la casa. Antes de partir, prendieron fuego a la casa, "por diversión". Las dos parejas no podían respirar, pero escuchaban a los terroristas fuera de la ventana y no tenían cómo escapar. Después de soportar tanto sufrimiento como fueron capaces, decidieron salir. Afuera estaba su única posibilidad de sobrevivir. Si se quedaban adentro, morirían. Y si su destino era morir, mejor que fuera instantáneamente con algunos disparos antes que el inimaginable sufrimiento de quemarse vivos.

La pareja joven ayudó a los más ancianos a trepar. Trataron de esconderse detrás de un cobertizo, pero estaban totalmente expuestos por un lado, y los terroristas seguían merodeando, incluso saqueando ese mismo cobertizo en el que ellos se estaban escondiendo. Por un milagro total, no los vieron y sobrevivieron. "Esto lo sé porque la pareja joven son mi hija y su novio, y la pareja de ancianos son mis padres".

La casa de los padres de Amit Rubín

¿Cómo están sus padres? "No muy bien", dice Rubín. "Soportar todo esto es demasiado para ellos".

En una casa vi un periódico en medio de los escombros. Me arrodillé y lo di vuelta y la fecha me pegó como un puñetazo en el estómago: 6 de octubre del 2023. Aún más inquietante fue un cartel en el comedor del kibutz anunciando una protesta a la que iban a asistir los miembros del kibutz el 7 de octubre. ¿El objetivo de la protesta? La evacuación de ciudades de Judea y Samaria para promover la paz con los palestinos.

Esta es sólo la mitad de la historia. La otra mitad se contará en los próximos años, pero ya ha comenzado. Se ha lanzado una campaña de reconstrucción y Nir Oz está decidido a llevarlo a cabo. "Hay determinación por reconstruir", declara Rubín. Las únicas dos personas que vimos durante las dos horas que duró nuestra visita al kibutz estaban plantando flores, y otros comenzaron a trabajar las tierras agrícolas cercanas, que son el principal ingreso del kibutz. Rubín resalta su mensaje final: El kibutz Nir Oz no se irá a ninguna otra parte.


Imagen: Joel Pollak, Breitbart News

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