Medio oriente
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Yo experimentaba la mayor alegría mientras Israel sufría el momento más sangriento de su historia.
Hace un año escribí un artículo personal (usando un seudónimo) relatando los pensamientos y las emociones que experimentamos con mi esposa durante nuestro segundo aborto (el cual fue seguido por un tercero), esforzándonos por tratar de encontrar sentido a ese dolor.
Hace una semana, en Shabat/Shminí Atzeret, me llamaron a la Torá y anuncié el nombre hebreo de nuestra hija de tres días: Nejama Leá. Mi padre, mi suegro y yo bailamos alrededor de la bimá con la comunidad que nos rodeó con abrazos y mazal tovs. Fue uno de los momentos más gratificantes de mi vida.
Me pidieron que hablara sobre el nombre de la beba. Sin haberme preparado, abrí mi corazón ante una sala repleta de gente que había sido testigo, como una familia, de las dificultades que mi esposa y yo habíamos enfrentado durante los últimos dos años, y entendían cómo nuestra hija era una fuente de gran consuelo (en hebreo, nejamá). Pocas veces me mostré tan abiertamente en público.
Luego habló nuestro Rabino y se refirió a por qué rompemos una copa en una boda. No sólo para recordar al Templo de Jerusalem que fue destruido, sino porque lamentablemente debemos atemperar nuestra alegría con las duras realidades, para no olvidar nuestro propósito en esta tierra. Y entonces reveló ante la congregación que Israel estaba en medio de un desastre.
Se suponía que este sería un momento de enorme alegría, el último día del período más sagrado del calendario judío, y yo estaba compartiendo una simjá, una celebración personal, con la comunidad, mientras Israel experimentaba el momento más sangriento de su historia. Desde el Holocausto, no hubo un día en que murieran tantos judíos. Me sentía desgarrado.
En los días siguientes, vería más horrores aterradores compartidos en las noticias. Trataría de dejar mi teléfono a un lado y enfocarme en mi bebé, pero mi aplicación para registrar los momentos en que hay que alimentar/cambiar el pañal al bebé, está a sólo un botón de distancia de Instagram, Facebook y cientos de sitios de noticias, y es difícil resistirse y no "espiar".
Amo a mi hija y amo estos primeros días con ella. Son mágicos. Mi esposa y yo nunca hemos estado más unidos. Nunca me sentí más bendecido en toda mi vida. Sostener en mis brazos a mi hija recién nacida me ha dado muchas cosas que sólo había imaginado que podía llegar a tener. Al mismo tiempo, no puedo borrar de mi mente una foto de un niño pequeño, en brazos de uno de los socorristas, porque sus dos padres estaban muertos.
Por lo que mi alegría se ve atemperada por tristeza, miedo, y demasiado enojo. Parece erróneo que yo sienta tanta alegría cuando mi familia extensa (todo Israel) sufre tanto dolor y preocupación.
Mientras luchábamos para poder ser padres, cada vez que alguien anunciaba en las redes sociales que esperaban un bebé o que habían dado a luz, eso nos llevaba a un lugar triste y oscuro. Por lo que durante todo el embarazo decidimos no publicar nada en las redes sociales, no hasta que naciera nuestra hija. Pero ahora, con todo el dolor y el caos, siento que no es correcto compartir nuestra dulces fotografías detallando cuántas horas lleva viva nuestra bebé, vestida con una camiseta sumamente tierna que dice "el mejor regalo que existe"… Esas publicaciones pueden parecer insensibles comparadas con los actos de liderazgo de amigos, Rabinos y todos los que están desesperados por ayudar.
Observo al mundo judío unirse y quiero ser parte de eso. Pero en cambio, estoy aislado en mi departamento, cambiando pañales, lavando los platos, ayudando a mi mujer a las 3 de la madrugada para que nuestra hija coma.
Cuando tengo un momento de paz (por lo general mientras lavo los platos), trato de evitar abrir Youtube y en cambio escuchar un pensamiento de Torá. No recuerdo quién lo dijo, pero en un video comentaron que no son sólo los soldados del ejército de Israel quienes están en las líneas del frente. La guerra no se gana sólo con balas y ataques con drones. Este conflicto tiene una dimensión espiritual. Cuando rezamos, hacemos actos de bodnad, estudiamos Torá y cumplimos mitzvot, todos esos actos tienen un impacto. Cada judío tiene su línea de frente que debe defender.
Me encantó esta idea. Deseo estudiar un poquito antes de ir a dormir, o tratar de decir un versículo de Salmos. Pero como cualquier padre puede decir, en esta etapa uno lucha sólo para mantenerse a flote. Comer, bañarse, nuestro departamento parece zona de guerra, y -obviamente- lograr dormir una hora sin interrupciones es un milagro. ¿Cómo puedo llegar a mantener mi línea de defensa?
Entonces un amigo me escribió algo que me llegó profundo a pesar de la confusión y la falta de sueño. "Ahora estás haciéndote cargo de una nueva judía. No hay nada más grande que eso. Si fueras un hombre soltero sin hijos, estaría de acuerdo en que podrías estar ayudando al Rabino durante toda la noche a preparar paquetes y recolectar donaciones. Pero gracias a Dios, has recibido ocupaciones más importantes…"
Como dijo otra amiga; "Ser judío implica celebrar incluso ante la oscuridad. Que ustedes hayan tenido un bello bebé me da esperanzas".
Todos nos encontramos en lugares singulares tanto física, emocional y espiritualmente. Estamos en esas situaciones por una razón. No puedo creer que sea sólo una coincidencia que justo hayamos puesto el nombre a Nejama Leá el día del ataque. Tu contribución al esfuerzo de la guerra (cualquiera sea) no sólo es necesario, sino que es sagrado. Incluso si esa contribución es levantarte de la cama (o ayudar a levantar a otra persona). No tienes idea a dónde esa contribución te llevará de acá a un par de años.
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